Por Martín
Granovsky
Desde
Nueva York
Si se mide por los aplausos
(tibios) y por los artículos (duros), el primer día de gira
financiera del presidente Fernando de la Rúa por Wall Street no
fue para emborracharse de alegría. Por eso, él mismo bajó
sus propias expectativas para la reunión que mantendrá mañana
con George W. Bush. No le voy a pedir nada, anunció.
Ni garantías del Tesoro norteamericano. Elemental,
Watson: si uno no pide, no fracasa al no conseguir; y si consigue sin
pedir, es un héroe.
El aplausómetro funcionó con magros resultados en el Ballroom
del Waldorf Astoria, el hotel que deslumbraba a Carlos Menem tanto como
a Frank Sinatra pero no a De la Rúa, que duerme en el más
clásico Plaza, frente al Central Park. Bajo las enormes arañas
de cairel del Waldorf el Presidente intentó mostrarse enérgico
frente a los banqueros, lobbistas y analistas de riesgo que pagaron su
cubierto a The Americas Society.
De la Rúa dijo que el canje de deuda (tramo interno) tuvo gran
acogida y aclaró que no va contra nadie, y menos contra
el derecho de propiedad.
Adelantó que no pedirá más fondos.
Se comparó con Bill Clinton cuando lo citó mientras gobernaba
con el Congreso en contra y dijo: Es mucho lo que se puede hacer
desde este sillón.
Buscó mostrarse firme con un ejemplo que caerá muy simpático
a los estatales argentinos. No me ha temblado la mano para tomar
decisiones duras, como bajar los salarios y los gastos, dijo.
Mirada desde afuera, pareciera que la reprogramación es obligatoria,
le dijo un consultor. De la Rúa prefirió negar lo evidente:
si no es obligatoria, termina siéndolo por estado de necesidad.
Le preguntaron por los gobernadores. ¿Darán su acuerdo?
Respondió Domingo Cavallo. En inglés, pero con sus modismos.
Very simple: Si a los gobernadores se les dice la verdad, aceptarán
un acuerdo, porque se trata de la verdad. Como se ve, muy simple.
Después del helado y el café, tres importantes financistas
presentes accedieron a comentar sus impresiones a cambio de la reserva
de identidad.
No aplaudimos más porque los funcionarios vienen y después
la Argentina no cumple, dijo Uno.
Wait and see, completó Dos. Esperar para ver.
Si las provincias no se comprometen, no habrá déficit
cero, se quejó Tres.
De la Rúa siempre habla de instrumentos, como la tasa de
interés del 7 por ciento fijada para el canje de deuda con los
bancos que operan en la Argentina, volvió a la carga Uno.
Pero, ¿para qué? ¿Con qué objetivos?
¿Qué país quiere?
Dos atacó al Mercosur como panacea y a Brasil como el socio ideal.
¿Qué pasa si Brasil revienta en dos años?,
se preguntó con lógica de números macro.
Los tres consultados son adictos a la información permanente, y
por supuesto habían leído los diarios del día.
El líder de la Argentina viene a pedir, precedido por más
malas noticias, fue el título de la nota de Clifford Krauss,
corresponsal de The New York Times en la Argentina. Hablaba del fracaso
de la negociación con los gobernadores. Si De la Rúa
viene a Nueva York con las manos vacías, se irá de aquí
con las manos vacías, pronosticaba Arturo Porzecanski, economista
jefe de ABN Amro Securities.
Y en The Wall Street Journal, nada menos que el azote de Cavallo, Charles
Calomiris, de la Escuela de Negocios de Columbia, escribió un doble
lamento.
Primer llanto de Calomiris: si la Argentina hubiera reestructurado antes,
mucha miseria se habría evitado.
Segundo sollozo: no habría que reestructurar la deuda en su tramo
nacional por separado con el tramo internacional. Mejor todo junto.
Calomiris se hizo lugar para criticar una devaluación, un modo
de condenar, sin nombrarlo, al keynesiano Paul Krugman. Como devaluar
produciría un colapso financiero, sería mejor compensar
la sobrevaluación del peso aumentando la productividad y reduciendo
los ingresos de los trabajadores.
