Por Diego Schurman
No dejó pasar ni la
resaca de los festejos. Apenas recibió el primer rayo de sol en
libertad, Carlos Menem le declaró la guerra a Eduardo Duhalde,
reeditando así un clásico de la interna justicialista. Lo
hizo al anunciar su inminente reasunción como presidente del PJ,
a pesar de los intentos del senador electo por desplazarlo de ese cargo.
A la noche, sin nombrarlo, el ex mandatario profundizó el ataque:
responsabilizó a su archienemigo de su detención. A esa
altura, el sin odio ni rencor, que el día anterior
esbozó para la posteridad, había caído en desuso.
La pelea con Duhalde no es secundaria. Se sabe, quien conduce el PJ es
quien maneja los tiempos internos. Y Menem necesita controlar esos tiempos
para poder reconstruir su poder, que todas la encuestas muestran averiado.
Por eso anunció que el próximo miércoles reasumirá
la presidencia del Consejo Nacional Justicialista.
Menem tiene mandato hasta septiembre del 2002. Pero Duhalde organizó
hace diez días un Congreso partidario que le quitó la conducción
al ex presidente y se lo entregó a los 14 gobernadores del PJ,
para que sean estos quienes decidan la fecha de la interna presidencial.
No es un tema menor: los peronistas están convencidos que su fórmula
no tendrá competencia en el 2003.
Por eso Menem envió ayer a un operador sin medias tintas como César
Arias a pedir la impugnación del Congreso duhaldista. La presentación
se hizo en el juzgado federal de María Romilda Servini de Cubría.
El escrito habla de irregularidades en la convocatoria por
haberse realizado fuera de tiempo y en la nominación de los
congresales. Pero también cuestiona el cercenamiento
de las facultades del Consejo Nacional Justicialista.
Duhalde discriminó a un grupo de consejeros a favor de un
grupo de 14 gobernadores que se quedaron con el monopolio del poder, algo
que no está contemplado en el estatuto. Así dejó
a 10 distritos (por aquellas provincias en las que el PJ no es gobierno)
sin representación política, lo mismo con la juventud y
la rama femenina, que se quedaron sin representantes, señaló
Arias a Página/12.
Pero Servini de Cubría ya avaló el Congreso de Duhalde.
Pero también hizo una advertencia para que se respete la
carta orgánica del partido.
¿Y qué hará Menem hasta que se expida la Justicia?
Desconocerá todo los resuelto en ese Congreso. Asumirá
la conducción del PJ y comenzará a trabajar.
La guerra con Duhalde, quizás el primer paso del operativo
2003, se planificó con más de un sobresalto. El sector
moderado del menemismo, donde se alinean Carlos Corach, Eduardo
Bauzá y Alberto Kohan había sugerido evitar el choque
directo y le pelea leguleya por el título de conductor. Preferían
iniciar un lento proceso de seducción de los mandatarios provinciales.
Si convocamos ya a una cumbre partidaria nos van a contar las costillas.
Van a remarcar los gobernadores que falten, y eso no es comienzo auspicioso,
dijo un vocero de este grupo.
Los ultra, en cambio, le recomendaron barrer con
el primer obstáculo sin cabildeos. El sindicalista petrolero Antonio
Cassia, un inquilino de Don Torcuato, no logró convencer a Menem
para que asumiera ayer mismo la conducción del partido. Pero sí
para que no demorase esa jugada más allá de una semana.
Desde este sector, la sed de venganza está a flor de piel.
Posiblemente no tenga
retorno, expresa sobre Duhalde un comunicado del menemismo bonaerense
que encabeza Alberto Lestelle.
Duhalde quiere pelearse
con Menem, pero Menem no lo registra, denostó el diputado
Javier Mouriño, con la lógica de que un ganador
no se pone a la altura de un perdedor. La inquina con el ex
gobernador bonaerense es añeja. Pero tuvo un momento culminante.
Fue en 1999, cuando Duhalde amenazó con convocar a un plebiscito
en su provincia, convencido de que votaría contra una nueva reelección.
Menem no tuvo más que bajarse de la pelea, pero decidió
hacerle la vida imposible a su enemigo interno.
Las devoluciones se sucedieron. Duhalde fue uno de los grandes ausentes
en el acto de solidaridad con Menem que todo el PJ realizó
en el Congreso. Tampoco lo visitó en Don Torcuato.
