Por
Roque Casciero
En un medio en el que los músicos populares esconden, disimulan
o miran para otro lado, llama la atención la franqueza con la que
Rubén Rada habla sobre sus discos, su vida, sus cosas. Dice, por
ejemplo, que Quién va a cantar, su último álbum,
fue concebido para que fuera pasado por radio y para que vendiera muchas
copias. Y no se le cae ningún anillo ni se le ensucia su impresionante
trayectoria por eso. El disco suena como la puta madre, no es música
comercial hecha así nomás: quería que tuviera letras
y música en serio. Por eso lo fui a buscar a Cachorro López
(el productor), que es un tipo acostumbrado a hacer discos vendedores
y buenos, asegura el cantante y percusionista. La fórmula
dio sus frutos: por primera vez Rada llegó al disco de oro en la
Argentina justo en un momento pésimo de la industria
y fue record en el Uruguay, con 23 mil copias facturadas.
Pero lo que más entusiasma al protagonista de la historia es que
el éxito le brinda la posibilidad de subirse seguido a escenarios
importantes. Por ejemplo, al del teatro Sky Opera, donde promete que el
viernes hará que la gente se vaya llena de música,
apoyado por una banda de quince músicos (con Hugo Fattoruso como
invitado de lujo) y un repertorio de temas de todas las épocas.
Antes de eso, hoy, desde las 13, Rada desparramará candombe por
el microcentro y la city, arrancado en Florida y Córdoba, en una
tocada callejera que le recuerda a lo que hacían los circos
de pueblo cuando querían que todos supieran que habían llegado.
Es, piensa, como anunciar el concierto en vivo. Además, a
esa hora los yuppies salen del trabajo por un rato, así que sería
bueno que se saquen la corbata y se diviertan un rato. Hoy voy a tocar
para los yuppies, el viernes para mi público, define.
Usted planeó este disco para vender, contrató al productor
ideal y se ciñó a sus normas. Pero, de todos modos, abundan
los ejemplos en que la fórmula no funcionó.
Totalmente. Creo que el éxito que estoy teniendo se lo debo
a las canciones. Uno compone una canción y si le llega en el momento
justo a la gente, entonces pega. Antes hice canciones que fueron populares,
pero nunca vendí discos. Nunca había tenido un disco de
oro. Y llegó un momento en que me empezó a picar. Quería
sacarme el gusto de tener un disco de oro, una vez en la vida (se ríe).
A mis hijos les dicen que soy un genio, pero tuve que irme a México
a cagarme de hambre. Entonces, cuando me junté con Cachorro, le
dije que quería que hiciéramos un disco digno, divertido
y con canciones radiables.
Parece que sintiera la necesidad de justificar que el disco sea
comercial.
Claro, porque toda la vida me junté con grandes músicos.
Este es un disco en el que los músicos van al arco: canto yo y
chau, todas las pelotas son mías (risas). Además, en el
fondo, soy como la Argentina, muy prejuicioso.
¿Cómo convive con el hecho de que ha grabado discos
para la radio y otros como Black o Montevideo, en los que puede dejar
libre la inspiración?
Creo que el próximo disco va a tener más arreglos.
Quizá tenga cinco temas que te arranquen la cabeza, comerciales
y lindos, y me quede con algunos temas piolas para los fans. Pero en éste
tenía que apuntarle a que todos los temas sirvieran para la radio.
En vivo, esas canciones tienen mucho más fuerza y mugre.
Eso es porque toco los temas de otro modo, hay solos y divagues.
Siempre soné mejor en vivo que en estudio, algo rarísimo
en un cantante. De hecho, siempre digo que grabo para que me dejen subir
a un escenario (risas).
A fines de los años 80, usted se subía a cualquier
escenario que hubiera en Buenos Aires.
Por eso tuve que irme a México: a mi último concierto,
el Alvear en el 90, fueron treinta personas. Ahí dije: Bueno,
Negro, la cagaste, tomá otro viento. Me fui calladito, me comí
cuatro años en México y después volví a Uruguay,
donde me armé nuevamente.
¿Tan mal lo pasó en México?
Fue difícil, porque no canté nunca. Iba a las compañías,
presentaba un tema mío y me decían: Es un temazo.
¿Por qué no me lo das para un pibe rubiecito que tengo así
ganamos mucha guita?. Jamás me dijeron que yo grabara un
tema, porque en México graba gente joven y bonita. Es más,
cuando anuncian a un cantante nunca dicen les presento a este gran cantante
sino este chavo que es muy guapo y muy simpático, a ver qué
dicen las chicas. Y no pude tocar nunca.
La peor frustración para un animal de escenario como usted.
Claro. Por eso, el día que mi hijo me dijo que le encantaba
México y que se quería quedar ahí fue cuando agarré
las valijas y me volví a Uruguay. Porque si él empezaba
a tener novias y todo eso, no lo sacaba nunca más. Y yo no quería
vivir en México, porque sólo puedo vivir en Uruguay y en
la Argentina. Viví en Alemania, en Austria, en Estados Unidos e
Italia, pero los únicos lugares donde me siento cómodo son
Uruguay y la Argentina. Acá me llega la inspiración.
¿Por qué será eso?
Porque hablamos de las mismas cosas, comemos lo mismo, lloramos
por lo mismo, tenemos los mismos gobiernos de mierda de toda la vida (risas),
siempre estamos protestando por algo... Y yo me alimento de eso. Además,
en Uruguay tengo el candombe y acá el tango, que son las músicas
de las cuales me nutro.
Usted tiene que ver con el rock, con el jazz, el candombe, el pop...
¿Qué término hay que usar para referirse a la música
que hace?
Soy un tipo de fusión. Eso tiene que ver con que en Uruguay,
que es un país totalmente colonizado, siempre canté en las
boîtes temas de Sinatra, Nat King Cole, Ray Charles, Gardel, Spinetta,
Charly, Milton Nascimento. Siempre mezclé todas las músicas,
por eso me vino muy bien la etiqueta world music. Cuando grabamos con
Opa en Estados Unidos fuimos a un Tower Records a ver en qué batea
habían puesto nuestro disco y aparecimos en Jazz brasileño
(risas). Antes no había un nombre para definir al tipo que pasa
por todas las músicas. A esta altura yo no tengo estilo: me muero
por el candombe, pero hacer un disco entero de candombe me aburriría.
Es que los ritmos están para ser usados. Me encantaría grabar
un disco de blues, aunque sólo podré hacerlo en un tiempo
en que no tenga que seguir luchando y rendirle cuentas a la compañía.
Pero todavía soy un trabajador de la música.
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