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COMO ACTUARAN LOS SERVICIOS DE SEGURIDAD PARA PREVENIR NUEVOS ATAQUES
Cuando no se puede ganar, es mejor contener

Página/12 habló con tres especialistas en contraterrorismo, invitados a nuestro país para dar un seminario sobre el tema. Explican cuáles fueron las fallas de inteligencia que no se deben repetir y tocan temas como el de la infiltración y la tortura.

Por Pablo Rodríguez

No hace falta asistir a una conferencia sobre terrorismo para darse cuenta de que, después del 11 de setiembre, el problema no es apenas el que acarrean Osama bin Laden y los talibanes. Sí, quizás, haría falta prestar atención a lo que dicen expertos sobre terrorismo para delimitar mejor cuál es el problema. Página/12 habló con tres de ellos: Magnus Ranstorp, que dirige el Centro de Estudios sobre Terrorismo de la Universidad escocesa de Saint Andrews y asesora a varios gobiernos sobre el tema; el coronel (R) israelí Sami Mutsafi Barak, que trabajó durante 30 años en el sector de inteligencia del ejército de su país; y el juez francés en lo criminal y penal Jean-Louis Bruguière, consejero en Asuntos de Terrorismo de la Unión Europea. Los tres fueron invitados a nuestro país por la organización internacional de seguridad e inteligencia SIA (Security and Intelligence Advising). Ranstorp y Mutsafi –consultor de SIA– ofrecieron charlas la semana pasada en un seminario organizado por la Universidad Católica Argentina. Ranstorp advierte antes de las preguntas: “Esta guerra no se puede ganar, tan sólo se puede contener”.
Tratándose de una conferencia sobre seguridad, quizás era de esperar un ambiente de hombres forzudos, anteojos negros y miradas vigilantes. Pero la gente que circulaba de aquí para allá, entre seminario y seminario, no parecía demasiado preocupada por el mismo tema que los reunía. En el caso de Mutsafi y Ranstorp, el desenfado para hacer bromas sobre el mismo asunto del que hablan seriamente era notorio. Pero cuando llegó Bruguière, la realidad empezó a parecerse a la caricatura. Entró casi sin saludar y su sequedad parecía mayor a la de su ser francés. Lo rodearon dos personas más dos guardaespaldas. Miraba al lente del fotógrafo como si fuera su último instante de vida, aunque los agentes habían revisado todo. Es que Bruguière sufrió tres atentados, según dice uno de los que revisó el equipo del fotógrafo, “y le dijeron que el cuarto sería fuera de su país”.

El problema es Brasil
De lejos, Ranstorp es el que más habla. A cualquier repregunta, amplía la respuesta sin reparar en el reloj, que le indica que se tiene que ir. Así es como Ranstorp se toma su tiempo para hablar de nuestro país, de Brasil, Paraguay y el famoso tema de la Triple Frontera. “Argentina está haciendo un buen trabajo en el control de la Triple Frontera y lo que pasó después del 11 de setiembre está siendo una buena oportunidad para ajustar la seguridad en esta zona. El problema real es Paraguay. O incluso Brasil. Hay conexiones entre la red de Al Qaeda y lo que ocurre en la Triple Frontera, que por otra parte es una gran zona de contrabando, donde se puede conseguir cualquier cosa. Allí hay que actuar antes de que ocurra algo y los argentinos, saben muy bien cuáles son las consecuencias de no actuar”. Aunque no quiere decir más sobre estas conexiones, agrega lo que sabe sobre Brasil. “Hay información de que en el Amazonas brasileño hay miembros de Al Qaeda, comunicados con Afganistán y Pakistán”.

