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EL INDEC NO DIO PRECISIONES, PERO RATIFICO LA FECHA PREVISTA
Nadie sabe cómo, pero censo habrá

Sorpresivamente, el Indec llamó a conferencia anoche para ratificar el censo del 17 y 18. Dijo que la deserción docente fue escasa, pero no dio mayores detalles. Se intentó anular así las dudas que habían vuelto a surgir durante el día.

Cientos de desocupados, en este caso en Neuquén, se presentaron como censistas voluntarios.

Por Mariana Carbajal y Horacio Cecchi

El Indec ratificó anoche la realización del Censo el próximo fin de semana, a pesar de la decisión de Ctera de retirar su colaboración al operativo. Después de reunirse con representantes de las provincias, el titular del organismo, Héctor Montero, informó en conferencia de prensa que no hay dificultades para cumplir con la encuesta nacional el 17 y 18 como estaba previsto, aunque no pudo precisar cuál es el grado de deserción docente en cada jurisdicción. No obstante, admitió que hay problemas para cubrir la tarea de los censistas en la ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Tierra del Fuego y Río Negro. Mientras tanto, el Ministerio de Trabajó intimó a Ctera a rever su medida y amenazó a los maestros que renuncien al Censo con aplicarles sanciones porque estarían incumpliendo con una “carga pública”. “Si no pagan las deudas salariales y el incentivo docente, no hay marcha atrás”, respondió el secretario de prensa del gremio, Alejandro Demichelis.
La falta de dificultades para censar en el territorio bonaerense, según los funcionarios del Indec, se contradice con los datos de un relevamiento realizado por Página/12 en distintos partidos de la provincia de Buenos Aires, la más sindicalizada y a la vez, la que más censistas requiere por su población: instructores censales de Avellaneda, Almirante Brown, Ituzaingó y General Rodríguez señalaron que a los cursos programados ayer faltó más del 50 por ciento de los docentes citados para recibir capacitación. Como contrapartida, centenares de desocupados –muchos sin estudios secundarios– se presentaron espontáneamente en distintas oficinas públicas del país para ofrecerse como censistas (ver aparte).
“Argentina va a tener censo como corresponde, en consecuencia, los ciudadanos de nuestro país vamos a poder tener los datos actualizados”, aseguró Montero. Hasta la tarde, en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec) se barajaba la posibilidad de postergarlo a pesar de la tozudez de la cúpula del Gobierno de llevarlo adelante de cualquier forma, con o sin maestros, incluso, con personal de las fuerzas de seguridad y guardiacárceles. La incertidumbre era tal que por la mañana, el director del Censo, Alejandro Giusti, había admitido que si la deserción de censistas superaba el 6 por ciento –30 mil de los 450 mil convocados– se pondría en riesgo la calidad de la información, por la imposibilidad de capacitar a los voluntarios que los reemplazaran en apenas una semana.
Anoche, durante la conferencia de prensa, se le preguntó a Giusti si la cantidad de maestros que renunciaron a censar supera aquel límite, pero no pudo responder. Llamativamente, en el momento en que lo iba a hacer, Montero se apresuró a contestar: “Hoy la situación es ésta”, afirmó, ratificando la realización del operativo el próximo fin de semana sin que ello afecte –aseguró– la calidad del relevamiento.
El punto esencial que no quedó claro –porque los funcionarios del Indec no pudieron dar anoche precisiones– es el porcentaje de deserciones entre los censistas y cómo, sin ese dato, se puede asegurar que la estructura censal no está afectada y que no se pondrá en riego la calidad del censo. Al respecto, Montero se limitó a repetir: “La estructura docente en bloque se mantiene. No se produjo una caída masiva de censistas”. Sin embargo, Montero admitió que las jurisdicciones más problemáticas son la ciudad de Buenos Aires, donde en algunos sectores la deserción “llega al 20 por ciento”, según reconoció Martín Moreno, director de Estadísticas y Censo porteño. Un cuadro similar se debe revertir en las provincias de Río Negro y Tierra del Fuego.
Montero aclaró que los lugares que queden vacantes serán cubiertos en primer términos por otros docentes inscriptos como suplentes para censar. Y en segundo término se apelará a los empleados públicos que desde ayer comenzaron a inscribirse voluntariamente en las áreas de Recursos Humanos de cada ministerio.

