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DINAR LINEAS AEREAS

BULLRICH SE FUE DEL GOBIERNO, CRITICANDO AL PRESIDENTE
Sobre llovido, portazo de la Piba

La única mujer ministra presentó su renuncia en gabinete. El Presidente la aceptó de inmediato. Los motivos: las decisiones recientes en materia de política social. La salida de una incondicional de Fernando de la Rúa ocurre en un momento de gran debilidad del Gobierno.

Por Fernando Cibeira

Una de las caras más conocidas de la gestión de Fernando de la Rúa, la ministra de Seguridad Social, Patricia Bullrich, renunció ayer a su cargo luego de perder una pulseada por los fondos que venía reclamando para poner en marcha la Agencia Social. Con su gobierno inmerso en una crisis política, económica y social de la que no encuentra salida, el Presidente puso al ministro de Trabajo, José Dumón, interinamente a cargo de la cartera de Bullrich y partió a Alemania en visita de Estado. Para su vuelta ordenó tener listo un informe sobre los recursos que se necesitan para lanzar la Agencia. También tratará de volver con el nombre del nuevo ministro, de manera de poner la casa en orden. Pero –ya a esta altura se podría anticipar– seguro que para cuando ponga un pie en Buenos Aires habrá algún otro problema en puerta, cuestión de no romper la racha.
Para este Gobierno conseguir guardar en tesorería algún logro político aunque sea unas horas es una quimera. De la Rúa volvió de la entrevista con George Bush sintiéndose fortalecido y con ganas de solucionar los problemas más urgentes que mantienen su administración paralizada. Por ejemplo, el acuerdo con los gobernadores peronistas o retener la presidencia provisional del Senado para la UCR. Pero, como suele sucederle, se topó con obstáculos nuevos e insospechados.
Por ejemplo, el mal paso de Domingo Cavallo que había viajado a Nueva York con la esperanza de participar del encuentro con Bush, pero el propio De la Rúa se lo impidió, debilitándolo. Tal vez más inesperada le resultó la irrupción de Bullrich, quien decidió llevar a los medios su pelea con Dumón y el ministro de Desarrollo Social, Daniel Sartor, por los recursos asistenciales. En total, se trata de unos 2700 millones que Bullrich pretendía acaparar para poner en marcha su plan “revolucionario” de asistencia familiar. Los otros dos ministros –radicales y de más bajo perfil– no salieron a contestarle, pero silenciosamente consiguieron retener la mayor parte del presupuesto original de sus carteras.
Bullrich comenzó a levantar presión el fin de semana y llevó la discusión a punto caramelo el lunes. Anticipó que si no le daban lo que quería renunciaría porque no tenía sentido mantener dos estructuras burocráticas iguales. Se refería a Desarrollo Social, ministerio que entendía tenía que desaparecer, deglutido por la nueva Agencia. Como podía suponerse, en la Rosada, el avance de Bullrich sobre De la Rúa generó fastidio. “Acá no hay que hacer marketing”, respondió un allegado al Presidente esa noche. Para el entorno presidencial, la actitud de Bullrich de colocar al Presidente entre la espada y la pared era imperdonable.
Con el ultimátum, la reunión de gabinete de ayer se tornó decisiva. La primera parte del encuentro la protagonizó Cavallo con detalles sobre la marcha del canje de la deuda. Luego, el Presidente convocó a un minigabinete para discutir el tema social. Se sentaron alrededor de la mesa Bullrich, Dumón, Sartor, el ministro de Educación, Andrés Delich, y el de Salud, Héctor Lombardo. La discusión fue la misma de siempre. Cada ministro defendió que se mantuvieran los recursos para planes de su cartera. Bullrich insistió en que si no le pasaban todo, su Agencia nunca podría ponerse en práctica. De la Rúa convocó a Bullrich a un aparte. Le dijo que cediera algo para que todos pudieran ponerse de acuerdo. Pero su gestión sobre una de sus funcionarias más leales no tuvo el efecto esperado. Bullrich ni siquiera volvió a sentarse a la mesa y ahí mismo anunció su renuncia. “Me sentiría muy mal si estuviese ocupando un cargo donde se están duplicando funciones”, dijo antes de salir de la Rosada.
Luego de la reunión, el Presidente se acercó sonriente al micrófono que tiene siempre disponible en el Salón de Bustos. “La ministra ha presentado la renuncia y la he aceptado. Es una decisión para asegurar la cohesión y mayor eficacia en las reformas que habíamos resuelto dentro de la estructura ministerial”, intentó explicar. De ahí salió rumbo a Alemania y Portugal en una gira que lo mantendrá fuera del país durante cinco días. Para su retorno, le encargó a Dumón, Sartor y Delich un presupuestoconsensuado que sirva para lanzar la Agencia Social y plan de asistencia familiar, dos propuestas que ayer fueron confirmadas por el Gobierno. Como candidato a la Agencia, ayer sonaba el nombre del secretario de la Tercera Edad, Aldo Isuani, uno de los que ideó el plan de Bullrich.
En los últimos meses, Bullrich supo ganarse unos cuantos enemigos que ayer festejaron su partida. Fue emblemático de su paso por el Ministerio de Trabajo su enfrentamiento con los sindicalistas “gordos”, a quienes pretendía obligar a presentar su declaración jurada de bienes. Esa pelea fue determinante para su desplazamiento de Trabajo, básicamente por la nueva línea “acuerdista” con los gremios planteada por el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. Colombo y Bullrich llegaron a pelear a los gritos por ese tema. En una de sus primeras medidas, Dumón desactivó lo de las declaraciones juradas, lo que también enojó a Bullrich. Ayer, en el plenario de la CGT, celebraron la salida de Bullrich a los abrazos (ver nota aparte).
También en parte del entorno presidencial se aliviaron con la renuncia. Si bien su amistad con Fernando de Santibañes, Antonio de la Rúa y los sushies le habían valido a Bullrich una excelente relación con el Presidente, había otro sector –además de Colombo se podría incluir al secretario general de la Presidencia, Nicolás Gallo– que había dejado de tenerla en estima. Sobre todo a partir de su creciente poder y sus desafíos al liderazgo presidencial. A propósito, Gallo consideró la salida de Bullrich como un ejercicio de autoridad del Presidente dado que no aceptó modificar las atribuciones de cada ministerio ya determinadas por decreto. “Bullrich estaba buscando un estado de tensión que no es compatible con un equipo de trabajo”, explicó el secretario general.
Unas de las quejas del entorno presidencial era el momento elegido por la ministra para presentar su renuncia. En un día en el que al fin cinco gobernadores del PJ firmaron el acuerdo con la Nación y la oposición comenzó a dar muestras de detener su ofensiva en el Congreso, la dimisión de Bullrich terminó por pisotear cualquier brote de entusiasmo.

