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Marcos Makón, otro frepasista que
dejó el Gobierno como por inercia

Tenía que reformar el Estado. Pero se enteró por los diarios de que se agregaban ministerios, lo contrario a lo que pregonaba.

Marcos Makón entró al gobierno
de la mano de Chacho Alvarez.
Hace tiempo que quería renunciar.
Ayer, finalmente, lo hizo.

Por José Natanson

De a poco, sin mucho espamento, los funcionarios frepasistas van dejando el Gobierno. Ayer fue el turno de Marcos Makón, un ex cavallista que llegó a la Rosada de la mano de Carlos “Chacho” Alvarez para ocuparse de la modernización del Estado, y que renunció cansado de que le rebotaran sus proyectos para reformar la administración pública. Aunque venía preparando su salida desde hace tiempo, se terminó de decidir luego de enterarse por los diarios de que el remozado gabinete incluiría dos nuevas carteras, todo lo contrario a la idea de reducción de estructuras que impulsaba. “Mi trabajo había perdido sentido, y yo no puedo estar pregonando contra los ñoquis y convertirme en un ñoqui”, le dijo anoche a Página/12.
Ex subsecretario de Presupuesto de Domingo Cavallo en su etapa menemista, Makón se acercó al Frepaso convocado por Chacho Alvarez, que reclutaba técnicos para un eventual desembarco en la Rosada. Asumió primero como secretario bajo la órbita de Alvarez en la vicepresidencia. Después tuvo un fugaz paso –apenas dos semanas– por el Ministerio de Desarrollo Social, donde reemplazó a Graciela Fernández Meijide. Finalmente, Makón volvió a asumir como secretario, pero en la jefatura de Gabinete. En todos los casos, su trabajo tuvo el mismo objetivo: la reforma del Estado.
Pero sus proyectos de fusión de organismos, unificación de estructuras y limitación de las superposiciones quedaron siempre en la nada, a tal punto que la Agencia Social, uno de los ejes de su gestión, cada vez parece más lejos de concretarse. Disgustado, Makón comenzó a preparar su retiro hace un par de meses, pero lo fue demorando por pedido de Chrystian Colombo.
Los últimos movimientos de De la Rúa terminaron de definir la situación: el Presidente designó a Daniel Sartor en Desarrollo Social, después anunció la creación del Ministerio de Seguridad Social a cargo de Patricia Bullrich, donde supuestamente confluirían los diferentes planes asistenciales. Más tarde aceptó la renuncia de Bullrich y la reemplazó interinamente por José Dumón. Resultado: dos estructuras superpuestas -Seguridad Social y Desarrollo Social– y un ministro –Sartor– desgastado.
Makón se cansó de esperar. Ayer por la mañana se reunió con Colombo y, luego de la reunión de Gabinete, conversó brevemente con De la Rúa. Cerca del frepasista aseguraban que la relación con su superior inmediato, el jefe de Gabinete, era óptima, pero que no tenía más sentido permanecer en el cargo. “Su trabajo estaba prácticamente parado. De la Rúa siempre le decía que sí pero al final no hacía nada”, se quejaban.
Algo de esto reconoció el propio Makón en la carta que acompaña su renuncia. “El dictado de las recientes medidas de reestructuración estatal no contribuyen, tanto en la forma como en el contenido, al logro del objetivo. En un marco de recesión es cuando más se necesita un Estado eficaz, eficiente, que atienda a los sectores más desprotegidos y que defina políticas activas de promoción del desarrollo económico”, aseguró.
Más allá de los motivos, lo cierto es que con Makón se va otro frepasista del gabinete, en un lento proceso que ha dejado a la Rosada prácticamente sin representantes de ese partido. Aunque ayer aseguró que la decisión fue “puramente personal”, es innegable que su renuncia es un ejemplo más de la progresiva emancipación del Frepaso, que tuvo sus últimos episodios visibles en el portazo de Juan Pablo Cafiero y la decisión de los diputados de romper el bloque de la Alianza.

 


 

MAKON EXPLICA LOS MOTIVOS DE SU RENUNCIA
“No quiero ser un ñoqui”

Por J. N.

