Por
Sol Alameda *
Algunos han visto en El choque de civilizaciones, el libro de Samuel
Huntington, una profecía de lo que hoy ocurre en el mundo. En 1980
usted ya hablaba de un resurgir del islamismo y decía que en el
plano ideológico, el Islam se presentaba de nuevo como una auténtica
religión de masas. ¿Qué relación hay entre
eso y lo ocurrido en Nueva York?
Hay una clara relación. El Islam es hoy una fuerza colectiva
que está en la calle con más intensidad que en los sesenta
y setenta, recuperó el espacio de la calle. Pero el islamismo es
un fenómeno complicadísimo y prefiero hablar de islamismos,
en plural, para introducir un matiz de diferenciación entre las
muchas corrientes y tendencias que hay hoy en día. Los movimientos
islamistas actuales aparecen a partir de mediados de los años sesenta
y en gran medida surgen y se desarrollan con el colapso de los movimientos
nacionalistas.
¿Después de Nasser?
Exacto. Es una verdad histórica que el colapso del panarabismo,
que fue el nacionalismo más integrador y extendido, y en menor
medida el de los distintos nacionalismos locales en los países
árabes, es contemporáneo del resurgimiento de los movimientos
islamistas. Algunos dirán que fue una coincidencia, y no lo creo.
En gran parte, y esto empieza a documentarse ahora, en el surgimiento
y el desarrollo de los movimientos islamistas participaron no diré
de una manera activa, pero sí tolerando y propiciándolos
en algunos aspectos, y siendo comprensivos en otros las potencias
occidentales y en especial Estados Unidos. Esos movimientos islamistas
se han ido fragmentando, escindiendo, y han comenzado a actuar según
su propia dinámica. El colapso del nacionalismo árabe, que
fue una ideología combatidísima, llevó al resurgimiento
de los grupos islamistas. Por terminar con un enemigo, se creó
otro que ha salido mucho más indisciplinado y menos controlable.
Cuando vio cómo se desplomaban las Torres Gemelas, ¿se
sorprendió?
Me pareció una salvajada, una barbaridad. Pero no me sorprendió
en absoluto... Porque eso o algo parecido podía suceder.
¿Quiere decir que la gente que conoce por dentro el mundo
árabe sabía que podía ocurrir algo terrible?
Yo sabía que en el mundo árabe, en los círculos
más populares y en los círculos de poder no oficial, la
capacidad de soportar estaba llegando a su límite.
Clinton estuvo hasta el último momento tratando de que se
llegara a un acuerdo entre palestinos e israelíes, también
como si se temiera algo... Bush, en cambio...
Clinton sabía, como cualquiera, que el tiempo para iniciar
posibles soluciones en Medio Oriente y sobre todo en la cuestión
palestina no es infinito. Conocía esa realidad, del mismo modo
que la administración americana sabe que, si la zona del Golfo
posee la impresionante riqueza que todos conocemos, hay otro lugar por
explotar y que es igualmente rico. Hablo de la zona del Caspio, de las
repúblicas ex soviéticas.
¿Usted piensa que esa riqueza es lo que está detrás
de todo?
Sí. No soy un politólogo, pero hay realidades que
todo el mundo puede ver. Tengo que reconocer una cosa y es que los hechos
que se produjeron en 1990 y 1991, la invasión de Kuwait y la segunda
guerra del Golfo, me impactaron terriblemente. Y me obligaron a replantearme
mi reflexión sobre el mundo árabe. Me obligaron a hacerme
preguntas.
¿Cuáles?
Por ejemplo, que el mundo árabe, a finales del siglo XX,
pasa por una situación muy parecida a la que atravesó a
comienzos de ese siglo. Es decir, es un mundo que en términos genéricos
pasa de la colonización a la neocolonización. Un mundo que,
si a principios del siglo XX tuvo que plantearse la exigencia, el reto
y el desafío de conformarse, resulta que a finales de ese siglo
se está planteando otra vez lo mismo.
¿Tal vez ahora debe conformarse con menos?
