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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

Zafarrancho de default

El simulacro tuvo lugar este mes en el Gailliot Center for Public Policy, de la Carnegie Mellon University, en el corazón de Manhattan. Dos profesores del Gailliot, Allan Meltzer y Adam Lerrick, que se hicieron famosos en la Argentina en mayo de este año al plantear una salida heterodoxa para la encrucijada del país, a partir de que admitiera su incapacidad de servir la deuda (lo cual en ese momento enfureció a Domingo Cavallo), condujeron un ejercicio de simulación que duró siete horas y llegó a conclusiones extremadamente significativas para los argentinos. Lerrick y Meltzer, dos republicanos ultraconservadores, muy allegados a Paul O’Neill, actual secretario del Tesoro, buscaban con este juego estratégico aportarle argumentos sólidos para que pueda imponerle al Fondo Monetario un pronunciado giro en su papel frente a las crisis financieras.
En la simulación intervinieron una veintena de operadores senior del mercado de capitales, unos representando a los inversores institucionales (fondos jubilatorios, fondos comunes de inversión, aseguradoras...) y, otros, a los inversores “oportunistas” (fondos de cobertura, de derivados...). Participaron también dos abogados del estudio Cleary, Gottlieb, Stein & Hamilton, que asiste a la Argentina y otros deudores ante los implacables tribunales de Nueva York. Fueron igualmente de la partida algunos académicos, como los arriba nombrados y Charles Calomiris, de la Columbia University, tan vituperado por Cavallo, además de un policy maker, alguien que se supone dicta las políticas y que para el caso fue el mexicano José Angel Gurría, ex secretario de Hacienda. No faltó gente del BID ni un funcionario francés y otro alemán, y, para completar el personal, Randall Kroszner, quien a sus 29 años integra el Comité de Asesores Económicos de George W. Bush. Por el EMCA (Asociación de Acreedores de Mercados Emergentes) estuvo en la trinchera Mohammed El-Erian, y también combatió Jay Newman, alias El Destripador, el mismo que volvió locos a los ecuatorianos. A la experiencia fueron especialmente invitados tres argentinos como observadores. Uno de ellos, Lisandro Barry, presidente de Fogaba (Fondo de Garantía Buenos Aires, un organismo del Estado provincial), fue quien relató minuciosamente a Página/12 lo sucedido en esa jornada tan rara y encendida.
El propósito del encuentro sabatino fue palpitar cómo actuaría el mercado ante la eventualidad de que un país plantease la restructuración de su deuda bajo las condiciones de la propuesta Lerrick–Meltzer (LM). Según éstos, lo que ha venido sucediendo es que los acreedores primero cobran tanto tiempo como pueden la prima de riesgo (sobretasa de interés, que hoy es para la Argentina de casi 28 por ciento anual) y luego desembarca el FMI y les elimina el riesgo. Para acabar con esto, L. y M. propician que el Fondo no actúe más como salvavidas sino como prestamista de última instancia (PUI). La mecánica sería la siguiente: el país insolvente acuerda con el FMI la propuesta de canje de títulos viejos por nuevos que le formulará a los tenedores de sus bonos, y el organismo multilateral establece un precio piso de salida para cualquier acreedor que no acepte la proposición, precio que mantendrá inalterado hasta el final, exitoso o fallido, de la operación. Además, el Fondo se comprometerá a impedir el contagio de la crisis a otras economías.
El esquema LM parte de distinguir entre el default (cesación de pagos) y el repudio de la deuda. Aquél consiste en el reconocimiento por el deudor de que no puede afrontar los servicios de su endeudamiento, pero expresando su voluntad de pagar. A partir de aquí, la existencia de un PUI evitaría que el mercado de los bonos del país quebrado se destruyera, ganado por el pánico, como ocurrió con la deuda argentina en 1989. Pero todo este esquema debía ser ensayado en un test de laboratorio, realizado en condiciones que se asemejaran lo más posible a las reales. Para la práctica, la república hipotecada recibió el nombre de Mañana (así, en español), pero al rato ya todos los jugadores decían Argentina, a pesar de que Lerrick se empeñaba en corregirlos. La probable víctima del contagio fue llamada República Federativa de los Vecinos Inocentes. ¿Una alusión a Brasil? ¿Serán tan inocentes los brasileños?
Los parámetros de Mañana se parecían sospechosamente a los argentinos, tanto en el monto de la deuda instrumentada en bonos (U$S 90 mil millones, unos 800 millones menos que en la realidad) como en su estructura. Además, el necesario acuerdo con el Fondo incluía, como estipula el modelito LM, además de la propuesta de canje, un compromiso de política económica. En el simulacro, Mañana se comprometía a mantener la convertibilidad, consolidar el déficit cero, evitar que el gasto público crezca en términos reales, usar todo superávit fiscal para reducir impuestos (ofertismo), respetar todos los contratos con las privatizadas y acelerar las negociaciones para un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Este plan, de reconocibles huellas dactilares, fue divulgado a los participantes antes de que empezara la tenida.