Infiltrar o no infiltrar
Que Mutsafi, Ranstorp y Bruguière ponderen todo lo que cambió en el mundo después del 11 de setiembre, se explica porque ahora se puso en el primer plano, en la máxima importancia, lo que ellos hacen: inteligencia. Los tres están de acuerdo en que las tareas de inteligencia ya no sean sino mundiales y que el éxito mismo de la inteligencia para prevenir nuevos atentados dependerá casi exclusivamente en la cooperación en información a nivel mundial. Mutsafi, cuyos años de militar permitió conocer de cerca a organizaciones como Hamas, Jihad Islámica y Gamaa Islamiya, pone el dedo en Europa. “Hasta ayer, Europa era un conjunto de Estados y ahora, en materia de seguridad, es casi un sólo Estado. Una persona puede entrar en Grecia y pasar por varios países sin pasar por un chequeo de frontera siquiera una vez. Varios de los que cometieron losatentados venían de Alemania. Por lo cual, no sólo Estados Unidos, sino sobre todo la Unión Europea, se dio cuenta de lo vulnerable que es. Ambos deben trabajar muy cerca de Rusia, que es la llave entre Europa y Asia, y que tiene experiencia en antiterrorismo”. Bruguière, asesor de la Unión Europea, acepta algunos problemas de lo que se conoce como “el espacio Schengen”, y que permite a las personas dentro de la Unión Europea moverse sin pasar por controles fronterizos. “Los estados del espacio Schengen se están planteando ahora la urgencia de nuevos tratados para lograr arrestos y extradiciones inmediatas entre ellos, y vamos a lograrlo rápidamente”.
El problema es que las tareas de inteligencia, de hecho, fallaron groseramente para permitir el 11 de setiembre. ¿Cuál es la garantía de que esto no vuelva a pasar? Mutsafi y Ranstorp coinciden en que el principal error de los organismos de inteligencia fue concentrarse en los métodos electrónicos de vigilancia y no en los métodos más “humanos”, como la infiltración. Ambos evocan el fetichismo tecnológico de los servicios de seguridad para explicar cómo puede ser que Al Qaeda, la organización de Bin Laden, funcione cuando hace años que es objeto de seguimientos. Mutsafi aclara que no quiere criticar demasiado a la CIA. “Es mucho más difícil infiltrar a una organización como Al Qaida que hacerlo con el IRA norirlandés, con el Hezbolá libanés, con organizaciones palestinas como Hamas y Jihad Islámica. Eso no quiere decir que sea imposible”. Ranstorp no tiene tantas reservas. “Aquí hubo un fracaso abierto de los servicios de inteligencia occidentales. Siguen pensando con una mentalidad propia de la Guerra Fría. La tercera generación de mujaidines infiltraron a las sociedades occidentales en un modo que no es el de una guerrilla”.
O sea: los terroristas pueden infiltrar pero no ser infiltrados. “Infiltrar a Al Qaeda –continúa Ranstorp– no tiene ningún sentido. Ya no tendría eficacia y no hay gente preparada para esto. Estados Unidos tiene una enorme burocracia de contraterrorismo, pero no hay coordinación, no hay una agencia que lidere la recolección de información, de hecho hay disputas fuertísimas, y entonces el resultado es que el contraterrorismo no funciona. Eso sí se puede mejorar. Otra cosa que se puede mejorar es el conocimiento de sociedades, como las musulmanas, donde hay caldo para el terrorismo. No puede ser que ahora, para algo tan básico como interrogar a los sospechosos, los agentes necesiten traductores”, aclara Ranstorp lanzando una mirada cómplice a la traductora María Eugenia Mahiques.
Mutsafi también confía en una mejora en la coordinación de inteligencia. “Supongamos que en una ciudad argentina hay una célula terrorista dormida, dispersa entre los ciudadanos. El trabajo de inteligencia se limita a controlar los movimientos de la zona, sin saber en principio quiénes integran la célula. Supongamos que en esa ciudad llega una persona conectada a esa célula. Fortalecidos los controles de entrada, habiendo intercambiado información con servicios de otros países, se puede saber quién es el que entró. Y de allí se puede identificarse a la célula. Si una de las patas se afloja, le quita efectividad a la otra”. Bruguière, respondiendo a su inscripción institucional, prefiere darle protagonismo a las leyes. “Van a haber avances concretos en materia de derecho internacional para poder reglar estos problemas que, aunque no son nuevos, se amplificaron de un modo tal que requiere nuevas regulaciones. No es imposible. No sólo con armas concretas se hace esta guerra. El arsenal jurídico es imprescindible, pero no podrá poner a punto mientras las leyes de seguridad sigan teniendo un concepto meramente nacional”.

