Por Mariana Carbajal
y Horacio Cecchi
El Indec ratificó anoche
la realización del Censo el próximo fin de semana, a pesar
de la decisión de Ctera de retirar su colaboración al operativo.
Después de reunirse con representantes de las provincias, el titular
del organismo, Héctor Montero, informó en conferencia de
prensa que no hay dificultades para cumplir con la encuesta nacional el
17 y 18 como estaba previsto, aunque no pudo precisar cuál es el
grado de deserción docente en cada jurisdicción. No obstante,
admitió que hay problemas para cubrir la tarea de los censistas
en la ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Tierra del Fuego y
Río Negro. Mientras tanto, el Ministerio de Trabajó intimó
a Ctera a rever su medida y amenazó a los maestros que renuncien
al Censo con aplicarles sanciones porque estarían incumpliendo
con una carga pública. Si no pagan las deudas
salariales y el incentivo docente, no hay marcha atrás, respondió
el secretario de prensa del gremio, Alejandro Demichelis.
La falta de dificultades para censar en el territorio bonaerense, según
los funcionarios del Indec, se contradice con los datos de un relevamiento
realizado por Página/12 en distintos partidos de la provincia de
Buenos Aires, la más sindicalizada y a la vez, la que más
censistas requiere por su población: instructores censales de Avellaneda,
Almirante Brown, Ituzaingó y General Rodríguez señalaron
que a los cursos programados ayer faltó más del 50 por ciento
de los docentes citados para recibir capacitación. Como contrapartida,
centenares de desocupados muchos sin estudios secundarios
se presentaron espontáneamente en distintas oficinas públicas
del país para ofrecerse como censistas (ver aparte).
Argentina va a tener censo como corresponde, en consecuencia, los
ciudadanos de nuestro país vamos a poder tener los datos actualizados,
aseguró Montero. Hasta la tarde, en el Instituto Nacional de Estadísticas
y Censo (Indec) se barajaba la posibilidad de postergarlo a pesar de la
tozudez de la cúpula del Gobierno de llevarlo adelante de cualquier
forma, con o sin maestros, incluso, con personal de las fuerzas de seguridad
y guardiacárceles. La incertidumbre era tal que por la mañana,
el director del Censo, Alejandro Giusti, había admitido que si
la deserción de censistas superaba el 6 por ciento 30 mil
de los 450 mil convocados se pondría en riesgo la calidad
de la información, por la imposibilidad de capacitar a los voluntarios
que los reemplazaran en apenas una semana.
Anoche, durante la conferencia de prensa, se le preguntó a Giusti
si la cantidad de maestros que renunciaron a censar supera aquel límite,
pero no pudo responder. Llamativamente, en el momento en que lo iba a
hacer, Montero se apresuró a contestar: Hoy la situación
es ésta, afirmó, ratificando la realización
del operativo el próximo fin de semana sin que ello afecte aseguró
la calidad del relevamiento.
El punto esencial que no quedó claro porque los funcionarios
del Indec no pudieron dar anoche precisiones es el porcentaje de
deserciones entre los censistas y cómo, sin ese dato, se puede
asegurar que la estructura censal no está afectada y que no se
pondrá en riego la calidad del censo. Al respecto, Montero se limitó
a repetir: La estructura docente en bloque se mantiene. No se produjo
una caída masiva de censistas. Sin embargo, Montero admitió
que las jurisdicciones más problemáticas son la ciudad de
Buenos Aires, donde en algunos sectores la deserción llega
al 20 por ciento, según reconoció Martín Moreno,
director de Estadísticas y Censo porteño. Un cuadro similar
se debe revertir en las provincias de Río Negro y Tierra del Fuego.
Montero aclaró que los lugares que queden vacantes serán
cubiertos en primer términos por otros docentes inscriptos como
suplentes para censar. Y en segundo término se apelará a
los empleados públicos que desde ayer comenzaron a inscribirse
voluntariamente en las áreas de Recursos Humanos de cada ministerio.
LOS
DESOCUPADOS QUE SE PRESENTAN COMO VOLUNTARIOS
La changa del fin de semana
Por Alejandra Dandan
Cargo: ingeniero. Nombre de
la escuela o institución donde se desempeña: ex IBM. Los
datos de Eduardo Hugo Tozoroni quedaron registrados así en la ficha
de postulantes a censistas. La suya fue una de las 320 planillas completadas
ayer en el Departamento de Estadística y Censo de la Ciudad de
Buenos Aires. Esta fue sólo una de las caóticas sedes del
país hasta donde llegaron cientos de desocupados desorientados
por una supuesta convocatoria abierta para el Censo 2001. Al sur, en Río
Negro y Neuquén, hubo colas de hasta dos cuadras. La difusión
desprolija de la información oficial estimuló a algunos
a iniciar un viaje de dos horas en busca de, para muchos, la única
promesa de quedar registrados en algún lado.
Este ingeniero de 54 años de edad está indignado. Quiere
que le diga más propone: no hace falta que me anoten
acá: si estoy anotado en todas las bolsas de trabajo del gobierno.
Su número de inscripción es el 1199, dice y pide que se
anote. Fue empleado de IBM durante 22 años aunque no lo pudo poner
en la planilla por falta de espacio. Fue uno de los últimos en
acercarse al edificio de Estadísticas que está en San Juan
al 1300. No fue fácil encontrar el lugar donde registrarse. Tozoroni
empezó temprano, llamó a un programa de radio donde escuchó
la supuesta convocatoria. Desde su casa atravesó la Capital hasta
el microcentro. Llegó al Indec, pero se había equivocado:
De ahí me mandaron para acá, donde ni siquiera te
piden un currículum.
