Por Marta Dillon
Nada que festejar. Ni que el
censo que, en definitiva, todos creían necesario se realice; ni
haber puesto en jaque a todo el Poder Ejecutivo con la posibilidad de
tener que recorrer a pie las manzanas de su barrio. Las maestras y maestros
que se quedarán en sus casas el próximo fin de semana porque
se negaron a realizar el censo sabían desde el vamos que no había
nada que festejar. En la decisión que tomaron se contaban las pérdidas.
Nosotros sabemos, como educadores, lo importante que es un censo
en términos de políticas de Estado, dice la directora
de la Escuela 68 de La Matanza, y huelga decir que de eso se trata la
educación. Pero decir no fue poner sobre la mesa los restos de
un Estado en derrumbe que cuenta con los docentes como el vehículo
de información más eficaz con la población. Y a cambio
les recorta casi todo, desde los insumos básicos para las escuelas,
hasta sus haberes.
No colaborar da cuenta de que el pacto social ya está roto,
nosotros somos expresión de eso. Nos dicen que tenemos que hacerlo
porque es ley. ¿El incentivo docente no nace de una ley?, ¿qué
quedó de aquella que decía que el Estado debe garantizar
la educación? En un marco de derrota generalizado no se fortalece
nadie, sólo usamos nuestra posibilidad organizada de decir no,
no nos van a volver a usar. María Laura Torres es docente
desde hace 20 años. Ahora es directora de una escuela en La Matanza,
en el kilómetro 24 de la Ruta 3, en el escenario de los piquetes.
Ella es de las que discutió largamente si colaborar o no con el
censo porque considera que el guardapolvo blanco implica una responsabilidad
social muy alta. Pero siente que su rol está tironeado como
la ropa de trabajo en aquella vieja propaganda. Lo que se sintió
en las asambleas previas a la decisión era mucha bronca, y mucha
angustia. Hay gente que no tiene plata para ir a trabajar y eso necesariamente
te empaña la mirada. Tal como lo describe María Laura,
y lo repetirán otros docentes, la escuela parece asistir a un presente
continuo en el que sólo tiene sentido resolver la urgencia. Conseguir
el dinero del boleto para llegar a las aulas, distribuir las viandas en
el comedor para que ningún chico quede afuera hay cupo
para 600 chicos, pero comen 800, comprar tizas, destapar los
baños. Sin embargo, esta mujer de 41 años eligió
su profesión porque se mira el presente en términos
de futuro. Esto último es lo que representa la educación
para un niño. Pero resulta que el Estado me habla de futuro
cuando pido agua potable o libros o computadoras. No puedo esperar diez
años porque entonces los que ahora están en la escuela ya
van a estar jugados. El censo es una herramienta necesaria en el
tiempo, pero la urgencia es un tachón sobre su línea.
Ser autoridades de mesa cuando hay elecciones, ejecutar las campañas
de vacunación y documentación, la entrega de ayuda social,
vehiculizar la información que a diario se requiere de las escuelas,
ésas son sólo algunas de las tareas que el Estado requiere
de los docentes. Hemos sido solidarios pero, ¿qué
más quieren? Cuando mi directora me llamó el otro día
para decirme lo que iba a cobrar me puse a llorar. Y ahora lloro por todo,
porque no doy más. Efectivamente, Claudia Jeppewy amaga con
hacerlo de nuevo mientras se enreda en una larga explicación sobre
un crédito docente que tomó cuando su marido quedó
desocupado, en marzo, y los abogados de Frávega, que la intimaron
para que pague la cuota del lavarropas, que no lo quiere perder. Y los
quince, de sus veintinueve alumnos, que salen a cartonear con sus padres
y que no figurarán en ninguna de las planillas del censo. Las razones
se le mezclan a esta maestra de cuarto grado EGB de la Escuela 36 de Malvinas,
en San Miguel, un abismo detrás de los countries. Dice que ella
hubiera hecho el censo gratis si yo supiera que realmente muestra
la realidad social de nuestro país y a la vez que no quiere
poner más el hombro, que no es justo trabajar y no cobrar,
y hacerlo en las condiciones en que lo hacemos. No quiere poner
el cuerpo y a la vez desconfía del tipo de información que
se va a recabar en el censo. ¿Por qué no preguntan
a las menores de 14 sihan tenido hijos? ¿Eso afea la famosa foto
que se sacará del país? ¿Por qué no se pregunta
por el trabajo de los niños? ¿No quieren saber cuántos
faltan a la escuela porque cartonean de noche? Es fácil imaginarla
frente a un grado con sus hebillas marrones estirándole los rulos
y las cadenas doradas que le cuelgan sobre la meseta de su pecho. Casi
no necesita del guardapolvo para demostrar que es maestra, pero
ya no es lo mismo, ya no hay códigos. Antes ibas a los barrios
y todo el mundo te respetaba, ahora no te reconocen ni aunque lleves delantal,
también hay mucho miedo de entrar a algunos lugares.
