Por Javier Aguirre
Después de haber pasado
el último año ocupado por una iniciática experiencia
cinematográfica para la realización y posterior presentación
de su primer largometraje Vidas privadas, Fito Páez decidió
volver a la música: armó una nueva banda, piensa en un nuevo
disco para abril y comenzó una gira que lo llevará a recorrer
la Argentina, Venezuela, El Salvador y Chile (ver aparte), y que promete
extenderse a lo largo del verano por la costa atlántica. Como parte
de esta serie de conciertos, Páez se presentará el viernes
16 y el sábado 17 en el Teatro Sky Opera, en las que serán
sus primeros shows en Buenos Aires desde que presentara su último
disco Rey Sol en el estadio Obras, en diciembre de 2000. Este regreso
a las presentaciones en vivo encierra también una transformación
en el sonido de su espectáculo, ya que la nueva banda sus
fieles escuderos de los últimos tiempos Guillermo Vadalá
en bajo y Gonzalo Aloras en guitarras y teclados más Guillermo
Verdinelli en batería y Javier Lozano en teclados es más
austera que sus formaciones recientes, que también incluían
secciones de vientos y coristas. En realidad, la dedicación que
Páez dio al cine durante el último año fue total,
y por supuesto, incluyó sus expresiones públicas, ya que
en las entrevistas que concedió a lo largo de 2001 habló
de Vidas pivadas, de festivales, de guiones, y de la difícil relación
entre las difíciles relaciones marido/mujer y director/actriz con
Cecilia Roth; pero no habló de música. Bueno, es el momento
en el que Fito sentado en el piso, descalzo, con las piernas cruzadas
en una de sus posiciones propias de contorsionista, que son marca registrada
suya y de Charly García también vuelve a hablar de
música.
Bajo, batería, guitarra, teclado... ¿Volvió
a armar una banda de rock?
No exactamente, no una banda de rock como trabajo en un género
determinado. Tocar en un quinteto te acerca a una formación rockera,
pero también te acerca al jazz, que es lo que hacemos en muchas
de las canciones del show. Quizás pasamos de algunas cosas rabiosas,
como Ciudad de pobres corazones, a una formación jazzera
de trío o cuarteto. No estamos respetando tanto los arreglos, ni
tenemos samples ni cintas grabadas, yo estoy más libre en el teclado...
Así que es un concierto en el que nos cagamos mucho de risa. Estamos
inventando todo el tiempo, y ya tenemos cuatro o cinco versiones de cada
tema. Eso, con buenos músicos, te da una merca interesante.
¿Haber reducido la cantidad de integrantes en su banda fue
una decisión solamente musical?
Fueron varias cosas. Yo no hago estrategias, hago lo que puedo de
acuerdo con lo que quiero y con las posibilidades del momento. Ya probé
con bandas de nueve músicos, de once, con dúos, cuartetos...
Ahora, yo quería tocar y las condiciones para salir de gira me
permitían llevar doce personas. Dije: OK, armo un quinteto
y salimos. Está bueno volver a pensar un show. Yo últimamente
me había dedicado más a cantar y a armar la banda, ahora
estoy más de músico, y tengo que tocar bien mi parte. Así
que los cuestionamientos económicos pesaron en la decisión
de armar un formato chico; aunque, por otra parte, yo venía desde
hace tiempo tocando con bandas grandes, así que posiblemente lo
habría hecho de todos modos. Hubiera sido un paso lógico.
Ahora, con cuatro días de ensayo, ya tenemos un show de más
de treinta temas.
¿Había extrañado a la música
formar una banda, ensayar, salir de gira durante el último
año?
Sí. En la mitad del montaje de la película, para junio,
ya llevaba medio año sin tocar y justo me llamaron para la Semana
Argentina en Madrid y fui diciendo por favor. Ya no me aguantaba
más sin tocar. Y después me comí la espera hasta
ahora... casi un año. Lo que pasa es que había estado con
la película, y no se puede correr atrás de dos liebres a
la vez. Unase te escapa siempre. No nos olvidemos de la gran liebre que
es la vida, ¿no? Tu mujer, tu hijo, la música, el cine,
todo eso es la vida. Y tenés que ir negociando con todo. Por otra
parte, cuando empecé a pensar la película, en el 94, estaba
en un momento de gran saturación, o hasta con problemas de inspiración.
Venía de grabar Circo Beat, y no había parado nunca en 14
años. Estaba en la playa con la Roth y le dije: Nena, nunca
paré.
¿Significa que la experiencia cinematográfica fue
un descanso de la saturación, como irse de vacaciones?
No, ojalá fuera así, pero no. La idea de las vacaciones
es muy necia, muy torpe. Te vas pero tenés tu cabeza, tus libros,
tus cosas. No se puede parar la cabeza. Estés de gira, haciendo
la película, en tu casa, o con amigos, siempre es la vida. No me
gusta la idea de lo profesional, eso del tipo que hace su
trabajo y después llega a su casa y ahí empieza su verdadera
vida. Esa diferencia no existe, o al menos yo no la entiendo.
¿Qué piensa de la música que se escucha actualmente,
o de la más exitosa en términos comerciales?
