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DEFINICIONES SOBRE EL DEFICIT CERO, EL CANJE Y LOS BANCOS EN LA REUNION CON DE LA RUA
Para Bush, “el default sería muy grave”

Durante 32 minutos de conversación neta en el Waldorf Astoria, el presidente norteamericano apoyó fuertemente la reestructuración de la deuda y hasta criticó a los bancos. Pero condicionó todo a que la Argentina cumpla el déficit cero y trabaje junto al Fondo Monetario.

Por Martín Granovsky
Desde Nueva York

“Los bancos ya ganaron mucha plata”, dijo uno, y el otro lo miró entre asombrado y contento. Al fin escuchaba a un presidente cargar contra el sector financiero. La definición fue la más fuerte de la reunión que mantuvieron ayer Fernando de la Rúa y George W. Bush, el autor de la frase. A pesar de la reserva impuesta por las dos delegaciones, este diario pudo confirmar en ambos gobiernos tanto la autoría como el contenido.
Los presidentes se encontraron durante alrededor de 40 minutos en la suite presidencial del Waldorf Astoria, el hotel preferido de Frank Sinatra, Palito Ortega y Carlos Menem, y el que eligen los mandatarios norteamericanos cuando trabajan en Nueva York, como Bush estos días por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Los argentinos llegaron cuando salía Andrés Pastrana, el presidente de Colombia, y no alcanzaron ni a tomar café para matar los minutos que quedaban, como en televisión, en el tiempo muerto de la agenda norteamericana con tiempos redondos.
–Pasen, vengan ya –pidió Bush cuando escuchó que habían llegado.
No hubo desperdicio de tiempo porque De la Rúa eligió hablar en inglés, aunque pidió alguna ayuda a sus tres acompañantes, el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, el embajador argentino en Washington Guillermo González –que en línea con Giavarini preparó la reunión con el norteamericano John Maisto– y el embajador en la ONU Arnoldo Listre. Cronometrado con exactitud, el tiempo exacto de conversación fue de 32 minutos e incluyó dos temas nítidos. Uno, la deuda. Otro, Afganistán.
Como sucede desde que fue electo Presidente, De la Rúa comenzó su discurso económico con el rojo fiscal. Dijo que el Gobierno estaba trabajando en el esquema de déficit cero y que una reestructuración de la deuda pública evitaría la devaluación y el default.
–Claro, claro –lo interrumpió Bush–. El default tendría consecuencias muy graves. Los que hablan de default y devaluación no tienen en cuenta los efectos que se producirían.
Animado, De la Rúa contó que la Argentina había empezado a trabajar en el plan de canje de deuda y dijo que seguía una idea original del secretario del Tesoro (ministro de Economía) Paul O’Neill: reestructurar la deuda para que sea una carga menor en la economía argentina y llegar a lo que Washington llama “desarrollo sustentable”.
–A ver si comprendo bien sus necesidades –lo interrumpió Bush–. Usted lo que quiere es reestructurar la deuda sobre una base voluntaria. ¿Es así?
–Sí –dijo De la Rúa, eufórico dentro de lo que cabe.
–Me parece razonable –siguió Bush, y entonces eligió el camino habitual de los funcionarios norteamericanos cuando quieren apoyar y condicionar a la vez ese apoyo: convertir el objetivo en pronóstico, como si fuese la Providencia y no un presidente el que opina ante otro.
Esta fue la fórmula:
–Ustedes tienen que cumplir con el Fondo Monetario Internacional, y nosotros los vamos a apoyar en el arreglo con el Fondo.
Y ésta sería la traducción: ustedes son responsables del déficit cero, del acuerdo político interno y de las metas fiscales. Ustedes, también, llevan adelante la negociación del canje de deuda. Si no se equivocan, si respetan el libreto acordado con el Fondo, los apoyaremos. Si no, gentlemen, habrá sido una lástima.
El respaldo al canje de títulos por otros pactados a una tasa del 7 por ciento y la moratoria de tres años antes de pagar el capital, que son de los núcleos del default selectivo y más o menos ordenado en que ha incurrido la Argentina, aunque el Gobierno naturalmente no quiera llamarlas cosas así, recibió un apoyo más por la sorprendente frase de Bush sobre los bancos.
Sin embargo, De la Rúa no pidió dinero a Bush, ni fondos adicionales, y tampoco un llamado del Tesoro al Fondo para resolver las diferencias a favor de las posiciones del primero, más flexible hacia los canjes.
Y Bush, recíproco, no repitió la advertencia ya expresada por Condoleezza Rice, su asesora de Seguridad Nacional, que se había irritado cuando interpretó que De la Rúa dijo en la reunión de IDEA que pediría fondos en Washington. “Nuestra posición sobre la Argentina es y sigue siendo que queremos apoyar las medidas que está adoptando internamente para crear una situación más sostenible. La Argentina tiene un plan de déficit cero que realmente debe implementar para que la situación sea sustentable”, dijo la influyente Rice. “Estamos alentando a la Argentina a trabajar estrechamente con el FMI para determinar cuál es el mejor camino para alcanzar la sustentabilidad”, repitió como para que quedase claro que el Tesoro norteamericano no estaba pensando en milagros.
Ayer, en el Waldorf, Bush quiso ser más amable que su consejera incluso cuando De la Rúa le contó la penuria fiscal.
–Tenemos un problema con la recaudación –dijo De la Rúa.
–Nosotros también –consoló Bush, jaqueado al mismo tiempo por la crisis y por su propia política de rebaja de impuestos.
–Estamos por llegar a un acuerdo con los gobernadores por los fondos de coparticipación –relató De la Rúa.
–Conozco esa pelea. Yo también fui gobernador –consoló de nuevo Bush.
Como ya sabían los lectores de este diario, al final Domingo Cavallo no fue de la partida. Y nadie puede echarle la culpa al protocolo. Es cierto que O’Neill no participó, pero tampoco lo hizo Colin Powell, dedicado en ese momento al conflicto entre israelíes y palestinos, y eso no impidió la presencia del canciller argentino.