En un amplio piso subdividido por biombos, cada grupo de inversores contaba con su escritorio y su computadora. En un compartimento fueron acomodados Mañana y el FMI, y también un grupo de universitarios que se encargaban del soporte tecnológico. A los observadores, que desde un cuarto seguían las alternativas a través de una gran pantalla, sólo les estaba permitido hablar con la gente del Fondo y de Mañana. Los inversores debían definir, pero sin revelarlo hasta el final, cuál era a su juicio el nivel de deuda sustentable para Mañana (es decir, la que puede sobrellevar), y comunicarle por mail al país y al FMI su posición inicial tanto de efectivo como de bonos de Mañana y de Vecinos Inocentes. También podían incluir sus posiciones a término, vendidas o compradas, y su grado de apalancamiento. En una palabra, todo cuanto acercara el simulacro a la compleja realidad operativa. Pero con una simplificación: suponer que Mañana había emitido una sola clase de títulos.
Esta nación emergente debía definir su ambicionada paridad de canje del viejo bono por dos nuevos: uno con quita de capital, y otro con equivalente poda de la tasa de interés, para que cada tenedor eligiese su opción preferida. Un detalle clave es que ninguno de esos bonos llevaba garantía alguna, porque ésta les interesa muy poco a los mercados de capitales. Lo que les importa es el rendimiento, el flujo de fondos, aunque Cavallo y Horacio Liendo crean lo contrario. Lo otro es del tiempo en que la deuda consistía en créditos bancarios. En la cena de presentación, celebrada la noche previa, se dejó en claro que “las garantías consistentes en empeñar la recaudación impositiva son como mínimo cómicas... Para que una garantía sea válida debe estar fuera de control del deudor... Además, ninguna garantía aumenta la sustentabilidad de una economía, que es lo que cuenta”. Otro punto: si se quiere evitar que la restructuración se caiga, el deudor debe reunir una masa crítica de tenedores que represente como mínimo el 67 por ciento del capital de la deuda. Sólo así podrá imponerles a los acreedores renuentes un cambio en las condiciones iniciales de emisión.
Para la primera rueda, actuada por los participantes tan en serio como si se estuviesen jugando plata de verdad, se fijó que el bono de Mañana cotizaba en el mercado al 40 por ciento de su valor nominal (ayer el Global 2008 argentino se transaba en 35%). La oferta inicial de Mañana fue canjearlo al 45 por ciento, mientras que el Fondo fijó un piso de 36%. Esta ronda culminó con el 87% de la deuda canjeada. El resto de los tenedores decidieron quedarse con el bono viejo, de modo que nadie le vendió papeles al FMI.
Para la segunda vuelta se ajustaron algunos detalles, y el resultado definitivo fue éste: el canje sumó 89.600 millones de dólares, o sea el 99,6% de la deuda, trocándose los papeles a 48,9% promedio del valor nominal, con lo que Mañana logró una quita del 51,1%. Los restantes U$S 400 millones le fueron vendidos al Fondo, que los absorbió, como estaba establecido, al 36%, desembolsando por ende apenas U$S 144 millones. Undato notable es que, en promedio, los participantes habían estimado que el nivel de deuda sustentable para Mañana (aquel dato que no debían revelar hasta el final) era del 45,7 por ciento, es decir, 41.130 millones, en lugar de 90 mil. Como se ve, el precio de canje (48,9%) superó en apenas 3,2 puntos al sustentable. Es decir, al que la economía de Mañana es capaz de afrontar.
Durante la segunda y última simulación surgieron dos cuestiones importantes. Una es que si la Argentina persistía en dividir temporalmente el canje en dos fases (como acordar primero con los tenedores locales) se arriesgaría a no lograr la masa crítica de acreedores favorables. El peligro consistía en desinteresar a un grupo importante de tenedores, facilitándoles a los recalcitrantes o “buitres” el bloqueo de la restructuración. Este riesgo parece haber sido finalmente contemplado por Cavallo, según dejan traslucir algunas cláusulas incorporadas al trato con los tenedores internos.
La otra cuestión aparecida es que si el país ofrece garantías, éstas deben ser iguales para todos los acreedores. De cualquier forma, lo fundamental es que el país no debería invertir esfuerzos en generar garantías, como la ofrecida por la Administración De la Rúa a costa de convertir a los tenedores de los bonos en acreedores privilegiados, en detrimento de empleados públicos, jubilados, proveedores y la sociedad toda. Lo que verdaderamente cuenta es que los inversores piensen que la deuda del país es pagable.
Durante las largas horas de encierro en el corazón de Wall Street, los convocados pudieron pellizcar sandwiches y rosquitas, y beberse todo el té, café o gaseosa que desearan. A media tarde se dispersaron con un sentimiento de asombro y de éxito: la Argentina había conseguido una quita sustancial de su deuda, y al Fondo la operación sólo le había costado chirolas. Pero, en la cruda realidad, la fórmula Lerrick–Meltzer aún no fue adoptada por el organismo que comanda Horst Köhler y a la República de Mañana sólo la separan unas yardas del abismo.


 

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