Por Susana Viau
Si esto es así,
a la única a la que se le podrá aplicar la asociación
ilícita es a Giselle Rímolo, comentó un empleado
de la Corte Suprema, contrariado por la certeza de que los miembros del
tribunal usarán esa llave para pegar un tour de force en la causa
de la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, que junto al Juicio a
las Juntas, es el proceso más significativo de un siglo de historia
argentina. La boutade del funcionario, sin quererlo, sobrevuela un punto
central: el abogado de la falsa dietóloga es Mariano Cúneo
Libarona, y es precisamente a Cúneo Libarona, frecuentador de platós
y defensor de Emir Yoma, a quien se le atribuye el diseño del último
tramo de la ingeniería jurídica que le abrirá a Carlos
Menem las puertas de Don Torcuato.
El plan de operaciones, según los observadores, tiene en la Corte
el dispositivo fundamental, aunque igual que en otras oportunidades ha
cuidado distribuir o diluir las responsabilidades a lo largo
de un complejo engranaje judicial. Una vez logrado el primer objetivo,
que no es otro que el derribo de la figura de la asociación ilícita
(o, lo que es lo mismo, la libertad del riojano) quedaría por dirimir
la cuestión de competencias: saber si será el fuero federal
o el penal económico el que continúe con las actuaciones.
Las apuestas favorecen al segundo: todos suponen que será penal
económico el que se lleve el gato al agua. Por algo ese territorio
fue abonado con paciencia a lo largo de una década por el menemismo
y por César Arias, un incondicional del ex presidente.
La fantasía realizada
Dicen sus allegados que a Menem lo perturbó desde siempre la idea
de coronar tras las rejas su carrera política. Por eso, quizás,
ahí donde parecía surgir un problema sembraba el antídoto.
Esa mecánica fue la que siguió la causa por la venta ilegal
de armamento a Ecuador y Croacia, iniciada pocas horas antes de que el
helicóptero que pilotaba Carlos Menem junior se estrellara en las
cercanías de Ramallo, el 15 de marzo de 1995 y a raíz de
una denuncia presentada por el abogado Ricardo Monner Sans. El sorteo
depositó la cuestión en manos de Jorge Urso, de estrecha
amistad con Miguel Angel Toma. Pero el menemismo, desconfiado, buscó
preventivamente un reaseguro. Dicen que fueron discretas gestiones de
César Arias las que indujeron al juez penal económico Marcelo
Aguinsky a abrir una investigación simultánea, pero pivoteando
en el aspecto del contrabando de armamento.
Las quejas de Ecuador por la calidad del material, los rumores que recogían
las tropas enviadas a la misión de paz, las filmaciones que mostraban
los cañones argentinos en los Balcanes, la voladura de la fábrica
militar de Río Tercero, multiplicaban los efectos del escándalo
y abrían la compuerta de nuevas indagaciones. Una denuncia del
perito Luis Tagni puso al magistrado cordobés Edgardo Filippi sobre
la pista de la pólvora, que no figuraba en ninguno de los decretos,
pero que según Tagni había sido vendida, con su desaparición
justificada con falsos certificados de incineración. La instrucción
de Filippi determinó que la pólvora había acompañado
la ruta de los fusiles, las municiones y los cañones Citer (argentinos)
y Oto Mellara (de fabricación italiana) y su deambular por cuarteles,
depósitos y camiones hasta el puerto de Buenos Aires. Fue esa última
escala la que decidió a la fiscal a sostener que la jurisdicción
correspondía a esta ciudad. En Buenos Aires iba a recibirla el
juez Julio Speroni. Entretanto, la causa por contrabando había
sido desguazada por Aguinsky. Uno de sus fragmentos había llegado
al tribunal oral y otro, al apartarse Aguinsky en medio del escándalo
provocado por el dictamen del procurador Nicolás Becerra acerca
de que la cuestión correspondía a la Corte (un dictamen
elaborado por Luis González Warcalde, ex marido de la ultramenemista
Marta Alarcia), es derivado a Guillermo Tiscornia. Sería el juzgado
de Speroni el que acabaría reuniendo lostrozos, excepto los que
quedan pendientes de sentencia en el tribunal oral.
