Por Julio Nudler
La independencia económica
que proclamó Fernando de la Rúa el pasado 9 de julio, afirmando
que ella se conseguiría mediante el déficit cero, duró
poco más de cuatro meses. Este viernes quedó de nuevo abolida
cuando Domingo Cavallo, franqueándose en Ottawa ante los mayores
jefes políticos de la economía estadounidense (Alan Greenspan,
de la Reserva Federal, y Paul ONeill y John Taylor del Departamento
del Tesoro), admitió que por ahora el sector público nacional
no puede emparejar sus cuentas. Como también trascendió
que la recaudación ha seguido destruyéndose durante noviembre,
ese por ahora podría prolongarse indefinidamente. Como
guarnición del plato servido por Cavallo, Hacienda soltó
en la misma jornada el dato que había estado reteniendo: un déficit
de $ 676 millones en los números del Tesoro durante octubre, posible
consecuencia de lo que se barrió bajo la alfombra en septiembre
para maquillar las cifras del tercer trimestre. El déficit asumido
enmascara en realidad un desbalance considerablemente mayor pero difícil
de precisar, en el que se incurre con la retención de partidas
y el aplazamiento de facturas que a la larga habrá que afrontar.
Lo que se llama oficialmente déficit refleja apenas
el movimiento de caja, más allá del cual se apila un endeudamiento
oculto. Lo cierto es que Cavallo, al reconocer que será muy difícil
(es decir, imposible) dar vuelta la historia en el último bimestre
ya en curso, puso el destino de la crisis en manos del Fondo Monetario
y los patrones norteamericanos de éste. A la Argentina ni siquiera
le alcanza con una dispensa (waiver) del FMI, que le excuse el desvío
presupuestario y así mantenga en pie el programa de desembolsos.
Para evitar la abierta cesación de pagos y el hundimiento de la
convertibilidad, Cavallo necesitaría de un préstamo puente
que le dé aire hasta poder cerrar la reprogramación de la
deuda. La pregunta es si Washington, el G-7 y el Fondo estarán
dispuestos a otorgar este nuevo salvataje. La probabilidad no parece alta,
pero también es cierto que si Horst Köhler y Anne Krüger
rechazaran la demanda argentina, el país quebraría en cuestión
de días o a lo sumo semanas, y el FMI sería visto como el
verdugo, oficio que no le gusta ejercer así, a la vista de todos.
Tanto De la Rúa como Cavallo aseguraron en su momento que la del
déficit cero era una decisión muy dura pero inevitable porque
la Argentina se había quedado sin fuentes de crédito en
los mercados. Por tanto, más allá de posiciones políticas
o pruritos ideológicos, estaba fuera de discusión que no
podría gastarse más de lo que se recaudara, ya que nadie
querría prestarle dinero al país. Sin embargo, y desafiando
esta lógica aparentemente indestructible, De la Rúa y Cavallo
se las ingeniaron para erogar más de lo recolectado por impuestos.
¿Cómo hicieron?
Un medio al que está apelando Economía, en yunta con el
Banco Central, consiste en emitir dinero solapadamente y con éste
comprar dólares de las reservas para cancelar con ellos compromisos
con los acreedores. El mecanismo es simple: el BCRA le presta pesos al
Banco Nación por vía de un redescuento o de un pase activo
(hubo, hace poco, una operación por $ 500 millones), y el BNA compra
con esa plata Letras del Tesoro, disponiendo éste así de
fondos para convertir en dólares y atender gastos.
Se trata, desde luego, de una mecánica reñida con la convertibilidad,
y por culpa de la cual las reservas que la respaldan vienen cayendo más
rápidamente que los depósitos en el sistema financiero.
Esto es así porque la sangría de reservas no sólo
está reflejando la fuga de capital privado, sino también
el pago de cuentas por parte del Estado con dólares que, legalmente,
son prenda de la base monetaria (o, en otros términos, respaldo
del peso). Más allá de su ilegitimidad, este recurso se
está agotando velozmente, junto con las reservas. Sólo un
vuelco favorable en la conducta de los depositantes, volviendo a los bancos,
permitiría prolongarlo. De no ocurrir esto, más temprano
que tarde Hacienda deberá decidir si deja de pagar las obligaciones
de la deuda. Importa notar, al respecto, que en lo que resta de noviembre
hay vencimientos por algo más de U$S 1600 millones.
