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GUSTAVO GARZON, UN ACTOR QUE SE HIZO DE ABAJO
“Me costó bastante acceder a los grandes proyectos”

Dice que no lo dejaron entrar en Teatro Abierto porque era actor de teleteatro y poco �respetable�. Paso a paso, fue forjándose un nombre, consiguiendo a fuerza de voluntad más trabajo y espacios. Hoy puede generar sus propios proyectos, dirige, escribe y enseña.

Actitud: �Sé que hay cosas que no voy a hacer nunca, y en eso no dudo. Soy capaz de vender mi casa antes de de sentir vergüenza por lo que hago�.

Idea: �Me asusta la inestabilidad que tiene este trabajo, y aunque necesito vivir al límite, me da miedo, sobre todo porque tengo cuatro hijos�.

Por Hernán Fluk

El hombre es actor, claro, y hasta puede definir brutalmente su vida en términos de cuánto tiempo estuvo arriba de un escenario y en un set de televisión o de cine. Gustavo Garzón tiene 46 años, y 23 con la profesión, la mitad de su vida: “23 años actuando y 23 sin actuar”, resume en la entrevista con Página/12 cuando se le pregunta por su edad. Pero no todo es representar papeles en su vida. Como actor recorrió un largo camino, conoció todas las sensaciones y transitó por todos los lugares posibles: “Fui pueblo, hice teatro en barrios, para los colegios, participé en programas prestigiosos, fui galán de telenovela y estuve en la calle Corrientes”, repasa. Pero no se conformó, y fue por más. Creó Señoras y señores, uno de los programas de televisión más prestigiosos de la década del 90. Y no sólo lo escribió: lo produjo, lo dirigió y actuó en él. Le tomó el gusto a encabezar sus propios proyectos y a no dejar su carrera librada a la suerte de un llamado salvador. Generó otro unitario, Casa Natal, adaptó para teatro dos cuentos de Fontanarrosa que luego montó en teatro y ahora quiere poner punto final, de una vez por todas, a una obra de teatro propia que ya va por la quinta reescritura. Sigue trabajando en proyectos de otros –actualmente se lo puede ver en Cuatro amigas– y rodó una película dirigida por el debutante Diego Szifrom, ahora en etapa de posproducción. No sólo eso, el hombre suma y sigue: desde hace dos meses comenzó a dar clases de actuación.
–Ahora puede decirse que usted es un artista todo terreno, pero en un momento su carrera estuvo ligada casi exclusivamente a los teleteatros...
–Es que me costó bastante acceder a los grandes proyectos. Cuando empecé mi carrera quería vivir de la profesión, y a través de las puertas que se me abrían, pasaba. Se me abrieron las del teleteatro, hasta que en un momento tuve una crisis grande con eso, pero no tenía alternativa porque no me llamaban de otro lado. Recuerdo que quise participar en Teatro Abierto y no me convocaron porque hacía televisión, lo que hablaba de una clara discriminación. La tuve que pelear mucho, fue difícil llegar al lugar que quería: ser respetado por mis pares.
–A partir de ese lugar que siente haber conseguido, ¿puede elegir mejor sus trabajos?
–Sí, pero no puedo elegir todo. Lo que ocurre es que después de tantos años tengo ciertas cosas más claras. Sé que hay cosas que no voy a hacer nunca, y en eso no dudo. Soy capaz de vender mi casa antes de exponerme a situaciones de sentir vergüenza por lo que hago. Y como sé que es un accidente que me convoquen para hacer justo lo que estoy esperando, duplico el esfuerzo para gestar proyectos propios. Estoy obligado a este camino un poco independiente y un poco dependiente.
–¿Cómo ve la televisión actual?
–Creo que en muchos aspectos cambió para bien, sobre todo en el ámbito de la ficción, aunque todavía le falta crecer en cuanto a la calidad de las historias, de los guiones. La búsqueda del impacto comercial lleva a caer en repeticiones, en lugares comunes, y se cree que la gente responde a un solo molde, todavía hay quien cree conocer el gusto del público. Igual me parece muy positivo que las productoras grandes, obligadas al éxito y a la masividad (lo que es comprensible) busquen propuestas diferentes desde los unitarios. El lugar de la ficción hay que defenderlo y conservarlo.
–¿Le preocupa como actor la avalancha de reality shows y de los personajes que surgen de esos programas?
–En realidad, no me joden como actor o como tipo del medio, me joden como ciudadano. Responden a una perversión, a una enfermedad y a un sensacionalismo barato de una prensa berreta, que se ocupa sobre si Tamara se sacó la bombacha o si Pablo se volvió loco. Lo que espero es que entiendan el mal que le producen a esa gente, y que los mismosparticipantes se den cuenta de que ése es un camino equivocado a la gloria, que en realidad los conduce a la locura. La gloria hay que buscarla con otras armas.
–Qué disfruta más, ¿escribir o actuar?
–La actuación es mi trabajo. Lo tomo con la responsabilidad que eso significa y lo hago lo mejor que puedo. Pero no siempre vibro con eso. A veces me encanta actuar, a veces siento que me levanta del piso, pero esporádicamente. En Cuatro amigas hice tres escenas que me reconfortaron con el oficio. En Orquesta de señoritas hice una función de cien en la que me dije: “Qué lindo que es ser actor”. En estos momentos lo que más me moviliza es la escritura, la creación. Es lo que me hace latir. Ahí siento que está lo mío, que me va la pasión, aunque sé que los momentos de disfrute no son tantos, porque es el camino más dificultoso y que, a veces, provoca angustia.
–¿El trabajo de actor no le provoca cierta angustia?
–A veces me asusta la inestabilidad que tiene este trabajo, y aunque siento que necesito eso de vivir todo el tiempo al límite, no puedo negar que me da miedo, sobre todo porque tengo cuatro hijos. Hasta tengo pesadillas con esta cuestión: sueño que no me llaman durante tres años y que a mí no se me ocurre nada. Pero esas pesadillas las transformo en trabajo, en búsqueda, y así puedo vencer al miedo. Por otro lado es la única forma que conozco para salir de la gran depresión nacional en la que vivimos y de la que formo parte. Siento que no tengo otra alternativa en la vida que ser mejor cada día en lo que hago, es lo único que me puede salvar: seguir por el camino de mis sueños y de mis ilusiones.
–¿De allí surgieron sus ganas de dar clases de actuación?
–En realidad empecé a darme cuenta de que me estaba convirtiendo en un pesado que necesitaba hablar de lo que sabía, y no todo el mundo tenía ganas de escucharme. Me pareció que dar clases era una buena manera de transformar eso en algo positivo, y creo que me llegó en el momento justo. Cuando uno todavía tiene mucha ansiedad de conseguir cosas como actor no está en condiciones de dar clases. Me siento satisfecho con el camino que he hecho como actor y no estoy detrás de una gran meta, estoy más relajado. Antes me obsesionaban la gloria y el éxito. Hoy por hoy creo que a donde llegué, llegué, y no me importa tanto. Por esta suerte de distancia que vivo con mi actor es que puedo disociarme perfectamente. Cuando doy clases no soy un actor, intento ser un docente: pienso cómo haría mejor el trabajo esa persona que esta ahí y no cómo lo haría yo.
Las personas que se le acercaron para tomar clases –cuenta Garzón– apuntaban a lo bien que el teatro les podría hacer a sus vidas, pero él no estaba tan seguro de que eso fuera así en realidad: “Yo estoy tan profesionalizado que desconfiaba un poco. ¿Hará bien a la vida? Y recordé mis inicios y lo bueno que era el teatro para mí, más allá de los resultados profesionales, lo bueno que tiene la actividad como hecho curativo”. Acto seguido, piensa en voz alta: “Es una manera de conocerse más a uno mismo, de conectarse con los sentidos y con las emociones. El teatro es una práctica en la que los sentimientos son protagonistas. Hay espacio para conectarse con el otro, mirar a los ojos, permanecer en un estado sensible todo el tiempo”. Finalmente, llega a una obvia conclusión sobre las inquietudes de sus alumnos: “Tenían razón, les hace bien a sus vidas. Y a la mía también”.

