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Los
Pilatos globalizados
Por Osvaldo Bayer
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En Neuquén se vive un
episodio fundamental que habla de la crueldad argentina. De nuestro absoluto
desprecio por la democracia. Porque, lo repetimos siempre, vivir en democracia
es vivir con dignidad y no sólo tener la dádiva
de elegir cada dos años entre candidatos sospechosos, burocráticos,
apresuradamente arribistas o charlatanes medidos. En Neuquén se
ha quitado la fuente de trabajo a 380 obreros. Que habrá que multiplicarlos
por el número de familiares directos para comprobar cuántos
seres humanos fueron arrojados a la calle y no cobran ni el mínimo
sustento familiar. Una fábrica hermosa, productos de cerámicas
nobles en plena marcha, gente feliz en un paisaje feliz. La fábrica
Zanon. Y de pronto alguien dicta que hay que cerrar el establecimiento.
Y comienza el drama. Nadie se quiere meter. Los políticos responsables
de la democracia y la administración miran hacia otro lado y hablan
de problemas financieros; los patrones organizados en clubes
de la industria ponen caras de especializados y dicen en voz baja: Hay
problemas. La Iglesia reza una misa. Los medios hablan del caso
como si se tratase de algo que ocurre en los arrabales de un país
no descubierto.
Todos, Pilatos globalizados.
No se dan cuenta o no quieren darse cuenta de que lo primero que hay que
defender son las fuentes de trabajo, que de ahí viene la riqueza
y la tranquilidad. Son muy egoístas, pequeños. Creen que
si más explotan al obrero, más van a ser poderosos. No han
aprendido nada de aquel conservador inteligente, Bismarck, el canciller
de hierro, quien les transmitía a sus congéneres dueños
de la gran industria alemana: Si quieren ganar dinero, hay que mantener
tranquilos a los obreros; para que trabajen, hay que asegurarles dignidad.
No, aquí y hoy es todo lo contrario. Si pueden rebajarles el sueldo,
lo hacen; si pueden aumentarles el horario, lo aplican; si pueden humillarlos,
mejor, así no les crece el copete. Jamás hemos visto tanta
pequeñez, tanta tacañería. Tal vez la palabra más
apropiada para calificar la actitud de la patronal en el caso Zanon es
roña. Y, como decíamos, los políticos, miran para
otro lado. (De ahí el grito noble de la marcha obrera por las calles:
Dónde están, que no se ven, los gobernantes de Neuquén.)
Los obreros tienen como logo un dibujo que hace recordar a las ideologías
obreras de principios de siglo: las fábricas detrás, el
apretón de manos solidario, delante.
Ya en el 2000 comenzaron los problemas. Es decir, la patronal comenzó
a poner espinas en el sendero verde y vital, pleno de futuro, de la fábrica.
Comenzaron los problemas y, como es común en el brutal sistema
que vivimos, comenzó a hablarse de reestructuración.
Cien operarios menos y rebaja de sueldos. ¿Por qué, si la
fábrica iba muy bien y no había pérdidas? Pero es
que el patrón que se sienta como tal, para no avergonzarse ante
los otros patrones, tiene que demostrar que es fuerte, que cada vez trabaja
con menos gastos y que cada vez gana más. La fábrica comenzó
con tres líneas de producción y hoy tiene 17 más.
¿Dónde están los problemas, pues? Y la patronal empleó
la hoy palabra mágica para justificar las medidas restrictivas.
Habló de problemas financieros. Que por supuesto convirtió
en mudos a los políticos. Mientras tanto, Zanon era una de las
plantas más modernas en el porcelanato y entraba siempre dinero.
La familia Zanon estaba dentro del grupo selecto de empresarios que acompañaban
al célebre grupo Menem para hacer negocios. También llegó
a especular con Aerolíneas y así nos fue a los argentinos.
Pero mientras sufría problemas financieros instaló
otra fábrica en Buenos Aires y compraron seis canteras propias,
tuvieron acciones importantes en multimedios y hasta fundaron una AFJP.
