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LA ALIANZA DEL NORTE SE REUNE EL LUNES CON PASHTUNES Y MONARQUISTAS
Bueno, negociemos con esos canallas

Los pashtunes, tribu de la que son originarios los talibanes, estarán incluidos en la negociación multiétnica que empezará en Berlín el lunes para empezar a trazar las grandes líneas del futuro afgano. EE.UU., mientras tanto, puso en alerta a 1600 marines.

Burhanuddin Rabbani (der.), presidente derrocado por los talibanes, con un enviado ruso.

Por Angeles Espinosa
Enviada especial a Kabul

La Alianza del Norte ha aceptado finalmente la invitación de la ONU para acudir a una conferencia de paz sobre Afganistán, según anunció el martes en Kabul el vicerrepresentante del secretario general de Naciones Unidas para Afganistán, Francesc Vendrell. A la reunión, que se abrirá el próximo lunes en Berlín, están también convocados el ex rey Mohamed Zahir Shah, un grupo de intelectuales afganos en el exilio y la asamblea de Peshawar. El ministro de Exteriores de la Alianza, Abdullah Abdullah, confirmó su participación a pesar de que horas antes su presidente, Burhanuddin Rabbani, había calificado esa cita de “simbólica”.
“Estos son momentos difíciles en Afganistán y el hecho de que estén dispuestos a viajar al extranjero es un signo de flexibilidad”, declaró Vendrell. Durante los tres días pasados, el enviado de la ONU se ha entrevistado en varias ocasiones con Rabbani y con Abdullah. “Esperamos que esta reunión sea el primer paso y uno muy importante hacia un Afganistán en paz, independiente, autogobernado de acuerdo con los deseos de su gente”, añadió. Tanto Abdullah como Vendrell trataron de disipar las dudas sobre el compromiso de la Alianza surgidas después de que Rabbani manifestara que la reunión de Berlín es “simbólica”, que no es la definitiva. “Me ha expresado su preferencia de que el acuerdo final se lleve a cabo en Afganistán, y ésa es también la opinión de otros afganos”, trató de relativizar Vendrell.
“Todos quisiéramos que concluyera en Afganistán.” Abdullah, por su parte, mencionó que su delegación estaría posiblemente encabezada por el ministro del Interior, Yunis Qanuni, o por él mismo, lo que da una idea de su seriedad. Sin embargo todos son conscientes de que no todo el mundo va a estar representado en esa conferencia. “Habrá tantos representantes como sea posible dada la urgencia y el poco tiempo con que se ha convocado la conferencia”, explicó Vendrell. “Sería exagerado pensar que todos los afganos van a estar representados, pero es un paso en la buena dirección”, matizó más tarde el propio Abdullah.
Además de la Alianza del Norte, también han recibido invitaciones el ex rey afgano y “los dos procesos que en el pasado se han implicado en apoyar la paz”. Vendrell se refería con ellos al proceso de Chipre, un grupo de intelectuales afganos en el exilio que desde hace años trabajan en la búsqueda de una solución para su país, y a la asamblea de Peshawar, la reunión de notables pashtunes que organizó a fin de octubre Sayed Ahmad Gailani.
Precisamente, la participación de los pashtunes constituye uno de los ejes fundamentales para la solución del problema afgano. Tras gobernar el país durante casi tres siglos (excepto el breve paréntesis de los “mujaidines” entre 1992 y 1996), esta comunidad étnica que representa entre el 38 y el 45 por ciento de la población se ve ahora desplazada por una alianza que representa sobre todo a las minorías (tajicos y uzbecos, principalmente). Los líderes del Norte insisten en que agrupan a todas las etnias y se denominan a sí mismos Frente Unido, para evitar ser asociados con una mitad del país.
El problema es que los extremistas talibanes que han controlado Afganistán durante los últimos cinco años se han identificado con la mayoría pashtún de la que surgieron. El repentino derrumbe del régimen rigorista ha sorprendido a esa comunidad sin un liderazgo alternativo, algo que intentaba remediar Gailani con la asamblea de Peshawar.
Pero si los pashtunes cuentan con el peso de los números y con destacadas figuras políticas, entre ellas el propio Zahir Shah, el futuro de los hazaras parece más incierto. Esta comunidad, de confesión chiíta en un país mayoritariamente suní, es el tercer grupo étnico de Afganistán y ha sido históricamente la más marginada. “La ONU tiene un especial interésen remediar esa desigualdad”, subrayó Vendrell. Sin embargo, en privado, altos funcionarios de esa organización expresan sus dudas sobre el peso político que pueda conseguir.
Según los planes de la ONU, la reunión de Berlín debería constituir el primer paso para establecer una administración provisional que convoque una Loya Jirga, la gran asamblea tribal que constituye una de las estructuras tradicionales de gobierno afganas. El objetivo último es que esta asamblea supervise la transición política durante dos años y que una segunda Loya Jirga elabore una Constitución, para abrir paso a un régimen democrático.

