Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


EL REPRESOR CARLOS BARDA FUE DETENIDO EN MAR DEL PLATA
Justicia por muy pocas horas

Al negarse a declarar en el Juicio por la Verdad en Mar del Plata, el coronel retirado Carlos Alberto Barda quedó detenido. Era el responsable de los centros de detención. El juez Robbio lo liberó.

Por Victoria Ginzberg

El coronel retirado del Ejército, Carlos Alberto Barda, ex jefe de subzona 15, y amo y señor de Mar del Plata y sus alrededores durante la última dictadura, fue detenido ayer por el Tribunal Oral de la ciudad balnearia. Pero sólo estuvo preso unas horas, hasta que el juez Mario Arturo Robbio lo dejó en libertad. El coronel se negó a declarar en el Juicio por la Verdad, los magistrados del Tribunal Oral lo arrestaron por “desobediencia” y su arrogancia hizo que se ligara una cachetada de Eleonora Alais, cuyo padre está desaparecido. La firma de Barda figura en un escrito en el que reconoce el asesinato de Jorge Candeloro, uno de los abogados secuestrados en la “Noche de las Corbatas”.
Barda entró a la sala de audiencia con el pecho inflado, dirigió una mirada al público –en la primera fila estaban las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo con sus pañuelos blancos– y se sentó ante los magistrados Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra. Luego de dar sus datos personales, se dirigió a Falcone y expresó: “Señor presidente, me niego a declarar”. El juez le indicó que no podía rehusarse a ser interrogado porque no debía contestar sobre él sino sobre la actuación de terceros. Pero el hombre no cambió su postura. Los magistrados ordenaron su arresto y lo pusieron a disponibilidad del juez Robbio, que estaba de turno y que a las pocas horas lo dejó libre. En los pasillos de los tribunales marplatenses estaban sorprendidos por la rapidez del magistrado y recordaban que “llegó a su cargo por sus vínculos con los militares” y que “su hermano fue un subordinado de Barda”.
Por la mañana, mientras el coronel salía custodiado de la sala, Eleonora Alais le gritó asesino y llegó a pegarle una cachetada (ver aparte). Barda quedó detenido en la alcaidía de los tribunales, de donde iba a ser trasladado a la delegación local de la Policía Federal, aunque el coronel retirado prefería que lo llevaran a una dependencia militar.
Al negarse a testimoniar, el militar citó un fallo en el que el año pasado la sala IV de la Cámara de Casación Penal dispuso, ante quejas presentadas en Bahía Blanca, que los militares que sean llamados a declarar en los juicios en los que se investiga el destino de los desaparecidos no sean obligados a comprometerse a decir la verdad. Pero el tribunal bahiense no reconoció la competencia de Casación, ya que interpretó que el verdadero propósito de los jueces Gustavo Hornos, Amelia Berraz de Vidal y Ana María de Durañona y Vedia era paralizar el Juicio por la Verdad.
Como jefe de la subzona 15, Barda fue responsable de los centros clandestinos de Mar del Plata, que funcionaban en la Base Naval, la Base Aérea, la comisaría 4ª, el destacamento de Batán y la Escuela de Suboficiales de Infantería del Mar. Fue procesado por diez delitos pero la Corte Suprema de Justicia lo desprocesó el 21 de junio de 1988 por aplicación de la ley de Punto Final. Hace dos semanas, el tribunal oral había ordenado su captura porque el militar se había mudado “sorpresivamente” el día en que debía ser notificado de su citación. Los jueces sospecharon de su actitud y dispusieron su “inmediato arresto” debido a que existía “temor fundado de que se oculte, fugue o ausente”. Finalmente, Barda tuvo que presentarse ante los magistrados que fijaron su citación para ayer.
Uno de los casos sobre los que Barda debía responder es el de la “Noche de las Corbatas”, en la que fue secuestrado un grupo de abogados marplatenses. La firma del militar figura en un escrito en el que reconoce el asesinato de Jorge Candeloro, uno de los letrados desaparecidos.
El 30 de septiembre de 1977 Barda, jefe de la Agrupación de Artillería de Defensa, contestó un oficio judicial que le había enviado el juez en lo penal Federico Hooft sobre la desaparición de Candeloro y su mujer, Marta García. La respuesta del militar, en un papel que lleva el sello de “secreto” fue: “que mientras se realizaba un operativo contra la banda de delincuentes subversivos PRT-ERP, el 28 de junio de 1977 en esta ciudadfue abatido el DS Jorge Candeloro en circunstancias que aprovechando un desperfecto del vehículo que lo conduce y la oscuridad reinante trató de huir sin respetar las voces de alto dadas por el personal de custodia”.
Los hechos no sucedieron exactamente como los narró Barda. Candeloro y su mujer fueron secuestrados el 13 de junio de 1977 en Neuquén y llevados a “La Cueva”, un centro clandestino ubicado cerca de la base aérea de Mar del Plata. Allí también fueron conducidos a principios de julio los abogados Norberto Oscar Centeno, Raúl Alais, Salvador Arestín, Carlos Bossi, Camilo Ricci y Tomás Fresnedas y su esposa embarazada.
En “La Cueva”, Marta García escuchó una noche los gritos de su marido mientras lo torturaban, hasta que después de un alarido la voz no se volvió a percibir. La mujer –que fue liberada seis meses después– sólo supo en el ‘80 que existía la contestación de Barda al juez Hooft. Del resto de los abogados, Ricci fue liberado a las pocas horas y Bossi apareció con vida días más tarde en el baúl del auto de Centeno, quien fue hallado asesinado. El resto continúa desaparecido.

“Le encajé un bollo”

Por V.G

“Estaba con mi marido y otros chicos de HIJOS, vi su reacción y me agarró un veneno... fui, me metí entre los policías y le encajé un bollo, a mucha honra”. Eleonora Alais describió así el momento en el que le pegó una cachetada al coronel retirado del Ejército Carlos Alberto Barda, luego de que el militar se negara a declarar en el juicio por la Verdad de Mar del Plata. “En el momento fue como una catarsis, no pensé mucho, pero me dio un placer enorme”, narró a Página/12 la mujer que hizo realidad el deseo de casi todos los que estaban en la sala. Eleonora hizo algo simple. Se acercó, le dijo asesino de cerca y le pegó. No fue algo premeditado ni lo dejó lastimado, al menos en la piel. Fue una cachetada a la impunidad, que logró que el hombre no saliera con la arrogancia que intentó trasmitir al entrar. “Creo que se asustó, pero no por el cachetazo sino porque no esperaba encontrarse con los organismos, con las Abuelas que estaban en primera fila. Es que es una indignación, saber que dio la orden para que maten a tu viejo y está ahí como si nada”, dijo Eleonora.

 

 

 

PRINCIPAL