 


 

FESTEJOS Y CHICANAS DE MOYANO EN LA CGT
Para los muchachos, un triunfo

El líder de la CGT disidente, Hugo Moyano, leyó el papelito que le acababan de alcanzar y leyó frente al auditorio: “renunció la ministra Bullrich”. Nadie ocultó la alegría, hubo aplausos, sonrisas y carcajadas. La noticia llegó cuando el Plenario Conjunto de las dos CGT trataba aspectos organizativos de la movilización que realizarán el próximo 20 a la Plaza de Mayo. Moyano aprovechó la algarabía general y dijo, sin poder ocultar la sonrisa: “puede ser preocupante, cuando el barco se hunde, los primeros que rajan...”. “Son las ratas”, contestó un coro de sindicalistas. “Ustedes lo dijeron”, se rió el camionero.
Poco antes de que se conociera que Patricia Bullrich había abandonado el Gobierno, el titular del Sindicato de Empleados de Comercio, Armando Cavalieri, había afirmado que la ministra de Seguridad Social “no se puede convertir casi en una emperadora dentro del país” y que al cuestionar al ministro de Trabajo José Dumón por no obligar a los gremialistas a presentar sus declaraciones de bienes, “no fue en contra de nosotros, si no en contra del propio Presidente de la República”. Luego de la renuncia, el mismo dirigente acusó a la ex ministra da haberle hecho “un daño tremendo al Presidente en un momento en que éste necesita tener lealtad y coherencia entre sus ministros, pero bueno –agregó– en toda su trayectoria política no ha tenido lealtad con las causas que abrazó”.
Ningún referente de cualquiera las dos CGT ocultó la alegría por la salida de la mujer que se convirtió en su rival luego de su paso por la cartera de Trabajo. El líder de la CGT oficial, Rodolfo Daer, celebró desde Suiza, donde participa de una reunión de la Organización Internacional del Trabajo. “El Gobierno no funciona con actitudes caprichosas” o con “rasgos autoritarios”, aseguró. Por su parte, el dirigente gastronómico, Luis Barrionuevo, expresó que “se cayó una de las socias de Antonito de la Rúa en el Gobierno”.
Héctor Recalde, abogado de la CGT disidente, manifestó que “la concentración de poder que quería Bullrich no se trasuntó en una verdadera protección de la familia, como señalaba pomposamente. Ella le sacaba recursos a familias pobres para darle una mínima asistencia a familias más pobres y su renuncia no transforma la realidad, que sigue siendo tan penosa como los argentinos conocen”.

