Por Esteban Pintos
Gustavo Santaolalla no detiene
su marcha. Cada visita suya a Buenos Aires vive en Los Angeles desde
finales de la década del setenta es un torbellino de reencuentros,
reuniones sociales, tratos, salidas, entrevistas, promociones y... Recepción
de demos, cd independientes, bocetos de canciones, grabaciones de ensayos
y demás. Fichas de casino puestas en una gran ruleta, con la esperanza
de que el hombre fuerte del rock y sus variaciones en Latinoamérica,
por algún motivo, deposite su atención en la música
que viene de esos discos, que bien semejan mensajes en una botella. Desde
que su nombre está asociado a los grandes nombres del creciente
movimiento que ocupa desde México hasta Argentina (pensar que produjo
a Café Tacuba, Caifanes, Maldita Vecindad, Juanes, Los Prisioneros,
Divididos, Molotov, la Bersuit, entre otros), Santaolalla carga con
gusto, por cierto con el aura de rey Midas del rock latino. Todo
lo que produce es casi seguro éxito y disparo al cielo con diamantes
para una banda o un solista, ésa es la creencia silenciosa que
recorre el continente a través de los músicos. Pruebas para
remitirse no faltan. Mucho menos desde que inició las tareas de
Surco Records, su propio sello discográfico, hace cuatro años.
Entonces, en medio del torbellino, el músico devenido productor
devenido hombre de negocios recibe cientos de cajitas que llevan dentro
un cd y una esperanza. Algunos respetan mi trabajo; otros sólo
creen que se pueden hacer famosos con mi ayuda, reflexiona una mañana
luminosa en Buenos Aires, en un departamento de Recoleta convertido en
cuartel general de actividades durante su estancia en la ciudad (con pequeño
estudio de grabación incluido), con la banda de sonido aportada
por los grititos del pequeño don Juan Santaolalla, su hijo de un
año y pico. En la entrevista con Página/12, sin embargo,
el de los cientos de cd que cargará en una valija cuando vuelva
al verdadero cuartel general de Surco es apenas la excusa para iniciar
una conversación en donde recorrerá su visión del
rock en Argentina, los prejuicios que su poder y éxito despiertan
e incluso el entramado de la industria musical. Ese otro lado, valga la
figura, del cd que miles de personas compran y escuchan. Santaolalla,
con un pie apoyado firmemente en cada lado, puede explicarlo con precisión.
Sabe de qué está hablando.
¿Cuántos demos, cd independientes, grabaciones se
lleva de cada viaje a Buenos Aires?
Unos quince por día, que completan una valija. Lo peor de
todo es que después hay que escucharlos... Bueno, escucho casi
todo lo que me dan, pero les digo a todos que me den tiempo, tres meses
por lo menos... Siempre escucho todo, sigo descubriendo y sigo sorprendiéndome
con lo que me dan. Por ahí se trata de cosas que no me sirven o
no es lo que estoy buscando en la mayoría de los casos, pero siempre
hay algo. De todo lo que me lleve, a fines de enero tendré todo
escuchado.
Como una contracara de esta atención que genera, también
existe cierta desconfianza con su trabajo. Rumores de restricciones o
imposiciones al músico al que produce, dictadura en
el estudio de grabación...
Es que desde ciertos medios empezaron a buscar a ver qué
tiene, dónde hay algo para que le empecemos a meter el dedo
y vino lo de Chávez, el ex baterista de Arbol (el grupo fue producido
por Santaolalla y de su formación original, al momento de grabar
el disco, debió restarse al citado músico). Por otro lado,
en una nota de productores aparece Afo, que es un tipo que yo respeto,
que es de la industria, asociado con proyectos interesantes, diciendo
algo de eso también. A oídos de él, aquello que había
pasado llegó a través de gente que representa otros intereses.
Cuando ocurrió eso y la nota salió publicada, esa mañana
me llamó Afo a Los Angeles para decirme Loco, les voy a meter
un juicio, ¿viste lo que han publicado?. Le dije que se quedara
tranquilo, que ya íbamos a encontrar una oportunidad de responder.
Y llegó, varios meses después, cuando estábamos lanzando
el concurso La Resistencia. Me pidieron que toque algo y pensé
ya lo tengo, voy a llamarlo para que toque conmigo. Terminé
tocando con ellos dos, con Chávez y Afo, Todo vale:
terminó el partido, desactivada la bomba. Igual entiendo la desconfianza,
en general.