OFERTA DE LA RUA PARA APLICAR EN AFGANISTAN
Argentina, país de posguerra

Por M.G.
Desde Nueva York

De la Rúa había arrancado la charla con los atentados del 11 de septiembre, de los que se cumplieron ayer exactamente dos meses.
–Cada vez que lo veía por televisión, presidente, me acongojaba. Me acordaba de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA y la bronca que sentí las dos veces cuando me acerqué al lugar de la tragedia. Recordé cómo me brotaban las lágrimas. Ayer me pasó lo mismo cuando visité Ground Zero –contó al comentar el recorrido por el área que guarda los restos del ataque a las Torres Gemelas.
Hizo una pausa y vaticinó:
–Será difícil, presidente, pero usted va a ganar.
–Ya lo creo –dijo Bush–. Si yo tuviera que elegir, no estaría del lado de ellos sino del nuestro.
–De eso le quería hablar –enlazó De la Rúa–. Nosotros no tenemos la fuerza ni los recursos de ustedes, pero queremos ser parte de la solución en Afganistán. Después de la victoria, cuando se necesiten tropas para el mantenimiento de la paz, cuente con nosotros.
–Perfecto. Trabajen en Washington con el Departamento de Defensa -pidió Bush.
El diálogo confirma una primicia de Página/12, según la cual ése sería el papel de la Argentina en la guerra. Más que mandar barcos o tropas que, al menos hasta el momento, nadie pidió, ni Washington ni la OTAN, el aporte externo seguiría el modelo aplicado, por ejemplo, en Yugoslavia. Después de la guerra, tropas de posguerra.
La oferta argentina siguió al discurso que pronunció Bush el sábado en la ONU. “Ya terminó el tiempo de las condolencias, es tiempo de acción”, dijo el presidente norteamericano, que pidió coordinación de inteligencia y congelamiento de cuentas bancarias de los sospechosos de terrorismo islamista.
En otro tramo, que los argentinos cumplieron en no filtrar, este diario pudo saber de todos modos que Bush aportó detalles bélicos clave para comprender el conflicto luego de la victoria de las tropas antitalibanas en Mazar-i-Sharif, la estratégica ciudad al norte de Afganistán.

REUNION CON LA COMUNIDAD JUDIA NORTEAMERICANA
Un shabbath entre oídos amistosos

Por S.K.

El sábado a las siete de la tarde, Fernando de la Rúa se reunió con lo más granado de la comunidad judía norteamericana. Acompañado por el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y por el diputado Marcelo Stubrin, el Presidente se encontró con dirigentes de las principales organizaciones e instituciones comunitarias de Estados Unidos, incluyendo al editor Mortimer Zuckerman, dueño del diario Daily News y la revista US News & World Report. El temario de la reunión giró alrededor de dos temas excluyentes, las presiones contra Israel en las Naciones Unidas y las investigaciones de los atentados en Buenos Aires.
Según contaron a Página/12 representantes que asistieron al encuentro, la frase que De la Rúa había dedicado al conflicto en Medio Oriente en su discurso de ese mismo sábado ante la ONU, en el que apoyó tanto la formación de un Estado palestino como la seguridad de las fronteras israelíes ayudó a la cordialidad general. Muchos de los presentes recordaban con notable exactitud cada voto argentino en cuestiones que tocan a Israel y remarcaron que cuando Argentina tuvo un asiento en el Consejo de Seguridad su voto ayudó a evitar sanciones contra Jerusalén. Ante oídos amistosos, De la Rúa defendió su plan económico sin ser interrumpido.
No fue tan fácil cuando se tocó el tema AMIA. Ante una precisa e informada pregunta sobre por qué hay tantas entidades simultáneamente investigando el atentado –comisión parlamentaria, task force, juzgado de Juan José Galeano– y sobre por qué la difusión de una información que ya se conocía le costó el puesto a Nilda Garré, Stubrin tomó la palabra. Tal vez por su energía y su buen dominio del inglés, tal vez porque el ambiente cordial desanimó las peleas, la cuestión es que, al contrario que en otros encuentros entre argentinos y americanos, no hubo pelea.
La reunión había sido programada originalmente para el viernes a las cinco de la tarde. Pese a ser el inicio del shabbath judío, ni siquiera los invitados norteamericanos más observantes objetaron y se llegó a comentar que el tema era tan importante que estaba justificado asistir. Curiosamente, fue desde Buenos Aires que llegó la observación sobre el día santo y el encuentro se pospuso hasta el anochecer del sábado, gesto que a más de uno de los norteamericanos les pareció innecesario.

 

 

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