Hace una semana, cuando planificaba su acción política en
el living de la quinta de Gostanian, Menem regaló una frase que
muchos atesoraron como monedas de oro.
Con Duhalde no, con Ruckauf por ahora no dijo.
Si bien ya lo calificó de desleal, todavía existen
puentes hacia el actual gobernador bonaerense. Aunque muchos creen que
ese acercamiento solo puede darse para meter cuña entre sus dos
ex vicepresidentes.
Para el principal operador duhaldista, el diagnóstico es errado
y la ruptura de los socios bonaerenses imposible: Duhalde le garantiza
a Ruckauf el aparato y los votos de la principal provincia del país,
que no son pocos. ¿Menem qué le garantiza?.
Los menemistas aseguran que Ruckauf ya comenzó a abrirse de Duhalde
al apoyar en un acto al trío Alberto Balestrini, Juan José
Alvarez y Julio Alak, este último aspirante a sucederlo en la gobernación,
un cargo que hasta hace poco el propio senador electo buscaba.
Otro bonaerense, como el diputado duhaldista José María
Díaz Bancalari, prefirió ahorrar especulaciones. En
la provincia, el menemismo no sacó ni un punto en las últimas
elecciones. No hay que enrollarse más con la que hace o deja de
hacer Menem. Hay que ganarle en la interna y listo.
Nunca lo dijo en público. Pero Menem imaginó más
de una vez la mano de Duhalde en la orden de su detención. Su sobrino,
el diputado Adrián Menem, fue sugerente a la hora de analizar esa
relación.
En el Congreso partidario que organizó Duhalde solo faltaron
Urso y Stornelli evidenció por la mañana ante Página/12,
haciendo referencia al juez y el fiscal de la causa de las armas.
A la noche, su tío fue aún más duro al responsabilizar
a Duhalde, aunque sin nombrarlo, de su detención. Hubo una
organización siniestra donde se mezclan adversarios políticos
y algunos que se dicen compañeros.
Senadores sin acuerdo
Por Felipe Yapur
El probable quiebre de su bancada lo que conllevaría
a la consecuente pérdida del control de la Cámara
alta aceleró los tiempos de negociación por
la distribución de los cargos entre los senadores electos
del PJ. Integrantes de ambos grupos aseguran que se está
a un paso de llegar a un acuerdo que, de concretarse, le permitirá
al misionero Ramón Puerta hacerse de la presidencia provisional
del Senado el próximo 10 de diciembre.
Las intensas negociaciones entre lo que quedó del Frente
Federal (Santa Cruz, San Luis, Tucumán, Misiones, Salta y
Buenos Aires como circunstancial aliado) y los opositores
(las provincias no gobernadas por el PJ más Córdoba,
Santa Fe, Tierra del Fuego, La Pampa y Formosa), continuaron ayer.
De hecho se realizaron dos. Una en las oficinas que tiene Eduardo
Duhalde en avenida de Mayo, hasta donde se trasladaron los opositores
Jorge Yoma, Jorge Capitanich y Luis Barrionuevo. Posteriormente
los federales Ramón Puerta y Marcelo López
Arias concurrieron al despacho de Yoma para continuar las negociaciones.
El principio de acuerdo al que habría arribado ayer por la
tarde plantea la presidencia provisional del cuerpo para Puerta.
La vicepresidencia primera es para otro justicialista, el cordobés
Juan Carlos Maqueda. La presidencia del bloque continuará
en poder del sanjuanino José Luis Gioja, que tendrá
como vicepresidentes a Marcelo López Arias y José
Mayans. Una tercera vicepresidencia estará destinadas para
una mujer.
Trascendió ayer que las negociaciones se habrían destrabado
una vez que el riojano Jorge Yoma anunciara su decisión de
abandonar la presidencia de la estratégica comisión
de Asuntos Constitucionales. Los federales pretenden
que la santacruceña Cristina Kirchner ocupe ese puesto.
Ahora sólo resta saber cuál será la actitud
de Duhalde, quien pretende reducir el número de comisiones
existentes y que Gioja desista de su idea de continuar con la presidencia
del bloque. Si estas exigencias no se cumplen, el bonaerense ha
amenazado con romper la bancada, formando un bloque aparte.
