Por Verónica
Abdala
Carlos Fuentes se plantó
frente al micrófono dispuesto a cerrar el encuentro de escritores
e intelectuales México y Argentina, un horizonte compartido,
que se desarrolló esta semana en la Biblioteca Nacional. El público
descontaba que su conferencia, titulada Amor, amistad y experiencia.
Reflexiones en honor a Alfonso Reyes y Julio Cortázar, sería
brillante. Lo que los presentes cerca de trescientas personas, entre
las que colmaban el auditorio y las que tuvieron que conformarse por seguir
la conferencia a través de una pantalla seguramente no imaginaron
fue que las palabras del mexicano tendrían el poder de conmoverlos
y hacerlos reír, a veces hasta las lágrimas.
A lo largo de casi una hora, el espeso silencio de la sala sólo
fue penetrado por las ideas, citas, chistes y evocaciones de Fuentes,
celebradas con una ovación final del público, que lo despidió
de pie. El escritor, que agradeció con una tímida reverencia
y después se escurrió por un pasillo lateral, no parecía
el mismo que había iniciado la exposición: aquél
había subido con actitud decidida, con la seguridad que le otorga
el hecho de saberse uno de los mayores literatos latinoamericanos; éste
se retiraba con evidente pudor, ante semejante demostración de
afecto (si es cierto aquello de que el aplauso es una de las formas del
abrazo) y reconocimiento. Aquí se transcriben algunas de las definiciones
que vertió sobre la amistad, el amor y la experiencia, y sobre
su relación, personal y literaria, con Cortázar y Reyes:
u Conocí a Julio Cortázar, como sucede a veces, antes
de conocerlo. En 1955 editaba yo una revista de literatura. Los buenos
servicios de El Perseguidor aparecieron por primera vez en nuestra revista
renovadora, alerta, hasta un poco insolente. Después, sin conocernos
aún, Cortázar me mandó la carta más estimulante
que recibí cuando en 1958 publiqué mi primera novela, La
región más transparente. Le debo a Julio ese impulso inicial,
en el que la inteligencia y la exigencia, el rigor y la simpatía,
se volvían inseparables y configuraban ya al ser humano que me
escribía de usted. Su correspondencia, era el hombre entero. Más
ese misterio, esa adivinanza, ese deseo de confirmar que en efecto el
hombre era tan excelente como sus libros y éstos tan excelentes
como el hombre que los escribía. Por fin, en 1960 llegué
a una placita parisina llena de artesanos y cafés. Entré
a una cochera por un patio angosto. Al fondo, una antigua caballeriza
se había convertido en un estudio alto y estrecho de tres pisos,
con una escalera que nos obligaba a bajar subiendo, según
una fórmula secreta de Cortázar. Yo, hasta ese momento,
sólo conocía una foto suya de la revista Sur, en la que
aparecía un señor viejo, cara delgada, el pelo sumamente
aplacado por la gomina, vestido de negro y con un aspecto prohibitivo...
El muchacho que salió a recibirme era seguramente el hijo de aquel
oscuro hombre de la foto: un joven desmelenado, pecoso, desgarbado, con
camisa de manga corta abierta en el cuello, un rostro de no más
de 20, 25 años, de ojos muy separados y dos cejas sagaces, cruzadas
y dispuestas a lanzarle una maldición cervantina a quien se atreviese
a dudar de la pureza de su mirada. Le dije: Pibe, quiero ver a tu
papá. Y me contestó: Soy yo.
Creo, como sostenía
Alfonso Reyes, que la literatura no es reflejo de lo que ya es sino creación
imaginativa que pasa a ser parte de la experiencia de la realidad, formando
otra nueva. Es decir: Hamlet y Don Quijote no son reflejo de la realidad
sino que añaden algo a esa realidad que ya no será la misma
que era sin Hamlet y Don Quijote.
La experiencia es nuestro
libro, y tiene mil y un capítulos que cada uno firma a su manera.
La experiencia es para mí deseo, afán de deseo de realizarse
en el mundo. Abarca mucho, aprieta poco. ¿Quién no le da
a la experiencia un valor inmenso, casi sinónimo de la vida misma?