En cuanto al déficit consolidado (que suma el de Nación
y provincias), se está cubriendo en parte con la emisión
de fiduciario o cuasimoneda bajo el poco eufónico nombre
de Lecop. Este medio de pago inconvertible es utilizado por el Tesoro
para cancelar deudas por coparticipación con las provincias. Pero,
en la medida en que esas letras son aceptadas luego por el fisco nacional
como medio para la liquidación de impuestos, la recaudación
en pesos resulta proporcionalmente inferior y, dado el nivel de gasto,
surge un mayor déficit en la moneda convertible. El mismo efecto
tiene la mediación de grandes empresas, que les compran con pesos
las Lecop a las provincias y horas más tarde emplean esas letras,
en lugar de pesos, para cumplir con la AFIP, que las toma a valor pleno.
Este rápido circuito también drena la recaudación
computable para el cálculo del déficit.
Se apeló asimismo a la inyección de títulos en las
carteras de entidades financieras cautivas, como los bancos que operan
en la plaza local y las AFJP. No obstante, este recurso se evaporó
ya casi por completo. La corrida de depósitos está diezmando
la capacidad prestable de la banca, aunque parte del drenaje le sea compensado
por el BCRA también en este caso mediante formas encubiertas
de emisión monetaria (redescuentos y pases activos), a espaldas
de la convertibilidad. En cuanto a las jubiladoras, la brusca reducción
de los aportes previsionales, de 11 a 5 por ciento, del cual apenas una
porción llegará efectivamente a las cuentas individuales
de capitalización, minimizará esa fuente de financiación
para Hacienda.
Para manotazos de corto plazo, que también explican cómo
es posible gastar más de lo que se recauda, Economía entra
a saco en la Cuenta Unica, que concentra, en el Banco Nación, un
desordenado montón de recursos dispersos del sector público,
desde las tasas de Justicia hasta el tributo para el Instituto de Cinematografía,
que legalmente no pueden ser desviados de su destino establecido. ¿Pero
hay algo que pueda detener a Cavallo?
Ottawadas
Desayunando con el
jefe del FMI, Domingo Cavallo intentará hoy desbloquear el
desembolso de 1260 millones, más 600 del Banco Mundial.
La Argentina no logró
demasiado hasta ahora en Ottawa, pero al menos le dedicaron mucho
tiempo, una declaración amigable del G-20 y palabras de respaldo
de Paul ONeill, secretario estadounidense del Tesoro.
Pedro Malán, ministro
brasileño de Economía, afirmó que la Argentina
no se caerá, y que si se cayera ello sería desastroso
para Brasil.
Mario Blejer, vicepresidente
del BCRA, dice que el Fondo recién tomará una decisión
cuando los gerentes discutan el asunto con los técnicos en
la sede de Washington. Reuters los ve adversos.
Mientras tanto, a la
Argentina se le acaba el tiempo. Capotado el pretendido déficit
fiscal cero, necesita plata de afuera para no venirse abajo antes
de terminar la trabajosa renegociación con los acreedores.
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KöHLER
INVITA, ¿PERO PAGARA?
Desayunando piedras
Horst Köhler,
director ejecutivo del FMI, invitó a desayunar hoy a las 8,30 a
Domingo Cavallo en el hotel Chateau Laurier de Ottawa, donde se ha dado
cita este fin de semana la cúpula económica y financiera
del mundo. Según señaló desde Canadá a Página/12
Mario Blejer, vicepresidente del Banco Central, no habría que esperar
que de la cita matutina salga una decisión del Fondo. Blejer, que
militó largos años en ese organismo multilateral, indicó
que las resoluciones las tomará el management (cuya cabeza es Köhler)
en consultas con el staff técnico, y esto sólo podrá
suceder de regreso en la sede de Washington.
A su vez, el embajador argentino en Canadá, César Mayoral,
dijo a este diario que el primer paso consistiría en que el FMI
decidiera enviar una misión a Buenos Aires. Lo que el país
espera es que se desbloquee el desembolso de 1260 millones del Fondo,
y otros 600 millones acordados por el Banco Mundial. Al respecto, ayer
no surgió ninguna definición, pero sí algunos gestos
que permiten abrigar expectativas. Uno de ellos estuvo contenido en una
declaración del Grupo de los 20, indicando que daría la
bienvenida a la resolución más pronta posible del problema
de la deuda de la Argentina. El G-20 engloba a las principales potencias
capitalistas y a los mayores países emergentes.