Como puede leerse en esta misma página, el azote de Cavallo está
dejando de serlo. Al menos coincide con el ministro en el tercer punto.
En cuanto a los dos primeros, tanto el Gobierno como banqueros atentos
a la Argentina argumentaron que no habrá tramo internacional si
antes no se cierra el tramo nacional, justamente porque el wait and see
es una especie de grito de guerra compartido en todo Wall Street, una
zona de Nueva York donde el día a día pesa más que
la historia. Algunos de los que se quejan más son los mismos
que prestaban a las provincias haciendo negocios fabulosos, criticaba
anoche un argentino. ¿Y entonces, no se daban cuenta de que
los números, con esas tasas, no cerrarían?
Cavallo contestaría que la respuesta es muy sencilla. La realidad,
sin embargo, es más compleja. Por eso De la Rúa ensaya ahora
la seducción de la no seducción. Si el domingo Bush le dice,
como el Grupo de los Siete, que acoge favorablemente los esfuerzos
argentinos, eso y la foto harán que mientras vuele a Buenos Aires
en el Tango pruebe al menos una copita de champagne.
COMO
PIENSA Y QUE QUIERE EL MINISTRO DE ECONOMIA
A qué está jugando Cavallo
Por M. G.
Desde
Nueva York
Domingo Cavallo dejó
a los banqueros una sensación combinada: lo vieron desmejorado
y con menos fuerza que antes, y al mismo tiempo lo hallaron absolutamente
convencido de que la reprogramación de la deuda al 7 por ciento
funcionará porque, dijo, a ellos mismos, a los banqueros, les conviene.
De a ratos el ministro de Economía jugó su partido aparte
y de a ratos se integró al resto del Gobierno, hasta que a la noche,
en lugar de volver a Buenos Aires, viajó hasta Boston para visitar
a su hija.
Por lo pronto, no llegó a Nueva York en el Tango sino en un asiento
de primera de un vuelo de línea que lo dejó en tierra a
las cinco y cuarto de la mañana, 45 minutos antes. Cuando Migraciones
abrió a las 6, Cavallo ya estaba vestido, lavado y afeitado y pudo
correr a su primer desayuno del día, pautado para las siete y media.
Con Jacob Frenkel, el ejecutivo de Merrill Lynch contratado para encantar
a Wall Street, debía programar la agenda del día. Juntos
discutieron cómo sería el desayuno en la Reserva Federal
de Nueva York, muy cerca de Ground Zero, la zona de los atentados cerrada
al público y que aún despide uno olor ácido. Presentes,
entre otros, David Mulford, beneficiario anterior de Cavallo como Frenkel
ahora, directivos del HSBC, del Deutsche, del Santander Hispano, del Citigroup,
de JP Morgan y de Lehman Brothers. Cavallo se encontró con todos
ellos junto a De la Rúa y el canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini. Y más tarde, acompañado por Frenkel y Daniel
Marx, el viceministro que ayer parecía aceptado por su jefe, conversó
con varios de los banqueros por separado.
Página/12 pudo reconstruir la línea de pensamiento de Cavallo:
Teniendo en cuenta que la tasa
fijada por la Reserva Federal es del 2 por ciento, una tasa del 7 permite
hacer buenísimos negocios a los banqueros.
Las provincias tendrán
que ajustar sí o sí.
Carlos Ruckauf, el gobernador
bonaerense, se puso más duro porque la realidad le cambió
el panorama. Primero preveía, según Cavallo, que una debacle
general era inevitable y, dentro del desastre del conjunto, los problemas
de Buenos Aires pasarían inadvertidos. Pero después cayó
en la cuenta de que no habría explosión, siempre según
Cavallo, y entonces ahora resiste el ajuste que inevitablemente deberá
hacer.
Córdoba afronta una
deuda importante, pero José Manuel de la Sota imagina salidas permanentemente.
La reestructuración
de la deuda (tramo interno) funcionará.
Los Lecop, bonos que la nación
imprime para las provincias, son reactivantes y a la vez no suponen un
riesgo inflacionario, porque representan en conjunto no más del
12 o 13 por ciento de la base monetaria.
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