 


 

LOS DESOCUPADOS QUE SE PRESENTAN COMO VOLUNTARIOS
La changa del fin de semana

Por Alejandra Dandan

Cargo: ingeniero. Nombre de la escuela o institución donde se desempeña: ex IBM. Los datos de Eduardo Hugo Tozoroni quedaron registrados así en la ficha de postulantes a censistas. La suya fue una de las 320 planillas completadas ayer en el Departamento de Estadística y Censo de la Ciudad de Buenos Aires. Esta fue sólo una de las caóticas sedes del país hasta donde llegaron cientos de desocupados desorientados por una supuesta convocatoria abierta para el Censo 2001. Al sur, en Río Negro y Neuquén, hubo colas de hasta dos cuadras. La difusión desprolija de la información oficial estimuló a algunos a iniciar un viaje de dos horas en busca de, para muchos, la única promesa de quedar registrados en algún lado.
Este ingeniero de 54 años de edad está indignado. “Quiere que le diga más –propone–: no hace falta que me anoten acá: si estoy anotado en todas las bolsas de trabajo del gobierno”. Su número de inscripción es el 1199, dice y pide que se anote. Fue empleado de IBM durante 22 años aunque no lo pudo poner en la planilla por falta de espacio. Fue uno de los últimos en acercarse al edificio de Estadísticas que está en San Juan al 1300. No fue fácil encontrar el lugar donde registrarse. Tozoroni empezó temprano, llamó a un programa de radio donde escuchó la supuesta convocatoria. Desde su casa atravesó la Capital hasta el microcentro. Llegó al Indec, pero se había equivocado: “De ahí me mandaron para acá, donde ni siquiera te piden un currículum”.
Alrededor de él ya queda poca gente. Antes de entregar las planillas, los empleados explican las condiciones: “En orden de prioridades, primero están los empleados públicos: si hace falta más gente entonces los llamamos”. Esto es justamente lo que más molesta. “Le están dando trabajo al que tiene trabajo: si yo con 50 pesos como una semana”, protesta más atrás Daniel Cátola, desocupado y esposo de una maestra convocada para el Censo y una de las pocas que no está agremiada a Ctera.
“Gracias por comunicarse con el 0800999 censo”, dice ahora una voz mecánica en la línea gratuita de consultas colocadas por el Indec. Después de un momento de espera, una de las operadoras responde:
–Llamo para saber si puedo anotarme como voluntaria –pregunta esta cronista.
–No, hoy no. Si sos empleado público sí, si no a partir del lunes. ¿Tenés ART? ¿Obra Social? ¿Título secundario?
–¿Pero tendré posibilidades si no soy empleada pública?
–Mire: pienso que sí, pero no le puedo decir ni que sí ni que no.
Lo mismo opina la gente de la ciudad cuando Elsa o Daniel Villalba les preguntan qué pasará con sus planillas. Los dos hermanos llegaron en bicicleta desde Barracas. “Imaginate –dice Daniel, título secundario completo– que a mí no me importa nada del Censo. Me importan los 50 pesos. El Indec necesita manejarse con estadísticas pero eso no cambia nada”.
La semana próxima, cada uno de ellos sabrá si finalmente serán convocados para el Censo. Todos tienen claro algo: necesitan ese dinero. Aunque hablan de 50 para redondear, en realidad son 44. Esa es una de las pocas cosas claras. A decir verdad aún no conocen buena parte de los contenidos que fueron duramente criticados por los docentes. De eso habla esta mujer que ha llegado hasta San Juan al 1300 y ahora va respondiendo preguntas como acostumbrada a hacerlo. No da el nombre. Sabe que los docentes no quieren hacer el Censo. “Está bien –declara–: cada uno tiene que ocuparse de su bolsillo”. Por eso está acá aunque no sabe si el cuestionario programado para el 17 y 18 incluye el trabajo infantil. Esos son todos temas difíciles, dice. Después cuenta:
–Yo miro la zona que me toca: no voy a meterme en cualquier lugar.
–¿Tiene miedo?
–Sí, pero a lo mejor me toca una zona potable. Un rato después, la tía de Cecilia Martiré pedía tres planillas de inscripción: una para ella, la segunda para Cecilia y la otra para otro sobrino. Todos están sin trabajo. La mujer es fonoaudióloga y ex empleada de un banco. Está molesta: “Son más brutos que una araña.” Les explicó a los delegados del Censo que era profesional. Ellos no se quedaron conformes. Cuando terminó de decirlo repitieron: “Perdón, pero ¿terminó el secundario?”.

