Por Nigel Humphreys
*
Desde
Washington
La reunión cumbre de
tres días entre el presidente George Bush de Estados Unidos y el
presidente Vladimir Putin de Rusia que comenzó en Washington ayer
presentaba visos de un evento verdaderamente histórico, marcando
una reorientación radical para ambos países. Pero falta
un elemento crucial, la continuación de cuya ausencia podría
socavar toda la empresa.
La cumbre es sobre todo ambiciosa. Se espera que llegue a un rápido
acuerdo sobre cortes en los arsenales de ojivas nucleares de ambos países.
Esto le conviene a Rusia, que no puede darse el lujo de mantener su arsenal
nuclear y tiene preocupaciones bien fundadas en lo que respecta a la seguridad
de sus instalaciones de armas. Y le conviene a la administración
Bush, que después de un comienzo pleno de desconfianzas llegó
a considerar al Kremlin de Putin más como un socio potencial que
como una amenaza militar. Muy unido a este pacto está la perspectiva
de un arreglo en los planes de Estados Unidos para la defensa nacional
de misiles, también conocida como Star Wars II. Putin suavizó
su anterior oposición y dejó entrever que podría
acceder a reformar o ignorar tácitamente el tratado contra misiles
antibalísticos de 1972. Esto le permitiría al Pentágono
comenzar las pruebas de nuevos misiles en abril del año que viene
y la construcción de bases de emplazamiento y sitios de alerta
temprana. A su vez, Bush abandonará, por ahora por lo menos, su
amenaza de retirarse unilateralmente del tratado antimisil y puede ofrecer
una acuerdo de tecnología compartida.
Debajo de este trato está la insistencia de Bush de que la doctrina
básica de la guerra fría de mutua destrucción
asegurada está moribunda y la declaración de Putin
de que los desafíos sobre la verdadera seguridad del siglo 21 están
en otro lado. Uno de esos desafíos es el terrorismo internacional
y cómo derrotarlo, que es otro importante tema en la agenda de
la cumbre. Estados Unidos quedó impresionado por el apoyo activo
de Putin en su campaña afgana, especialmente al facilitarle el
acceso a las bases en los estados de la línea del frente
de Asia Central y al entregarle inteligencia, un acto de cooperación
del ex espía de la KGB impensable aún durante los años
de Boris Yeltsin. Putin también parece estar de acuerdo con Washington
(y Tony Blair) en que la proliferación de armas nucleares, químicas
y biológicas, los problemas emergentes de estados fracasados o
parias, los incentivos a conflictos regionales como Palestina
y los males transnacionales como la droga son los grandes desafíos
futuros. Existen claras diferencias en cuanto a cómo manejar estos
temas. Estados Unidos pone objeciones a la venta de armas a Irán
por parte de Rusia; Rusia se opone a las sanciones de Estados Unidos contra
Irak. Y ambos lados ofrecen conflictivas definiciones sobre el terrorismo:
lo que para Bush eran (hasta el 11 de septiembre, al menos) son combatientes
chechenos por la libertad, para Putin son enemigos despreciables.
Pero estas preocupaciones se disuelven en gran parte, por ejemplo, por
la importancia de Rusia para Estados Unidos como un contrapeso para una
China que se fortalece y su potencial como un importante abastecedor de
nafta que no pertenece a la OPEP; y la necesidad de Putin de reducir la
deuda soviética, aumentar la inversión occidental, afianzar
las reformas de mercados y obtener la entrada a la Organización
Mundial de Comercio.
En otras palabras, la cumbre de esta semana que incluirá
un poco de vínculos masculinos, tala de árboles y arreo
de animales en el rancho de Texas de Bush llega en un momento en
que los intereses de Estados Unidos y Rusia parecen estar convergiendo
extraordinariamente. Y la oportunidad que esto representa es comprendida
en parte. Bush dice que él y Putin están a un paso de forjar
lazos que sobrevivirán nuestras presidencias. Condoleeza
Rice, la asesora de seguridad nacional de Estados Unidos, habla de crear
nada menos que una nueva relación estratégica.
Pero si Bush es serio en cuanto a esta reorientación radical, se
necesita un mayor salto de fe, imaginación y simple sentido común.