Seguramente. Tengo la sensación de que el siglo XX es un
siglo perdido para el mundo árabe. Y eso es terrible. Después
de esa segunda guerra del Golfo, pensé que había que hacer
un arabismo que fuera más allá de lo erudito. Fue una experiencia
terrible para mí, que llevó a la necesidad de buscar respuestas.
Quiero tener respuestas a lo que ha sido este siglo para el mundo árabe,
casi estéril, inútil. Es la pregunta que me hago.
Asistimos al momento álgido de la crisis. ¿Qué
piensa que puede pasar?
Que el mundo árabe se agriete aún más. El mundo
árabe es un conjunto, pero más en potencia que en acto,
más en aspiración que en realidad. En lo material, el mundo
árabe no forma un conjunto pleno, mientras que sí lo forma
en lo espiritual. Ahora corre el riesgo de agrietarse, de que se abran
fosas que sólo se insinuaban. Hay un gravísimo riesgo de
que aumente la grieta entre el Magreb y Oriente Próximo, y un serio
riesgo de que toda la zona del golfo se distancie de esa zona para mirar
al Indico. Hay un serio riesgo de que, aumentando las divergencias materiales
y reduciendo las convergencias espirituales, el fraccionamiento sea mayor.
Y esos problemas no afectarán sólo al mundo árabe...
¿Qué papel que jugaría el terrorismo? ¿Habría
más?
Hay que acabar con toda clase de terrorismo. Pero digo también
que, al mismo tiempo que se encuentran fórmulas para acabar con
el terrorismo, hay que encontrarlas para acabar con la miseria y todo
tipo de injusticias sociales. Habilitar fórmulas para evitar que
una ínfima minoría de gente viva espléndidamente
a costa de una enorme mayoría que padece los índices mayores
de miseria. Las dos cosas deben hacerse al mismo tiempo.
Pero la sociedad árabe, vista en su conjunto, es uno de los
mundos donde esas diferencias entre ricos y pobres son mayores...
Sí... Y le diré que ha sido mi propia experiencia
del mundo árabe, que conocí a comienzos de los años
cincuenta, ese mundo que va desde Marruecos hasta Irak, lo que me ha convencido
de que las diferencias internas sociales, económicas y culturales
que existían en la mayoría de los países árabes
durante los años cincuenta y sesenta eran menores que ahora. Me
temo que el mundo árabe carece de proyecto de futuro. Y eso bien
que se nota. Posiblemente, en el momento actual, el mundo árabe
tiene menos mecanismos de respuesta de los que tenía en los años
cincuenta y sesenta.
Buen caldo de cultivo para el crecimiento del fundamentalismo.
Sin duda. Como ha dicho el único Premio Nobel de Literatura
del mundo árabe, Naguib Mahfuz, con los fundamentalismos no se
terminará hasta que no se termine con la miseria.
¿En qué medida el conflicto árabe-israelí
actuó como detonante del atentado terrorista del 11 de setiembre?
Ese conflicto es la cuestión más espinosa.
¿Y la más humillante?
También la más humillante. No es la más antigua,
pero tiene suficiente antigüedad y es la más enconada, la
más dura en todos los órdenes.
Durante los años que van de los sesenta hasta hoy, ¿hasta
qué punto han ido tomando el mando los fundamentalistas en los
países árabes?
Sí. Lo han hecho. Los regímenes oficiales, los gobiernos
de los países han tratado de no enfrentarse radicalmente a los
movimientos fundamentalistas y han buscado zonas de encuentro y entendimiento
con los fundamentalistas moderados. Quienes asesinaron a Sadat en Egipto
fueron fundamentalistas y algo parecido pasó en Túnez. Claro
que los fundamentalistas son muy diferentes. Los hay muy radicalizados,
cuyo proyecto no sólo es el de transformar la política mediante
los presupuestos islámicos, sino también transformar profundamente
la sociedad, islamizándola a partir de lo que entienden por Islam.
En ese sentido no quiero decir que la instrumentalización de esos
grupos desde instancias oficiales y gubernamentales es casi imposible.