Y mañana qué
Entonces: no hace falta infiltrar para impedir nuevos atentados terroristas. Por ejemplo: se puede acabar con la red de campamentos terroristas de Al Qaeda en Afganistán, uno de los objetivos declarados de la ofensiva militar anglonorteamericana es. “Evidentemente, hay varias operaciones secretas de inteligencia en Afganistán de las cuales no sabemos nada por razones obvias, y si las supiera tampoco las diría. Creoque varios de los miles de refugiados que están saliendo de Afganistán son miembros de Al Qaeda que conocen muy bien Pakistán y que tienen como volver a operar allí. En cuanto a asfixiar a Al Qaeda dentro de Afganistán, la organización tiene de 3500 a 4000 miembros en varias partes del mundo. Hay 40.000 mujaidines repartidos en Chechenia, Uzbekistán, etc, que pueden ser auxiliares de Al Qaeda en cualquier momento. Esto es un inmenso pantano, que tiene varias dimensiones y es muy profundo. Por poner un ejemplo, hay un mercado negro de armas nucleares en Sudán y en otras partes. Las armas de destrucción masiva se comercian en varias zonas del mundo”, explica Ranstorp. “Teniendo en cuenta los problemas de Occidente con el Islam, es obvio decir que los servicios occidentales fueron negligente al no preparar personas compenetradas con la cultura y la mentalidad musulmana”, señala Mutsafi. “La verdad es que el tipo de acción militar que está realizando Estados Unidos en Afganistán debe terminar lo más pronto posible. Es cierto que se necesita para terminar con los talibanes que protegen a Bin Laden, pero éste no es el modo en el que se desmantelará Al Qaeda y sólo lleva más inestabilidad a países, como Pakistán, que pueden ser terreno del terrorismo”.
Así, en el diálogo, Mutsafi y Ranstorp se deslizan hacia un tema que no les compete directamente pero sí los compromete prácticamente: cómo manejar la política exterior, sobre todo la norteamericana, de ahora en adelante. Bruguière prefiere no opinar. Mutsafi, no demasiado. Ranstorp, fiel a su estilo, se lanza. “La postura norteamericana de la posguerra fría, la de Clinton, fue básicamente defensiva, más allá de los esfuerzos diplomáticos que encabezó, y la mejor prueba son los bombardeos en Afganistán que siguieron en 1998 a los atentados a los atentados en las embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania. Parece evidente que Estados Unidos debe cambiar parte de su política exterior, y esto es algo que tiene que ver con la inteligencia. El trabajo de inteligencia sería mucho más eficaz, y mucho más fácil, si las condiciones políticas fueran menos favorables a la aparición de los Bin Laden. Contraatacar en un territorio puntual por un ataque puntual no es una buena estrategia. Lo que se destruye en Afganistán será reconstruido en otro lado”.

La tortura, ese problema
Gran parte del servicio de inteligencia, se sabe, es non sancto. En el gobierno y los medios de prensa norteamericanos, el tabú sobre algo que se sabe que existe ya se rompió: el Imperio quiere reivindicar la tortura como uno de los mejores mecanismos de inteligencia para prevenir futuros atentados. Ranstorp se para en seco: “Yo estoy en contra de la tortura bajo cualquier circunstancia. Y esto va más allá de una posición principista, que por supuesto es lo que debe primar. Este tema de la lucha contra el terrorismo no debe confundirse con el cercenamiento de las libertades civiles, porque directamente es contraproducente. Hasta ahora, los interrogadores se han visto con sujetos que saben cómo manejarse en situaciones difíciles, que son hábiles y que fueron preparados por Al Qaeda en dar información falsa”. Mutsafi ofrece otra posición, mucho más inquietante. “Supongamos que se detiene a un terrorista que sabe que está por cometerse un atentado. ¿Qué se debe privilegiar, los derechos del detenido o la vida de las personas que morirán en el atentado?”. ¿Entonces está justificando la tortura? “No. El gobierno israelí encontró un equilibrio entre la seguridad y el respeto a las libertades civiles. Se trata de interrogatorios difíciles, pero no de tortura. Entiendo la sensibilidad que existe sobre este tema, pero una cosa es discutir en teoría y otro actuar en la práctica. Y en Israel hace años que tenemos que resolver las cosas en la práctica”.

 

 

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