Por Martín
Piqué
Si lo hubiera soñado,
habría imaginado una calle llena de gente, con carteles, banderas
y gritos de aliento. Con todos esos ingredientes, la tarde habría
sido perfecta (para él, claro) y le habría permitido olvidar
aquella mañana del 7 de junio, cuando el juez Jorge Urso le comunicó
que quedaba detenido y él sólo atinó a preguntar:
¿Dónde?. Pero la avenida Comodoro Py no estaba
atestada de manifestantes, ni se veían pancartas con leyendas que
lo vivaban. Tampoco se escuchaba el ruido de los bombos. Los únicos
testigos fueron fotógrafos, cronistas y camarógrafos. Lo
que había anhelado durante más de cinco meses su partida
de los Tribunales en calidad de hombre libre no se produjo en el
marco que hubiera deseado. Pero Carlos Menem no se inmutó. Se limitó
a disfrutar el momento y a pronunciar una frase que para muchos sonó
irónica: Se hizo justicia, dijo, y se preparó
para la fiesta que lo esperaba en Don Torcuato.
Eran más de las seis de la tarde, y el Renault Laguna que lo llevaba
de regreso a la quinta de Armando Gostanian aceleraba rápidamente
por uno de los caminos laterales de Comodoro Py. A su lado estaba Cecilia
Bolocco; también lo acompañaba su secretario privado Ramón
Hernández. El abogado Oscar Roger se había quedado en las
escalinatas del edificio para contestar las preguntas de los periodistas.
En ese momento, Menem ya era libre, se lo había sido notificado
la Sala I de la Cámara Federal. El automóvil partió
entre flashes y gritos, en medio de un revuelo que por un instante le
impidió la ansiada salida del Tribunal.
Mientras Menem dirigía a Don Torcuato, en el juzgado sus hombres
mostraban su orgullo delante de las cámaras. El diputado José
Pepe Figueroa se codeaba con la omnipresente Martha Alarcia,
mientras que Roger se jactaba de los resultados de su trabajo. Al
menos para mi cliente, esta causa ha terminado, señaló,
como al descuido, en su tono campechano. Detrás suyo, el santiagueño
Figueroa era la síntesis de la felicidad. Como amigo y ex ministro
de Desarrollo Social de Menem, no podía ocultar su satisfacción.
Estoy muy contento porque se terminó haciendo justicia. El
fallo (de la Corte Suprema) es muy categórico, dijo a Página/12.
El jueves, Figueroa había aportado las empanadas en el almuerzo
de más de veinte diputados con el ex presidente, que aún
estaba preso.
La blonda Alarcia aprovechó la oportunidad para hablar de un complot
político y enviar un mensaje inequívoco hacia Eduardo
Duhalde. Esto se va a esclarecer en poco tiempo, vean quiénes
declararon en su contra, como (el secretario de la gobernación
bonaerense) Esteban Caselli, dijo la legisladora cordobesa. La frase
se correspondía con lo que había dicho, horas antes la chilena
Cecilia Bolocco: Carlos sabe muy bien quiénes fueron los
que quisieron sacarlo de en medio.
Sin embargo, el tono que reinó en el entorno del riojano y entre
los demás menemistas fue bastante cauto. Nadie quiso hacer declaraciones
que olieran a revancha. El propio Menem había empezado el día
intentando evitar los excesos de euforia: a las 9, cuando su abogado Oscar
Salvi le anunció por teléfono que quedaría libre
por decisión de la Corte, él se limitó a decir que
por fin se trajo justicia a esta injusticia. En ese momento
se encontraba en el jardín junto con el sindicalista Antonio Cassia,
que lo escuchó afirmar que no guarda ni odio ni rencor
con el juez Urso y el fiscal Carlos Stornelli, que lo acusaron de ser
el jefe de una asociación ilícita. Voy a trabajar
por la Argentina porque hay que salir de esta crisis, anticipó
Menem, revelando cuál era el tono que quería que siguieran
sus admiradores.
