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EL TALLER DE RODIN SEGUN EDUARDO SCHIAFFINO
En la casa de un tal Rodin

Junto con la muestra de Rodin en Buenos Aires se editó un excelente libro que investiga la relación entre el escultor y esta ciudad. Un buen relato de un pintor contemporáneo.

Por Eduardo Schiaffino *

El maestro se ha instalado definitivamente sobre las alturas de Meudon realizando así el problema de vivir cerca de París y en pleno desierto. El ferrocarril de los Inválidos a Versailles lo lleva en veinte minutos de la metrópoli a su Tebaida artística.
Sin duda ha querido poner su labor al abrigo de los admiradores de ambos sexos, entre quienes se cuentan grupos de anglosajones pertinaces, que inscriben en la guía “Rodin y la Torre Eiffel”, como los dos más altos picos de Francia.
El automóvil que nos lleva corta la plaza de la Concordia, cruza el bosque de Boulogne, corre por la margen del Sena y atraviesa un puente; el chauffer que lo guía ignora la dirección pero se empecina en no preguntarla; ora se precipita por agrestes sendas, solitarias y deliciosas, ora trepa una cuesta para bajar otra, y semejante a una devanadora va tejiendo las eses del prolongado camino; cuando ya creemos estar encima, damos con baquiano que nos desengaña; ¡hay que descender de nuevo, para volver a subir más lejos!
Al fin, pasamos el sendero de las Doncellas, la calle de los Arroyitos y enhebramos la avenida Paul Bert.
Una tranquera pintada de blanco en la estrecha avenida recién apisonada, accesible apenas a los automóviles, conduce por una estrecha calle de árboles al chalet del maestro; al agrio repique de una campanilla de tracción, tres perros encadenados y somnolientos se desperezan y ladran; un jardinero inquiere mientras por una ventana asoma la amplia cabeza encanecida del Moisés de Miguel Angel, bajo cuyos rasgos simbólicos ha vuelto a renacer entre nosotros el genio de la estatuaria. Con tardo paso el maestro, robusto y sanguíneo, nos viene al encuentro; afable se descubre, y sonríe bondadoso, entornando los ojos; nos da la bienvenida dulcemente, con una voz tan suave, apenas perceptible, que no es la voz del ogro sino la de su alma cristalina. Siempre sonriendo, nos previene que tengamos cuidado con los cisnes; en efecto, dos magníficas aves avanzan turbulentas, decorativamente hostiles, con grandes aletazos, y su presencia encuadra en la nota ática del ambiente; ganamos el gran taller entre numerosos torsos mutilados de estatuas griegas y romanas, que Rodin recibe directamente de las excavaciones: “¡Mirad qué hermoso vientre!”, dice el maestro con los ojos cerrados.
La conchilla rechina bajo los pies; subimos tres escalones y nos hallamos en un peristilo que da acceso al inmenso taller; por una puerta abierta sobre el paisaje se atraviesa la ramazón tenue de un álamo blanco; a la distancia platean las aguas del Sena, entre el humo lejano del las fábricas y las bruma azulada del espacio. Se nos escapa una exclamación: ¡Qué hermosura, maestro, es una instalación digna de Fidias o de Rodin!
Penetramos al hall, transparente como un fanal, y la infinita blancura de aquel pueblo de estatuas que gesticula en silencio, nos sobrecoge y embarga. La Eva –que conocimos en bronce– vuelve a surgir del suelo renacida en piedra y con gesto friolento abriga en sus brazos la maternidad del vientre, cuya piel vibra recorrida por ondas nerviosas. Milagroso artista, que soplas aliento de vida al mineral inerte, ¡cómo difieren tus obras portentosas de las otras obras! ¡Cuál es tu secreto para envolver los cuerpos en el cutis luminoso que aprisiona la forma y transparenta la savia circulante, la sangre incolora de los inmortales!
El Pensador, todo blanco; formidable Prometeo hiperboreal parece el genio del ventisquero; alud que piensa antes de desplomarse.
El Balzac, monolítico e informe, erguido como un dolmen en la planicie desierta, vierte un desdén supremo por la comisura crispada del labio bajo el bigote en riestra.
Efigie inolvidable del prodigioso autor de la Comedia Humana, hecha de altivez mental y de energía; mole de voluntad consagrada a un genio.
Un burgués de Calais, lamentable y heroico se dirige solitario al sacrificio, llevando en las manos la llave de la ciudad; los pies desnudos y nudosos arraigan en el suelo ingrato, renovando el paso, para recordar los halagos de la existencia que allí concluye.
Después que los titanes han absorbido la atención, el ojo se acomoda a las dimensiones reconocidas y percibe numerosas personificaciones surgiendo de los bloques apenas desbastados; en pos de la tragedia épica, viene el ciclo de los grandes apasionados; el drama del Gólgota sollozando por Magdalena: la pecadora envuelve en su cabellera profusa la desnudez de Cristo, cuya faz de angustia domina el esplendor de la lujuriosa grupa audazmente libre, mientras los brazos del supliciado redimen el pecado del mundo.
Aquí se imprime como indeleble sello la sensualidad rodininana, sobre todas las creaciones; el mármol inmaculado y luminoso, ondula bajo los dedos de Rodin en inflexiones voluptuosas: Romeo de pie, sobre el balcón de Verona no puede desprenderse de Julieta; Amor anuda sus juveniles cuerpos, realiza el grupo simbólico de la pasión carnal.
“El eterno ídolo” es la síntesis más poderosa de la adoración sensual.
Un hombre se arrodilla como adormecido por el eterno filtro ante la mujer amada que yergue su torso desnudo y se repliega; sus manos se alejan del divino cuerpo trémulas de religioso respeto mientras su rostro se aproxima con gesto de orante y ella se resigna oferente y retraída a un tiempo mismo; la mano juega distraída con su pie desnudo, con el gesto infantil correspondiente al rostro, ligeramente mestizado como el de la hembra sin mentalidad nacida para el amor.
Paolo y Francesca estrechamente unidos apuran con sus labios el hechizo que ha de mantenerles eternamente juntos a través de las edades hasta formar en el cielo dantesco la más hermosa constelación del pecado de amor por la muerte.
El maestro sigue con visible interés esta minuciosa visita y parece confirmar en los reiterados choques de emoción estética que recibimos, la seguridad de su instinto creador de belleza. Con pausada frase, apenas perceptible, comenta su obra. Delante de El Pensador nos dice: “He querido hacer junto con el hombre de pensamiento, el hombre fuerte listo para la acción”.
* Manuscrito de Schiaffino, escrito hacia 1906, año de su viaje a Europa, cuando el pintor iba en misión oficial a comprar obras para el MNBA y para espacios públicos. El texto forma parte del libro Rodin en Buenos Aires, una completa investigación (208 páginas de textos y fotos) editada por la Fundación Antorchas en consonancia con la exposición que se presenta en Bellas Artes (Libertador 1473) hasta el 2 de diciembre.