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OPINION
Por Sergio Moreno
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El reguero de pólvora
del peronismo
El fallo de la Corte Suprema que liberó a Carlos Menem (y
depreció toda posibilidad punir con prisión a cualquier
funcionario de gobierno sea este cual fuera que haya
delinquido) constituye en gran parte la expresión judicial
de la desaparición política de la Alianza como proyecto.
Aquella alquimia política que derrotara al menemismo emanaba,
por sola presencia, un aire nuevo que supo insuflar bríos
investigadores al ubicuo Poder Judicial criollo. Contrariamente,
su evaporación y el triunfo del peronismo en las elecciones
del 14 de octubre desagiaron cualquier ímpetu levantisco
a la ingeniería de poder diseñada durante el menemato.
El regreso al ruedo del ex presidente en los términos
en que lo hizo anoche, desde el balcón de la Casa de Gobierno
de La Rioja-atraviesa la reciente victoria del PJ y, como el Caronte
del Dante, lleva la barca que cruza el río del cual no hay
retorno. La briga a la cual se entregarán el menemismo y
Eduardo Duhalde reconoce su génesis en el pasado, acaba de
resurgir y tendrá consecuencias fundantes en el futuro, tanto
para el peronismo cuanto para el país.
Menem y Duhalde lejos están de obtener aprobación
social. Según los sondeos que publicó Página/12
en su edición del domingo pasado, son otros los dirigentes
justicialistas que gozan de la mejor imagen en la sociedad. Carlos
Reutemann y José Manuel de la Sota, de lejos, encabezan las
preferencias, seguidos muy de lejos a veinte puntos porcentuales
por el senador electo bonaerense y el gobernador Carlos Ruckauf.
Menem, cómodo, es el último de la fila.
El temor que infunde el príncipe riojano entre los políticos
emana del recuerdo de lo que fuera su carisma y del poder que supo
construir durante la década en que reinó; el fallo
cortesano es una secuela palmaria de dicha herencia. La mayoría
de la dirigencia política, justicialista o no, se ha convencido
de que Menem está llamado a ocupar un lugar central. Pocos,
los menos, lo vislumbran de regreso en la Casa Rosada y Olivos;
casi todos lo imaginan árbitro, un mediador ineludible en
la interna peronista y por ende, cuando el PJ llegue al poder a
más tardar en 2003-, en el destino del país. Siguiendo
este razonamiento, Menem devendría en imagen especular de
lo que es Raúl Alfonsín para la UCR y el gobierno
de Fernando de la Rúa.
La pelea a la que se entregaron con renovado fragor el ex presidente
y su primer ex vicepresidente invade el universo de aquellos otros
peronistas con chances más ciertas de reemplazar a De la
Rúa. Aquellos gobernadores aspirantes a la sucesión
presidencial observarán la lid que, con belicosidad, desplegarán
en sus narices Menem y Duhalde, obligándose a maniobrar entre
los campos en llamas que deje la batalla. Choque inevitable a la
luz de la voluntad de hostilidad hacia el otro que cada contendiente
actuó en los últimos días: el intento de desplazar
la conducción de Menem del PJ, por parte del bonaerense,
y el contraataque judicial y la acusación de formar parte
de la trama que lo encarceló, por parte del riojano. Estas
conductas parecen regidas por aquella definición clausewitziana
que sostiene que mientras que mi adversario no haya sido derrotado,
este puede derrotarme. Por lo tanto no soy dueño de mí
mismo, sino que él fuerza mi mano como yo la suya.
Muy probablemente, el Gobierno atice este fuego (aunque sus habilidades
políticas han sido perfectamente ocultadas, suele ser simple
sembrar cizaña). Sólo el Ejecutivo, los menemistas
y los duhaldistas anhelan el enfrentamiento. En el resto del peronismo
repudian la sola idea de esta guerra. Los gobernadores tienen problemas
económicos y sociales de sobra en sus distritos como para
caer en la trampa que le tienden estos dos dirigentes, definidos
por un mandatario provincial como desocupados. No obstante
y más allá de sus deseos, les será complejo
evitar los mandobles que se pegarán los brigantes. Habrá
que ver cuán inteligentes son para preservarse de la lid.
Quien lo logre, quien consiga salir más íntegro de
una pelea que ven como ajena y anacrónica, estará
más cerca de Balcarce 50.
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