Los gobiernos buscan contactos con los fundamentalistas, una entente.
Pero cuando Arafat pidió un alto el fuego a los radicales, lo que
dijeron los periódicos es que Hamas y la Yihad Islámica
se negaban a obedecer...
No está claro lo que dirán finalmente Hamas y el Yihad
que, por cierto, es una palabra masculina en árabe. Nosotros decimos
la Yihad, en femenino, porque en Occidente pensamos que ese término
significa guerra santa y la palabra guerra es femenina.
¿Y el Yihad no es una guerra santa?
Ni mucho menos.
Hay interpretaciones acerca de si el terrorismo está justificado
en el Yihad o no. ¿Cuál es su opinión?
No hay que olvidar que existen centenares de estudios sobre el Yihad.
Hay instituciones destinadas a analizar este asunto. La realidad es que
el Islam es una religión monoteísta y, como las otras dos
que también lo son, de vocación universalista y expansiva.
Todo esto lleva a la adopción de mecanismos que consigan sus objetivos
finales. Los mecanismos, según muchos, son estrictamente de ataque;
según otros, son mecanismos de búsqueda de fórmulas
distintas a la hostilidad directa. Todo esto se encuentra en el Yihad,
estas variantes. Lo que nosotros llamamos guerra santa en
ocasiones se ha practicado por unos musulmanes contra otros. Y recuerdo
también que Yihad, lo que de verdad significa es esfuerzo.
Y en principio puede ser cualquier tipo de esfuerzo que lleve a la expansión
de la doctrina.
¿Según las circunstancias?
Sí.
¿Entonces, este acto de terrorismo se consideraría
una respuesta dentro de la normalidad?
Bien, dentro de la normalidad de lo que podría considerarse
la interpretación más abusiva y errónea de los principios
del Yihad.
¿El yihad es tan ambiguo que sirve para cualquier ocasión?
Es polémico, no ambiguo. No se puede excluir desde el principio
cualquier intento de relación pacífica; el ingrediente de
la búsqueda de lo pacífico es sustancial al Islam. Ahora,
varias de las mayores autoridades del mundo árabe han condenado
la acción de Bin Laden y han dicho que es contraria al espíritu
y al mensaje del Islam.
¿Cree que el autor ha sido Bin Laden?
Lo que me atrevo a decir es que ha sido tan bien calculado, tan
bien realizado, que no puede ser obra de un solo individuo ni de una sola
instancia. Diría que es un acto salvaje y monstruoso de una complejísima
trama. Hay aspectos... una de las cosas que me han venido extrañando
es por qué a este personaje se lo llama Bin Laden. Antes, los medios
occidentales decían Ben, y ahora, Bin. Desde luego, es lo culto;
quiero decir que como en árabe culto se dice Bin, haberlo adoptado
podría significar una expresión de mayor respeto hacia lo
árabe. Pero no, porque entonces también tendrían
que decir Ladin, en vez de Laden.
Tal vez sólo sea un error que se repite una y otra vez.
Pienso que tal vez se ha querido evitar el Ben, que remite con frecuencia
a nombres judíos. Pero es una elucubración mía.
Eso que cuentan de que Bin Laden tiene seguidores, los durmientes,
por todo el mundo, formando una especie de red de terror ¿es algo
que encaja en el mundo árabe que usted conoce?
Ha habido varios atentados atribuidos a Bin Laden. EE.UU., desde
comienzos de los noventa, lleva otorgando la casi indudable paternidad
de esos actos a este caballero. Lo que sí sabemos es que también
fue sostenido por la CIA con anterioridad.
Tal vez por conocerlo tan bien, saben que los últimos actos
terroristas encajan en su modo de pensar y de actuar...
Es posible... Desde hace años me leo al día cinco
o seis periódicos árabes y le puedo garantizar que de ese
personaje, dándole cierta relevancia, sólo he leído
a partir de mediados de los noventa. La propia prensa árabe sabe
muy poco de él. Que se lo despojó de la nacionalidad saudí,
y algunas cosas anecdóticas, como que es el séptimo hijo
de un hombre acaudalado y que está casado cuatro veces. Pero cosas
importantes no se saben. Es el típico caso de creación de
una cosa híbrida, un cruce de monstruo y leyenda.
