Por Horacio Cecchi
La reunión de expertos
fue convocada por la secretaria de Ciencia y Tecnología Adriana
Puiggrós con un motivo central: la fuga de cerebros. Asistieron
científicos, investigadores y formadores de primera línea,
argentinos algunos residentes en el exterior, brasileños,
uruguayos y chilenos. Lo que inicialmente llevó el rótulo
de seminario se transformó en un debate en el que se partió
de una base, comprensible vistas las circunstancias: si repatriar científicos
es poco menos que una utopía, al menos ver cómo repatriar
su inteligencia. Hubo propuestas de todo tipo: revincular a los argentinos
en el exterior, diseño de redes de cooperación y demás.
También hubo lecturas de un futuro sombrío. Ayer, al cierre
de la primera jornada, los expertos se planteaban una pregunta de hierro:
Todo esto es muy lindo, estamos todos de acuerdo, pero de qué
sirve si el Gobierno continúa con su política de inversión
cero en investigación y ciencias.
En cuestión de fuga de cerebros nadie puede dar una cifra exacta.
Las estimaciones se realizan en base a datos de radicaciones en Estados
Unidos, traspoladas al país pero en sentido inverso, o sea, fugas.
La diáspora es hacia todo el mundo dijo a Página/12
Enrique Oteiza, investigador del Instituto Gino Germani. Por lo
menos, hay 20 mil en el exterior, diez mil en Estados Unidos y la otra
mitad en el resto del mundo.
El seminario Hacia la Construcción de Políticas Públicas
en el Area de las Migraciones Profesionales, fue organizado por
la Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior
(Raíces), dedicada a revincular a expertos en el exterior, mediante
diferentes propuestas y programas de cooperación.
Durante el debate surgieron diferentes propuestas para, si no repatriar
científicos, al menos repatriar sus conocimientos. José
Wesfreid, argentino, director de investigación de la Escuela Superior
de Física y Química de París (CNRS), una suerte de
Conicet francés, mencionó la posibilidad de explotar el
sistema de becas post doctorales con tesis de cotutela, con un director
de tesis argentino y otro francés. El alumno debe defender la tesis
en Argentina y en Francia y luego obtiene un título de la UBA y
La Sorbonne.
Fernando Lema, uruguayo, investigador del Instituto Pasteur de París,
aseguró que lo primero que hay que entender es que si Estados
Unidos contrata cerebros argentinos, no es gratuito. En Argentina, formar
un médico cuesta 50 mil dólares. Allá, 250 mil. Pero
además, al trabajar allá, el investigador le da un valor
agregado que se aplica a productos que se venden. Ese valor agregado no
retorna al país. El asunto, para los países de la región,
no es traer a la gente sino la inteligencia. La propuesta de Lema
incluye invitaciones a expertos radicados en el exterior para que participen
en programas de enseñanza, como evaluadores de programas, personas
e instituciones, crear centros de excelencia para elevar el techo
local convocando lo mejor del mundo que estimule la capacitación.
Es muy difícil que vuelvan porque no hay puestos de trabajo
sostuvo Mario Rapoport, director del Instituto de Investigaciones
Históricas y Sociales de la Facultad de Economía. El
problema presupuestario es el problema básico. Sin presupuesto,
los científicos se van a seguir yendo. En esta reunión comprobé
que Brasil, con todos los problemas que tiene, está en condiciones
infinitamente mejores, porque han desarrollado políticas, invierten
en la investigación.
Oteiza marcó con énfasis un panorama desalentador: Hay
más científicos argentinos en el exterior (20 mil) que en
el país, que con una mirada optimista no llegan a 15 mil.
Según el investigador, es resultado del achique de los 90,
que golpeó al Conicet, la Conea, el Inti, y el Inta. Hay
una jibarización de científicos. A los que tuvieron que
migrar o desaparecieron durante la dictadura, ahora se agrega la generación
formadadesde el 83. Son los que se tienen que ir porque no hay nombramientos,
o dedicarse a changas. Se está rifando la segunda generación.
El panorama, en la dirección que lleva la política pública,
no puede ser peor. En ese marco, montar una red como la que se propone
en esta reunión no es que esté mal, es muy bien recibida,
pero es lo mismo que construir una cabañita y se te venga encima
la inundación del Paraná.