Quienes especulaban que los documentos y las afirmaciones de Monner Sans
iban a ser enterrados con todos los honores en el fuero federal se llevaron
un chasco. El fiscal Carlos Stornelli, un hombre con más inclinaciones
al radicalismo que al PJ y de familia de militares como muchos de
los miembros del poder judicial prestó atención a
la hipótesis del ex legislador frepasista Horacio Viqueira, quien
planteaba que sólo la existencia de una asociación ilícita
de altísimo nivel podía haber permitido una maniobra de
semejante envergadura. Convencido, en 1998 Stornelli hizo suya esa estimación.
Debieron pasar casi dos años más para que, el 4 de junio
último, al devolver a Urso el expediente, la Sala II de la Cámara
Federal resolviera dar un impulso decisivo a la cuestión. Ante
los decretos-marco, la necesaria participación de funcionarios
relevantes del Poder Ejecutivo y un centro de escena ocupado por Fabricaciones
Militares y Río Tercero, el radical Martín Irurzun y los
peronistas Horacio Cattani y Eduardo Luraschi creyeron llegado el momento
de preguntarse (y preguntarle a Urso) si no se estaba en presencia de
una asociación ilícita. No era todo: señalaron
al juez la necesidad de ir hacia arriba en la investigación. Aunque
quizás lo que acabó por acicatear a Urso haya sido leer
la calificación de juez moroso, deslizada entre el
cúmulo de argumentos de sus superiores. Dos días después,
el 6 de junio, ya con la asociación ilícita en el horizonte,
Urso volvía a citar al ex directivo de Fabricaciones, el riojano
Luis Sarlenga. Viendo que se desvanecían sus esperanzas de libertad,
Sarlenga abrió el grifo. El 7, el magistrado libró orden
de captura contra Emir Yoma por considerarlo organizador de la asociación
ilícita. Jorge Urso había tomado una determinación
y no iba a echarse atrás.
Al mes, el 7 de julio, tomó indagatoria a Carlos Menem y, poniéndose
de pie, Urso le comunicó la detención, fundada en la presunción
de haber comandado la asociación ilícita que condujo a la
venta ilegal de armas. El carácter de organizador o jefe agravaban
el delito y lo convertían en inexcarcelable. Debido a su avanzada
edad, y por qué no, a su reciente matrimonio, el tribunal concedió
a Menem el beneficio de cumplirla en su domicilio. Este pidió autorización
para internarse, en cambio, en la quinta de su amigo Armando Gostanian,
en Don Torcuato. Parque y piscina era todo lo que el ex presidente podía
arrancarle a Urso. Se cumplía al pie de la letra la ley enunciada
por Winston Spencer Churchill en Su Hora Más Gloriosa: No
se hacen buenos negocios cuando se está a punto de expirar.
Toda la carne al asador
Si bien el sentido común indicaba desde hacía un tiempo
que la prisión de Menem era inexorable, la noticia desorganizó
sus filas y encontró casi desarbolada la defensa que todavía
llevaban el ex procurador Oscar Roger y Mariano Cavagna Martínez,
cuyo estudio-refugio de jueces federales en retirada (Adolfo Bagnasco
y Gustavo Literas se replegaron hacia allí) iba a sufrir el revés
más estrepitoso de su historia. Roger y Cavagna Martínez
se apartaron y el espacio lo cubrió el ex titular del juzgado federal
3, Oscar Salvi, ex socio de Gerardo Sofovich. La esperanza estaba puesta
en la Corte, aunque no se entreviera con claridad qué camino debía
recorrer la causa para llegar a destino.
La defensa de Emir había contratado una vez más a Cúneo
Libarona. El abogado egresado de la Universidad del Museo Social con excelentes
calificaciones ya había desempeñado ese rol con la hermana
menor de los Yoma, Amira, durante el Narcogate. El mismo día del
ingreso de su cliente en prisión, Cúneo Libarona apeló
ante la Sala II. En 15 días, los camaristas respondieron confirmando
la decisión de Urso. Cúneo elevó un recurso a la
Corte. Entretanto, las investigaciones de Stornelli continuaban y el juzgado
federal avanzaba sobre el patrimonio del expresidente. El hallazgo de
una cuenta del traficante de armas refugiado en Sudáfrica Diego
Palleros precipitó los acontecimientos. Se trataba de un depósito
de cinco millones de dólares entregados por los croatas y distribuido
en diferentes direcciones. La declaración del mesadinerista Pedro
Stier confirmó que los cientos de miles de dólares que fluyeron
a una misteriosa cuenta del banco Manfra, Tordella & Brooks (MTB)
tenían como destinatario a Emir. Las alarmas comenzaron a sonar.