 

Claves

Bajo presión internacional, la Alianza del Norte que ahora gobierna en Kabul, y que representa a tres grupos étnicos minoritarios (uzbekos, tajicos y hazaras) aceptó ayer iniciar negociaciones en Berlín el lunes con representantes de los pashtunes (la tribu del sur de la que son provenientes los talibanes) y del ex rey Zahir Shah, exiliado en Roma, para diseñar el futuro del país.
Están emergiendo contradicciones entre Gran Bretaña y Estados Unidos, hasta ahora los aliados más próximos: mientras la primera quiere una fuerza de estabilización para Afganistán, de la que las fuerzas especiales que aterrizaron el jueves pasado en Bagram serían la punta de lanza. Washington –que se concentra en la destrucción de los talibanes y de Osama bin Laden habría desautorizado extraoficialmente la operación, que fuentes de defensa británica dijeron ayer que podría ser desactivada (p. 20).
También surgieron contradicciones (más violentas, desde luego) entre los afganos y los árabes y paquistaníes de Bin Laden en Kunduz, una de las dos ciudades que resisten (p. 23).

 

MIL MUJERES MARCHARON EN KABUL
A cara descubierta

A días de la toma de Kabul por la Alianza del Norte y la fuga del régimen talibán en Afganistán, el fin de la opresión comenzó a exteriorizarse. Un ejemplo de este afuera distinto lo conformó el millar de mujeres que ayer salieron de sus casas, marcharon en un acto reivindicativo del género femenino y, despojadas de las burkas que las cubrían de pies a cabeza, salieron en defensa de sus derechos, que anticiparon volverán a tener en el futuro.
Consistió en la primera marcha de mujeres reivindicando sus derechos en Kabul, epicentro de las luchas del poder sobre la sociedad afgana, arrebatado por los talibanes en 1996 y vuelto a controlar el 12 de noviembre por la Alianza del Norte, con el apoyo de las fuerzas norteamericanas que combaten el terrorismo en la región. Son mujeres que ya no le temen a la ley talibán que las oprimía, y que antes las obligaba a vivir sumisamente ocultas, tras esas burkas que ayer se quitaron en plena manifestación en clara señal que algo cambió en ellas.
Organizada por la Unión Internacional de Mujeres en Afganistán, la convocatoria fue en reivindicación a la vuelta al trabajo –prohibido para las mujeres bajo el régimen talibán–, la reintegración de la mujer a la sociedad y el fin al uso de la burka, que en teoría sigue siendo obligatoria. Aunque ellas aseguran tener el apoyo masculino, no contaron con la presencia de ningún hombre, pero afortunadamente tampoco de ningún policía que atinara a dispersar la movilización, que duró dos horas.
En un principio la marcha iba a dirigirse a la oficina de la ONU en pedido explícito de apoyo internacional para la liberación de la mujer, pero la congregación tuvo lugar en la plaza del barrio popular conocido como Makroria. Según dijo Soraya Parlika, presidenta de la Media Luna Roja Afgana antes del depuesto régimen talibán, la marcha se organizó en secreto durante tres días y además prometió que se iban a repetir las manifestaciones de este tipo. El movimiento se lanza poco después que Laura Bush, primera dama norteamericana, lanzara una iniciativa internacional para la mejora de las condiciones de vida de las mujeres en Afganistán.

 

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