Por Diego Fischerman
Al principio quería
ser flautista. Vivía en México, estudiaba ese instrumento
y tocaba en un grupo de folklore latinoamericano con un chileno y un mexicano.
El mercado eran las comunidades de sudamericanos exiliados (como él)
en distintas partes del mundo. Pero Luis Nacht un día descubrió
el jazz. O, más bien, lo redescubrió, porque lo escuchaba
de pequeño junto a su padre y, por su casa, pasaban personajes
como el Gato Barbieri o Enrico Rava. Y empezó a tocar saxo. Hoy
es uno de los mejores saxofonistas argentinos de jazz, su paso por las
músicas de tradición folklórica le da un pie en tierra
(en tierra propia, se entiende) bastante inusual en el género y
se promete, cada vez que va tocar, que va a llevar la flauta. Invariablemente,
apenas deja el saxo tenor para tocar un poco el saxo soprano.
Con un disco excelente editado recientemente por BAU (Nachtmusik, un título
que juega con la alusión mozartiana pero también con la
idea de nocturnidad que el jazz acarrea consigo), Nacht protagonizó,
además, algún hecho bastante atípico. La semana pasada,
por ejemplo, tocó al frente de su cuarteto y, entre tema y tema
(o después de algún grupo de temas) Ricardo Piglia leyó
textos propios donde, como una música de fondo, podía encontrarse
a una banda de jazz. Hoy a las 22.30, tocará nuevamente con su
grupo en FM La Tribu (Lambaré 873) y el próximo martes 20,
a las 20, lo hará en el Ciclo Jazzología que se realiza
en el Centro Cultural Gral. San Martín Sarmiento 1551,
junto a su grupo estable conformado por Ernesto Jodos en piano, Pepi Taveira
en batería y Guillermo Delgado en contrabajo. Cuando empecé
tuve suerte, recuerda. Enseguida comenzaron a llamarme músicos
mucho más reconocidos que yo, que era todavía un principiante.
Ese es, a pesar de todo, un buen dato. En Argentina, a pesar de lo cerrados
que son los círculos del jazz, se puede entrar en ellos con facilidad.
El ambiente es muy chico, comenta Nacht. Por ahí
a uno no le dan bola nunca pero si lo hacen, lo hacen enseguida. Hay una
necesidad, por otra parte, de formar gente nueva, de que se incorporen
otros músicos. Hace unos años, si uno quería tocar
con contrabajo tenía que tocar con Hernán Merlo o con Hernán
Merlo. Realmente era el único. Hoy, en cambio, ya hay otras posibilidades.
Pepi Taveira, por ejemplo, que es uno de los mejores bateristas que hay
acá, está tocando en su grupo con gente muy joven. También
tiene que ver el entusiasmo. Los que recién empiezan tienen un
empuje que, tal vez, los más veteranos perdieron. Nacht confiesa
que, aunque ya tendría edad para empezar a buscar nuevos músicos,
todavía se siente a él mismo en esa posición. O
por lo menos en una posición intermedia.
Un dato que cambió su lugar en el mundo fue, desde ya, el disco.
Grabar cambió todo. Era un desconocido. Ahora soy un saxofonista,
resume. Este reconocimiento tiene que ver, también, con el haber
participado de dos emprendimientos colectivos tan originales como exitosos.
Uno es el sello discográfico BAU (Buenos Aires Underground) donde
también publicaron Ernesto Jodos con el trío Cambio de Celda
(con Martín Iannaccone en cello y Sergio Verdinelli en batería)
y el guitarrista Fernando Tarrés. El otro es la agrupación
La Tromba, que desde su fundación produjo mucho de lo más
importante de la escena del jazz local, empezando por un ciclo de gran
nivel musical que empezó en Un Gallo para Esculapio (una mezcla
de auditorio con bar, disquería y librería en Uriarte y
Costa Rica) y sigue desarrollándose todos los jueves en el Espacio
Giesso (Cochabamba 360). Allí, como cierre del año, el domingo
9 de diciembre, La Tromba hará un pequeño festival con todos
sus artistas, desde las 19.30 hasta las 24, conjuntamente con la inauguración
de una exposición de fotografías de Andrea Saslavsky.
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