 

La censista golpeada
Por A.D.

Tuvo la punta de la pistola contra el cuello. Los organizadores del Censo 2001 le habían sugerido un reconocimiento por las manzanas donde habría tenido que trabajar el 17 y 18 de noviembre. La profesora de matemáticas Alicia Carrero fue a hacerlo el domingo pasado. A las cinco y media de la tarde frenó una moto detrás de ella. Ahora no recuerda nada. Perdió la memoria durante tres horas. En ese lapso se cayó en una zanja y terminó golpeada y luego hospitalizada en la Clínica Privada de Medicina Integral de Ituzaingó. Página/12 habló con esta maestra convencida ahora de que “en esta historia sólo faltó que apretaran el gatillo y nada más”.
El viernes 2 de noviembre Alicia fue convocada con sus compañeras por los coordinadores del Indec entrenados para el Censo. Fue la única charla de capacitación. A lo largo de seis horas les explicaron cómo deberían trabajar en el barrio. Les recomendaron recorrer antes la zona. Y también a pesar de las críticas de las maestras, les anunciaron una de las cláusulas censales: nadie podría estar acompañada durante el Censo.
El domingo a la tarde, Alicia le propuso a su compañero un paseo por el barrio. Raúl estaba con ella cuando llegaron a la esquina de Gaona y Rati, en Ituzaingó, detrás del Cementerio Parque. La profesora no tuvo tiempo de recorrer ninguna de sus dos manzanas. Se detuvo frente a la primera de las casas programadas en su recorrido. “Estaba vacía, me pareció”, dice recordando aquella esquina con las ventanas cerradas. A esa altura tenía la moto detrás. Cuando dio vuelta la cara, un muchacho le apuntaba. “Hasta ahí recuerdo –dice–: tengo un agujero mental en mi vida de dos o tres horas hasta que me desperté en la clínica donde me hacían las radiografías.” Ese lapso fue reconstruido por su pareja. Frente al revólver la única reacción fue escapar. En medio de la corrida, Alicia se cayó en una zanja seca. Se golpeó la cara y el cuerpo. La gente del barrio los socorrió. La policía demoró veinte minutos en llegar.
Desde el ‘84 da clases en la Media 6, un polimodal de Ituzaingó desde donde fue convocada para el Censo en el `91. Tiene dos hijas, de 12 y 9 años. Desde hace cuatro meses no recibe el incentivo docente. El sueldo de setiembre lo cobrará el día 15 de noviembre: 150 pesos en efectivo y el resto serán patacones. Los 42 pesos prometidos para el Censo eran un estímulo.
–Pero en esta situación nada paga tu vida. Yo tengo miedo, no quiero volver a esa zona.
–¿Y a censar?
–No. Tampoco: es exponer tu vida. Yo había decidido no entrar en las casas pero el que está adentro también ahora tiene miedo. La realidad social nuestra tampoco le da garantías al censo. El único que queda expuesto es uno.

 

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