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Habló cuatro horas el fletero que llevó el volquete a la AMIA

Juan Alberto López, el fletero que minutos antes del atentado dejó el volquete en la AMIA, se enredó en sus apreciaciones.

Ribelli: La conjetura de José Manuel Ubeira, defensor de Ribelli, quedó bastante dañada porque el fletero indicó que dejó sólo un volquete.

La sede de la AMIA después
del atentado a la embajada.
López no precisó si miró dentro
del volquete que dejó.

Por Adriana Meyer

El fatigado fletero ya no podía ni mirar a sus interrogadores. Todos coincidían en que Juan Alberto López era un testigo fundamental porque aquel 18 de julio de 1994 dejó un volquete en la puerta de la AMIA cinco minutos antes de la explosión que destruyó la mutual judía, edificios aledaños y les quitó la vida a 85 personas. “Se enreda por sus limitaciones o es el que puso la bomba”, definió uno de los abogados querellantes en un cuarto intermedio. Por eso López tuvo que responder preguntas durante cuatro horas. Aseguró que eligió ese volquete al azar entre varios que había en el depósito de la empresa Santa Rita en el Puerto de Buenos Aires y que le fue pedido a último momento. Aunque dejó dudas sobre sus movimientos previos y posteriores, en especial sobre su paso por el misterioso terreno de la calle Constitución, coincidió con su jefe (que declaró después) en que los contenedores siempre se enviaban vacíos.
El volquete entró en escena cuando los investigadores establecieron que luego de dejarlo en la AMIA, el chofer López llevó otro a un predio de Constitución al 2600, que resultó cercano a varias propiedades de Alberto Kanoore Edul. Este sirio llamó el 10 de julio de 1994 a uno de los principales acusados, el reducidor de autos Carlos Telleldín, el día en que –para la acusación– este detenido entregó la camioneta Trafic usada en el atentado a un grupo de policías bonaerenses que respondía al ex comisario Juan José Ribelli, también imputado como “partícipe necesario”.
Sobre ese contenedor se armaron distintas hipótesis tendientes a relativizar o directamente negar la existencia de la camioneta Trafic como el cochebomba que destruyó la AMIA. La principal, difundida por el abogado del acusado ex comisario Juan José Ribelli, especulaba con que el volquete pudo haber contenido los explosivos o un detonador. Ayer López no pudo precisar si esa mañana miró dentro del volquete que dejó en Pasteur al 600, pero aclaró que “en general” los contenedores se revisaban para evitar quejas de clientes.
De todos modos, la conjetura de José Manuel Ubeira, defensor de Ribelli, quedó bastante dañada porque el fletero indicó que dejó sólo un volquete. El ingeniero Bernardo Kogan, que ya declaró como testigo, había dicho que vio dos contenedores apilados en la puerta de la AMIA, lo que permitió a Ubeira especular con la posibilidad de que haya habido algo en el espacio que queda entre ambos, que según Kogan puede ser de 8 a 10 centímetros.
López manejaba el camión que transportaba los volquetes de la empresa Santa Rita, del empresario de origen libanés Nassib Haddad a quien la semana pasada el juez federal Juan José Galeano le dictó la falta de mérito en la causa. En el inicio del interrogatorio pareció ser un hábil declarante porque respondía lo menos posible. Pero la estrategia no evitó que más adelante incursionara en imprecisiones que motivaron cierto ensañamiento de algunos de sus interrogadores.
El fletero estuvo en la AMIA entre las 9.40 y 9.50, entró hasta el hall y, según él, se encontró con el arquitecto Andrés Malamud, que murió minutos después en el atentado. Aseguró que Malamud, a quien describió como “pelado, de saco y gordo” le firmó el remito de entrega del volquete, algo que las pericias no corroboraron, porque se determinó que la rúbrica no era la del arquitecto que dirigía las refacciones en AMIA. Finalmente, admitió no estar seguro de haberlo conocido.
El abogado de Memoria Activa Alberto Zuppi insistió en saber por qué había hecho un dibujo de la puerta de la AMIA, con el volquete y dos patrulleros en la hoja de ruta que utilizaba para su trabajo. López explicó que al volver a su lugar de trabajo ya se había enterado de lo ocurrido en AMIA y, alterado, le dibujó a su jefe el lugar exacto donde había dejado el volquete. A los dichos de López siguieron los de su supervisor, Raúl Díaz, quien ratificó que esa mañana su empleado ya habíasalido a su recorrida y lo llamó para pedirle que volviera a la base de la empresa a cargar otro volquete pedido a último momento, el dirigido a Pasteur 633. El defensor oficial Sergio Moreno pidió exhibir dos facturas, secuestradas en la sede de Santa Rita, donde aparecen pedidos de mechas, detonadores y explosivos, que Díaz dijo no haber visto jamás en la empresa. También aseguró que desconocía las actividades de Haddad vinculadas a provisión de explosivos.

 

Fotos que provocan un estado de alerta

“Marcelo nos pone a todos en estado de alerta. Me despierta cosas que jamás imaginé que tenía en mí”, dijo el rabino Daniel Goldman al inaugurar la muestra fotográfica Nexos de Marcelo Brodsky. En el Centro Cultural Recoleta se pueden ver, a partir de ayer, las imágenes de los archivos del Juicio a las Juntas, del expediente del desaparecido Fernando Brodsky elaborados por los represores, del bosque de la Memoria de Tucumán y de los libros enterrados durante la dictadura y rescatados más de veinte años después. También están las fotos de los escombros de la AMIA, abandonados en la Costanera. Y están los trozos mismos de la fachada de la mutual judía, que Brodsky recuperó para incorporarlos en la memoria colectiva.

 

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