Seguramente los timbrazos despertaron a la sala B de la Cámara
de Apelaciones en lo Penal Económico, cuyos miembros ordenaron
a Speroni citar a indagatoria al ex presidente y a Emir. Nunca un llamado
a indagatoria fue tan celebrada por los indagados y sus defensas. Speroni,
luego de escucharlos, dictó la falta de mérito para ambos.
La fiscal Alicia Sustaita ni siquiera asistió a la audiencia. Speroni
dio un paso más: le hizo saber a Urso que reclamaba la competencia
puesto que el delito investigado en penal económico preveía
una pena mayor que el que se dirimía en su juzgado.
El alborozo de los letrados tenía una explicación. La sala
que ordenó a Speroni indagar a los cuñados está integrada
por Marcos Grabivker, Carlos Pizzatelli y Roberto Hornos. Grabivker y
Pizzatelli están visualizados como personas de confianza del presidente
de la Corte Suprema, Julio Nazareno. Grabivker, cuya especialidad era
el derecho laboral, fue secretario de Nazareno y juró en la Corte
su actual cargo de camarista; Pizzatelli, antes de su designación
en la Sala B revistaba en superintendencia de Corte; Hornos es hermano
de un camarista de la Casación. En el Tribunal Oral hay otra válvula
de seguridad: el juez Héctor Acuña, cordobés, ex
magistrado en Catamarca, corredor de autos y menemista confeso. Su cabeza
estuvo a punto de rodar por un pedido de juicio político originado
en el sobreseimiento de Cacho Steimberg, detenido por contrabando
de coches y vinculado a Carlos Menem Junior. Acuña logró
eludir la destitución porque la solicitud de jury fue archivada
tras dos años de congelamiento. Speroni era por esas fechas su
secretario.
En paralelo al desperezamiento de la pequeña estructura que juzga
los delitos económicos, una lucha sorda se entabló en la
Sala II del fuero federal. Lo que los camaristas resolvieron respecto
de la prisión de Emir, en menos de lo que canta un gallo, se estiró
a más de cuatro meses en el caso de Menem. Es que la unanimidad
inicial se había transformado en deliberación. Hace dos
semanas, trascendió que, de todas formas, los votos se inclinaban
dos a uno por confirmar la decisión de Urso. Siete días
después la fragmentación había aumentado: ahora uno
confirmaba, otro entraba en la zona de la duda sistemática y un
tercero se decantaba por la revocatoria. Irurzun, Cattani y Luraschi optaron
entonces por mantener el silencio, hacer una verónica y dejar la
cuestión picando en el tejado de la Corte. Serán los jueces
del Supremo los que paguen los costos, a un precio más bajo, por
cierto, que el que hubieran debido afrontar de tener que modificar un
fallo confirmatorio de la Cámara. Urso y Stornelli quedaban frente
al abismo y librados a su suerte.
La cartera de Justicia, querellante en la causa, no se ha expedido aún
ante la presentación hecha por Elisa Carrió y Graciela Ocaña,
quienes solicitaron la recusación de Julio Nazareno y Adolfo Vázquez
por amistad manifiesta con el encartado. No hay margen para imaginar que
un milagro se produzca en la Corte. Una mayoría designada por el
menemismo y alineada con él garantiza que la figura de la asociación
ilícita caiga como un calzón bajo los argumentos de la mayoría
de los ministros. Es la única posibilidad de que los aires de libertad
alcancen también a Emir: los ex cuñados deben zafar juntos
de la situación y no por solidaridades de parentela. Yoma ha advertido
que si a él lo largan y a mí me dejan, a los 15 días
está acá de nuevo. El 7 de diciembre de 1995, Adolfo
Vázquez había enviado una nota escrita a mano a su muy
querido presidente y amigo agradeciéndole el cargo de integrante
de la Corte: ahora le pido aDios que me dé la lucidez y la
oportunidad de demostrar que una vez más tu decisión no
ha sido equivocada al proponerme para tan honroso cargo. La oportunidad
que Vázquez deseaba está a la vuelta de la esquina.