La duda la arrojaron muchos. Quizá quien más logró
graficarla fue Iván Chambouleyron, brasileño, profesor e
investigador del Instituto de Física de Universidad de Campinas.
Y lo hizo con una anécdota: Leí el libro Volver a
crecer, de Cavallo relató. No había una sola
línea sobre ciencia e investigación. Le escribí una
carta. No me respondió. Lo hizo un asesor: me felicitó por
haber leído el libro y ahí quedó todo.
El riesgo de las becas
El problema que nos planteamos es que en el sistema de becas
en el extranjero, el país financia la formación de
jóvenes que después no se recuperan, sostuvo
Andrés Carrasco, presidente del Conicet, que participó
en el encuentro de expertos organizado por Raíces. Desde
el 97 en adelante, el retorno de becarios de posdoctorado
en el exterior fue disminuyendo hasta un porcentaje que alarma:
el 50 por ciento no regresa.
La proporción alarma aún más teniendo en cuenta
que hasta 1996, según aseguró Carrasco a Página/12,
el retorno bordeaba el 85 por ciento, una tasa considerada alta
para un país con serias dificultades de reinserción
laboral. El problema planteado debe trabajarse en un contexto
regional, porque Brasil, Uruguay y Chile tienen problemas de la
misma naturaleza.
En el Conicet se abrió un debate, aún no saldado,
sobre cómo evitar la sangría. Según una cláusula
de honor, al final del contrato firmado por el becario, en caso
de no retornar deberá pagar el doble de lo que se invirtió
en su estudio. Es una fórmula sin sentido, porque para
obligar a alguien a regresar no tiene sentido exigirle el pago si
antes no se le da un marco y posibilidades de reinserción.
Dentro del Conicet, algunas voces sostienen que no sólo se
debe exigir el pago sino que además se llegó a plantear
la realización de denuncias judiciales contra los no retornados.
Es ridículo, porque no sólo no es lógico,
sino que además no existe ningún asidero legal para
poder intervenir de esa forma.
Según Carrasco, la respuesta al problema, al menos en lo
que toca al Conicet, fue modificar la convocatoria a las becas.
Ya no se las llama más becas posdoctorales externas sino
becas a secas. El sistema, puesto en funcionamiento por primera
vez este año, consiste en dar la posibilidad de que el becario,
si tiene interés en desarrollar su investigación en
el exterior, tenga un lapso de 18 meses para hacerlo, aunque seis
meses los debe realizar en el país, igual que la presentación
y defensa de la tesis. De todos modos confesó
Carrasco, si no hay puestos de trabajo, es muy poco lo que
el Conicet puede hacer.
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Un fenómeno
que se repite
Según el investigador Fernando Lema, Argentina invirtió
unos 40 mil millones de dólares en preparar científicos
que emigraron. Habría que incluirlo en el pago de la
deuda externa, sostiene. Pero Argentina no es el único
país de cerebros en fuga. Brain Drain, lo llaman los especialistas,
y es la preocupación del programa de Raíces, dedicado
a revincular con su país a los argentinos en el exterior.
Y pueden incluirse países del mundo desarrollado. Australia
abrió un programa que destina un fondo especial de 2 mil
millones de dólares en becas para evitar la fuga de cerebros.
España debate el tema: consideran escaso el tiempo de contrato
de algunas especialidades, que no supera los cinco años.
En la Organización de las Naciones Unidas se ha llegado a
plantear la medida extrema de cobrar un impuesto a la salida de
expertos. En India, las autoridades están llevando la cuenta
de las inversiones realizadas para formar unos cien mil programadores
informáticos. Son dos mil millones de dólares. El
gobierno indio calcula que en los próximos tres años
perderán esa inversión: Estados Unidos está
tentando con generosas convocatorias a sus programadores.
Otras fórmulas planteadas en diferentes países consisten
en otorgarle al alumno un fondo con forma de préstamo condicional
para que esté en condiciones de administrar sus cursos de
estudio. Una vez concluido, si decide emigrar debería devolver
ese préstamo. Pero además, otras propuestas agregan
gravar los bienes en el país donde se radique, poner un impuesto
a sus salarios que podría alcanzar cifras como el 15 por
ciento. Obviamente, todos estos proyectos deberían contar
con la aprobación del país que lo recibe.
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