 

OTRAS VOCES
Daniel Sartor, ministro de Desarrollo Social: “Lamento su salida porque era un buen elemento para el Gabinete. Yo no entro en internas por eso nunca salí a contestarle en público”.
José Dumón, ministro de Trabajo: “Lamento la renuncia porque ha sido una buena funcionaria del gobierno nacional y ha ayudado a la gestión del presidente Fernando de la Rúa”.
Domingo Cavallo, ministro de Economía: “Patricia Bullrich ha hecho una gran tarea como ministra de Trabajo y en los pocos días en Seguridad Social. Su reemplazante va a implementar las ideas que ella defendió con tanta paciencia porque esas políticas son las del Gobierno. Y sus ideas quedaron plasmadas en el Presupuesto nacional”.
María América González, diputada nacional Frepaso: “Es una liberación para los trabajadores. Ella, que se creía una chica superpoderosa, que no se cansó de criticar las renuncias de Chacho Alvarez y Juan Pablo Cafiero, al presentar su dimisión termina siendo víctima de sus propias críticas. Le ganó la desmesurada ambición de querer manejarlo todo. Y llamó revolución a su proyecto de repartir el dinero de los pobres entre los más pobres”.
Carlos Ruckauf, Gobernador de la provincia de Buenos Aires: “Es uno de los tantos problemas que tiene este gobierno que está en una interna interminable”.
Alicia Castro, diputada nacional del Frente Para el Cambio y secretaria general de Aeronavegantes: “La gestión de Bullrich fue un fracaso, me parece que muy bien que se haya ido de la función pública, creo que no debería volver a la política, he recibido la noticia de su renuncia con mucha algarabía”.
Julio Piumato, vocero de la CGT disidente: “Patricia Bullrich ha sido una persona estigmática en los últimos tiempos de este modelo. Atacó a los trabajadores, a las organizaciones sindicales, a los jubilados. Detrás de ella, mientras fue ministra de Trabajo, la desocupación alcanzó niveles record. Ahora también planteó un reparto caprichoso de la ayuda social, que fue rechazada por todos los sectores. Lo ideal para nosotros es que el Gobierno reflexione y abandone esta política autista que nos lleva a la destrucción, venimos con una política económica en la que los únicos que ganan son los especuladores y la usura financiera, cada vez a costa de mayores franjas de la sociedad”.

 

Tan luego Patricia, sacudiendo el bote

Por Mario Wainfeld

Le cuesta horrores quedarse quieta. Habla por teléfono, zarandea papeles, fuma incesantemente. Dos veces intentó durante su gestión ministerial abandonar ese vicio y claudicó. Es una Bullrich Luro Pueyrredón, como le recordó –en una andanada no exenta de macartismo– Hugo Moyano. Pero, cuando se enoja o se acelera, habla más bien como muchos militantes peronistas de clase media de la década del setenta: con un tono entre barrial y canyengue, proclive a transformar las “s” en “sh” y a abolir algunas “s” finales en giros verbales (“que deshís?” “qué queré?”). Su capacidad de trabajo está fuera de discusión y también su vocación de kamikaze, si la circunstancia lo amerita. Ocupó, por prepotencia de trabajo, un lugar mucho tiempo estuvo vacante: el de espadachín mediático todo terreno del gobierno, tal como fungió Carlos Corach en la era de Menem. En un gobierno que funcionó casi sin oficialistas fue oficialista sin pliegues y despiadada cuando vino a cuento. Ayer renunció en forma más bien abrupta, generándole ruido adicional a un Presidente que ya tenía demasiados problemas. Se salió de un registro que sostuvo largo tiempo y volvió al llano, dando absoluto testimonio de la disolución del poder político de Fernando de la Rúa a quien a esta altura –parece– abandonan hasta sus incondicionales.

