Por
Silvina Friera
El
año pasado se realizó una singular experiencia, Nueve, en
la que varios dramaturgos eligieron a distintos directores para estrenar
sus textos. Ahora, un puñado de directores, encabezados por Gabriela
Fiore, Roberto Saiz, Héctor Levy-Daniel, Clara Pando, Mónica
Scandizzo, Marcelo Mangone, Florencia Bendersky, Alejandra Ciurlanti y
Luis Roffman, apostaron a continuar ese camino de experimentación
teatral, pero esta vez con el eje puesto en la dirección. Nueve
directores hacen, auspiciado por Argentores y el Instituto Nacional de
Teatro, es una propuesta colectiva que apunta a llevar a escena piezas
breves que, si bien conservan su autonomía, son concebidas como
un eslabón necesario de la totalidad del proyecto.
Cambiamos la perspectiva del autor por la del director. La idea
es que esta experiencia no se anquilose, que pueda dinamizarse permanentemente
sin repetirse, explica Levy-Daniel, alma pater del ciclo y responsable
de La durmiente, de Ariel Barchilón. La única manera
de resistir es haciendo, sumando voluntades con la mayor humildad posible.
Es una proeza que nueve personas que nos dedicamos a lo mismo, pero que
tenemos estéticas y maneras de pensar diferentes, hayamos podido
apuntalar el ciclo, sostiene Mangone, que dirige Carne foránea
en estado de descomposición, del debutante Diego Pereira.
Para Roffman, director de Sin zapatos de taco aguja, de Bernardo Cappa,
la propuesta en sí misma representa un desafío. Los
directores somos, a veces, los grandes individualistas del teatro, por
ese lugar de poder final que detentamos. Lo interesante es ver cómo
hacemos para congeniar acostumbrados a ser los decisores finales de la
puesta, señala Roffman. Lo colectivo implica un gran
ejercicio de tolerancia, no sólo desde la estética, sino
desde la convivencia. Uno puede disentir absolutamente con lo que otro
colega hace, pero forma parte del ciclo y entonces se lo defiende desde
ese lugar. No pretendemos la homogeneidad estética. Al contrario,
defendemos la heterogeneidad y apelamos a la tolerancia, aclara
Levy-Daniel en la entrevista con Página/12.
En un momento económico muy complicado para el país,
hay un grupo de gente que trabaja a pulmón para defender la actividad
teatral, acota Pando, directora de Ave del paraíso, de Adriana
Tursi. Las nueve obras del ciclo, seleccionadas entre los 100 textos que
enviaron los autores, se presentan en tríos alternados los viernes
y sábados a las 22 y los domingos a las 20.30 en el IFT (Boulogne
Sur Mer 547). Además de Pando, Roffman, Mangone y Levy-Daniel,
participan el director Roberto Saiz (Arostegui, de Luis Sáez) y
las directoras Gabriela Fiore (El sol en la cara, de Fernando García
Lao), Mónica Scandizzo (La boca amordazada, de Patricia Zangaro),
Mariana Trajtenberg (Feliz en tu día, de Florencia Bendersky) y
Graciela Salas (Secuestro, de Alejandra Ciurlanti).
¿Las obras cortas permiten más la investigación
y experimentación escénica?
Mangone: La complejidad entre una obra breve y larga es muy diferente.
En el caso del formato breve, hay que generar una resolución de
relato en un tiempo reducido (no más de 25 minutos), al que uno
no está acostumbrado. En mi caso, me permití buscar y arriesgarme
más porque estaba cuidado por mis compañeros.
Levy-Daniel: Poner una obra no significa traducirla directamente
a la escena sino buscar, experimentar, tratar de encontrar cuál
es el mejor lenguaje que sirve para expresar lo que uno tiene en mente.
No concibo la puesta sin experimentar, sin investigar.
Roffman: Uno elige una obra porque le produce algo. Pero no siempre
lo que produce es amor o fascinación. A veces provoca esa sensación
de que no tenés idea cómo se hace y por eso justamente la
querés llevar a escena: para investigar, jugar y divertirse un
poco.
En cinco de las nueve obras, está presente el tema de la
muerte...
Pando: Me sigo preguntando qué voy a dirigir después
de lo que pasó el 11 de setiembre. En ese momento yo tenía
en cartel La partida de caza, de Thomas Bernhardt. A pesar de que sus
textos demuestran la decadencia de la condición humana, a partir
del atentado me da la sensación de que todo quedó bastante
envejecido.
Roffman: La muerte es algo con lo que convive el ser humano desde
todos los tiempos. En el ciclo aparece tanta muerte porque los argentinos
por lo que nos pasó en los 70 estamos muy cruzados
por este tema. Sin duda el arte va a estar mucho más influido por
todo esto. Cuanto peor les va a los seres humanos, mejor les van
a los artistas, dicen. Creo que vamos a ser protagonistas de una
época de cambio, que vamos a ver un arte muy diferente.
Obras
y explicaciones
Luis
Roffman: Sin zapatos taco aguja, de Bernardo Cappa. Hice dos
puestas diferentes: trabajé con un lenguaje actoral más
abstracto en un caso y sobre un lenguaje más naturalista en
el otro. Es una reflexión sobre el ser argentino, una persona
que se ganó la Grande y, como millonario, piensa que se va
convertir en un dramaturgo de moda. Hay un planteo intrínseco
acerca de lo que es escribir teatro en la actualidad.
Clara Pando: Ave del paraíso, de Adriana Tursi. El tema
está vinculado con la relación poder/víctima.
El perfil de los personajes me gustaron: uno ejerce tanto poder que
incluso puede matar sin escrúpulos y el otro está muy
empobrecido, sin ninguna capacidad.
Héctor Levy-Daniel: La durmiente, de Ariel Barchilón.
Descubrí que había un doble eje: la diversión
que los personajes producen y la investigación sobre la belleza.
El tema de la obra es el despojamiento. La muerte está muy
presente en mis obras. En este texto me di la oportunidad de escaparme
de mí mismo.
Marcelo Mangone: Carne foránea en estado de descomposición,
de Diego Pereira. Maneja un lenguaje simple y cinematográfico.
Habla del deterioro de los vínculos desde la putrefacción,
básicamente como consecuencia de la problemática económica. |
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