Por Marcelo Justo
Desde
Londres
Autor de La invención
de la Paz, presidente vitalicio del prestigioso International Institute
of Strategic Studies, autoridad británica en temas bélicos,
Sir Michael Howard causó recientemente revuelo al criticar la guerra
en Afganistán y compararla con un intento de extirpar un
cáncer con un soplete. En diálogo con Página/12
evaluó la marcha de los combates tras la vertiginosa ofensiva de
la Alianza del Norte y el futuro de la estrategia antiterrorista.
¿Cree que la caída de Kabul y los nuevos avances de
la Alianza del Norte son un punto de inflexión en la guerra?
Espero que sí. Es difícil evaluar la fuerza que tienen
los talibanes al sur del país, pero no debe subestimarse el impacto
que tendrán estas caídas en la moral de sus combatientes.
Esto es muy importante en el desarrollo de una guerra.
¿Le parece que este éxito militar es una reivindicación
de la estrategia militar estadounidense basada en el poder aéreo?
Posiblemente. Bombardeos como los que realizó Estados Unidos
no producen enormes bajas en el enemigo, pero tienen un efecto demoledor
sobre la moral. Esto lo puedo decir por experiencia propia, porque lo
viví durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero ¿no terminó este tipo de estrategia con un rotundo
fracaso en Vietnam?
En Vietnam se trató de un bombardeo muy indiscriminado, que
no apuntaba a las filas enemigas, en parte porque era muy difícil
identificarlas. En Afganistán el poder aéreo se concentró
con bastante precisión en la primera línea de combate del
enemigo.
¿Cómo interpreta el pedido que hizo el presidente
Bush a la Alianza del Norte para que no avance sobre la capital Kabul?
Fue un pedido político. Hay que recordar que la Alianza del
Norte es una alianza de tribus de esa región del país: los
tajikos, uzbekos, hazaras. Pero no representan a la mayoría pashtún
que domina el sur del país. Si la Alianza insiste en constituirse
cono el poder único en Kabul, conformaría un tipo de gobierno
inaceptable para las otras etnias, lo que dificultaría la estabilización
política del país. Ahora bien, si yo hubiera sido un combatiente
de la Alianza, tampoco le hubiera hecho caso a Bush. Hubiera seguido adelante
y hubiera tomado Kabul.
Más allá de Kabul, ¿es posible detener una
ofensiva militar una vez que la dinámica misma de la guerra favorece
la continuación de los ataques?
No creo que sea posible. Estados Unidos dejará de asistirlos
con su poder aéreo, pero es muy probable que ahora que obtuvieron
en muy poco tiempo todas estas posiciones, sigan avanzando.
Este sábado comienza el Ramadán y en dos semanas estaremos
en pleno invierno afgano. ¿No será esto un freno natural
al avance de la Alianza del Norte?
Creo que hasta la primavera la situación quedará más
o menos estable, con el país dividido entre el norte, dominado
por la Alianza, y el sur a cargo del Talibán. Daría la impresión
de que Estados Unidos mismo se está preparando para una fuerte
ofensiva terrestre en la primavera. Para mí lo importante es terminar
con esta campaña militar lo antes posible y comenzar la lucha contra
el terrorismo que es un fenómeno global y que debe ser combatido
no con fuerzas armadas sino con la policía, con fuerzas especiales,
con trabajo de inteligencia, etc. En cierto sentido esto es lo que debió
pasar desde un principio. Creo que lamentablemente la opiniónpública
estadounidense exigía una respuesta inmediata a los atentados del
11 de septiembre.
Estados Unidos se apoyó en la Alianza del Norte para avanzar
sobre una resistencia talibán que resultó menor de lo esperado.
¿Van a poder controlarlos ahora o, como en los casos de Saddam
Hussein y Osama bin Laden, dos ex protegidos estadounidenses, se les escaparán
de las manos?
La Alianza no tiene un Estado organizado y poderoso a su cargo como
Saddam Hussein, ni el carisma de Osama bin Laden puede dirigirse a una
considerable franja de la opinión pública árabe.
Es un peligro menor. Podrá resultar un aliado molesto en algún
momento, pero nada más. Creo que la tarea de pacificar Afganistán
y crear un Estado moderno y viable en el país será un problema
mucho más complicado que la Alianza misma.