De la Rúa. “Patricia no hace lo que De la Rúa le pide, porque en tal caso haría muy poco. Tampoco lo que De la Rúa quiere, porque es imposible saber qué quiere De la Rúa. Ella hace lo que ella supone que De la Rúa quiere” definió alguien que compartió con ella el Gabinete. El diagnóstico es sugerente. Bullrich llegó al gobierno sin un partido que la acompañara, sin un puñado de aliados políticos, con el solo patrimonio de su actividad y su gestión. Y se ganó por un rato largo la confianza de un tremendo desconfiado como es el Presidente.

Santibañes: Fernando de Santibañes fue su primer contacto con el actual equipo de Gobierno. Se acercó a él durante el ‘99, mientras otros hacían campaña electoral. Llegó, junto a otro ex peronista devenido antes que aliancista, delarruista: Román Albornoz, el ex militante del grupo de los 8 que terminó eyectado de la SIDE por armar operaciones contra Chacho Alvarez. Ambos sorprendieron al financista amigo del Presidente –cuya experiencia previa con peronistas era cuasi nula– por su eficacia y capacidad de trabajo. Armaron propuestas sobre reforma del Estado y el amigo presidencial la recomendó fervorosamente a De la Rúa. Quiere la leyenda de Palacio que su relación ulterior siguió siendo muy estrecha y que hasta el plan de universalización de las asignaciones familiares se urdió junto al financista de Villa Rosa, Bullrich lo niega enfáticamente, asegura no tener padrinos políticos y valerse solo de su labor. Santibañes habla tan bien de ella, siempre, que cuesta creer que no sean amigos.

Cavallo: Fueron aliados en el Congreso cuando Yabrán era el enemigo público número uno de Mingo. Ella lo asesoraba advirtiéndole de las astucias y zancadillas que propinaban los peronistas. “Nunca me creyó del todo. Cavallo es potente, audaz pero algo crédulo e ingenuo en política. No podía creer que Menem le prometiera una cosa y ahí nomás llamara a su bloque de diputados para hacer otra”, narró alguna vez la flamante ex ministra, sopesando la astucia de Cavallo... y dando cuenta de la suya. Cuando el Supermingo llegó a este gobierno relegó a Bullrich a un lugar segundón: quería para él todo el centro de la escena. También los distanció la relación con el Ministro de Infraestructura Carlos Bastos: protegido de Mingo, despreciado por inoperante por “la Piba”. Luego se fueron reconciliando, Cavallo la diferencia de “los radicales”, ese colectivo que detesta y que, según él, son una máquina de impedir gobernar.

Sushi: Diz que no pero los jóvenes radicales semiposmos que encabeza Antonio de la Rúa fueron sus aliados durante toda la gestión. No los une el amor, ni la semejanza, sino la mutua necesidad. Antonio y sus amigos del gobierno (Lautaro García Batallán por caso) son jóvenes que curten undiscurso light. Aman la buena vida y Santibañes no es para ellos solo un aliado táctico sino una suerte de referente personal. Bullrich dejó muy atrás sus tiempos de militante de la Juventud Peronista pero reconvirtió a un ethos de actividad y esfuerzo, a una profesionalidad de la política que la separa de sus aliados. Pero los unió la incondicionalidad con el Presidente, una tendencia al sectarismo, a la centrifugación con los aliados (Frepaso, Alfonsín, radicalismo “progre”). En los alineamientos “grossos” siempre cayeron del mismo lado.