La
Banda sigue tocando
Por Miguel Bonasso
Un virtual acuerdo entre el
flamante senador Eduardo Duhalde y el grupo de colegas justicialistas,
que el mundillo político suele llamar la Banda, causa
profundo rechazo en el Frente Federal (que integran gobernadores de las
provincias chicas) y podría llevar a la fractura del bloque peronista
en el Senado. Fuentes políticas y parlamentarias revelaron a Página/12
que el arreglo entre el ex candidato presidencial y algunos de los rostros
visibles de un Senado profundamente desacreditado supondría, entre
otras cosas, que el sanjuanino José Luis Gioja seguiría
presidiendo el bloque justicialista, el pampeano Carlos Alberto Verna
mantendría el control sobre la estratégica comisión
de Presupuesto y Hacienda y el riojano Jorge Yoma, además de presidir
la Comisión de Asuntos Constitucionales, iría como representante
del Senado al Consejo de la Magistratura. En ese marco especulan
las fuentes aunque el justicialista de Misiones Ramón Puerta
asumiera la presidencia provisional, sería un mando puramente formal,
con el poder tradicional detrás del trono. Otros van más
lejos y atribuyen al ex gobernador bonaerense un acuerdo bajo la mesa
con el gobierno para que el cuerpo continúe presidido por un radical.
Es un pastel remató la misma fuente-, Duhalde se olvidó
de lo que dijo en campaña. Este es el Senado de siempre. La Banda
sigue tocando.
La calificación de Banda endilgada a un grupo de senadores
peronistas causó mucho escozor e indignación en los despachos
senatoriales cuando fue lanzada por Atilio Cadorín en el diario
La Nación, allá por 1996 o 97. Pero desde entonces sigue
vigente en el mundillo político. En la conducción orquestal
se ubicó entonces al entrerriano Augusto Alasino, que ya no regresará
a la Cámara Alta pero de quien se habla incluso para una probable
embajada. Como primera trompeta aparecía Carlos Alberto Verna,
definido por muchos como el ideólogo del grupo y, sin duda, el
músico más inteligente del conjunto. Entre los ejecutantes
destacados figuraba el formoseño Ricardo Alberto Branda, que ahora
ha sido premiado con un puesto de director en el Banco Central, tal como
lo anticipó esta columna el 5 de agosto pasado. No es el único
premio, en todo caso. Ayer en los tribunales de Comodoro Py se hablaba
del inminente sobreseimiento en la causa de los sobornos. Algunos senadores
que se van y no vuelven, pero que votaron la cuestionada ley de flexibilización
laboral, lo habrían exigido al Gobierno para antes del 10 de diciembre,
en que sus fueros se extinguen.
En rigor, muchos ejecutantes de la Banda ya han debido emigrar
(aunque con el consuelo de otros cargos públicos) y quedaría
una Banda residual y no muy ortodoxa. De hecho a Gioja se lo ubica mejor
en una zona difusa que los propios senadores denominan el barrio
Chino, y el entrerriano Héctor Maya suele llamar el
Bloque de Olivos, en obvia alusión a la voluntad de darle
una mano al oficialismo, como ocurrió cuando la votación
de la ley de déficit cero. Tampoco el Negro Jorge Yoma
es un miembro pleno del núcleo, sino más bien un outsider.
Pero los acuerdos del ex candidato presidencial con senadores que auspiciaron
algunas de las iniciativas y prácticas más cuestionadas
no confirma precisamente la promesa proselitista de Duhalde: construir
un nuevo Senado.
Los críticos más acerbos acusan al bonaerense de estar jugando
a dos puntas, al levantar por un lado la candidatura de Puerta y negociar
bajo la mesa con Fernando de la Rúa para que la presidencia provisional
siga en manos del radical Mario Aníbal Losada o algunos de sus
correligionarios como Carlos Maestro o Raúl Baglini, el autor del
famoso Teorema sobre cómo se modera el discurso en
forma directamente proporcional con la cercanía del poder.
En esta cercanía con la Rosada, el hombre de Lomas de Zamora coincidiría
paradójicamente con sus rivales del menemismo, como
el propio Eduardo Menem que tampoco integra La Banda
pero propiciaría la continuidadde la presidencia radical por razones
más que obvias, vinculadas a la inminente liberación de
su hermano Carlos Saúl. (También anticipada en este diario
el 5 de agosto pasado, en una nota que Eduardo Menem calificó de
basura periodística e infamia.)
