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CINCO PROVINCIAS PERONISTAS FIRMARON CON EL GOBIERNO
De uno en uno es más fácil

La Rioja, Jujuy, Formosa, Tucumán y Misiones acordaron los términos de la coparticipación con el Gobierno. Hoy podrían hacerlo Buenos Aires y Córdoba. Dudas con Santa Fe y La Pampa.

Algunos de los gobernadores peronistas que firmaron ayer acompañaron al ministro Mestre.

Por Martín Piqué

El Gobierno consiguió por fin lo que buscaba. Acostumbrado a que todo le cueste más de lo esperado y a que los tiempos se prolonguen casi hasta la exasperación, el Ejecutivo logró ayer un oportuno alivio en medio de la crisis económica: cinco provincias administradas por el peronismo –Jujuy, Formosa, La Rioja, Tucumán y Misiones– aceptaron la propuesta fiscal que prevé un recorte del 13 por ciento en los fondos coparticipables y reduce al 7 por ciento la tasa de interés que pagan las provincias endeudadas. La faena sería casi completa si hoy Buenos Aires y Córdoba se aviniesen a acordar con el gobierno federal. Eso les permitirá refinanciar sus enormes deudas, que suman 5497 y 1362 millones respectivamente.
Los gobernadores Eduardo Fellner (Jujuy), Gildo Insfrán (Formosa), Angel Maza (La Rioja) y Julio Miranda (Tucumán) firmaron el convenio a la tarde en el primer piso de la Casa Rosada, donde los recibió el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. El misionero Carlos Rovira, que se hallaba en su provincia, envió su adhesión por fax. Los peronistas intentaron que el hecho no trascendiera demasiado, para no beneficiar al Gobierno. “Cada uno por su lado y lejos de las cámaras”, era el mandato que se escuchaba entre ellos. Sin embargo, el Ejecutivo no dejó pasar la oportunidad, y cerca de las 21 difundió un comunicado que no dejaba lugar a dudas: “Jujuy, Tucumán, Formosa, La Rioja y Misiones adhirieron al Pacto Fiscal.”
Los mandatarios de estos distritos –con economías casi paralizadas y atrasos de varios meses en el pago de sueldos– no podían dejar pasar la chance de refinanciar sus deudas al 7 por ciento. Por esta razón, se reunieron por separado, y decidieron avanzar en las negociaciones con la Nación, a pesar que el resto de los gobernadores peronistas había rechazado la última propuesta oficial.
Los demás jefes provinciales del PJ les habían dejado el camino libre para negociar con el Gobierno. El primero en hacerlo fue el santafesino Carlos Reutemann, quien el viernes reconoció que las provincias “tienen distintas realidades” y no descartó que varias aceptaran el convenio propuesto por Colombo y Ramón Mestre. El gesto de Reutemann cayó muy bien entre los gobernadores de las provincias más endeudadas. Ayer, por caso, el jujeño Fellner le agradeció por teléfono.
Junto a Fellner se encontraban en la Rosada Miranda, Maza e Insfrán. Habían llegado a la tarde, luego de asistir a un almuerzo en el restaurante Teatrix, en Riobamba y Arenales, donde se habían citado los miembros del Frente Federal. En la comida también estuvieron el puntano Adolfo Rodríguez Saá y el santacruceño Néstor Kirchner, que no paraban de aconsejar a los cuatro que firmarían el acuerdo:
–Firmen cuando vean el decreto o la ley que garantiza que se elimina el goteo –les sugirió uno de ellos. Se refería a la cláusula vigente que permite a la Nación descontar de los fondos coparticipables las cuotas de las deudas provinciales.
Los mandatarios de Tucumán, Formosa, La Rioja y Jujuy escucharon con atención y luego del almuerzo enfilaron hacia la Casa de Gobierno. Cada uno llevaba un “texto base” del convenio que pretendían suscribir individualmente. Al igual que ellos, el misionero Rovira, que se encontraba en la localidad de Itaembé Mini, también había redactado su propia “addenda” y se la había hecho llegar a Colombo. Pedía que los “beneficios de la baja de intereses” se efectivizaran a partir del 6 de noviembre, y que “el canje de las deudas provinciales” se realizara “en forma conjunta” con la deuda nacional.
Los firmantes incorporaron una “cláusula gatillo” que suspendiera el acuerdo “si no se cumplían las condiciones establecidas en el mismo”. Ruckauf había sugerido la idea a Fellner desde la Casa de La Pampa.
Mientras en Balcarce 50 se aceleraba el arreglo, en las oficinas del pampeano Rubén Marín la discusión se había detenido: Colombo se había vuelto con la contrapropuesta de Ruckauf, Marín, Reutemann y José Manuelde la Sota. Y demoraba tanto que el bonaerense no pudo con su impaciencia: –Me voy, no hay mucho que hacer acá –dijo, y se fue.
A esa hora, el acuerdo con la Nación dependía exclusivamente de una promesa de Colombo: conseguir que “empresas líderes” aceptaran canjear bonos Lecop por pesos, para asegurarles a las provincias un poco de liquidez. Con la llegada de Horacio Liendo y Hugo Garnero se avanzó sólo un poco: los distritos más endeudados conseguían varios beneficios, y estudiaban poner la firma (“El acuerdo es muy factible. Mañana (por hoy) se está firmando”, decía un colaborador de Ruckauf). Pero Santa Fe y La Pampa no lograban que se respete el piso del 13 por ciento, o que se los pague en títulos con valor de mercado. Y por eso se negaban a firmar. Hoy seguirán las negociaciones.