Es hora de invitar a Rusia a que sea un miembro pleno de la Otan. Más
de una década después que la Unión Soviética
implosionó, la alianza todavía tiene que encontrar un convincente
rol global, como lo demostró su alineamiento en la guerra
contra el terrorismo. Política y filosóficamente hablando,
la OTAN está retrasada en un reacondicionamiento existencial de
una naturaleza mucho más fundamental que la intentada en su revisión
del Concepto Estratégico de 1999. Doce años después
que cayera el Muro de Berlín, la OTAN todavía simboliza
la división anacrónica de Europa en campos occidental y
oriental. La proyectada expansión de la alianza hasta y alrededor
de las fronteras de Rusia le resulta amenazante a Moscú, pero es
profundamente ilógica que ahora Rusia es considerada una amiga.
Gran parte del rol europeo de la Otan puede con el tiempo ser reemplazado
por la Unión Europea; ya está sucediendo en Macedonia.
A pesar de su tratado de asociación de 1994 con la OTAN, a Moscú
todavía se lo mantiene a distancia prudencial. Pero el equilibrio
está cambiando: la OTAN necesita a Rusia más y más.
El premio podría ser una alianza remozada y rebautizada rodeando
la tierra, purgada del viejo pensamiento del siglo pasado y dedicada a
enfrentar los nuevos y comunes peligros de la próxima era juntos,
no separadamente. Como podría decir Blair, los hechos han sacudido
el caleidoscopio. Ahora lo que se necesita en una clara visión
de lo que viene.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère
Desarmando un mundo
Con una postura totalmente apartada de los tiempos de la Guerra
Fría, el presidente George W. Bush dijo ayer que Estados
Unidos reducirá en dos tercios el arsenal de sus ojivas nucleares
en la próxima década, y su colega ruso, Vladimir Putin,
prometió que Rusia tratará de responder del
mismo modo. Los mandatarios continuarán sus conversaciones
durante dos días en el rancho tejano de Bush con el intento
de forjar una nueva relación entre EE.UU. y Rusia.
Por su parte, Putin recalcó: Estamos dispuestos a desmantelar
definitivamente los vestigios de la Guerra Fría y desarrollar
una asociación totalmente nueva y a largo plazo. Y
destacó que EE.UU. y Rusia están preparados
para buscar soluciones en todas las áreas. Bush quiso
halagarlo: Rusia es un lugar totalmente diferente de lo que
fue durante la era soviética y señaló
que la amenaza del terrorismo hace que nuestra cooperación
sea más urgente ya que EE.UU. y Rusia pueden ahora
formar posturas comunes ante importantes asuntos regionales.
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BUSH
ABRE UN FUERO MILITAR EXTRAORDINARIO
Para los terroristas, ni justicia
George W. Bush sigue endureciendo
su ofensiva contra el terrorismo. Ayer, antes de retirarse a su rancho
en Texas, firmó una orden que permitirá que ciudadanos extranjeros
acusados de terrorismo sean enjuiciados por cortes militares y no por
tribunales civiles. Las fuentes de la Casa Blanca explicaron los detalles:
esos tribunales deben ser designados por el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, y quedan excluidos de la norma los ciudadanos norteamericanos.
La orden ejecutiva del presidente Bush indica: He determinado que
existe una emergencia extraordinaria para los propósitos de defensa
nacional, que esta emergencia constituye un interés urgente para
el gobierno y que esta orden es necesaria para enfrentar la emergencia.
El asesor de la Casa Blanca Al Gonzales explicó la iniciativa:
El presidente llegaría a una conclusión independiente
de que alguien es miembro de una organización terrorista, como
Al Qaeda, y que es en interés de Estados Unidos que esa persona
sea procesada. Esa persona sería entonces entregada al secretario
de Defensa (Donald Rumsfeld), quien tomaría el control del individuo.
Firmó una orden militar que le da una atribución adicional
en la lucha contra el terrorismo y para llevar a los terroristas ante
la justicia, agregó la portavoz Anne Womak. La norma se ajusta
a la coyuntura: los juicios se podrían realizar en el exterior
y sería una forma de proteger las fuentes de información.
Así, los nuevos tribunales que se llamarán comisiones
militares tendrían ventajas sobre los tribunales civiles.
La fuente gubernamental agregó: Existe la posibilidad de
que estos tribunales no sean necesarios y el presidente puede decidir
no acudir a ellos, pero ha señalado que es adecuado contar con
este instrumento. El decreto parece complementar la reciente ley
contra el terrorismo aprobada por el Congreso, la cual autoriza a los
agentes del FBI a vigilar las comunicaciones de sospechosos e impone fuertes
multas a quienes sean declarados culpables de albergar o financiar terroristas.
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