Colombo: Coincidieron, al menos objetivamente, por largo rato. Pero hace unos meses comenzaron las diferencias. El jefe de Gabinete le recriminó acremente que haya dicho, en las vísperas electorales, que no sabía a quién iba a votar. Le reprochó falta de lealtad, justo su blasón. Después de la debacle de las urnas se fue acentuando entre ambos una diferencia política. Bullrich cuestionaba el dialoguismo de Colombo, los puentes que construía con el peronismo y el sindicalismo. Hervía de bronca cuando se enteraba de los quinchos que compartía Colombo con gordos y rebeldes de la CGT. También broncaba con sus gestos hacia Alfonsín. “Es la teoría radical, el eterno pacto de Olivos” cuestionaba y punzaba más “eso es Coti”, achacándole a Colombo ser emisario de las tácticas de Enrique Nosiglia. Colombo le criticaba no entender las necesidades del gobierno y subordinarlas a la búsqueda de su protagonismo personal. Bullrich está convencida de que fue la prédica del robusto Jefe de Gabinete la que determinó su eyección de Trabajo.

Sartor. Se peleó con el Frepaso. Con los sindicalistas de todos los palos. Con los peronistas. Con Colombo. Parece asombroso que su karma haya sido Daniel Sartor, el casi ignoto dirigente de Río Negro que en un exótico rapto de inspiración De la Rúa colocó en Desarrollo Social. El nombramiento la tomó por sorpresa, la enfureció y descolocó. “Ese chico -rezongó ante otro Ministro– viene al gobierno a repartir cajas, como un puntero de provincia”. La palabra chico remite más al desdén que a la diferencia de edad entre ambos (4 años). Peleó con los pesos pesados y perdió una pulseada con un primerizo. Para no menoscabarla habría que convenir que en este tema los zigzagueos del presidente fueron asombrosos y todos a pura pérdida. El nombramiento generó enconos de la Ministra. Luego le creó un ministerio, para compensarla, y le dio enorme protagonismo cuando lanzó el canje de deuda. Pero jamás resolvió los conflictos entre los dos ministros, los dejó pelear, no laudó y –en su pasividad– perdió a una abanderada de su causa.

El plan revolucionario. Bullrich calificó así a su propuesta de universalizar las asignaciones familiares. Un exceso de optimismo, sin duda. Su propuesta, calcada de alguna urdida por la cavallista Carola Pessino, solo redistribuía los fondos de distintos planes sociales. Algunos pobres perdían algo a manos de otros aún más pobres. La implementación del plan sonaba difícil: debían armarse los padrones de todos los jefes de hogar con ingresos menores a 1000 pesos. Una misión peliaguda, pues no quedaba nada claro que estímulos y seguridades se darían a los trabajadores en negro para “deschavar” su irregular situación a canje de un virtual ingreso de 30 pesos por mes. Le quedaba por delante una proeza de Hércules de improbable ejecución, un empadronamiento masivo en dos o tres meses, en todo el país, de la mano de un estado impotente y catatónico. No tenía cara de que fuera a salirle bien. Nunca se sabrá qué podía pasar. En ese solo sentido, tal vez De la Rúa le ahorró un traspié.

Saldo: Bullrich fue un símbolo del Gabinete post Chacho, el de perfil bajo y verticalista. El gabinete inaugural de la Alianza aglutinó figuras de perfil alto, con ambiciones propias y capaces de convocar votos (Graciela, Chacho, Terragno, Storani). El actual –Cavallo excluido– es el de figuras carentes de arrastre electoral o popular. Esa pérdida de competividad interna y hasta de brillo se pretendió compensar con homogeneidad... pero parece que eso no anduvo. Surtidas internas recorren un gabinete de perfil bajo. La dificultad del Presidente por contener aquien –para bien o para mal– fue una de sus espadas y la mala voluntad de Bullrich para soportar desdenes (que la llevaron a irse con más estrépito y peor onda que Juan Pablo Cafiero) son un símbolo de un gobierno que va a la deriva y que yerra aún en las decisiones gratuitas.

El bote. “Estamos todos en un mismo bote. No quiero que el bote se mueva”, poetizó De la Rúa explicándole a José Gabriel Dumón, sucesor de Bullrich en Trabajo, qué esperaba de su Gabinete hoy y aquí. Es sencillo entender esa lógica. Pero lo cierto es que él mismo subió a Sartor al bote, dejó que Bullrich y el novato se pelearan en cubierta. Tras cartón, contra todo lo esperado, cuando el mar está más picado que nunca, la Piba se zambulló sacudiendo a un bote sin timonel y sin brújula que parece destinado al naufragio.

 

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