La experiencia del amor, del trabajo, de la amistad, de la creación,
delpoder y de la felicidad. Pero experiencia significa también
orgullo, violencia, ambición, temor, voluntad, sufrimiento. Porque
hay experiencias dañinas, nos preguntamos si las heridas cerrarán
cuando nos hagamos cargo de lo que las causó. Porque hay experiencias
benéficas, construimos la esperanza de que lo bueno se repetirá,
que habrá algo más.
Es inconcebible la experiencia
sin pasión. Corazón apasionado, dice la vieja
canción mexicana. Pasión significa conocer y respetar y
procurar la grandeza de las emociones humanas. Ya que son las pasiones
mismas las que constituyen el alma humana. La experiencia de la pasión
trata de concebirse como libre obediencia a impulsos válidos, a
impulsos existenciales, y saber mantenerlos, corregirlos, desecharlos
en el camino de este ideal de la experiencia. Precisamente es éste
el equilibrio más difícil: entre el mundo activo y el mundo
paciente.
Toda experiencia es limitada.
Nos lo confirma el hecho de que no hay experiencia, por mala o valiosa
que sea, que se cumpla, jamás, cabalmente. Lo sabe el artista,
que no necesita ver el famoso cincelazo de Miguel Angel para asegurar
lo que es indispensable en el arte: la imperfección de la obra.
Si la obra fuera perfecta, sería divina, sagrada, impenetrable.
Aún recuerdo a
los niños con los que entablé amistad en la escuela primaria,
aquellos con los que preferíamos la lectura y el diálogo
a los rudos deportes enlodados de nuestra escuela inglesa (...). Conocí
allí a José Donoso, y conocí el dolor de un niño
desaparecido a los 12, que me dejó desolado, ante la primera muerte
de un hombrecito de mi edad. Tan desolado me dejó como el destino
de otro niño, físicamente deforme, objeto de burlas y de
golpes. Que después del cuartelazo atroz del atroz Pinochet ese
muchacho haya sido torturado en los campos de la muerte del sur de Chile
sólo aumenta mi horror ante la crueldad humana, pero también
mi ternura y compasión hacia la realidad misma de eso que llamamos
amistad.
Todos hemos sido traicionados
alguna vez por un amigo (...). William Blake lo decía de manera
incomparable: Tu amistad me hiere demasiado; por favor, sé
mi enemigo.
Con Cortázar íbamos
juntos al cine. Y después salíamos a caminar, sin decir
palabra. Al principio, yo creí que esos silencios eran una falla
mía, un reproche de él. Pero después comprendí
que la posibilidad de estar juntos sin decir nada era una forma superior
de la amistad. Era amistad, respeto, reverencia, era reflexión
opuesta al mero parloteo.
La cultura en la encrucijada
Políticas e industrias culturales era el nombre
de la mesa redonda que precedió a la conferencia de Carlos
Fuentes, y de la que participaron Beatriz Sarlo que hizo foco
en el creciente deterioro de este campo en la Argentina y en la
quiebra De Buenos Aires como la gran máquina
educativa y cultural que alguna vez fue, Juan Luis Cebrián,
director del diario español El País, Nélida
Piñón, escritora brasileña, Raúl Padilla,
director de la Feria del Libro de Guadalajara, y Ricardo Esteves,
empresario del grupo Velox. Las exposiciones desparejas, por
cierto, y de las que solamente salieron airosos Sarlo, Padilla y
Cebrián, dieron lugar a algunos comentarios cruzados
entre los panelistas. Sarlo aseguró, en su afán de
ilustrar la decadencia que se verifica en el campo en cuestión,
que hace no tantos años, uno sólo de los ejemplares
del Centro Editor de América Latina, bajo la tutela de José
Boris Spivacow, vendía tanto como lo que llegó a vender
este año la colección de fascículos de pintura
Velox con el apoyo de todo el grupo Clarín. Cebrián,
entretanto, expresó que pretendía no ser tan
pesimista, en clara alusión a Sarlo, y deslizó
un comentario sobre la actual situación argentina que sorprendió
a buena parte del público. Ustedes, como nosotros los
españoles y los italianos, tienen la costumbre de rajarse
las vestiduras cuando tienen un problema. La Argentina tiene problemas
financieros. Y ése es un problema virtual. Aunque reconozco
que no por eso es poco importante: la realidad virtual también
existe, reflexionó.