Según los informantes de Página/12, el ex presidente Menem
recibió en Don Torcuato la visita del jefe de gabinete Chrystian
Colombo, que está operando activamente a favor de que Losada y
no Puerta (u otro peronista) se ubique en el puesto 2 de la Ley de Acefalía.
La Corporación (ese oscuro vínculo entre las dos fuerzas
políticas principales de la Argentina) suele utilizar túneles
para eludir a la prensa. Como el de Olivos, por donde habrían pasado,
en vísperas de la gira presidencial a Europa, el Choclo Alasino,
Gioja y Verna para charlar discretamente con el primer mandatario. Allí,
según las fuentes, se habría concedido a De la Rúa
y su ministro Domingo Cavallo la no sanción en la Cámara
Alta de la ley de coparticipación del impuesto al cheque, que ya
había sido aprobada por Diputados y constituía un fuerte
reclamo del Frente Federal.
El presidente, por su parte, habría mostrado una buena disposición
para confirmar la incorporación de Gerardo Palacios a la Auditoría
General y de Branda al Banco Central. Entre otras recompensas a legisladores
que apoyaron la tristemente célebre ley laboral.
Estos acuerdos, Duhalde-Banda, Banda-Olivos, generaron severas turbulencias
entre algunos legisladores del Frente Federal y los otros senadores justicialistas.
En la línea dura se ubicaron fundamentalmente tres mujeres: Liliana
Negre, de San Luis; Sonia Escudero, de Salta, y Cristina Kirchner, de
Santa Cruz. A la esposa del gobernador Néstor Kirchner, una parlamentaria
de larga experiencia en la heterodoxia justicialista, los acuerdistas
la quisieron tentar con la primera vicepresidencia, un cargo con más
apariencia de poder que poder real. Pero luego trascendió que la
vicepresidencia primera sería para el cordobés Juan Carlos
Maqueda, un hombre del gobernador Juan Manuel De la Sota. En cualquier
caso se trataba de negarle a la senadora Kirchner lo que pretendía:
la estratégica Comisión de Asuntos Constitucionales. Ayer,
un despacho de la agencia oficial Télam daba a conocer que habían
cambiado de idea y estaban por ofrecerle la Comisión de Pesca.
El mismo despacho daba cuenta del documento de los 23, firmado
el jueves por la noche como un llamamiento a la unidad que habría
permitido llegar finalmente a un acuerdo entre los dos sectores en pugna
para definir las principales jefaturas. Los 23 en realidad son 21
y en el Grupo Federal no participa Eduardo Duhalde, como informa erróneamente
la agencia oficial. Algunas firmas dicen se habrían
conseguido a cambio de ciertas concesiones. Sería el caso del ex
radical José Alperovich, cooptado por el gobernador Julio Miranda
para el justicialismo de Tucumán. Alperovich, aseguran las fuentes,
habría estampado su cambiante signatura a cambio de la Comisión
de Obras Públicas que apetecía.
Según Télam, habría bastado una conversación
telefónica entre Duhalde y Jorge Yoma para componer un esquema
que tiene a Puerta como candidato a la presidencia provisional y a Gioja
como jefe del bloque justicialista. Esquema que supone para este último
un papel más decorativo que real y que seguramente encenderá
las críticas de algunos miembros del Frente Federal, para quienes
la presidencia provisional del Senado, por parte del justicialista por
Misiones, debía suponer un cambio decisivo en las relaciones entre
la Cámara Alta y el Poder Ejecutivo.
Aunque el Frente Federal dista de constituir una tendencia interna del
justicialismo, y es, ante todo, una alianza táctica entre senadores
tendiente a defender a las provincias en sus disputas con la Nación,
algunos de los gobernadores que lo apadrinan, como el puntano Adolfo Rodríguez
Saá, el santacruceño Néstor Kirchner y el salteño
Juan Carlos Romero, resultaron un apoyo importante para Duhalde en el
recientecongreso partidario donde corrió a los menemistas de las
principales posiciones jerárquicas. No le conviene distanciarse
de ellos. Y menos en las presentes circunstancias, en que sus rivales
para la candidatura presidencial, Carlos Ruckauf, Carlos Reutemann y José
Manuel de la Sota mueven sus propias piezas en ese Senado que se comió
la vicepresidencia de Chacho Alvarez y simboliza, más que ninguna
otra institución de la democracia argentina, el descrédito
de la actual clase política.
|