Alrededor de él ya queda poca gente. Antes de entregar las planillas,
los empleados explican las condiciones: En orden de prioridades,
primero están los empleados públicos: si hace falta más
gente entonces los llamamos. Esto es justamente lo que más
molesta. Le están dando trabajo al que tiene trabajo: si
yo con 50 pesos como una semana, protesta más atrás
Daniel Cátola, desocupado y esposo de una maestra convocada para
el Censo y una de las pocas que no está agremiada a Ctera.
Gracias por comunicarse con el 0800999 censo, dice ahora una
voz mecánica en la línea gratuita de consultas colocadas
por el Indec. Después de un momento de espera, una de las operadoras
responde:
Llamo para saber si puedo anotarme como voluntaria pregunta
esta cronista.
No, hoy no. Si sos empleado público sí, si no a partir
del lunes. ¿Tenés ART? ¿Obra Social? ¿Título
secundario?
¿Pero tendré posibilidades si no soy empleada pública?
Mire: pienso que sí, pero no le puedo decir ni que sí
ni que no.
Lo mismo opina la gente de la ciudad cuando Elsa o Daniel Villalba les
preguntan qué pasará con sus planillas. Los dos hermanos
llegaron en bicicleta desde Barracas. Imaginate dice Daniel,
título secundario completo que a mí no me importa
nada del Censo. Me importan los 50 pesos. El Indec necesita manejarse
con estadísticas pero eso no cambia nada.
La semana próxima, cada uno de ellos sabrá si finalmente
serán convocados para el Censo. Todos tienen claro algo: necesitan
ese dinero. Aunque hablan de 50 para redondear, en realidad son 44. Esa
es una de las pocas cosas claras. A decir verdad aún no conocen
buena parte de los contenidos que fueron duramente criticados por los
docentes. De eso habla esta mujer que ha llegado hasta San Juan al 1300
y ahora va respondiendo preguntas como acostumbrada a hacerlo. No da el
nombre. Sabe que los docentes no quieren hacer el Censo. Está
bien declara: cada uno tiene que ocuparse de su bolsillo.
Por eso está acá aunque no sabe si el cuestionario programado
para el 17 y 18 incluye el trabajo infantil. Esos son todos temas difíciles,
dice. Después cuenta:
Yo miro la zona que me toca: no voy a meterme en cualquier lugar.
¿Tiene miedo?
Sí, pero a lo mejor me toca una zona potable. Un rato después,
la tía de Cecilia Martiré pedía tres planillas de
inscripción: una para ella, la segunda para Cecilia y la otra para
otro sobrino. Todos están sin trabajo. La mujer es fonoaudióloga
y ex empleada de un banco. Está molesta: Son más brutos
que una araña. Les explicó a los delegados del Censo
que era profesional. Ellos no se quedaron conformes. Cuando terminó
de decirlo repitieron: Perdón, pero ¿terminó
el secundario?.
La censista golpeada
Por A.D.
Tuvo la punta de la pistola contra el cuello. Los organizadores
del Censo 2001 le habían sugerido un reconocimiento por las
manzanas donde habría tenido que trabajar el 17 y 18 de noviembre.
La profesora de matemáticas Alicia Carrero fue a hacerlo
el domingo pasado. A las cinco y media de la tarde frenó
una moto detrás de ella. Ahora no recuerda nada. Perdió
la memoria durante tres horas. En ese lapso se cayó en una
zanja y terminó golpeada y luego hospitalizada en la Clínica
Privada de Medicina Integral de Ituzaingó. Página/12
habló con esta maestra convencida ahora de que en esta
historia sólo faltó que apretaran el gatillo y nada
más.
El viernes 2 de noviembre Alicia fue convocada con sus compañeras
por los coordinadores del Indec entrenados para el Censo. Fue la
única charla de capacitación. A lo largo de seis horas
les explicaron cómo deberían trabajar en el barrio.
Les recomendaron recorrer antes la zona. Y también a pesar
de las críticas de las maestras, les anunciaron una de las
cláusulas censales: nadie podría estar acompañada
durante el Censo.
El domingo a la tarde, Alicia le propuso a su compañero un
paseo por el barrio. Raúl estaba con ella cuando llegaron
a la esquina de Gaona y Rati, en Ituzaingó, detrás
del Cementerio Parque. La profesora no tuvo tiempo de recorrer ninguna
de sus dos manzanas. Se detuvo frente a la primera de las casas
programadas en su recorrido. Estaba vacía, me pareció,
dice recordando aquella esquina con las ventanas cerradas. A esa
altura tenía la moto detrás. Cuando dio vuelta la
cara, un muchacho le apuntaba. Hasta ahí recuerdo dice:
tengo un agujero mental en mi vida de dos o tres horas hasta que
me desperté en la clínica donde me hacían las
radiografías. Ese lapso fue reconstruido por su pareja.
Frente al revólver la única reacción fue escapar.
En medio de la corrida, Alicia se cayó en una zanja seca.
Se golpeó la cara y el cuerpo. La gente del barrio los socorrió.
La policía demoró veinte minutos en llegar.
Desde el 84 da clases en la Media 6, un polimodal de Ituzaingó
desde donde fue convocada para el Censo en el `91. Tiene dos hijas,
de 12 y 9 años. Desde hace cuatro meses no recibe el incentivo
docente. El sueldo de setiembre lo cobrará el día
15 de noviembre: 150 pesos en efectivo y el resto serán patacones.
Los 42 pesos prometidos para el Censo eran un estímulo.
Pero en esta situación nada paga tu vida. Yo tengo
miedo, no quiero volver a esa zona.
¿Y a censar?
No. Tampoco: es exponer tu vida. Yo había decidido
no entrar en las casas pero el que está adentro también
ahora tiene miedo. La realidad social nuestra tampoco le da garantías
al censo. El único que queda expuesto es uno.
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