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CARMINA
BURANA EN EL LUNA PARK, DESDE HOY
El ballet de masas
El Ballet Contemporáneo
del San Martín se presenta por primera vez en el famoso estadio-teatro
Luna Park con Carmina Burana, una de las más celebradas coreografías
de Mauricio Wainrot, director de esta compañía y artista
distinguido en la Argentina y en varios países de Europa y América,
donde además ha sido director y coreógrafo residente. Estrenada
en marzo de este año en la Sala Martín Coronado, Carmina...
debió agregar entonces varias funciones a las previstas en la programación
debido a la entusiasta acogida que tuvo entre el público. Fue así
que de las catorce originales concretó treinta, y siempre a sala
llena. Creada en 1988 por encargo del Royal Ballet de Flandes (Bélgica),
la pieza lleva música de Carl Off. En la puesta argentina, la escenografía
y el vestuario han sido creados por Carlos Gallardo, y la iluminación
por Eli Sirlin. Las funciones de esta obra, calificada de notable por
la crítica tanto por su coreografía de contundente
frontalidad y enérgicos remates como por la precisión
técnica del elenco en la elaboración de este desconcertante
rito pagano tendrán lugar en el histórico Luna Park,
de Corrientes y Bouchard, hoy y mañana a las 21, y el domingo,
a las 19. Las localidades podrán adquirirse en el mismo estadio,
en el horario de 10 a 20 horas (teléfono 4311-8005) y por Entrada
Plus, llamando al teléfono 4324-1010. El precio de la entrada depende
de la ubicación: de 25 pesos para la platea preferida, de 20 para
la simple, 15 en el súper pullman, 12 en la platea alta y 5 en
platea cabecera.
OPINION
Por Eduardo Pavlovsky
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�Tío Patilludo�
El día 8 de junio de 1999 se realizó en Río
de Janeiro un evento que se denominó: Teatro para desenvolvimiento
social. El día 9 de junio, el señor Augusto
Boal inauguró a las 10 de la mañana dicho evento.
El día 10 de junio disertaron Stephen Stern (World Bank),
Elizabeth Leeds (Ford Fundation), quien se refirió a la subvención
que dicha fundación ofreció al Teatro del Oprimido
de Augusto Boal y cerró la presentación George Muruli
(The British Council). El día 11 de junio, el señor
Augusto Boal cerró dicho evento en el Forum
de Encerramiento a las 12. Patrocinaba dicha reunión
The Ford Fundation - The World Bank IBRD y la realización
estuvo a cargo de Queen Mary y The British Council y la Secretaría
de Cultura de Río de Janeiro. La reunión fue un éxito.
El autor de Tío Patilludo dice no haber participado ni haber
oído hablar de ella, ni hace pocos meses, ni hace muchos
años, ni nunca. O bien el autor de Tío Patilludo padece
una crisis moral o tiene un problema arterial. En cuanto al agradecimiento
del señor Boal a la Fundación Ford, basta con lo escrito
por él en Página/12. Superó con creces nuestra
expectativa. La larga explicación de las bondades de recibir
donaciones de la Fundación Ford para realizar teatro en todo
el mundo no necesita agregados.
Nuestra identidad cultural teatral latinoamericana no necesita dinero
del imperialismo. Al contrario, si ha surgido un teatro latinoamericano
auténtico ha sido por su independencia de este tipo de fundaciones
norteamericanas, siempre condicionantes. Vaya si lo sabemos.
Lo que se pueda criticar a Boal es que él basó su
identidad cultural en la lucha contra el imperialismo cultural y
muchos jóvenes lo siguieron en el 70. Fue precisamente
en Porto Alegre donde dichos jóvenes, hoy conocidos directores
y que participaron de dicha reunión del Foro, me expresaron
este año la decepción por las actitudes de su maestro.
Queda el magnífico recuerdo de esa obra antiimperialista,
Tío Patilludo, que yo tuve la suerte de presenciar en 1969
en Buenos Aires. Pero Boal era otro, es cierto también.
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