Desde bien temprano la quinta de Armando Gostanian se había convertido
en el centro estratégico del menemismo de pura cepa. Con el paso
de las horas, fueron llegando dirigentes históricamente relacionados
con el ex presidente. Así, estuvieron el ex ministro del Interior
José Luis Manzano, el intendente de Escobar Luis Patti, los diputados
Daniel Scioli, Javier Mouriño, y los ya mencionados Figueroa y
Alarcia. En los terrenos de la casa de fin de semana, se encontraba también
el núcleo íntimo de Menem: suesposa, su secretario privado,
el hermano Eduardo, el ubicuo Alberto Kohan, el gobernador riojano Angel
Maza y su hermana Ada.
A la noche, luego de que Menem retornara de los Tribunales de Comodoro
Py, el festejo se desató sin límites. Dentro de la quinta,
lo hacían el principal beneficiado y los hombres de su máxima
confianza. Afuera, la fiesta era ejecutada por el gentío que se
agolpaba frente al enorme portón de la vivienda. Allí, entre
gritos desencajados, mujeres al borde de la histeria, y gordos con remeras
que decían Menem solución, se escuchaban bombos
y redoblantes que acompañaban los cantitos menemistas. La orquesta
parecía estar dirigida por un hombre de mediana edad y larga barba
canosa, con un parecido a Osama bin Laden, que se había colocado
una bandera argentina en la cabeza, a la usanza árabe.
OPINION
Por Raúl Kollmann
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La justicia de la
Corte
Por fin se hizo justicia. Estaba claro, salvo para algunos necios,
que no fue falso un decreto que decía que las armas iban
a Venezuela y Panamá, aunque después hayan ido a Ecuador
y Croacia. Era obvio que el decreto no fue falso porque estaba firmado
por el entonces presidente y ya se sabe que un presidente no firma
nada falso.
Menos mal que la Corte dejó ayer en claro que todo el dinero
que cobró Emir Yoma fue en concepto de trabajo. Se demostró
así la falsedad del traficante de armas Diego Palleros que
habló de que pagó 400.000 dólares de coimas.
Todo fue una mentira que también quedó evidenciada
por la secretaria de Emir quien entregó un papelito con el
número de cuenta en el que debían depositarle el dinero
al cuñado presidencial y el financista Pedro Stier, que reconoció
que gente de Yoma se llevó, en efectivo, otros 200.000. Insisto,
fue un pago por trabajo porque, como dice la Corte, Emir no era
parte del Gobierno, sino apenas un cuñado sin influencia.
Tajante, categórica, la resolución sobre la asociación
ilícita. ¿Cómo se puede pensar que gente de
un gobierno y un cuñado del presidente hayan formado una
banda? No tienen nada que ver que hayan logrado sacar esos decretos
que ya se sabe que no fueron falsos, consiguieron que las armas
salieran de los cuarteles, limaron los fusiles, usaron centenares
de camiones y varios barcos, pero queda claro que no fueron una
banda. ¿No se entiende que las bandas sólo se forman
en las villas?
El fallo del máximo tribunal despeja de una vez por todas
las dudas sobre los bienes de Carlos Menem. Aquel candidato de los
años 80 que vivía en Buenos Aires en un departamento
prestado por Gostanian, sigue siendo igual de humilde. Los bienes
que andan dando vueltas, como la casa de Anillaco, ya se sabe que
son de Zulemita. La mansión de la calle Echeverría
es de una sociedad uruguaya, la concesionaria de autos pertenece
a Zulemita y así sucesivamente.
Hay que reconocer que se trató de un fallo abarcativo. Aunque
no lo especifica, queda claro que María Julia Alsogaray tampoco
integró nunca una banda y de ninguna manera se enriqueció
en forma extraña. La causa sobre los gastos y bienes de María
Julia empezó en 1994, o sea que apenas van siete años,
un tiempo demasiado corto como para sacar alguna conclusión.
También ha sido escaso el tiempo transcurrido en el caso
de aquellos prestadores del PAMI, en época de Matilde Menéndez,
que fueron filmados en el Banco de Crédito entregando un
sobres con dinero. Esa causa igualmente empezó en 1994 y
todavía no hubo tiempo suficiente.
Pero al final vino la Corte y puso orden y justicia. Cinco demostraron
otra vez que no son menemistas y el sexto, al que algunos le adjudican
lazos radicales, demostró que no tiene relación con
la UCR ni con el gobierno, que por supuesto, no quería colaborar
para que Menem vuelva a la calle.
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