¿Ha dicho creación?
Sí, digo creación...
¿Algo que se crea porque es útil contar con ello?
Porque justifica cualquier acción que se emprenda. Pero,
desde luego, a este tipo de cosas sólo se dedican personas muy
inteligentes.
¿Es sorprendente que aunque los fundamentalismos crecen en
la pobreza, los supuestos pilotos suicidas fueran gente preparada?
Ese es otro error... En algunos de los movimientos fundamentalistas
más radicales hay presencia clara de elementos que son profesionalmente
excepcionales. No me ha extrañado que fueran así, nada en
absoluto. Ya era sabido que los dirigentes no conocidos de muchos de estos
movimientos, los grados intermedios, son universitarios formados en los
campos de la ingeniería y la tecnología de punta. Es decir,
yo lo sabía; lo he leído y lo he visto. También se
sabe que gran parte de estas personas son gente con muy pocos conocimientos
de lo que podríamos llamar las disciplinas teológicas y
jurídicas.
¿Y eso significa que su fe escasea? Porque, entonces, ¿cómo
explicaría usted que al mismo tiempo sean capaces de morir por
ella? ¿Existe una tradición de suicidas de esta clase en
el Islam?
En algunas tendencias islámicas, como en las otras religiones
monoteístas, existe la tendencia de buscar lo que podríamos
llamar el sacrificio personal por defender una idea superior; elementos
de lo que denominaríamos la búsqueda del sacrificio en aras
de una verdad que para ellos es superior.
¿Y cree que en el acto terrorista de Nueva York, en el que
los pilotos suicidas eran de varias nacionalidades y supuestamente iban
de un país a otro, es el producto de la coincidencia de diversos
grupos árabes fundamentalistas?
Las gentes que admiran la barbaridad que ha hecho Bin Laden son
una minoría, y quienes lo rechazan son la mayoría. Luego
están aquellos que dicen: Bueno, esto lo rechazamos
y se preguntan por qué ha ocurrido y para qué. Y ese grupo
es el más digno de tener en cuenta. Yo he hablado con muchos amigos
árabes muy distintos, y nadie, ni muchísimo menos, está
por la idea de decir qué paternidad tiene esto.
Esa nebulosa dentro de la cual se mueve este asunto, junto a ese
descontento dentro del mundo árabe del que hablaba antes, un mundo
que ya no puede soportar más, ¿son datos que podrían
indicar, en su opinión, que este acto terrorista se inscribe dentro
de una lucha de civilizaciones o de religiones?
No comparto la idea de la lucha de civilizaciones. Puede haber elementos
para que algunas mentes, descarriadas desde mi punto de vista, lleguen
a esa conclusión, pero son elementos insuficientes y tergiversados.
Tampoco comparto la idea de una lucha de religiones, que me parece monstruosa,
aunque reconozco que a lo largo de la historia ha sucedido muchas veces.
Sí, hay personas que tienen la obsesión de enfrentar radicalmente
Islam y cristianismo. Y en los dos lados. Yo me niego a pensar que fatalmente
eso ocurra...
Pero si el acto terrorista contra Estados Unidos ha sido una venganza
o el resultado enloquecido de una impotencia que siente todo el mundo
árabe, sí se podría hablar de un enfrentamiento entre
dos sociedades que no se entienden, una que se siente humillada y otra
que se siente atacada.
Sí, pero eso no se plantea en términos de creación
de doctrina y civilización, sino de reacción ante hechos
materiales muy concretos. Es básicamente eso, algo que se produce
ante la imposibilidad de diálogo, pero no en términos esenciales
de incompatibilidad de civilizaciones ni dedoctrina. Yo no creo en esa
premisa. Es posible que lo crean los terroristas, igual que es posible
que dentro del medio cristiano haya quienes también lo crean. He
oído que se trata de una confrontación entre Islam y cristianismo,
o entre pobres y ricos, entre barbarie y civilización. Decir eso
es hacer terrorismo intelectual.