¿A qué puede atribuirla entonces?
A varias cosas: una situación de poder que da el éxito,
que llegó a través de mi trabajo. El poder inspira desconfianza,
es totalmente lógico. Las otras cosas que cierta gente agrega o
adorna, de manera libre y creativa y que no responden a la realidad,
son decir la factoría, el sonido standard Santaolalla.
Cosa totalmente equivocada. No creo que un disco de Molotov suene como
el de Julieta Venegas, ni tampoco como el de Erica García, o como
el del Kronos Quartet un disco que acabo de terminar, Bersuit,
Prisioneros, Divididos, Juanes... Pretendo que, si hay un común
denominador de los discos que hacemos, sean la calidad de los artistas,
la calidad de sus canciones, los arreglos y el nivel de la grabación.
Sobre mi supuesta onda dictatorial en estudios es algo creado
por la prensa. No hay ningún músico de los que han trabajado
conmigo que haya utilizado la palabra dictador. Soy disciplinado.
¿Cómo lidia con el folklore asociado a las grabaciones
de rock, bajo esa disciplina que menciona?
Nunca a ningún artista le digo que no tiene que tomar nada,
ni alcohol ni drogas. Nunca. Siempre le digo: Estoy acá por
la música y lo más importante es la música. En el
momento en que yo me dé cuenta de que hay algo que es más
importante que la música, a mí se me prende una luz roja
gigante. Si vos vas al baño y hacés lo que querés,
o donde quieras, y la música sigue siendo lo más importante,
está todo bien. El problema es que yo tengo bastante camino
andado como para saber que generalmente esas dos cosas juntas no van.
Y que la música, finalmente, termina sufriendo. Hay música
que ha sido inducida por el consumo de drogas y la intoxicación,
y que es válida, por supuesto... Esa es una elección. Yo
trabajo de otra manera. Todo eso está planteado de entrada, así
que nadie se incorpora si no está de acuerdo.
Hoy en día usted es, además de productor musical,
un hombre de negocios. ¿Son actividades compatibles? ¿No
hay choque de intereses?
Trabajo con conceptos. Entonces a los negocios me acerco de esa
manera, también. No me considero bueno en lo que sería la
minuciosidad de los números, que es fabuloso, ¡ojalá
lo pudiera ser! Pero no lo soy, y no descarto la posibilidad de aprender.
Es más: ahora sé mucho más de todo eso que cuando
empecé, hace cuatro años. Pero sigo sintiendo que sé
más de música que de números, por una cuestión
de tiempo. Pero tengo conceptos. Uno: éste es un negocio de éxitos.
Estoy en el negocio de hacer grandes discos y buena música, de
eso es lo que entiendo. Lo vivo de esa manera. Amores perros no es una
movida de marketing, ¡es una gran película y un gran disco!
Con su correspondiente movida de marketing, como cualquier producto del
sistema capitalista... Que es donde vivimos, y no estoy haciendo un juicio
de valor si eso está bueno. No es ni bueno ni malo, es lo que es.
Probablemente sea malo, pero es con lo que tenemos que vivir. Entonces,
lo que trato de hacer es mantenerme fiel a mi visión y coherente
con lo que hice desde que empecé. Mi desafío es convertir
la esencia de un artista en un gran disco, que esa esencia se mantenga
e incluso florezca. Y puedo decir que, más tarde o más temprano,
llego a ese punto. No tengo discos en los que haya trabajado que ahora
tenga que esconder. Por eso me siento orgulloso. Ese es mi negocio.
¿Cómo llegó a desarrollar su propia compañía
discográfica?
Una vez que salí y entendí que la visión que
tenía desde los tiempos de Arco Iris se podía implementar
en gran escala. Pude armar un mapa virtual de bandas en Latinoamérica
y de ahí al éxito que vino después. Que me llevó
a tener mi propio sello. En el proceso aprendí cómo hacerlo,
ahí llegué a la minuciosidad de los números, por
conceptos. Me di cuenta de que para hacer Surco no me podía asociar
con una división de un sello norteamericano, MCA, Geffen, Atlantic...
Porque iba a ser la última prioridad. Me asocié con una
regional, teniendo la bendición del mundo anglo (los que manejan
el gran negocio). Esto tiene una practicidad conceptual de dinero interesante:
se financia un proyecto con un joint venture, desde un lugar determinado.