Se ha hablado de una línea dura estadounidense, representada
por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, y otra más negociadora,
liderada por el secretario de Estado Colin Powell. ¿Quién
lleva la voz cantante?
Creo que el presidente Bush. El escucha a ambas partes y toma las
decisiones. Intenta mantener una coalición amplia objetivo
del Departamento de Estado, pero al mismo tiempo, en el terreno
militar, sigue los lineamientos del Departamento de Defensa.
El discurso de Bush del fin de semana pasado ante la Asamblea General
de las Naciones Unidas parecería un éxito del ala dura.
Fue un discurso decepcionante. Uno hubiera esperado que el presidente
agradeciera el apoyo recibido desde los atentados del 11 de septiembre
y que remarcara la necesidad de mantener la coalición. En vez de
hacer eso, trató a todo el mundo como virtuales enemigos, planteando
exigencias y veladas amenazas si no se cumplían. Parece un tanto
a favor del Departamento de Defensa.
De hecho, se está hablando de Irak como la próxima
campaña.
Sería un desastre si se siguiera ese camino. Todo el Medio
Oriente explotaría. Sería visto como un ataque directo contra
el mundo islámico. Sería un gran golpe propagandístico
antiestadounidense.
¿Pero le parece posible?
No. Aunque hay una mafia muy poderosa en el Departamento de Defensa
a favor de invadir Irak, creo que las desventajas de este curso de acción
son tan grandes que ni siquiera los militares lo apoyarán. Además
Irak no es el único país que tiene alguna vinculación
con el terrorismo. Esta vinculación puede ser como la que tienen
los talibanes, que es clara y abierta, o puede ser más sutil. En
este segundo caso, se debe resolver el problema sin recurrir a la guerra
abierta. Si hubiera pruebas muy concretas, cambiarían las cosas,
pero con meros indicios como hay ahora, no tiene ningún sentido
atacar a Irak.
PAKISTAN
LLAMA A INTERVENIR
El incómodo Musharraf
Como primera reacción
al control de Kabul por parte de la Alianza del Norte, el presidente de
Pakistán, el general Pervez Musharraf, advirtió ayer que
la Alianza del Norte no debería estar en Kabul, porque
la capital afgana debiera permanecer como una zona desmilitarizada,
lo que no sorprende de parte de un país que tiene un pasado de
estrecha alianza con los talibanes. Asimismo, Musharraf advirtió
que existe el peligro de un vacío de poder en Kabul, por lo que
llamó a la constitución de un gobierno que incluya todas
la etnias del país. Y aún más, el presidente paquistaní
señaló que sus tropas, junto a las de Turquía, podrían
garantizar la paz en Afganistán bajo el paraguas de Naciones
Unidas cuando se acaben los combates.
Pakistán no quiere que la Alianza del Norte, opositora al régimen
talibán, permanezca con el control de Kabul, la capital afgana.
Así lo manifestó su presidente, el general Pervez Musharraf,
ayer en Estambul cuando declaró que bajo el paraguas de Naciones
Unidas los países de la OCI (Organización de la Conferencia
Islámica) pueden participar de la creación de un equilibrio
y estabilidad en la región y llamó a Turquía
a unirse en la propuesta de prevenir asesinatos perpetrados
en el pasado en Kabul por parte de los grupos que integran la Alianza
del Norte. En este sentido, subrayó la necesidad de que Kabul sea
una zona desmilitarizada y la inminencia de formar un gobierno que incluya
todas las etnias, especialmente los pashtunes, el 40 por ciento de la
población afgana. El pedido no es casual: los talibanes son pashtunes,
y Pakistán los apoyó.
REPORTAJE
AL CORONEL Y ESTRATEGA CHRISTOPHER LANGLEY
Ahora, una Alianza del Sur
Por
M. J.
Desde
Londres
Jefe de Análisis
de Defensa del International Institute for Strategic Studies y editor
de la revista Military Balance, el coronel Christopher Langley analizó
en una entrevista con Página/12 el espectacular avance militar
de la Alianza del Norte y las opciones militares y políticas que
se abren a partir de ahora.
¿Es la caída de Kabul el principio del fin para los
talibanes?
