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LAS DIEZ RAZONES GASTRONOMICAS DE RACING LIDER
El hambre y las ganas de comer

Como equipo, Racing es un perfecto estado de ánimo. Y 35 años de ayuno le han enseñado a no perder la voracidad. Por eso protagonizó ayer un partidazo contra Chicago, y por eso está muy cerca de comerse el gran postre del Apertura.

Por P.V.

1 Como equipo, Racing es un perfecto estado de ánimo. Nada que ver con el miedo escénico que acuñó Jorge Valdano –ayer en la cancha junto a César Menotti– porque a ese temor lo acostumbró su hinchada. Es un temperamento que pesca el humor del aire y lo transforma en un motorcito que empuja con intermitencias, pero sin pausa. Pero es un estado de ánimo que no nace del alma sino del estómago.

2 Ayer sucedió en un par de ocasiones en la cancha de Vélez: cuando, en el momento en que Chicago, como un grotesco luchador de sumo, estaba a punto de echarlo fuera de los límites de la cancha, interpretó el 1-0 a favor como un espaldarazo de la fortuna; y cuando Chatruc puso el 3-2 tras las tres rápidas modificaciones introducidas por Merlo, el momento en que los once que estaban en el campo entendieron que en este Apertura nada les es imposible. Ese humor que a veces silba y a veces sopla como ventarrón es el más grande sponsor que tiene el equipo de Avellaneda.

3 Dos observaciones al pie para mostrar el dobladillo de esa fortuna. Uno: Sequeira dio corner pese a que era orsay de Estévez; Velázquez salió mal y su compañero Herbella la empujó adentro. Dos: Jesús encabeza un contraataque con melindre poco religioso, Viveros se la roba, Chatruc le pone una pelota milimétrica a Maceratesi y llega el empate 3-3. Demasiados bocados sueltos para un equipo hambriento como Racing.

4 En la cancha se juntaron el hambre y las ganas de comer. Racing fue (es) el hambre: una necesidad inabarcable que ya lleva 35 años de ayuno y que ante la promesa del banquete no descansa ni en el entretiempo. Chicago, en cambio, encarnó ayer la calculada curiosidad que despiertan las ganas de comer. Se sentó a la mesa con destacable ambición, pero se sació demasiado pronto. Cuando se puso 3-1 arriba, pareció que estaba más cerca del quinto que del cuarto. Pero prefirió secarse la boquita muy delicadamente con la servilleta y dedicarse a avisarle al chef que estaba lleno y tirando, siempre que podían sus zagueros y sus volantes, la pelota para arriba, lo más lejos posible.

5 Ésa es la diferencia que le augura campanas a Racing. Ningún otro equipo posee –más bien, sufre– el hambre que acosa al conjunto que dirige Reinaldo Merlo. El único que lo tuvo, parece, ha sido Boca, que hace diez días se lo devoró con la avidez concienzuda de quien limpia hasta los huesitos del pollo. Porque, aunque parezcan lo mismo, a la larga el hambre le gana a las ganas de comer.

6 Si Racing es el hambre, River es el régimen. Sometido a varias clases de normativas –entre ellas, la que, a juicio de la dictadura del codificado, lo obliga a jugar cada fecha con el resultado del puntero ya puesto–, la filosofía que promueve su abstinencia es más estética que anímica. Hambre no tiene, está claro: no le ganó a San Lorenzo, perdió en Santa Fe, lejos de descontar puntos los va perdiendo por el camino como un Hansel cualquiera. A su dieta de puntos la llevan histéricamente al día las confusas contramarchas del cuerpo técnico y la marea en la que naufragan los jugadores.

7 A las seis de la tarde, las instrucciones de la dieta riverplatense parecían claras: aprovechar el empate de Racing, ganarle a Colón y descontar la ventaja a cinco puntos; ganarle más adelante el partido a Chacarita, el de la 15ª fecha que Racing ya jugó y perdió con Boca, y quedar a dos puntos; ganarle, por fin, el encuentro de la 16ª fecha al mismísimo Racing y pasar, definitivamente, a la punta. En los papeles se veía bárbaro. A las 21.30, Ramón Díaz hizo un bollito con las instrucciones. Las ganas de comer, en todo caso, quería satisfacerlas deglutiéndose a Horacio Elizondo.

8 Racing puede jugar mal, como contra Boca, muy bien como contra Gimnasia, o más o menos, como ayer contra Chicago. Pero la fe que deposita en ese hambre visceral no lo traiciona, aunque en la cancha pueda trastabillar. Merlo ha comprobado que su equipo se adapta elásticamente -como un babero– a las necesidades tácticas del partido que esté disputando: los cuatro del fondo del primer tiempo de ayer mutaron, con la salida de Arano, en un libre y dos zagueros, y al equipo le terminó yendo mejor.

9 Ése es otro ejemplo: el hambre no se sacia con los triunfos o las remontadas sino que cunde, contagia. Arano, un jugador que arrancó el torneo sin nivel para ser titular, se vio imbuido de este espíritu sanamente hambreado y cumplió ayer un desempeño aceptable. Lo mismo que Viveros, lo mismo que Maciel, lo mismo que Estévez. En ese nivel se muestran varios jugadores. Si a veces no tiene relleno, es indudable que éste es un Equipo con Mostaza: cuando lo probás, pica.

10 ¿Qué puede pasar en lo que falta del Apertura? Las cartas –los menúes– están sobre la mesa. Racing no encuentra un equipo caníbal que lo frene; River se conforma con unos saladitos informales. Ya hay ocho puntos de ventaja y a River le quedan 18 puntos por jugar. ¿Quién se anima a apostar que los gana todos, si de los últimos nueve ganó solamente cuatro?

 

 

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