Inauguran en la semana

- Los artistas rosarinos Mabel Temporelli, Marisa Gallo, Fernando Traverso y Eduardo Sapera, instalaciones, el jueves 15, en el Espacio Ojo al País del Centro Borges, Viamonte y San Martín.
- Marco Paulo Rolla, artista brasileño, mañana, en el Centro de Estudios Brasileños, Esmeralda 965. El jueves inaugura en el Espacio Duplus, Bustamante 750.
- Toni Puig Picart, conferencia pública y presentación de su libro Se acabó la diversión, editado por el Centro Rojas, mañana a las 20 en el Rojas, Corrientes 2038.
- Marcelo Brodsky, “Nexo”, mañana en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
- Guillermo Iuso, instalación, el sábado 17, de 16 a 24 hs., en Braga Menéndez/Schuster, Darwin 1154, Sector A, Loft 1 “C”.

Un premio para Marín

Matilde Marin ganó uno de los tres premios que se otorgaron en la VII Bienal Internacional de Cuenca, que se desarrolla en la homónima ciudad mexicana, por su obra “Itinerarios”, una suite de 37 fotografías tomadas entre 1993 y 2001. Ciento setenta artistas participan en la Bienal que se desarrolla bajo el lema “Globalización, nomadismo e identidad” desde el 2 de noviembre hasta el 25 de enero. La artista representa a la Argentina junto a Liliana Porter, Luis Wells, Remo Bianchedi y Juan Andrés Videla, seleccionados para ello por la crítica de arte Irma Arestizábal –de la Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina–, curadora del envío argentino.

Muestra por Favaloro

Hoy y mañana se puede ver la muestra “Pintura argentina, artistas contemporáneos”, que la Fundación Favaloro y el Club de Leones de Olivos organiza en el Museo de Bellas Artes, con la participan de 34 pintores seleccionados por Jorge Glusberg que donaron sus obras. El jueves 15, a las 18.30, en los salones Alvear Palace Hotel se realizará la venta de las obras, organizada por el galerista Osvaldo González Centoira. Lo recaudado será a beneficio de la Fundación Favaloro y de las escuelas rurales apadrinadas por el Club de Leones de Olivos. Son de la partida Alvaro, Antoniadis, Aslan, Ballesteros, Bedel, Burton, Carletti, Doffo, Dowek, Eckell, Elía y otros. Por más información: 4378-1200 ó 4378-1300.

 

 

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