OPINION
A
la espera del gran clic
Por
James Neilson
|
Fernando
de la Rúa cree entender el porqué de la implosión
económica que amenaza con truncar su gestión. A su juicio,
los argentinos se han hecho tan ahorrativos, tan tacaños que
se niegan a consumir: dicho de otro modo, se han mimetizado con el
propio De la Rúa, hombre notorio por sus gustos minimalistas,
como en una época más expansiva lo habían hecho
con Carlos Menem. Aunque la teoría presidencial contradice
la tesis muy difundida que a su manera particular él mismo
ha reivindicado, de que los problemas nacionales se deben en gran
medida a la manía despilfarradora que hasta hace muy poco era
la característica más comentada del país de déme
dos, esto no significa que no tenga sus méritos. La verdad
es que De la Rúa no se equivoca por completo cuando atribuye
el desastre a la cautela ya extrema de quienes todavía están
en condiciones de gastar un poco más porque las economías
modernas son motorizadas por la confianza, un ingrediente
misterioso que ningún gobierno sabe manipular a su antojo pero
que cualquiera puede hacer desaparecer si actúa con torpeza.
En los países más prósperos, se ha logrado combinar
la austeridad pública con el derroche privado, proeza que en
algunas partes ha tenido consecuencias nada felices como el descontrol
habitual en los aeropuertos estadounidenses y el colapso de la red
ferroviaria británica luego de su venta al mejor postor, pero
que por lo común ha brindado resultados satisfactorios. Aquí,
en cambio, la política, y por lo tanto la corrupción,
han sido fuentes de riqueza durante tanto tiempo que los consumidores
más celebrados no suelen ser emprendedores exitosos o artistas
sino estatales o paraestatales caciques sindicales, políticos
recién enriquecidos, cierto ex presidente y sus compinches
del empresariado, algún ex juez, mientras que los demás
han tenido que conformarse con cada vez menos.
Siempre y cuando los únicos que se dieran cuenta del milagro
fueran los integrantes de lo que queda de la clase media relativamente
acomodada, en el caso de que en un momento de benevolencia el todopoderoso
concediera a De la Rúa aquel clic consumista que
le está pidiendo, el panorama económico y en consecuencia
político y social sí podría volverse mucho menos
sombrío. En cambio, si los gobernadores provinciales, los operadores
radicales y los gremialistas más combativos se enteraran antes
de las buenas nuevas de que hubiera motivos para sentirse optimista,
la lucha por el dinero supuestamente disponible sería tan feroz
que el riesgo país pronto superaría los 5000 puntos. |
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