Yo hice más de un censo, tengo 50 años, hace casi
treinta que soy docente. Y creo que es una buena experiencia porque te
pone en contacto directo con la realidad de cada pibe, te enfrentás
con sus condiciones, durísimas hace ya diez años.
Pero ahora Dora Simón es de las que no va a participar. Ni ella
ni la mayoría de los docentes de la escuela que dirige en villa
Jardín, en Lanús Oeste. Pero lo hago sin ninguna culpa.
Yo no digo que no lo hagan, hay otros actores que deberían recorrer
las manzanas con el brazo derecho pegado a la pared como nos indicaron.
Los funcionarios de todos los sectores, desde los concejales hasta los
más altos. Tal vez si hicieran la experiencia las políticas
sociales serían reales y no discursos. ¿Dónde
está el Estado? es la pregunta que repite mientras recita las deudas
incumplidas para con el viejo edificio en el que supervisa las clases,
para con los trabajadores, para con los alumnos. Nuestros chicos
pierden oportunidades todos los días, sí, un censo mal hecho
puede ser una oportunidad perdida. Pero yo no necesito la información,
la conozco y el Estado mismo nos la pide, informes sobre ausentismo, sobre
deserción... La oportunidad la perdemos todos pero la culpa es
del Estado que no puede prever los medios necesarios para hacerlo teniendo
en cuenta la delicada situación social.
No era el dinero lo que la tentaba, no le importaban los dos días
extras fuera de su casa, lejos de sus dos hijos de cinco y siete años
a los que ve bastante poco en la semana, mientras cumple con los tres
cargos que tiene como titular. Para Gabriela Cuccuini hacer el censo era
una obligación personal, casi te diría un compromiso
social. Pero ya en las elecciones dudé de ser presidente de mesa,
no iba a ir, y no aguanté esa mañana, yo no soy una irresponsable.
Esta vez, sin embargo, dijo no. Los rumores sobre bolsos y guita
que se habían afanado a raíz de esto me terminaron de sacar
las ganas. No se puede confiar en nada, según esta maestra
de San Miguel que hasta principios de esta semana explicaba a sus alumnos
de quinto y sexto grado lo importante que era abrir la puerta a los censistas.
Que eso permitiría saber cuántos somos y cómo vivimos.
Ahora tendrá que dar nuevas razones para explicar que ella no golpeó
ninguna puerta aunque eso había prometido a algunos de los chicos
que vivían en la zona que le habían asignado. Es como
el voto en blanco ¿viste? yo lo comparo. Es difícil creer
en algo y es difícil que te crean. Seguro que algo se rompió
en la sociedad, pero no somos nosotros quienes no cumplimos con nuestros
deberes cívicos. A nosotras nos deben, que es otra cosa.
Estatales a la calle
Noemí Muchnik, la directora de difusión del Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos, encargado de realizar
el censo nacional 2001, confirmó ayer que se realizará
el próximo sábado de 9 a 19 horas y el domingo de
9 a 13. El personal que recorrerá las casas de todo el país
será compuesto por docentes que acepten la tarea y por funcionarios
públicos de todos los niveles que se inscriban voluntariamente,
como se está realizando desde el viernes. Muchnik aclaró
que la mayoría de los anotados son docentes y
que todos los distritos, excepto la Capital, Río Negro y
Tierra del Fuego, no necesitarán movilizar otros estatales.
El vocero presidencial, Juan Pablo Baylac, dijo por su parte que
el censo se realiza porque es una decisión histórica
del Estado, no una decisión del Estado gobernado por Fernando
de la Rúa. Esto hay que entenderlo, no es una política
de este presidente sino del Estado. En lo personal, el vocero
aseguró que el fin de semana próximo voy a tener
el guardapolvo puesto y el cartel identificatorio que dice censo
y si es necesario voy a salir a censar.
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