Claro, todo se pagaba con el producto de la fábrica hasta que,
como fue característica del tiempo de Menem, se recurrieron a los
vaciamientos. De esto se dieron cuenta losobreros, que aman la fábrica
y la defienden como si fuese propiedad de sus hijos. Y contraatacaron,
primero con una huelga de 34 días, porque no percibían los
sueldos, e indignada por el trato, la gente de trabajo ocupó el
puente interprovincial. Se triunfó porque se cobró. Pero
la empresa recurrió al lock out patronal. Y no tuvo en cuenta ningún
derecho humano, pese a todo lo que han firmado parlamentos, gobiernos
y organizaciones internacionales. Son los dueños de todo, hasta
de la vida de la gente. Mandó parar los hornos. Esto nos
declara el dirigente obrero Raúl Godoy lo siente la fábrica
como si le desenchufaran la válvula del corazón. Y
agrega con rabia y melancolía: El hecho de apagar los hornos
es brutal, tardan cinco días en apagarse y otros cinco días
en prenderse. Planteó la patronal, entonces, la cruel iniciativa:
en el futuro trabajarán sólo 60 obreros, el resto, suspendido
por 120 días. Cálculo matemático: no se tiene en
cuenta ni la vida ni el futuro ni los hijos de los que elaboran su producto.
Eso no entra en el balance. Lo que cuenta es la ganancia. Se es un buen
empresario cuando se trabaja sólo con números. Parece un
cuento de 1850, cuando los obreros empezaron a decir basta y a luchar
por sus derechos. Me dice el obrero Godoy: El tema es que hay un
inversor dando vueltas, el Credit Suisse, del que los hermanos Alemann
son los representantes en la Argentina. Ellos están en negociaciones,
pero el pato de la boda volvemos a ser nosotros, los obreros.
Los representantes patronales fueron muy precisos (se dicen cristianos
y demócratas) y señalaron que sólo quieren dejar
en la planta a 60 obreros del total de 360 para que vayan generando
el dinero para las futuras indemnizaciones de la gente que nunca más
va a volver a la fábrica. A nosotros agrega Godoy
es como si nos dieran una pala para que nos cavemos la tumba.
Cuando vino la orden de desalojo de la fábrica, mandan por
supuesto, al cuerpo represivo, clásico enemigo de las nobles luchas
del pueblo humilde a la Gendarmería Nacional. Pero es entonces
que llega a la fábrica la gente. Sí, así, la gente
del pueblo. Y aquí entreverados estaban los estudiantes de la Universidad
del Comahue. Para nosotros fue más que emocionante,
nos dicen los obreros. En la vida, eso es lo que vale.
Estuve allí, en una asamblea que se hizo al aire libre, bajo el
cielo neuquino cargado de sol. Vino la murga Cobija Sueños,
de Cutral-Có. Estaban todos: los obreros, sus mujeres, sus hijos,
y los oradores del pueblo. Me hizo acordar todo esto al 1º de mayo
de 1902, en Buenos Aires, cuando las columnas anarquistas marcharon al
compás del Hijo del pueblo a reclamar por las ocho
horas de trabajo. Aquí, en Zanon, hablaron hasta las mujeres de
los huelguistas, los desocupados, y representantes de los piqueteros y
de otros sindicatos. Se escucharon palabras del construir, de la búsqueda
de la justicia y la dignidad. Mientras los políticos y los financistas
aplicaban la ley del embudo, en su egoísmo y avidez. Los 380 cesantes
de Zanon quieren sólo un lugar en la mesa de todo y no ser arrojados
a los márgenes del hambre y la miseria.
Una jueza, doctora Rivera de Taiana, falló a favor de los obreros
acusando a la empresa de lock out ofensivo y decretando el embargo del
40 por ciento del stock de la planta. Un paso adelante. Aunque esto no
debe caer después en los vericuetos insondables de la Justicia
argentina.
Si los obreros de Zanon pierden, Neuquén se convertirá en
un cáncer de vergüenza. A ochenta años de los fusilamientos
de la Patagonia, los métodos del poder han cambiado, pero los efectos
son los mismos. A ese poder hay que dejarlo al desnudo.
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