Por Julio Nudler
En la Argentina, una
depreciación de la moneda se traduciría casi completamente
en inflación, asegura un estudio realizado por Inés
Butler para el Ieral, instituto de estudios económicos de la cavallista
Fundación
Mediterránea. Según el documento, que realiza sus cálculos
en base a datos del año 2000, la traslación (pass through)
de la devaluación a precios estaría entre el 43,2 y el 106,4
por ciento. Esto sería así porque, según afirma Butler
sin temor a contradecir al propio Domingo Cavallo, la moneda argentina
corrigió casi completamente, a través de un proceso de deflación
que ya lleva más de dos años, la desalineación del
tipo de cambio real, quedando sólo un 1 por ciento de sobrevaluación.
Como se recordará, el ministro reconoció al reasumir en
marzo Economía que el peso estaba sobrevaluado en un 20 por ciento,
y fue en base a esa estimación que lanzó los planes de competitividad,
con reducciones impositivas. Está claro que la deflación
actúa como un sustituto de la devaluación, porque la corrección
de precios relativos es inevitable.
Para Butler, en la Argentina las empresas ya han realizado un ajuste
importante de márgenes, y con el mecanismo de deflación,
dado que el tipo de cambio se encuentra fijo, han corregido el tipo de
cambio real, minimizando la sobrevaluación del peso. Según
esta investigadora, la situación de Brasil, antes de la devaluación
de enero de 1999, era muy diferente, ya que la sobrevaluación de
la moneda, ocasionada por la paridad fija del real, aún no había
sido corregida con caídas de precios.
Con este paper, la Mediterránea busca mostrar que no rehúye
lo que describe como deseos de repensar el rumbo, provocados
por los cuestionamientos a la política económica ante la
crítica situación a la que llegó el país.
Uno de esos replanteos propone salir de la convertibilidad para dejar
flotar la moneda. Se considera que un régimen de flotación
cambiaria es el más adecuado para suavizar las fluctuaciones que
resultan de shocks externos, apunta el trabajo, pero para advertir
que particularmente en las economías en desarrollo existe
un elevado riesgo de que la moneda se desvalorice fuertemente y esto provoque
presiones inflacionarias, generándose una espiral desvalorizacióninflación
más distorsiva que un tipo de cambio fijo pero estable.
La alternativa de dejar fluctuar la cotización del peso en el mercado
cambiario ganó adeptos luego de la flotación de la
moneda brasileña en enero de 1999, la que logró producir
una depreciación real de la moneda, ya que los precios no siguieron
la desvalorización cambiaria, según admite Butler.
De diciembre de 1998 a octubre de 2001 el dólar subió en
Brasil 124 por ciento, mientras que los precios sólo aumentaron
22,8 por ciento. Pero el análisis del Ieral procura subrayar que
ese muy módico traspaso de la devaluación a precios es atribuible
a ciertas condiciones de partida, que no coinciden con las argentinas.
Fundamentalmente, indica que el real estaba sobrevaluado, por lo cual
su depreciación venía a corregir una distorsión,
mientras que el peso no lo está.
A este factor se le adjudica una gravitación decisiva, pero hay
otros que también cuentan. Uno es el grado de apertura de la economía:
cuanto más abierta, mayor sería el traslado, ya que habrá
más cantidad de productos con precios vinculados al mercado externo.
Relacionado con este factor señala Butler, una
estructura de precios con elevada ponderación de bienes transables
(los que pueden importarse o exportarse) reflejaría más
rápidamente las variaciones cambiarias en variaciones en los precios
internos. En la Argentina afirma, a estos factores se suma
la dolarización de facto que caracteriza a los precios internos.
En verdad, esa dolarización atañe a algunos precios, como
las tarifas de diversos servicios públicos, pero no a todos. La
investigadora consigna, de todas formas, un punto a favor de la posibilidad
de lograr que una devaluación nominal del peso también sea
real, al señalar que es más fácil trasladar
a precios (el alza en el valor del dólar) en la fasecreciente del
ciclo que cuando la economía se encuentra en contracción.
Vale decir que en la Argentina resultaría muy difícil ese
traslado.
ENRIQUE
PESCARMONA ABRIO EL PAQUETE Y LE GUSTO
Plan bueno, déficit cero malo
Por Claudio Zlotnik
¿Qué expectativas
tiene sobre el rumbo de la economía?, le preguntó Página/12
a Enrique Pescarmona, titular de Impsa, durante el anteayer concluido
Coloquio de IDEA en Mar del Plata. El último paquete de medidas
me gustó dijo. Me da la impresión de que es
el plan más consistente que sacó este Gobierno. Incluye
iniciativas tendientes a lograr la reactivación, que deberían
implementarse rápidamente, y ataca el problema de la deuda. No
es poca cosa.
¿Confía entonces en que la Argentina saldrá
de la crisis?
La cuestión no está tan clara. Habrá que ver
si consumidores e inversores vuelven a tener confianza. No olvidemos que
hace más de tres años que vivimos en recesión. Lo
otro es si la clase política se da cuenta de la gravedad de la
crisis. La economía está al borde del abismo. Y si los políticos
no logran un consenso urgente, nos vamos a caer.
¿No podría suponerse que el modelo se agotó
y que por eso se profundizó la crisis?
Creo que Domingo Cavallo planteó seriamente el problema de
la deuda. Y éste es un tema clave de la crisis. Si el canje sale
bien, será un paso importante para dejar atrás la depresión
económica porque bajarían las tasas de interés y
nos otorgaría tiempo para recuperar oxígeno y honrar los
compromisos más adelante. Repito: la reestructuración es
un hecho importantísimo para salir adelante. No hay que restarle
méritos al Gobierno, que ahora acertó.
¿Y qué cosas criticaría?
Sin dudas, el plan de déficit cero. Su planteo fue una estrategia
errada. Coincido con que las cuentas deben equilibrarse. Pero ese esfuerzo
hay que hacerlo cuando la economía atraviesa por un período
de crecimiento y no en plena recesión. Haber planteado el déficit
cero no hizo más que ahondar la depresión económica.
Una pena, si tomamos en cuenta que en los últimos años se
ha destruido mucha riqueza en la Argentina. Se nota en el valor de las
acciones de las empresas. Grupos económicos muy importantes, como
Pérez Companc, tienen una capitalización bursátil
que es la mitad de la de hace tres años, a pesar de que sus ganancias
y sus reservas de petróleo hayan aumentado un 50 por ciento. Lo
mismo ocurre con Quilmes: una compañía que debería
valer 2000 millones de dólares vale tan sólo 700 millones.
Hay quienes argumentan que la crisis se vincula con la sobrevaluación
del peso. ¿No habría que devaluar?
En mi opinión, una devaluación no tendría éxito
en la Argentina. En cambio, la circulación de las Lecop (Letras
de Cancelación de Obligaciones Provinciales) podría constituirse
en una forma de amortiguar la crisis, ya que elevan la cantidad de dinero
circulante. Es una buena medida para aceptar en forma momentánea.
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