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PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein

El tren fantasma

Si el planeta fuera un parque de diversiones, Argentina sería el tren fantasma. El lugar que asusta a los chicos y sin embargo no pueden dejar de ir. En la primera curva está la telaraña y en seguida salta la momia del sarcófago y ya llega el degollado y el hombre sin cabeza y cuando ya parece que el corazón no da más, te das vuelta y resulta que un gorila africano empuja el carrito. Un mundo de sensaciones. Cada vez que el Gobierno anuncia medidas, todos esperan que salga una momia del sarcófago y el carrito sale disparado sacando chispas sobre los rieles como si se fuera a estrellar con otro que viene en sentido contrario y resulta que es un espejo y una curva de último momento impide la falsa colisión.
Argentina está en el último tramo de 2001. Son los últimos sustos de esta vuelta del tren fantasma: déficit cero, ajuste salarial del 13 por ciento, reestructuración de la deuda con suspenso y voto castigo, coparticipación con las provincias justicialistas enojadas y negociación de un waiver con el FMI. Qué bárbaro, fue tan emocionante que es imposible no repetir para el 2002. Los que no se la bancan, como dicen los chicos, se bajan y buscan otro juego, se van a Estados Unidos, a España o adonde sea.
Para los que gustan de las emociones fuertes y se quedan a la vuelta 2002, al principio reparten una especie de manual de instrucciones que da idea del itinerario aproximado que seguirá el tren de los sustos: el Presupuesto 2002, con la aclaración de que la ruta será respetada “sólo y en cuanto” se cumplan determinadas condiciones más difíciles que ganarle a una avestruz al vuelo.
Entre los borradores que ya circulan en el Congreso se indica que el cálculo de ingresos y recursos en las arcas del Estado es de 41.203 millones y que el gasto primario sería de 39.586 millones, a los que se suman poco menos de diez mil millones en concepto de intereses de la deuda. De esta manera el déficit previsto rondaría los 8300 millones. Esta diferencia quedaría saldada para mantener el déficit cero con un aumento de casi tres mil millones en la recaudación impositiva, 2500 millones de ahorro por el canje de la deuda y quedarían cerca de 3500 millones para nuevos ajustes.
Las condiciones son que la recaudación aumente el 6 por ciento, cuando en las negociaciones con el FMI las previsiones no pasan de repetir la performance del año pasado, y que se obtengan los resultados esperados en la reestructuración de la deuda.
De alguna manera, el Presupuesto de la Nación, que debería ser una especie de plan de acción para hacer más productivo y racional el gasto, se plantea como siempre en estos últimos años como una herramienta para irracionalizar el ahorro. El Estado, que es la única empresa en la que todos contribuyen, es al mismo tiempo la única que se condena a sí misma a perder y achicarse cada vez más. Lo que se ahorra en el canje de la deuda ni siquiera alcanza para fortalecer la salud o la educación o para crear más fuentes de trabajo. El neoliberalismo no ha podido ver en el Estado otra cosa que una gran fuente de capital para desplumar con la usura y ha logrado convencer de esa visión a sus propias víctimas, las que todos los meses contribuyen con su dinero y su esfuerzo con esa empresa.
Al presentar el informe final sobre lavado de dinero en la Argentina, la diputada Elisa Carrió denunció el jueves estos “15 años de matriz criminal con impunidad garantizada”, donde puntualizó las diferentes formas ilícitas que generaron dinero sucio en esos años. Los ilícitos que denunció la legisladora fueron consecuencia en realidad de un sistema ilegítimo de usura que comenzó a despojar al país con la llegada de la dictadura militar en 1976 y de su ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y su consigna: “Menos Estado y más mercado”.
En un estudio comparativo que realizó el Instituto de Estudios y Formación de la CTA, que dirige el economista Claudio Lozano, se señala que tras instalarse el pensamiento del ministro de Videla y Massera, hasta la actualidad, la tasa de inversión, medida con relación al PBI, es menor que en 1975; que el PBI per cápita es 8 por ciento menor que en 1975; que la tasa de desocupación es cinco veces mayor que en 1975; que el salario promedio cayó 60 por ciento con relación a 1975 y que los niveles de pobreza crecieron 600 por ciento. En 1975 había 22 millones de habitantes y dos millones de pobres. Ahora hay 37 millones de habitantes, de los cuales, 14 millones son pobres. La Argentina ha vendido “las joyas de la corona” y encima tiene una deuda de 140 mil millones de pesos, pero el capital argentino depositado en cuentas del exterior es de 120 mil millones de pesos.
El 13 de noviembre se cumplieron cien años del natalicio de Arturo Jauretche, uno de los fundadores de FORJA y autor del Manual de zonceras argentinas. Podría haber escrito varios tomos más con las zonceras argentinas de los últimos años, como aquella, que viene de más lejos, de que “el Estado es mal administrador” o “la muerte de las ideologías” o “la copa que derrama”, u “honraremos nuestras deudas”, sin contar con los beneficios de “las relaciones carnales” o “los nostálgicos del ‘45” y “bajar salarios para aumentar la producción”, toda esa porquería cultural del neoliberalismo que quiere hacerle creer al pobre, al pequeño comerciante fundido y al profesional desocupado que está así porque es un retrasado mental y, por lo tanto, tiene que resignarse a vivir como tal y no reclamar sus derechos ni defender sus intereses, un lugar desde donde podría pensar un modelo de país más incluyente.
El último tramo del tren fantasma 2001 y el primero del 2002 será la discusión del Presupuesto que ya debería haber comenzado en el Congreso. El Gobierno quiere llegar con la coparticipación definida y con la primera parte de la reestructuración de la deuda realizada. Quedará poco más para discutir y en general las alianzas para esa discusión ya habrán sido establecidas en las dos etapas anteriores. El debate sobre el Presupuesto, que podría ayudar a delinear un proyecto de país distinto cuando el modelo entra en una crisis casi terminal, aparece como un trámite burocrático con relación a las emergencias de coyuntura. Pero entonces acompañará la agonía del modelo y cuando no se cumplan las condiciones de crecimiento y reactivación, otra vez el único recurso serán los ajustes y recortes.
El Gobierno no se interesó en convocar a las fuerzas de oposición para participar en la reestructuración de la deuda y las fuerzas de oposición tampoco mostraron interés en hacerlo, pese a que el tema afectará a varios gobiernos futuros. Desde el oficialismo se plantearon los hechos y se lanzó la red al agua. Después de algunos corcoveos, la mayoría de la oposición y el oficialismo se alineó con las medidas. La política no sirve para decidir la economía, sino que se hace política dentro del estrecho margen que dejan las opciones que asume la conducción económica. La principal exigencia del Fondo ha sido ahora el apoyo político a las medidas del Gobierno, como si ese fuera un problema fundamental, cuando hasta ahora la política se ha limitado a apoyar las decisiones en ese plano tratando de negociar alguna ventaja parcial a cambio de una aceptación que en realidad estaba anunciada aun antes de que comenzara la negociación. En ese juego no existe un proyecto alternativo al modelo vigente, por eso no hay convocatoria ni confrontación y de la misma manera parece plantearse la inminente discusión del Presupuesto. Y seguimos en el tren fantasma.


 

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