Por Laura Vales
Acusado de manejar la asistencia
social en Río Negro con criterios clientelísticos, de prometer
subsidios a dirigentes barriales para que se aparten de la interna, de
presionar a quienes intentaron oponerse a sus manejos y hasta de agredir
a fotógrafos, el ministro de Desarrollo Social Daniel Sartor acaba
de sumar al rosario de cargos en su contra un nuevo mérito: el
de pretender investigarse a sí mismo. A último momento decidió
pasar el tema a la SIGEN y a la Auditoría (ver aparte).
En la oficina de asuntos jurídicos de Desarrollo Social está
a la espera de resolución el expediente 9392/99; se trata de una
investigación abierta por el uso de 92 mil dólares que Sartor
recibió en enero del 2000 para la compra de alimentos destinados
a familias carenciadas de su provincia, pero que se perdieron nadie sabe
dónde.
El expediente fue iniciado el año pasado, cuando Sartor parecía
lejos de ocupar un cargo en el gobierno nacional. En él los técnicos
del ministerio advierten que no logró justificar debidamente la
utilización de aquellos fondos. Como el caso no está cerrado
sino en pleno proceso, se suponía que con la llegada de Sartor
a la cúpula del ministerio la carpeta sería transferida
de inmediato a otra área, que estudiara los hechos bajo sospecha
con independencia de criterio. Pero al parecer el ministro se considera
en una buena situación para evaluar su propia conducta o lograr
que sus subordinados dictaminen sobre ella con absoluta autonomía.
Las fojas de la carpeta que Sartor mantiene bajo su órbita cuentan
lo siguiente: el 11 de enero del 2000 la Nación le envió
(por entonces era ministro de Desarrollo Social de Río Negro) un
cheque por 92.620 pesos. Servirían para adquirir 5 mil quinientas
cajas para el programa PRANI, con harina, azúcar, fideos, aceite
y otros comestibles.
La provincia llamó a una licitación que ganó la firma
Rocafé S.A. A partir de allí la dudas se acumularon en cadena:
El primer dato que llamó
la atención es que Rocafé S.A. se dedica a la instalación
de máquinas expendedoras de café (de esas que funcionan
en las oficinas públicas, con monedas o fichas) y no tiene nada
que ver con la comercialización de alimentos de primera necesidad.
El segundo tema fueron las
facturas que entregó por la venta de las cajas de alimentos: no
están computarizadas, fueron extendidas a mano, tienen la dirección
incompleta. Otra cuestión es que la primera factura (por $ 68.695)
se emitió el cuatro de mayo, con el número 1.790, mientras
que la segunda (por $ 13.739 del 31 de mayo) lleva el número 1.793.
Esto implicaría que en 27 días Rocafé concretó
nada más que dos ventas.
Finalmente, la provincia no
firmó en favor de Rocafé ningún remito ni recibo
de cobro, es decir que no existen constancias de que los alimentos hayan
sido entregados en los depósitos de Desarrollo Social. Los auditores
que controlaron la ejecución del programa alimentario marcaron
especialmente que sin el correspondiente recibo ningún proveedor
puede cobrar.
La hipótesis principal es, entonces, que el dinero nunca se usó
para comprar comida. Un último dato refuerza esta sospecha: no
se pudo comprobar que los alimentos hayan llegado a barrios, porque falta
la lista de los beneficiarios. En Río Negro adujeron que las cajas
se repartieron fuera del padrón por razones de extrema necesidad,
ante la grave crisis social padecida por la provincia. Lo cierto
es que las facturas son dudosas, los remitos de entrega no existen y las
familias que se supone que recibieron las cajas de comida son inubicables.
¿Cómo usó Sartor el dinero? Eso es lo que se trata
de saber en el expediente 9392, iniciado el año pasado en Desarrollo
Social de la Nación y en el que ahora sería juez y parte.
Según consta en los registros internos de Desarrollo Social el
30 de octubre, una semana después de su asunción, la carpeta
fue elevada a la oficina de Asuntos Jurídicos.
En la Oficina Anticorrupción informaron que Sartor no realizó
ninguna consulta sobre el camino que debía seguir ante esta situación
de conflictode intereses. Le hubiera alcanzado con repasar la ley de Etica
Pública, que en su artículo segundo obliga a los funcionarios
a abstenerse de intervenir en todo asunto en el que aparezcan
involucrados. Lo mismo sostiene la Ley de Procedimientos Administrativos.
A los 40 años, Sartor es un hombre muy conocido en la política
de Río Negro. Radical, militante desde muy joven, presidió
la Juventud del partido en el 83, pero su despegue político
comenzó al conocer a Pablo Verani. Cuando Verani fue electo intendente
de General Roca lo nombró responsable del área social y
en el 95, cuando llegó a la gobernación, premió
su lealtad designándolo primero secretario y después ministro
de Acción Social.
El salto de la provincia a la Nación se produjo a principios de
setiembre, cuando Sartor reemplazó a Gerardo Morales en la Secretaría
de Desarrollo Social. La renuncia de Juan Pablo Cafiero lo colocó
en la cima del ministerio.
En su provincia, Sartor dejó una estela de incidentes judiciales.
En 1994 lo separaron del Banco de Río Negro, acusado del manejo
irregular de fondos. En su descargo dijo que había sido involucrado
por pertenecer al sector del banco donde se produjo un faltante de 128
pesos. En junio del 99 el PJ lo denunció ante la Justicia
provincial por supuestos manejos clientelísticos con la asistencia
social. En noviembre del 2000 lo acusaron de prometer un subsidio a un
dirigente barrial para que se apartara de la interna.
Uno de los últimos escándalos tuvo ver con los fondos desaparecidos
para la compra de alimentos. Diana Pizá, delegada del ministerio
de Salud nacional en Río Negro, fue separada de su cargo el 21
de abril pasado. La funcionaria denunció que el detonante de su
desplazamiento fue haberse negado a firmar una rendición de 10
mil pesos. Esos fondos integraban, precisamente, la partida de 92 mil
pesos cuyo destino Sartor no pudo explicar.
Una defensa oficial
El ministro de Desarrollo Social, Daniel Sartor apeló ayer
a un comunicado de prensa para defender su gestión en Río
Negro. Señala que el expediente 9392/99 fue analizado en
marzo del 2001 por el área de Rendición de Cuentas,
y según el dictamen de Laura Baccaro que consta en fojas
132 se determina que la secretaría de Acción Social
de Río Negro presentó rendiciones por la suma de 82.434
pesos no mereciendo ninguna observación y dejando constancia
también que el saldo de 10.186 pesos se encuentra a la espera
de autorización para su ejecución por parte del responsable
del programa Unidos, cuya titular es la licenciada Ester Rúgolo.
Sartor aclara que no se trata de una causa sino de un proceso
administrativo y explica que la presentación
la tiene en estos momentos Rúgolo que deberá tener
en cuenta (sic) que en fojas 132 consta que no hay ninguna observación.
Tanto Rúgolo como Baccaro, vienen de gestión anterior.
(La firma de Baccaro es con fecha 2 de marzo de 2001). No hay arte
y parte dado que la actual administración asume el
pasado martes 24 (de octubre). Luego concede que sin
embargo, el ministro Sartor dispuso en las últimas horas
que para transparentar todo lo concerniente al caso se pase las
actuaciones a la Sindicatura General de la Nación y también
a la Auditoría General para que actúe quien corresponda.
No aclara si deberán tener en cuenta la foja 132.
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