Por
Laura Vales
La
primera vez que Bibiana Roncevic salió a la ruta fue un lunes,
el 30 de octubre del 2000. Hacía mucho calor, como el que se vuelve
a sentir ahora; Bibiana (las dos veces con b larga) llevó a sus
chicos a la escuela, le pidió a los vecinos de enfrente que le
miraran la casa y marchó al corte. Cuando atardeció todavía
no había una respuesta oficial al pedido del piquete (trabajo,
comida y hospitales que funcionen). Bibiana y su marido Darío llevaban
dos años sin conseguir empleo, así que decidieron organizarse:
él se quedaría en la protesta mientras ella con los chicos
irían a dormir a casa para regresar a la mañana siguiente.
Al sexto día de corte el gobierno nacional y la administración
bonaerense accedieron a firmar un acuerdo y otorgaron a los desocupados
de La Matanza 9.500 nuevos planes de empleo. Los Roncevic (ella 35, el
37, cinco hijos) accedieron entonces a un PEL de 120 pesos mensuales.
Cuando Bibiana se casó tenía 19 años. Eran otros
tiempos: en ese entonces Darío trabajaba en una fábrica
de Lugano ejerciendo su oficio de lustrador de muebles; en 1984 nació
Jaqueline, dos años después Jorge y luego vino Marisol,
que ahora tiene 13. Vivían en la casa de su suegra y el dinero
les alcanzaba incluso para ahorrar. Con los años compraron la heladera
con freezer, el televisor y un lavarropas.
Ella trabajaba en una panadería hasta que quedó embarazada
de nuevo y decidió dejar por un tiempo. Ya era 1993 y la fábrica
donde trabajaba Darío había cerrado. Sin embargo, él
había conseguido un lugar en una agencia de seguridad como vigilador.
Con su sueldo, aunque menor que antes, se arreglaban mal que bien y ella
pensó que, aún siendo difícil, podría volver
a conseguir un trabajo cuando sus chicos estuvieran más grandes.
En 1998 la agencia de seguridad perdió clientes y hubo una reducción
de personal. Darío integró la lista de los despedidos porque
era de los que tenían menos antigüedad y resultaba más
barato de indemnizar. Con ese dinero tiraron bastante y con una constancia
que le dio la empresa pudo cobrar el seguro de desempleo (de 150 pesos
mensuales) durante siete meses. Los dos empezaron a buscar trabajo con
intensidad. La mamá de Darío les pasa los clasificados que
los Roncevic utilizan en su búsqueda.
En los últimos dos años, sin embargo, todo lo que consiguieron
fue una changa para él, como pintor, oportunidad que no volvió
a repetirse. Desde 1998 el único ingreso familiar es el plan de
120 pesos mensuales.
De alguna manera fueron encontrando otros recursos. Darío tiene
un amigo que trabaja en el Mercado Central y todos los viernes le separa
un cajón con verdura que no resistiría hasta el lunes siguiente:
acelga, papas, zapallos y cebollas. Con eso Bibiana cocina para varios
días. Una vez al mes llega además la bolsa de asistencia
alimentaria que se consiguió con los piquetes con yerba, aceite,
arroz, fideos y azúcar.
Mantener esa asistencia alimentaria y los planes de empleo requirió
que en el último año salieran una decena de veces a la ruta.
Hubo motivos diversos: los primeros meses el Gobierno no envió
los materiales ni las herramientas para que los beneficiarios de los planes
de empleo levantaran cordones y completaran las veredas programadas. Los
proyectos empezaron a hacer agua y en febrero se hizo el segundo piquete.
Los Roncevic estuvieron como todos los demás nueve días
en la banquina y después caminaron 12 horas desde La Matanza hasta
la Plaza de Mayo para protestar ante el Ministerio de Trabajo.
En mayo tuvieron que volver a la ruta. La razón fue que los programas
tienen una duración de tres meses, muchos habían caducado
y otros estaban a punto de hacerlo sin garantías de ser renovados.
Esta vez hubo un piquete de 17 días hasta que se llegó a
un nuevo acuerdo, luego de que el gobierno nacional y el bonaerense se
acusaran mutuamente de haber incumplido su parte de la promesa. Después
de eso hubo otros cortes. Elúltimo fue hace dos semanas porque
venció el convenio de asistencia alimentaria. Tras la protesta
se firmó una renovación hasta diciembre.
Bibiana Roncevic dice que no tiene muchas esperanzas de que la situación
económica mejore, aunque ella y su marido siguen buscando trabajo.
Lo que más le importa, subraya, es que sus hijos terminen el colegio.
Jaqueline, la más grande, está en primer año del
Polimodal y quiere ser médica. El sueño del varón
que ya está en octavo de la EGB es ser jugador de fútbol,
pero además está pensando en estudiar administración
de empresas. Los demás son todavía muy chicos y por ahora
no hablan del futuro.
Los Roncevic están desde ayer en el nuevo corte de ruta que los
desocupados de La Matanza instalaron sobre la Ruta 3, frente al hospital
Paroissien. El piquete es por tiempo indeterminado y se reclama al gobierno
que de garantías sobre la continuidad de los planes de empleo en
el 2002 y que renueve la asistencia alimentaria.
Hay protestas similares en otros puntos del conurbano; en el interior
del país los piquetes más fuertes se vieron en Jujuy, donde
el gobierno de la provincia se atrasó en los pagos.
Según los datos que manejan Juan Carlos Alderete y Luis DElía,
a nivel nacional cerca 22.500 beneficiarios ya se quedaron sin planes
de empleo porque sus proyectos que vencieron y no fueron renovados. En
las últimas semanas el nuevo ministro de Trabajo José Dumón
y el secretario Enrique Martínez anticiparon que los planes se
mantendrán. El titular de Desarrollo Social Daniel Sartor renovó
los convenios alimentarios, pero sólo por dos meses. La intención
de los piqueteros es mantenerse en los cortes hasta obtener un acuerdo
escrito para todo el 2002.
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