A su vez, Paul ONeill declaró a la prensa que, si bien no
vio los detalles del plan argentino (en referencia al programa económico
y a la propuesta de restructuración de la deuda), por lo
menos conceptualmente lo que han estado diciendo (Cavallo y Daniel Marx,
secretario de Finanzas) tiene mucho sentido. Agregó luego
que confiaba mucho en que el Fondo Monetario vea favorablemente
el detallado plan que el presidente De la Rúa y el ministro Cavallo
han diseñado. De todos modos, volvió a señalar
que el FMI debe dejar de actuar como bombero, pero sin indicar qué
ayuda puede entonces aguardar una economía en llamas como la argentina.
Cavallo mantuvo ayer una larga serie de encuentros bilaterales con sus
pares de numerosos países con influencia en el directorio del Fondo.
Pero la agencia Reuters aseguró en un despacho que los funcionarios
del FMI no quedaron convencidos de que el plan financiero argentino pueda
funcionar.
¿Cavallo
usará el paraguas de Bush?
Por Martín Granovsky
Ya parece historia antigua,
pero ocurrió: Fernando de la Rúa volvió de
los Estados Unidos tras haber conseguido un notable nivel de apoyo
político por parte de George W. Bush. Más cerca en
el tiempo, Domingo Cavallo ahora debe probar en carne propia si
el paraguas de Bush se abre, o si el problema es que se abre pero
la Argentina no consigue poner debajo nada que proteger.
Tal como informó este diario en exclusiva, durante la entrevista
del domingo en el Waldorf Astoria de Nueva York Bush prometió
apoyo e incluso se quejó de que los bancos ya ganaron
mucha plata. Los funcionarios argentinos interpretaron, con
razón en este caso, que fue la forma elegida por Bush para
apoyar el canje de deuda tanto en el tramo nacional como en el internacional.
De todos modos, el mensaje completo no dejó dudas. Debería
leerse así: ustedes avancen, que nosotros apoyamos, pero
apoyamos siempre que cumplan con el déficit cero y que arreglen
con el Fondo Monetario Internacional.
El domingo, según confió a este diario uno de los
participantes, Bush hasta se permitió un gesto cuando dijo
que, como elemento que agrava la situación argentina, ustedes
además tienen otro problema, que es nuestra recesión.
La novedad es que Cavallo pidió a Paul ONeill, el secretario
del Tesoro de los Estados Unidos, que actuara para que el Fondo
acelere el adelanto de fondos. Son 1260 millones de dolares en diciembre
y eventualmente 3000 millones en marzo. Sin ellos, dijo Cavallo
en Canadá, la Argentina no puede crecer. El Gobierno evitó
pedir garantías a los Estados Unidos. Esquivó el tema
De la Rúa y lo eludió también Cavallo, en lo
que pareció ser una estrategia destinada a reservarse el
capital de reclamos para lo que verdaderamente resulta necesario
a corto plazo. De la Rúa, a su vez, tampoco pidió
el adelanto, según pudo establecer Página/12. Eligió
suavizar el camino político para que Cavallo tuviera luego
una dificultad menos.
Por eso las tratativas con el Fondo son una cuestión de vida
o muerte a corto plazo porque implican, de paso, un perdón
al incumplimiento de las pautas del déficit cero y
una prueba de hasta donde llega el apoyo de la administración
norteamericana.
Washington puede interpretar que la Argentina aún no cumplió
las pautas. Entonces, seguirá condicionando su sostén,
y este será teórico, porque no parece haber vida luego
de la escasez de fondos de aquí a fin de año.
O puede interpretar que la Argentina, básicamente, cumplió,
y dar instrucciones al representante de los Estados Unidos ante
el Fondo que tercie ante los otros socios, básicamente integrantes
del G7, en favor del país en desgracia de pagos.
En cualquiera de las interpretaciones, Bush no prometió dinero
fresco sino gestiones. Importantes, y en algún momento decisivas,
pero gestiones al fin, supeditadas a la política interna
argentina.
La Casa Blanca es pragmática. Le conviene que la Argentina
arregle sus cuentas y que De la Rúa llegue al 2003. Y no
lo oculta. Este diario pudo saber que funcionarios de primer nivel
en Washington dijeron a enviados peronistas que los Estados Unidos
no están trabajando con la hipótesis de las elecciones
adelantadas. El Gobierno interpretó el mensaje como una bendición.
