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Un tiro por elevación a la Oficina Anticorrupción

El procurador general recomendó a la Corte Suprema que impida que la OA pueda querellar a funcionarios. Su idea es que la atribución pase a la inoperante Fiscalía de Investigaciones Administrativas.

Por Irina Hauser

El procurador general de la Nación, Nicolás Becerra, le recomendó a la Corte Suprema que declare la inconstitucionalidad de la facultad de querellar de la Oficina Anticorrupción (OA). Es decir, sugirió en un dictamen que se anule la capacidad de ese organismo de intervenir activamente e impulsar causas judiciales contra funcionarios y ex funcionarios públicos.
“Pero qué cagada, che”, se lamentó con cierta tranquilidad provinciana el ministro de Justicia, Jorge de la Rúa, de quien depende la OA, cuando recibió la noticia sobre la existencia del dictamen casi un mes después de que Becerra lo firmara. Si realmente era para él una novedad o se estaba haciendo el distraído en actuación magistral, nadie lo sabrá.
El dato, de todos modos, no era menor: el texto de Becerra está fechado el 18 de octubre, un día después de que el ministro De la Rúa firmara una resolución en la que anunciaba la creación de una comisión especial con la misión de hacer algunas reformas legales para diferenciar el ámbito de acción de la OA del de la llamada Fiscalía de Investigaciones Administrativas (FIA), que depende del procurador.
–¿Esto significa que la Oficina Anticorrupción, o sus atribuciones para investigar, desaparecerán? –le preguntó Página/12 a un alto funcionario de la cartera de Justicia.
–Al contrario, serán reformas al régimen de la FIA que redundarán en un refuerzo de la capacidad investigativa de la OA –contestó.
Es curioso: la resolución de Jorge de la Rúa preveía que la comisión estuviera formada por gente de la Procuración y del ministerio, dos reparticiones que a la vista parecen tener posturas antagónicas.
El texto del procurador, al que tuvo acceso Página/12, es un despliegue de lenguaje legal enrevesado, ideal para que un lector distraído no advierta de qué se trata. Corresponde a una demanda con la que el ex preso Víctor Alderete llegó, a través de su abogado León Arslanian, hasta la Corte Suprema. Hilando fino queda claro que Becerra –un hombre que detesta que digan que simpatiza con un sector del menemismo– le da la razón al ex titular del PAMI. Hace propios “en un todo” los argumentos del fiscal Raúl Pleé, quien intervino previamente cuestionando el rol de querellante de la OA y señaló que, según la Constitución, quien antes que nadie está para defender los intereses de la sociedad en nombre del Estado es el Ministerio Público, o sea los fiscales.
Lo demás sería, sostuvo Pleé, “una vedada intrusión en las funciones y facultades de un órgano independiente”. Para el fiscal y para Becerra, es un claro caso de “gravedad institucional”.
“Te aseguro, José, que la idea es esclarecer algunas zonas grises. Que la OA haga investigaciones administrativas, de corrupción, y la fiscalía actúe como apoyo de la Justicia en causas de complejidad”, le dijo, ahora inquieto, Jorge de la Rúa al titular de la OA, José Massoni.
El ministro intentaba minimizar el desaire que al parecer le había hecho, jurándole y perjurándole que ni la OA, creada en diciembre de 1999, ni ninguna de sus áreas se verían afectadas como tantas veces se rumoreó, a pesar de que la transparencia fue una de las banderas que hizo flamear antes y después de asumir el actual Gobierno.
La realidad es que un sector importante del organismo anticorrupción cree poco de lo que dice el titular de Justicia. “Tememos estar entrando en el pacto de gobernabilidad con el peronismo”, explicó uno de los funcionarios. No descartan que se concrete un proyecto de ley que el propio Becerra suscribió este año, impulsando la disolución lisa y llana de la OA, en pos de concentrar el poder en la Fiscalía.
A la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, que tiene 50 integrantes y un presupuesto de 3.400.000 pesos y que supuestamente debe dedicarse a investigar irregularidades en la administración pública, no se le conoce más que una década de inactividad. Desde que a mitad de año murió el que fuera su titular desde 1991, Néstor Pinzón, recrudecieron losreclamos que ya venía manifestando un grupo de fiscales convencidos de que la OA tiene potestades para investigar que, en realidad, les corresponden a ellos en todos sus ámbitos de actuación. En el organismo de Massoni creen que “el conflicto de superposición de funciones es un invento porque la Fiscalía jamás hizo nada”.
A la OA se le conocen muchas más denuncias contra ex funcionarios del menemismo que cuestionamientos a personajes del Gobierno de turno, sobre todo si son radicales. No obstante, es cierto que logró llevar a la cárcel a Alderete y hacer temblar a María Julia Alsogaray, en peligro de correr esa misma suerte, entre otras denuncias que han dado sentido a sus atribuciones para querellar. También hay que reconocer que consiguió que un amplio sector de la Administración Nacional presentara sus declaraciones juradas de bienes. A la Oficina la integran unas 40 personas y tiene un presupuesto anual de 2 millones de pesos.
Con todo, hoy por hoy muy poca gente se acuerda de que la OA existe, salvo algunos de los damnificados por sus denuncias. Así lo ratifican estudios de opinión pública, pero nadie niega que resuena más que la Fiscalía en la memoria auditiva de los ciudadanos, aunque sea por el ruido que hizo el Gobierno al montarla y hace en sus intentos por disolverla. Existieron propuestas que hablaban de que su Dirección de Investigaciones fuera integrada a la FIA y hasta el propio presidente Fernando de la Rúa llegó a decir en la apertura de sesiones del Congreso que la convertiría en ministerio. ¿Alguien se puede imaginar a un integrante del gabinete investigando a sus pares?
“¡Ridículo! Esa idea del Ministerio Anticorrupción no fue mía sino del Presidente”, se defendió en su momento ante sus colaboradores más cercanos el titular de Justicia.
Así las cosas, en la OA se enteraron por pura casualidad de que el ministro de Justicia planeaba algunas modificaciones en concierto con la Procuración. Massoni tardó casi un mes en recibir las explicaciones del caso de su superior, que por cierto fueron breves pero lo dejaron algo esperanzado. La comisión supuestamente creada por Jorge de la Rúa el 17 de octubre todavía no existe, aunque tenía treinta días para expedirse.
A su vez, todo esto ha determinado que haya quedado en suspenso el concurso –donde había 18 inscriptos– para ocupar la titularidad de la FIA. Lo que, igualmente, es un detalle frente a esta radiografía de cómo funciona por dentro el Gobierno.
Para peor, todo apunta a que una vez más la última palabra sea pronunciada por la Corte Suprema, que tiene el tratamiento del expediente sobre las atribuciones de la OA entre sus temas prioritarios. Hay chances de que se lo devuelva a la Cámara de Casación Penal, para que ésta emita un fallo, aunque también podrían pronunciarse sobre el fondo del asunto. Ya hay bastantes personajes haciendo fuerza desde el poder para que alguien, quizá los supremos, terminen de vaciar a la llamada “lucha anticorrupción” de lo que le queda de sentido.

 

 

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