¿Y Occidente cómo debería hacer frente a lo
sucedido?
Analizar no es plantear totalidades. El análisis no es dar
explicaciones totalitarias, sino detalladas; pero desgraciadamente, esto
no se hace cuando se habla de temas árabes. Al hablar del mundo
árabe, no se practica el análisis. Se categoriza todo. Y
ésa no es manera de entenderse.
Manuel Castell escribía el otro día sobre redes fundamentalistas
islámicas...
Sí, claro. Introducía un elemento de pluralidad, de
exclusión y de fragmentación interna. El no dice fundamentalismo,
él habla en plural.
Parece todavía más peligroso que los entendidos hablen
en plural... Podemos pensar que hay una cantidad de grupos diversos, las
redes, todos de acuerdo en realizar acciones como las que acaban de suceder.
Además, eso también sugiere un enfrentamiento más
amplio...
Los distintos grupos pueden tener zonas porcentuales de coincidencia,
pero no de totalidad. Lo que pasa es que es muy difícil de entender.
El fenómeno es más complejo de lo que parece y, a la postre,
más peligroso. Lo complejo siempre es más peligroso.
Claro, y provoca más temor.
Tenemos que ponernos a reflexionar seriamente, tratar de entender
para llegar a conocer. Vamos a renunciar a los tópicos y los lugares
comunes. Quiero decir que nuestro esfuerzo por tratar de llegar a conocer
el mundo árabe debe ser mayor.
¿Y usted qué cree que va a pasar?
Vamos a esperar a ver dónde caen las bombas. Y a la vista
de las víctimas que se produzcan, de las cuales muchas serán
civiles, podremos seguir hablando. Le recuerdo que Beirut fue una ciudad
arrasada, pero no se ha hablado de ella ni se ha sabido cómo se
ha ido reconstruyendo... ¿Por qué tiene menos dimensión
y carga simbólica? Y Bagdad, y Basora...
* De El País de Madrid.
POR
QUE PEDRO MARTINEZ MONTAVEZ
Por
S. A.
Una
historia de amor
|
En
la Facultad de Letras tuvo la rara idea de estudiar árabe.
Y se encontró con un profesor de esos que seducen, Emilio García
Gómez. Para los 23 años, estaba tan envuelto en la lengua
del Corán que se fue a vivir a Egipto. Y allí descubrió
una realidad que lo fascinó todavía más que lo
que había leído en los libros. Desde entonces, Pedro
Martínez Montávez dedicó su vida a comprender
la cultura de los árabes.
Catedrático del Departamento de Estudios Arabes e Islámicos
y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid,
fue profesor en El Cairo y en Sevilla, y es autor de veinte libros.
Algunos son recopilaciones literarias, como Introducción a
la literatura árabe moderna y Poesía árabe actual.
Otros son ensayos: Europa islámica, Pensando en la historia
de los árabes y El reto del Islam.
Hace muchos años que este español es un arabista de
renombre internacional, pero a los 68 años reconoce que ya
está más cansado que fascinado. Uno se cansa física
e intelectualmente. El esfuerzo que uno desarrolla es mayor que la
compensación que encuentra, y que lasrespuestas... Se
queja de que ser arabista en Occidente otorga un certificado de descalificación
intelectual, lo que se une a su convicción de que saber de
lo suyo es muy difícil, cuesta tiempo y esfuerzo. Y hay
algunos, dice, que pasan por conocedores del tema con
unos conocimientos de urgencia. Para saber del mundo árabe
hay que dominar la lengua. Pero la inmensa mayoría de los supuestos
arabistas no la conoce. Y hay un menosprecio, un rencor por lo árabe
muy real. Pero si lo denuncias, corres el riesgo de que te digan quejoso,
o te envíen amenazas, como me sucede a mí. Sí,
por parte de gente situada en el tradicionalismo hispánico.
No es de ahora, con los atentados, me sucede hace mucho tiempo. |
|