Por
Daniel Guiñazu
A su manera, sin generar emoción, sin descargar adrenalina, con
su estilo tan demoledor como poco excitante, Lennox Lewis conquistó
por tercera vez el título mundial de los pesados en las versiones
del Consejo y la Federación Internacional. Noqueó al minuto
veintinueve segundos del cuarto round al mastodonte musulmán Hasim
Rahman, tomó revancha del batacazo del 22 de abril pasado en Sudáfrica
cuando Rahman lo sorprendió volteándolo en cinco asaltos
y volvió a ponerse en línea rumbo a una hipotética
superpelea con Mike Tyson que habrá de dilucidarse primero en las
confortables oficinas de las cadenas televisivas estadounidenses y recién
después sucederá, si es que alguna vez sucede, sobre algún
ring de algún lugar del mundo.
No dejó demasiado que contar el desquite entre las dos moles negras.
Así como en Sudáfrica, el estadounidense Rahman noqueó
casi con la primera mano que puso, en el cuadrilátero del Mandalay
Bay Hotel Casino de Las Vegas, el británico Lewis hizo lo mismo
con idéntica sencillez. Una derecha en cross pasó por encima
del brazo izquierdo caído de Rahman, estalló contra su mandíbula
y lo mandó a la lona, manchada con la sangre que le salía
de la boca. Rahman quiso ponerse de pie, pero conmovido tanto por el derechazo
como por el golpe que su nuca dio contra el tapiz, volvió a irse
al piso donde escuchó, sin remedio, el out fatal del árbitro
Joe Cortez. Fue la 39ª victoria del nuevo campeón, la 30ª
por nocaut. Y la tercera derrota por fuera de combate en 38 salidas profesionales
de Rahman, quien no llegó a completar siete meses como rey de todos
los pesos (duró exactamente 6 meses y 26 días).
Antes de una definición tan perfecta, el combate no había
entregado casi nada. Todo se había reducido a un duelo tímido
de izquierdas en jab lanzadas sin convicción ni energía
por uno y por el otro y a un impecable 1-2 de Lewis (111,810 kg) que reventó
de pleno sobre el rostro de Rahman (107,050 kg) en el 3º round y
que fue el anticipo de lo que pudo verse en el round posterior. Hasta
allí, Rahman había ratificado lo que de él se sabía:
que era un campeón de paso, fuerte para pegar pero no para recibir
y sin talento alguno que destacar. Y Lewis había mostrado lo de
siempre: un potencial formidable limitado por un estilo frío, apático,
conservador, escasamente carismático.
Caso curioso: salvo Tyson, nadie tiene el poder destructivo de Lewis.
Sin embargo, él pelea como si su potencia le fuera ajena. Y sus
rivales no parecen intimidados por esa presencia que todo lo puede. Quedó
dicho y demostrado una vez más: el arma menos poderosa de Lewis
es su mente. Y cualquier cortocircuito en el futuro puede volver a dejarlo
sin sus títulos ante otro Rahman que se le cruce en el camino.
En abril, se ausentó sin aviso de la pelea y así le fue.
En la medianoche del domingo, se tomó la cosa más en serio
y en poco más de diez minutos, volvió a poner al mundo en
su lugar.
Ahora que Rahman quedó al costado, ¿Tyson y nadie más
que Tyson aparece recortado en el horizonte de Lewis? Habrá que
verlo. Hace cinco años que el mundo espera esta pelea. Y da la
impresión de que habrá que seguir aguardándola. Antes
de Rahman. Lewis se separó de su manager Frank Maloney y decidió
ser su propio apoderado, aunque es posible que termine arreglando un contrato
con la promotora Main Events de la familia Duva. Pero no es ése
el principal obstáculo sino el acuerdo al que deberán llegar
HBO, la cadena dueña de los derechos televisivos de Lewis y América
Presents, la firma que maneja la imagen televisiva de Iron Mike.
Mientras las dos empresas no coincidan en sus intereses, Tyson y Lewis
seguirán generando millones de dólares, cada uno por su
lado. Es posible que Tyson enfrente en enero al nigeriano David Izonritei.
Y a Lewis le sugieren que busque el título de la Asociación
ante el ganador de la pelea del 15 de diciembre en Connecticut entre John
Ruiz, el actual campeón, y su desafiante, el inagotable Evander
Holyfield. A este paso, no habrá Tyson-Lewis hasta por lo menos,
el segundo semestre del 2002. Y si lapelea sigue demorándose, ni
Tyson ni Lewis podrán poner lo mejor de sí mismos, sencillamente
porque eso pertenecerá a su pasado. Sería una pena que uno
de los duelos más esperados de los últimos años llegue
a destiempo. Pero las leyes no escritas del boxeo mundial son claras y
crueles: si antes no hay negocio, no habrá pelea. Así de
simple. Así de lamentable también.
|