No. Lo que tenemos es un país dividido en norte y sur. El
dilema de la coalición es ahora qué hacer con el sur para
conseguir un éxito similar al que se obtuvo en los últimos
días. Para esta tarea no se puede utilizar a la Alianza del Norte,
que fue tan efectiva en el avance militar de los últimos días,
porque la composición étnica del sur es distinta. El sur
es pashtún, la etnia predominante entre las fuerzas de los talibanes.
El norte es una alianza de tribus de esa región del país:
los tajikos, uzbekos, hazaras. De estas tribus sólo los hazaras
están representados en el sur de Afganistán. De modo que
sería totalmente contraproducente utilizar al Norte allí.
Lo que se necesita ahora es una Alianza del Sur, similar a la del Norte,
dominada por pashtunes opositores a los talibanes. -.Estados Unidos ya
ha exhortado a la formación de esta Alianza del Sur. ¿Hay
alguna señal de que sea efectivamente posible?
Es muy difícil de decir. Hay señales de una oposición
a los talibanes en torno a la zona de Kandahar. Las noticias de Al Jazeera
sobre la captura de un aeropuerto en las afueras de Kandahar apuntarían
en esta dirección. Pero aún si se confirmara esta noticia,
sería difícil de evaluar el poder de la oposición
a los talibanes en el sur del país.
¿No impondrá el invierno un límite natural
a los combates?
No necesariamente. El invierno se siente especialmente en las montañas,
pero en ciudades como Kandahar, que no está en las alturas, no
habría problemas de montar una ofensiva. El invierno sí
será un obstáculo para los objetivos estratégicos
de los Estados Unidos porque es donde se encuentran Al Qaeda y Osama bin
Laden. Es posible entonces que el objetivo de erradicarlos deba aguardar
hasta la primavera.
Las organizaciones de derechos humanos registraron todo tipo de
violaciones de los derechos humanos cuando la Alianza del Norte gobernó
el país durante la década pasada. ¿Hay alguna garantía
de que esto no se repita?
Creo que la solución es montar un Afganistán multiétnico.
La misma Alianza del Norte, probablemente a instancias de Estados Unidos,
ya dijo que ese era su objetivo. Se necesita reconstruir el país
sobre la base de una amplia coalición que represente a las distintas
etnias nacionales. Para esto habrá que solucionar una serie de
problemas de representación y, seguramente, se necesitará
una figura unificadora como el rey Zahir Shah, que pertenece a la etnia
pashtún. Pero además se necesita elaborar una solución
regional. No se puede reconstruir Afganistán sin solucionar los
problemas de países vecinos como Uzbekistán y Tajikistán.
Se trata de conflictos interrelacionados, como demuestra la insurgencia
en Uzbekistán.
Todo esto es parte de los objetivos estratégicos a mediano
plazo, pero en lo inmediato organizaciones de derechos humanos han acusado
a la Alianza de masacres tras la caída de Mazar-i-Shariff.
Ha habido un intento por parte de los Estados Unidos de disciplinar
a la Alianza del Norte. Sin embargo hay cosas inevitables en la guerra.
Las ejecuciones sumarias son muy difíciles de parar. He oído
sobre la ejecución de un ex líder de la Alianza que se había
pasado a los talibanes y que fue capturado en Kabul. Lamentablemente,
estas cosas serán muydifíciles de evitar en una guerra tan
cruenta. Sin embargo, lo más importante será lo que pase
con la población civil.
¿Le parece que estas derrotas deteriorarán la relación
entre Al Qaeda y los talibanes?
La relación entre ambas fuerzas es casi indivisible. Una
no podría operar sin la otra. Creo que el interrogante más
inmediato es si los talibanes seguirán existiendo. Parecería
que están desmoronándose, pero es posible que sólo
se trate de una repliegue táctico. Hace unas semanas el mullah
Omar dijo que aceptaba la posibilidad de un colapso de su gobierno talibán
y que, si sucediera, llevaría adelante una guerra de guerrillas.
En este caso la fusión con Al Qaeda pasaría a ser total.
En cuanto a Al Qaeda mismo, por el momento, no ha resultado afectada por
la ofensiva militar. De modo que más allá de lo que pase
con los talibanes, lo cierto es que en términos de objetivos estratégicos
en Afganistán, es decir, de erradicación del terrorismo,
falta mucho por conseguir.
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