No es el gran negocio numérico para nosotros, todavía, porque
nuestros países pagan un pequeño royalty, no un profit,
que es donde está la gran ganancia. Pero se desarrolla un proyecto
y viéndolo a futuro esto será grande cuando cumpla ocho,
diez años. Ahí se va a ver el volumen del catálogo
y todo lo que viene detrás.
En el camino ha de haber tratado con toda clase de hombres de la
industria discográfica. Buenos, malos, diablos...
Claro que hay gente que es el diablo, pero también hay artistas
que son el diablo. Yo lo veo así: un negocio es una transacción
entre dos personas y, en el mejor de los casos, las dos personas se llevan
algo y las dos personas se quedan con ganas de algo más del otro.
Ese el concepto. Hay gente que hace negocios en esos parámetros,
es un intercambio sano. Hay otra gente que piensa que hacer negocios es
tratar de sacarte lo máximo posible y chau. Entonces ¡gané
yo!. Las dos filosofías existen ahí afuera; uno puede
tomar la que quiera y puede asociarse con la gente que quiera.
Las estrellas del
momento
¿Por qué cree que en Argentina no hay estrellas
de rock jóvenes, rockers de veinte años que se quieran
comer el mundo? ¿Es vacío creativo?
No creo que haya falta de creatividad, éste es un lugar
desde donde siempre salen cosas increíbles. Ahora bien, existe
una distancia enorme a recorrer para que esa actividad creativa
se llegue a plasmar en una carrera de éxito. He visto cosas
muy buenas o que podían llegar, y que han abortado en muy
poco tiempo. Entran en juego variables que tienen que ver con el
medio, con la precariedad de la situación económica,
pero también con una cierta filosofía. Recuerdo que
eso lo viví desde chico, en aquellos momentos políticos
tan intensos de los 70, en donde sentía que no sólo
había una lucha ideológica sino también una
pelea generacional. Los jóvenes contra los viejos... Acá
hay una especie de gerontocracia, en vez de Los grandes valores
del tango existen Los grandes valores del rock y hasta que un artista
llegue a consagrarse en un género que es música joven,
digamos, tiene que pagar un derecho de piso enorme... Ahora se da
el fenómeno de un artista, superinteresante, supervalioso,
que es Leo García. Pero no nos olvidemos de que Leo viene
hace un montón con Avant Press, no salió ahora. Hace
mucho que le está dando, tal vez la gente no lo sepa, pero
hace mucho que está. Creo que esto tiene que ver con una
desconfianza del argentino y una inseguridad, como que no
puede ser que un pibe de 20 años sea tan bueno. Que se haga
de abajo y después vamos a ver. No pasa en el fútbol,
por ejemplo: ahí sí aparecen pibes increíbles
y logran un reconocimiento popular enorme.
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El síndrome
de las tres P
¿Tiene miedo de vivir en los Estados Unidos?
No.
¿Cómo vivió los hechos del 11 de setiembre?
¿Qué análisis hace de la situación social
que se vive allí, ahora?
Fue muy fuerte. Tiene muchos niveles de lectura. Creo que
hay una cosa que es cósmica, que tiene que ver con una ley
de causa y efecto. Algo iba a pasar, porque sabemos muy bien que
la política internacional de Estados Unidos ha sido nefasta
y producido mucho dolor en el mundo a mucha gente. Eso, en algún
momento, iba a volver. Ahora, detrás de un acto de ese tipo,
hay que pensar en los intereses en juego... Porque no se trata de
un acto de justicia por todo lo malo que fueron los Estados Unidos.
En mi visión, del otro lado hay una agenda tan o más
oscura. Me parece que es un momento para pensar más allá.
Hablo de las tres P: patriotismo, paranoia y pelotudez, que surgieron
inmediatamente después de eso, con millones de banderitas
y todo eso. Yo, igual, no pongo una banderita en mi casa y nadie
me viene a pedir que lo haga. Lo peor de todo es cómo se
lo han dado servido a un Bush, una especie de hijo bobo del otro,
del cual sabíamos en Estados Unidos que, antes de terminar
su mandato, iba a hacer una guerra. Porque es una manera de asegurarse
la reelección. Pensábamos que iba a ser Colombia,
y dentro de dos o tres años. Pero la idea del Estado Policial
Global estaba latente y ahora afloró con toda sus fuerzas.
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