En cierto modo lo es, pero con la transitoriedad que suelen tener
las bendiciones en los Estados Unidos. Washington no jugará
en contra de De la Rúa, y mientras pueda jugará a
favor. Pero si las cosas en la Argentina pasan del declive al abismo
la Administración Bush se adaptará a la nueva realidad.
Lo hizo con los distintos cambios de Gobierno en la Argentina, lo
repitió tanto con la reelección como con la no reelección
de Menem por segunda vez, y aplicó el criterio en condiciones
mucho más complejas para el continente como el juicio político
a Fernando Collor de Mello, que derivó en su renuncia a la
presidencia de Brasil.
Además de transmitir el contenido de las reuniones con el
justicialismo, los Estados Unidos hicieron llegar otro mensaje al
Gobierno. Le hicieron saber que Cavallo debe seguir las reglas habituales
de relación con el Ejecutivo norteamericano. Traducción:
los norteamericanos respetan a Jacob Frenkel, el directivo de Merrill
Lynch elegido por Cavallo como negociador ante Wall Street, pero
quieren ante ellos un delegado formal, como para que quede claro
que el Gobierno argentino unifica su personería. Fueron delegados,
estos días, Jorge Baldrich, Horacio Liendo y el propio Cavallo.
También Daniel Marx, a quien alternativamente el ministro
de Economía ve como un colaborador y como un competidor.
Con la provisoriedad que pueden tener estas afirmaciones en la Argentina,
funcionarios cercanos a De la Rúa aseguran que el Presidente
no quiere sacar a Cavallo, que el resto de los ministros no está
pensando en Marx (Daniel) y que ni siquiera Marx está pensando
en sí mismo como reemplazo de Cavallo.
A Daniel le preocupa no quemarse para el futuro fue
el comentario recogido en Nueva York y Buenos Aires.
Marx fue socio de Nicholas Brady y nada indica que no quiera volver
a un puesto similar cuando deje la función pública.
La unificación de personería reclamada desde los Estados
Unidos sirve, a los ojos del Gobierno, para disipar en Cavallo la
idea de que todo es una interna contra el ministro. La realidad
muestra que, por primera vez, la Argentina tiene un ministro de
Economía sin interlocutores en el Fondo Monetario ni en Brasil,
el principal socio comercial del país. El tándem Bush-O
Neill puede servir para aceitar el primer andarivel, aunque nada
parece capaz de solucionar el conflicto con el vecino. Cavallo puede
no haberlo notado, pero en la última tanda de condecoraciones
ofrecida por Brasil, Sebastiao do Rego Barros, el sutil embajador
que dejará su puesto a José Botafogo Gonçalvez,
otro peso pesado, se disculpó por utilizar el portugués
en lugar del español.
No hablo castellano de manera tan perfecta como el ministro
Cavallo dijo Rego Barros, que en los últimos
años ha podido utilizar el idioma para explicar distintos
planes económicos con las mismas palabras.
Brasil al margen, la estrategia oficial es un juego simultáneo
en el que todas las negociaciones vayan avanzando al mismo tiempo:
canje interno, canje externo, conversaciones con el Tesoro, diálogo
con el Fondo, búsqueda de apoyo del G7, lobbying especial
en España que, dicho sea de paso, hasta fue el país
encargado de pedirle a Cardoso que bajara los decibeles en el conflicto
con la Argentina.
Si la simultaneidad no saliera, o si uno de los escalones resultara
demasiado alto para la falta de estado físico de la Argentina,
el cuadro externo empeoraría automáticamente.
Pero incluso si todo sale bien, la Argentina enfrentará un
problema que los funcionarios recién empiezan a discutir
ahora: la tasa del canje. Son cada vez más los convencidos
de que el 7 por ciento es hoy una cifra demasiado alta, aun cuando
sea menos usuraria que las habituales tasas superiores al 10 por
ciento. Pero en las condiciones actuales igual es alta, y podría
serlo aún más si la Argentina no crece.
En Nueva York un financista preguntó a De la Rúa si
el Gobierno no pensó que, ya que debe reestructurar la deuda,
tal vez debiera encarar la negociación a una tasa menor,
por ejemplo el 4 por ciento, porque el 7 podría generar problemas
en uno o dos años más.
La verdad es que el Gobierno no dispone de ningún estudio
técnico que justifique el 7 por ciento. Ni siquiera Cavallo
parece tenerlo, a menos que el secreto hacia el resto del Ejecutivo
argentino abarque también ese dato crucial.
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