–¿Por qué renunció? –Un proceso de modernización del Estado significa una serie de cambios que se verán en el mediano y largo plazo, pero que requieren decisiones inmediatas. Para eso, es indispensable contar con un apoyo político sistemático. Y eso es algo que venía faltando. Esa es la razón por la que renuncio.
–¿A qué atribuye esa falta de apoyo?
–La verdad es que no sé. Hay muchos intereses cruzados que se oponen a una reforma.
–¿Intereses partidarios, vinculados a sostener desde el Estado estructuras políticas?
–No sé. A mí nunca nadie me hizo una sugerencia o una mención de ese tipo, pero también es cierto que yo pertenezco a otra fuerza política. Una cosa es cuando estaba con Chacho y otra cosa es ahora. Ultimamente me sentí un poco solo.
–¿Qué iniciativa concreta fue descartada?
–Por ejemplo, con el tema de los directorios de los organismos descentralizados. Se gastan unos 20 millones al año, que aunque quizás no sean una suma extraordinaria para el Estado igual es bastante. Nosotros armamos un proyecto para eliminarlos, dejando sólo los presidentes y vicepresidentes. Redactamos los decretos, los presentamos en la Jefatura de Gabinete.
–¿No se anunció ese proyecto?
–Sí, pero después se implementó sólo en forma parcial. Se aplicó sólo una mínima parte. En la administración pública hay momentos en donde es necesario cortar la discusión y tomar una decisión concreta. Los temas no pueden dormir durante meses porque si no no se avanza. El proyecto para eliminar los directorios ya tiene más de un año y todavía no se aplicó. Mi trabajo había perdido sentido, y yo no puedo estar pregonando contra los ñoquis y convertirme en un ñoqui.

 


 

POSIBLE ACUERDO POR LA CONDUCCION DE LA UCR
Rozas-Casella y todos contentos

Por Santiago Rodríguez

El radicalismo renovará mañana sus autoridades. Desde hace meses que los candidatos para asumir la conducción partidaria son Angel Rozas y Juan Manuel Casella, pero ahora resulta que –como buenos radicales que son– todos están trabajando para la unidad sobre la base de lo que los números indican que pasaría si los delegados al plenario del Comité Nacional terminaran resolviendo la disputa por la vía del voto. El esquema de consenso al que los mismos interesados descuentan que se llegará contempla la designación del chaqueño al frente del partido, con el bonaerense y algún otro gobernador en las vicepresidencias y el resto de las líneas internas representadas en la mesa nacional.
El camino del consenso empezó a despejarse en los últimos días, cuando Casella y los que lo alentaban en su carrera dieron señales de su disposición de acordar, rendidos ante la evidente supremacía de Rozas en la disputa por la sucesión de Raúl Alfonsín en la conducción del partido.
En esta ocasión, las aguas dentro del radicalismo no están dividas en función de las tradicionales líneas internas. Rozas lleva dos años de trabajo en pos de su consagración como presidente del Comité Nacional de la UCR y su fuerte es el interior, a partir de las adhesiones que en todo ese tiempo cosechó entre los demás gobernadores. Casella cuenta con el respaldo del Comité provincia, en su condición de bonaerense y eterno aliado de Federico Storani y Leopoldo Moreau, y con un guiño de varios delarruistas, en virtud de que su posición con respecto al Gobierno es más contemplativa que la de sus socios y de hecho se mantiene como embajador argentino en Uruguay.
Alfonsín, fiel a su estilo, se declaró “prescindente” en la disputa. Tanto es así que mañana ni siquiera se quedará a entregar el mando a su sucesor, sino que brindará el informe sobre su gestión y después partirá hacia República Dominicana para participar de una reunión de la Internacional Socialista.
Las vicepresidencias del radicalismo son tres y, además de Casella, están anotados para ocuparlas los gobernadores Pablo Verani (Río Negro) y Oscar Castillo (Catamarca) y el ministro del Interior, Ramón Mestre; es decir, sobra uno. Jesús Rodríguez aspira para alguien del Ateneo del Centenario el cargo que sigue en importancia: la secretaría general, al que podría descender aquel que quede fuera de las vicepresidencias. Rozas está desde ayer en Buenos Aires y Casella llegará hoy de Uruguay ambos tienen previsto reunirse entre sí y con los propios interesados en busca del consenso que todos descuentan que se alcanzará.

 

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