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LA PROSTITUCION INFANTIL EN EL PAIS SEGUN UNA INVESTIGACION DE UNICEF
Los chicos como mercancía de lujo

El fenómeno no sólo afecta a los sectores marginales: según el libro presentado ayer por Unicef, también hay un circuito de prostitución de lujo alimentado por chicos de clase media y alta. La investigación advierte que es el circuito de más difícil acceso porque se protege a la clientela VIP.

Los chicos empiezan a prostituirse antes de los 15.
Están en prostíbulos de lujo y también en la calle.

Por Mariana Carbajal

La prostitución infantil en el país no se limita a los sectores más pobres. Chicas y adolescentes de clase media y alta alimentan el circuito de la prostitución de lujo, según reveló la primera investigación nacional sobre la explotación sexual comercial de menores en la Argentina. “En estos ámbitos los códigos y reglas son más rígidos y su transgresión, muy peligrosa”, advierte el trabajo, realizado por Unicef, en el que además se denuncia que industriales, políticos, funcionarios judiciales, profesionales y deportistas son parte de la clientela VIP. De los distintos niveles de prostitución infantil que investigó el organismo internacional, éste es el de “más difícil acceso, debido a la exigencia de asegurar la privacidad y la identidad de las personas involucradas como clientes ricos y famosos y de los proxenetas, y también debido al prurito de no difamar lugares prestigiosos donde se practica como hoteles 5 estrellas, disco de moda y agencias de modelos”.
Sobre la base de 326 entrevistas –casi un centenar de ellas a chicos y chicas prostituidos de distintos puntos del país–, Unicef confeccionó una radiografía de la explotación sexual infantil en Argentina. El estudio, cualitativo, revela que la mayoría comenzó a prostituirse antes de los 15, y que existen desde organizaciones con estructuras internacionales hasta proxenetas pequeños y explotadores familiares. Los lugares donde se ofrecen menores también son variados: desde prostíbulos “de extraordinarios lujo y privacidad” –a los que sólo se accede a través de contactos y donde únicamente se admite pago con tarjetas de crédito– hasta la calle. El estudio –cuyos datos preliminares publicó Página/12 el año pasado– encontró que el denominador común de los chicas y chicos prostituidos no es la pobreza sino el hecho de haber sido expulsados de sus hogares y que es manifiesta la “ineficacia” de las intervenciones policial y judicial para enfrentar el problema.
La prostitución de lujo es uno de los capítulos de la investigación, dirigida por la socióloga Silvia Chejter y editada en el libro La niñez prostituida que ayer fue presentado en un acto encabezado por el titular de Unicef Argentina, Edward Madinger. También estuvieron presentes la presidenta del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, María Orsenigo, la presidenta del Consejo Nacional de la Mujer, Carmen Storani, y el procurador general de la Nación, Nicolás Becerra.
Para conocer la prostitución VIP, las investigadoras entrevistaron a clientes y a jóvenes explotadas. Entre ellas, Sandra, una chica de 20 años de clase media alta. Su padre es gerente de una empresa y su madre, ama de casa. Sandra dejó su hogar a los 15, sin que la familia hiciera mucho para que volviera. Desde esa edad fue prostituida. “La discreción es fundamental”, destacó Sandra sobre los códigos del mundo de la prostitución de lujo. Contó que son ámbitos donde circula la droga y donde la privacidad de los clientes es sagrada: “Nadie tiene que hablar, no se puede, es peligroso... nadie que se meta con los grandes dealers sale bien parado y yo sé cuidarme”, relató. También mencionó el riesgo a ser víctima de violencia: “Yo sé de varias que las violaron... y en otra oportunidad una compañera terminó tan golpeada de una salida que tuvo conmoción cerebral”. Pero la política de preservación de la clientela hizo que esa joven no volviera a su lugar de trabajo “sino que la pasaron a otro lugar”, aclaro Sandra. Al respecto, las investigadoras advierten que en este nivel no existen “las estrategias de protección que en cambio existen en niveles más bajos, porque los clientes en este nivel son dueños del espacio y del tiempo.
“Muchos clientes quieren joda”, lo cual significa droga, y “no límites”, detalló Sandra. “En esta modalidad la droga y las gratificaciones de tipo personal, ascenso e inserción en círculos sociales aparentemente brillantes, son a menudo ingredientes que determinan su éxito y aceptación por parte de quienes son prostituidos, que se pueden sentir atraídos porun modo y nivel de vida alto, o por ciertos consumos suntuarios”, precisa la investigación. El precio “suele ser global (por la noche, la fiesta, la salida) y no tanto por el tipo de ‘servicio’ ofrecido, que muchas veces es ‘todo servicio’”. Sin embargo, el dinero constante hasta puede quedar totalmente fuera de la escena cuando hay intermediación, agencias o incluso cheques a domicilio y pago con tarjeta de crédito, cuentas abiertas en casas de ropa, regalos costosos, viajes.
Las investigadoras encontraron que existen canales de intermediación explícitos, como agencias para turistas o ejecutivos, saunas de lujo, hoteles 4 y 5 estrellas, clubes privados, cabarets y discos de moda.