 

Senadores en sintonía provincial

Más que la estrategia radical, lo que hizo fracasar ayer la sesión especial en Senadores para sancionar el proyecto que coparticipa el impuesto al cheque, fue el acuerdo alcanzado entre la Nación y algunas provincias chicas que gobierna el PJ. Ayer una docena de senadores –entre radicales y representantes de partidos provinciales– esperaron infructuosamente que sus colegas del justicialismo bajaran al recinto. Estaban decididos a frustrar la intentona peronista. “Si ellos consiguen el quórum, nosotros impediremos que obtenga los dos tercios”, aseguró el jefe del bloque radical, Jorge Agúndez. El puntano le había jurado la noche anterior al presidente Fernando de la Rúa dar batalla al avance opositor. Pero no contaban o no recordaron que las provincias de Jujuy, Tucumán, Formosa y Misiones estaban a punto de cerrar trato con el gobierno federal. La novedad obligó a las autoridades del bloque del PJ a cambiar de estrategia. Durante una corta reunión de bloque, los senadores de las provincias firmantes justificaron la inconveniencia de seguir con la avanzada. Actitud comprendida por varios de sus colegas. El que sorprendió fue el entrerriano Augusto Alasino, quien se opuso fervorosamente al proyecto: “Si aprobamos esto perjudicamos al país. Es una irresponsabilidad”, bramó el ex jefe del bloque. Ante esta nueva realidad, al titular de la bancada, el sanjuanino José Luis Gioja, no le quedó otra alternativa que justificar el faltazo al recinto. Pero prometió que la semana que viene volverán a la carga: “El tratamiento del proyecto quedó postergado cuando ya no hagan falta los dos tercios para votarlo porque para entonces ya va a estar el dictamen”.

 

OPINION
Por James Neilson

Golpes en la oscuridad

Haciendo gala de una vocación de servicio nada común, son cada vez más los peronistas que sienten que les ha llegado la hora de echar al presidente Fernando de la Rúa, lo cual, dadas las circunstancias, puede comprenderse. No son “golpistas”: pueden señalar que en cualquier otra democracia de la tierra un gobierno que ha visto a su país caer en bancarrota y cuenta con el respaldo de un porcentaje infinitesimal de la ciudadanía ya hubiera sido reemplazado por otro más competente y más representativo. Sin embargo, en la Argentina esto no ha ocurrido. ¿Será porque sus habitantes están tan comprometidos con el cronograma constitucional que una catástrofe socioeconómica les sería preferible a elecciones adelantadas? En absoluto. Es porque los líderes peronistas no saben qué diablos harían si, un gesto de grandeza mediante, De la Rúa les diera las llaves de la Casa Rosada y la quinta de Olivos. Si no fuera por este detalle, ya las tendrían.
El triste destino de la presidencia de De la Rúa es sintomático de una crisis que debería estar preocupando a los “países rectores” casi tanto como el cruento embrollo islámico. Puede que sea la primera vez que una nación sofisticada, dotada de “recursos humanos” al parecer adecuados, haya llegado a un grado comparable de desconcierto. Aunque muchos reconocen que el país funciona decididamente mal, no se da ningún sector significante que haya sido capaz de elaborar una “solución” más o menos convincente, una que sea a un tiempo “viable” y políticamente factible. Pocos sienten entusiasmo alguno por el “rumbo”, pero a la hora de sugerir otro todo se vuelve nebuloso y retórico, de suerte que la “autocrítica”, actividad en la que la Argentina es el campeón mundial, está resultando totalmente estéril.
¿Se trata de un aporte único a la modernidad o de un fenómeno que andando el tiempo se repetirá en el resto de América latina y, quizás, en Europa y Estados Unidos? La verdad es que no sorprendería que en este ámbito la Argentina resultara ser un pionero: los cambios ingratos que exige la evolución constante de una economía mundial que se “globaliza” por momentos perjudican tantos intereses creados que al llegar a cierto punto barrerlos a fin de despejar el camino hacia adelante se hace imposible. Es lo que sucedió aquí al agotarse el impulso brindado por la convertibilidad y es más que probable que algo muy similar suceda no sólo en otros países “periféricos” sino también en los “centrales” donde la resistencia a emprender cambios traumáticos ya ha trabado la economía de aquella estrella de los años ochenta, el Japón.

 

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