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BOB GELDOF PUBLICO UN DISCO LUEGO DE 8 AÑOS
El calvario de una estrella

En �Sex, Age & Death� flotan los fantasmas de Michael Hutchence y Paula Yates, con los que compuso un triángulo amoroso público por lo menos controversial. Hutchence y Yates murieron trágicamente.

Yates murió de sobredosis,
Hutchence en un raro rito sexual.

Por Esteban Pintos

Bob Geldof pasó de todo en 50 años. Su vida bien puede ser vista como una parábola de amor, muerte, dinero, poder y locura que ahora encuentra una banda de sonido adecuada, compuesta por él mismo. Sex, Age & Death, su primer disco en ocho años editado esta semana en Argentina, resume buena parte de estas cuestiones en 10 canciones viscerales, amargas, ciertamente rencorosas que, sin embargo, también se permiten la ironía. La rubia de la tapa, que mira desde arriba en inequívoca posición sexual, dice mucho: no es una chica de tapa porque sí, es la imagen misma de la decepción y la ¿traición? relacionada a la pulsión sexual básica del ser humano. Más allá del morbo alrededor del lanzamiento .-el disco aparece un par de meses luego de la muerte de su ex esposa Paula Yates–, la simbología alrededor es clara: Geldof rompió el silencio de todos estos años y eligió hacerlo desde las canciones. No olvidar que se trata de un músico, aunque no siempre sea lo primero que se recuerde de él.
Para la historia Geldof fue, primero, el protagonista de la versión cinematográfica de The Wall: el rock star en el espiral descendente de la paranoia y la alienación, con una infancia complicada y atiborrado de drogas (¿una visión profética de Kurt Cobain?). Más tarde, Geldof despertó la conciencia social de una época, motorizando el mega-proyecto benéfico inglés Band Aid que luego desembocó en los shows Live Aid .-dos recitales simultáneos en Londres y Filadelfia, el 13 de julio de 1985– que le valieron una candidatura al premio Nobel de la Paz y títulos honoríficos en varios países del mundo. Todo aquello, la película y el super show sin embargo, sepultaron su carrera. Nada fue igual: el mismo año de las condecoraciones, su banda The Boomtown Rats se quedó sin contrato discográfico y terminó disolviendos. Antes, a principios de los ochenta, habían vivido un cuarto de hora de fama en las islas británicas y una polémica social a partir de una canción, “I don’t like mondays” .recientemente versionada por Tori Amos en Strange Little Girls–, inspirada en el acto de una jovencita de 17 años, Brenda Spencer, que disparó a 11 pasajeros de un bus en San Diego sólo porque “No me gustan los lunes” (tal su explicación).
Pasaron los años y Geldof, olvidado músico reconvertido en próspero empresario televisivo, asumió un rol secundario detrás de su esposa, la presentadora Paula Yates. El programa The Big Breakfast, conducido por Yates desde una cama matrimonial, se convirtió en un fenómeno de rating en Inglaterra. Más problemas. Sobre esa misma cama, en vivo, la mujer conoció a Michael Hutchence, líder del exitoso grupo australiano INXS, e inició un romance que convirtió a Geldof, según los diarios, en “el cornudo más famoso de Gran Bretaña”. La batalla legal por la posesión de las tres hijas del matrimonio roto, volvió a ponerlo en un centro no deseado de la escena. El triángulo Geldof-Yates-Hutchence se convirtió en sinónimo de polémica mediática y disputas judiciales. Con la muerte accidental del cantante de INXS (asfixiado en un extraño ritual de estimulación sexual), las hostilidades recomenzaron. La viuda culpó públicamente a su ex esposo -.Geldof fue la última persona con la Hutchence habló, más bien discutió.- y el acusado eligió callarse la boca. Luego, ella murió de sobredosis.
Ahora es tiempo de hablar. Sex, Age & Death es un disco que inocultablemente refiere al infierno público y privado de sus últimos diez años. Aquí hay, pues, un rosario de amargas reflexiones sobre el tiempo transcurrido, estallidos de ira para quien lo dejó, pequeños estados de euforia pasajera, descripciones de una nueva vida y una canción, “Inside Your Head”, dirigida al mismísimo Hutchence. Es el momento más dramático del disco y Geldof lo interpreta como tal. “Tenés una vida, me dejaste muerto, ¿qué carajo está pasando dentro de tu cabeza? Entonces, ¿por qué pusiste una soga alrededor de tu cuello?”, aúlla el hombre-cara-de-Pink por sobre una banda de rock en estado de combustión permanente. En verdad el disco siempre parece a punto de estallar y en esa tensión alimenta su atractivo: la graciosa “6,000,000 loser” no lo es tanto si se piensa en las más recientes declaraciones del protagonista. “Cuando el amor te deja, no funcionás. Yo no podía hacer nada. No podía salir con chicas porque... no tenía pija. Esta canción habla de recuperar mi pija”. El perdedor de los seis millones, anuncia entonces, que “ahora vuelve a cabalgar, nena”. Sin embargo, esta es la obra amarga y sentida de un hombre de medio siglo que pasó y vio todo. Lo bueno, lo malo y lo feo. Un millonario con tristeza, una estrella conflictuada, un músico de rock que se demuestra a sí mismo que todavía tiene... música. A pesar de todo, de la muerte inclusive.

 

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