Ahí tengo una peleíta, estoy en desacuerdo con algunas
imposiciones de la época, como esto de que las ideas más
complejas sean rechazadas, por falta de tiempo, porque el oído
no está acostumbrado... Ya, hoy, escuchar a Prince o escucharme
a mí, es raro. Hay armonías que no están sonando
en el oído pop. Es que la pauperización de la época
no es sólo económica, sino también estética.
Hay una caída, una vagancia generalizada; quizás una urgencia
para contar cosas, en la música, que tienen más que ver
con lo social que con lo musical. La música te hace sentir que
existe la belleza en el mundo. Pero quizás un tema que para mí
es sencillo, para el oído pop del mundo ya es complicado, raro
o pretencioso. Bueno, yo no tengo la culpa de cómo está
el mundo ahora. La austeridad puede ser una decisión estética,
pero si sólo sabés cinco acordes no digas que sos austero.
Es que sólo sabés cinco acordes. Creo que las multinacionales
de la industria musical han generado anestesia en la sensibilidad, un
negocio en el que la música no tiene ningún interés.
Y más allá del maravilloso ejemplo de Los Redonditos de
Ricota como artistas que trabajan en forma independiente, creo que el
problema de la época ya no es sólo de la industria sino
de la música como lenguaje, que está muy pobre. No lo digo
como un oráculo, pero casi no me interesa lo nuevo que hay en el
rock, salvo Pulp, o alguna otra cosa. Al lado de lo actual, She
loves you de los Beatles, o Yendo de la cama al living,
de Charly, siguen siendo el futuro. Pero bueno, si el mundo se ha vuelto
un lugar gris, desesperanzado, lleno de muerte y angustia; y la música
de la época acompaña todo eso... El mundo es un horror,
también en la música.
¿Suscribe a la idea de que a partir del 11 de septiembre
cambió el mundo?
No, tanto el mundo como la Argentina estaban así de mal desde
hace rato. Cambió el mundo, quizás, para los distraídos.
Hubo 6.000 horrorosas muertes más, sí, pero siguen reinando
la boludez y el dinero.
¿La producción de la película le ocasionó
dificultades económicas?
Quedé con algunos apremios económicos, sí,
pero eso va y viene. No me resulta nueva la situación, la he pasado
un montón de veces, y bueno, si no es aquí, será
allí. Siempre habrá alguna manera de seguir.
¿Está hablando sólo de usted, o cree que esa
idea funciona para cualquier persona?
No sé si será así para todo el mundo, pero
para mí, sí. Yo sé que puedo ser feliz con un rancho
y tocando el piano en un bar en la esquina de casa, pero no sé
si esa idea le sirve a todos.
Hablar antes que opinar
¿Le sorprendieron las declaraciones públicas
de Hebe de Bonafini sobre los atentados a las Torres Gemelas?
No hablé con ella, todo lo que sé del tema lo
leí en los diarios, y soy un poco desconfiado de cómo
traducen los medios este tipo de mensajes. Pero, si fuera cierto,
me daría mucho dolor. Seguramente la sacaron de contexto.
Nadie se puede alegrar por la muerte de nadie, y en el caso de Hebe
sería especialmente peligroso, porque casualmente ella viene
de la militancia por sus hijos muertos. Sería como que todo
eso no sirvió para nada. Pero preferiría hablar con
ella antes que opinar.
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A rodar la vida, otra
vez
La temporada de shows en vivo de Fito Páez comenzó
la semana pasada en Montevideo, con un show compartido con Rubén
Rada y Milton Nascimento, continuó este fin de semana por
el sur argentino (Ushuauaia, Río Grande y hoy Río
Gallegos). Los próximos 16 y el 17 se presentará en
el Teatro Sky Opera, y seguirá por Córdoba (22), Rosario
(23), San Juan (25), Mendoza (26), Jujuy (28) y Tucumán (29).
En diciembre, será el turno de Punta del Este (el 1) y entre
el 5 y el 15 girará por El Salvador y las ciudades venezolanas
de Puerto Ordaz, San Cristóbal, Caracas y Maracaibo. Regresará
a la Argentina para presentarse en Bahía Blanca (20), Mar
del Plata (21) y La Plata (22), y el 28 estará en Santiago,
Chile.
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Adiós al gran
hippie
Ken Kesey, fundador del movimiento hippie, miembro de The Grateful
Dead y autor de la novela Alguien voló sobre el nido del
cucú, murió ayer a los 66 años en un hospital
de Eugene, Oregón, en la costa oeste de los Estados Unidos.
Kesey se transformó en un referente del naciente hipismo
al publicar su libro en 1962. De best-seller, la novela se transformó
en hito cuando Milos Forman la filmó como Atrapado sin salida.
En 1964, Kesey y un grupo de amigos que incluía a los escritores
Tom Wolfe y Neil Cassady formaron los Merry Prankster, compraron
un ómnibus escolar, lo pintaron de colores psicodélicos
y cruzaron EE.UU. en un viaje que se demoró por los largos
be-ins impulsados por LSD. Además de formatear
la estética hippie y ayudar a imponer su droga emblemática,
Kesey formó una de las primeras comunas hippies, Perry Lane,
y promocionó a los Grateful Dead.
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