 

Más de lo que se cree
Por M. C.

“Que exista prostitución infantil en la Argentina es doblemente preocupante: en un país con su nivel de desarrollo, estas situaciones no deberían existir”, sentenció Julio Hurtado, coordinador de Programas de Unicef, al ser consultado por Página/12 sobre los resultados del estudio sobre explotación sexual infantil presentado ayer por el organismo internacional.
Hurtado consideró que el problema en el país “es más extendido de lo que normalmente” puede sospecharse en una sociedad como la argentina. Aunque el estudio reveló “casos puntuales” de prostitución infantil, que “no permiten generalizar ni hacer una teoría” al respecto, el hecho de que las más de trescientas entrevistas que incluyó se hayan realizado en distintos puntos del país, “en Buenos Aires, en el interior, en ciudades grandes, en pueblos, en situaciones urbanas y no tanto, demuestra la heterogeneidad de una realidad como ésta y lo extendida que está”, señaló el directivo de Unicef.
–¿Cuál es la importancia del estudio?
–En primer lugar, revela los mecanismos como opera la prostitución infantil, y esto es un gran paso. En segundo lugar, pone el tema en el tapete, en los medios, en la agenda política. Y, por último, al hacerlo, Unicef le pasa a las autoridades nacionales la responsabilidad de enfrentar la problemática. La Procuración General de la Nación, el Consejo Nacional de la Mujer, el Ministerio de Justicia a través de la Secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios y el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia se han comprometido de desarrollar un plan de acción para combatirla.
–¿El Gobierno ignora el problema?
–No, distintos organismos gubernamentales se han juntado y han armado un plan de acción.
–Muchas veces ese tipo de planes no avanza más allá de las palabras...
–Está en los medios, en la gente, que no sea tan así.

 

LOS CLIENTES, DESCRIPTOS POR CHICOS PROSTITUIDOS
“Las tenían por un pancho”

La información recogida en la investigación de Unicef no permite definir un perfil único del cliente de prostitución infantil. Hay de todo, afirma el estudio: “jóvenes, no tan jóvenes, personas mayores, heterosexuales, homosexuales, médicos, dentistas, arquitectos, psicólogos, abogados, jueces, policías, obreros, estudiantes, patrones, empleados, artistas, empresarios, solteros, casados, solitarios o en grupo”. A continuación, algunos testimonios de chicos y chicas que pintan a sus ocasionales clientes.
“Algunos son muy asquerosos, algunos son buenos, hay de todo, viejos, jóvenes, de toda edad, vienen en auto, algunos van caminando, algunos parecen señores pero no lo son. Pero no son todos mariquitas, pero te das cuenta por cómo caminan por la calle, por la forma de mirar a la gente, camina muy despacio, cuando están buscando un chico caminan más despacio”. (Hernán, 16 años)
“Yo no sabía que a los tipos les gustan así... pibitas. Pero les gusta porque no les pagan nada, se las llevan y les dan unas monedas, lo mismo que para abrir la puerta o para comprarles una pavadita (...). Un tipo que trabajaba en la panchería que salía conmigo me llevaba atrás al negocio y me decía que yo le salía muy caro porque tenía que pagarle al Ariel...en cambio él podía tener a cualquiera de las pibitas por un pancho (...). Lo que pasa que una piba esa edad si nadie le dice la posta no entiende nada...la piba tiene diez, es rechiquita (...) el tipo se calienta con la pendejita, no me preguntas por qué pero se calienta, no con un minón, se calienta con la pendejita, el tipo le da unas monedas, la piba le agarra el pito, por ahí se lo chupa, le hace la paja, así el tipo se arregla (...). La cosa queda así, un día una, otro día un pibe, y el chabón piensa que le da una mano, ¿entendés? Es el bueno que le ayuda a los pibitos de la calle” (Sharon, 17 años)
“La mayoría son mayores de 35 y 40, o sea que si te ligás a uno de 35 estás de suerte” (Eduardo, 16 años)
“El se ha hecho amigo de todas las amigas que yo tengo y todas van ahí y él sale con ellas, porque son chiquitas, porque él dice que no están tan pasadas como las mujeres grandes. Tienen 13, 16, 14, 15 (Nora, 16 años).
“Una vez vi al doctor, me impresionó bastante, una gente así... Porque viste esos jueces, que están ahí con las menores, que esto, que el otro, cómo pueden ir a buscar...”. (Paula, 13 años).
“Policías, uno de los grandes que conozco es un ex comisario”. (Vany, 17 años).

 

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