 


 

RADIO CIUDAD FESTEJA EL DIA DE SAN MARTIN DE TOURS
Un homenaje a Buenos Aires

Por Mariano Blejman

Radio Ciudad tomó la punta en realizar un homenaje a Buenos Aires en el día de su patrono San Martín de Tours, como un acto de cierre del primer ciclo completo de Juan Alberto Badía a cargo de la dirección de la emisora. El también conductor de Gran Hermano sigue bregando tanto por la mudanza de la planta transmisora, como por otra frecuencia para sentirse mejor. “Nuestra idea es hacer una fiesta, ya que si no se escucha la radio que al menos se pueda ver”, explicó Badía a Página/12. Entonces, hoy de 18 a 21, las dos frecuencias de Radio Ciudad (Once Diez y La 2X4) emitirán una programación especial desde el Obelisco. Contará con la participación de Quique Pesoa, Nora Perlé, Quique Dupláa y Leonardo Greco en la conducción y Roque Narvaja, el grupo Catalinas –que interpretará una parte de Venimos de muy lejos–, Miguel Cantilo, Raúl Lavié, Sandra Mihanovich, Ignacio Copani, La Porteña Jazz Band, Gastón Pauls, entre las decenas de artistas que se subirán a los dos escenarios. El festejo comenzará con la actuación de Mariana Baggio con un espectáculo musical infantil titulado Barcos y mariposas. Además, durante la transmisión se relatarán episodios de la historia como si estuvieran ocurriendo en la actualidad: así podrá escucharse, por ejemplo, avisos publicitarios de El Trust Joyero Relojero y otros negocios históricos de la ciudad, o noticias de los diarios anteriores desde el año 1600, incluidas las dos fundaciones de la ciudad.
Este año, la radio tuvo un presupuesto total de 4.200.000 pesos, organizó su programación en AM 1110 e instaló a La 2X4, dedicada por ley solamente al tango (en el primer puesto de las radios segmentadas, muy solicitada en el exterior). Sin embargo, el próximo año se reducirá 3.600.000, según adelantó el mismo Badía, que apuesta a una administración eficiente, apoyada –según él– por el jefe de gobierno Aníbal Ibarra. Esta política de la “aparición pública de la radio” viene siendo realizada a través de transmisiones esporádicas desde los barrios de la ciudad. “Ha sido notable el apoyo que hemos tenido en estos emprendimientos”, asegura Badía. Por ahora, la radio se mantiene entre las últimas, y si bien creció en audiencia en el último año, con esta movida apuesta a llamar la atención de nuevos oyentes. Es que –a pesar de las insistencias de Badía- desde el Comfer no se ha podido encontrar un lugar más centrado en el dial, cuya señal (la vieja 710 Mhz) fue tomada de facto por el empresarioperiodista Daniel Hadad, en épocas del gobierno de Carlos Menem. Además, la escuálida potencia de la planta transmisora ubicada en Ingeniero Maschwitz no ha sido modificada, ni tampoco decidido su traslado al centro. Según Badía, se discute si el próximo año –probablemente en marzo– puedan mudar la planta al Mercado Central, al Parque Roca, a Interama o al Autódromo, cuatro espacios que pertenecen al Gobierno de la Ciudad. Por ahora, los oyentes de palabras perdidas entre las paredes de Buenos Aires bien podrían decir habrá que ver para creer.

 

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