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EL AGUA JAQUEA LA BARRERA ERIGIDA EN EL PUEBLO
Armando la muralla de América

En América el agua está a
cuatro kilómetros del centro,
pero la presión es tan fuerte que amenaza la muralla creada. Ayer apareció el cuerpo del operario tragado por una alcantarilla.

El lugar donde fue encontrado el cuerpo del empleado municipal chupado por la alcantarilla.

Por Alejandra Dandan

El agua alcanzó en América el metro de altura. Está detenida a cuatro kilómetros del centro del pueblo. La gente logró frenarla con un muro de bolsas pero la presión es tan fuerte que jaquea la barrera de contención. Hace dos días un empleado municipal murió tragado por una alcantarilla mientras tapaba un drenaje. Ayer un equipo de buzos tácticos encontró el cuerpo en el mismo lugar donde cayó. La gente formó un comité de crisis y se reunió ayer con autoridades del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia. En ese encuentro pidieron un estudio topográfico urgente para buscarle al agua nuevas vías de escape. Saben que parte del campo está perdido, ahora pretenden salvar al pueblo.
El agua ni siquiera respetó el duelo. Cuando a las siete de la tarde buena parte del pueblo iba hacia la municipalidad para el funeral de Manuel Ibáñez, la barrera de contención reclamaba nuevos controles. Hacia allí partía una guardia de vecinos. Desde hace dos días están obligados a turnarse para vigilar la altura del agua amontonada del otro lado de la ruta 70, convertida en la última parte seca del pueblo. “No paramos de tener sobresaltos: la presión del agua es tan fuerte que drena sobre la barrera de contención”, dice Diego Alvarez, desde el viernes presidente del Comité de crisis de vecinos autoconvocados.
América está en el norte de la provincia de Buenos Aires, a unos 500 kilómetros de la Capital. Es cabecera de Rivadavia, una localidad de apenas 16 mil habitantes que desde el miércoles pasado ha quedado aislada y con la mayor parte de los campos inundados. El dato no es menor. El 80 por ciento del pueblo vive del campo. Ahora es época de siembra y nadie sabe dónde sembrar.
El agua comenzó a llegar avanzando desde La Pampa hacia la ruta que ahora está amurada por el terraplén levantado por la gente del lugar. Durante un día y medio, unas cinco mil personas se reunieron en la ruta 70 para rellenar con tierra los bolsones que hasta ahí servían para la siembra. Usaron 250 mil bolsas para cubrir un frente de 6 kilómetros. La muralla tiene ahora diez bolsas de alto y está reforzada con piedras. Las columnas miden un metro y medio, apenas medio metro más que el agua que empuja del otro lado.
La corrida para levantar la barrera no terminó. Cuando cerraron ese frente, aparecieron nuevos puntos vulnerables. Construyeron otra columna de tierra a lo largo de 5 kilómetros sobre la ruta 30. Desde hace tres días el trabajo de la gente fue reforzado con maquinaria aportada por el gobierno provincial. Sin embargo, las máquinas no alcanzan. En Barracas, uno de los barrios más bajos, ayer había grupos de hombres trabajando contra reloj. Aunque el caudal de agua aumentó poco con las últimas lluvias, lo más peligroso es la presión. Por eso se hacen las guardias. No sólo se vigila la altura. La gente estudia las filtraciones como lo hizo Ibáñez cuando el lunes se resbaló. Lo habían llamado por una filtración violenta descubierta en Coquito, uno de los campos pegados a la ruta contra el terraplén. Las bolsas de pasto que tapaban una alcantarilla se estaban corriendo y cuando Ibáñez las quiso corregir, se hundió tragado en un pozo profundo.
El número de evacuados computados por el municipio llega a 200, pero la situación más grave la viven los pobladores de los alrededores de América. Uno de esos pueblos es San Cinena. Hasta hace quince días, 170 de los 500 habitantes estaban evacuados. Ahora la situación mejoró pero el pueblo quedó sin una salida directa al exterior. Hasta antes del agua tardaban media hora para llegar hasta América, ahora el recorrido demora cinco horas y media. La ruta 2 quedó bloqueada y los pobladores deben dar la vuelta por La Pampa para entrar nuevamente a la provincia.
“San Mauricio está peor: si lo único que quedó sin agua es la plaza”, va contando ahora Daniel Mayoral, el presidente de la Sociedad Rural de América, sede del encuentro que ayer reunió a los vecinos con los funcionarios de la Provincia. Junto al Intendente Sergio Buil, pidieronnuevas vías de escape para el escurrimiento del agua. “El agua entra en lenguas descomunales –dice Diego Alvarez del Comité–: avanza en frentes de mil metros de ancho.” Todo este caudal entra en un suelo saturado y sin posibilidades de absorción. América tiene una sola boca de salida. Es una pequeña laguna llamada Cuero de Zorro que se lleva apenas 12 metros cúbicos por segundo. Nadie sabe cuándo desaparecerá el agua. A Diego Alvarez por ahora le importa poco:
–El nivel de adrenalina que tenemos encima te hace pensar en hoy.

 

Alumnos que desertaron

Los efectos de las inundaciones llegaron a La Plata. El decanato de la Universidad admitió que éste era uno de los motivos de la deserción que comenzó a notarse el último cuatrimestre en las aulas. El impacto alcanzó a unos 4000 alumnos, especialmente en las carreras de Ciencias Agrarias y Veterinaria. Pero las consecuencias que ha dejado el agua en el norte y oeste de la provincia de Buenos Aires no es el único motivo de la deserción entre los estudiantes. Para Alberto Dibbern, rector de este centro académico, existen otras dos razones: los estragos que ha dejado la crisis económica en todo el país y el paro de cuarenta días de los docentes de la universidad.
Nadie tiene datos exactos sobre la ausencia advertida por algunos docentes de la universidad. Los únicos datos oficiales es la matrícula y el número de alumnos que efectivamente comenzaron las clases. Este año los inscritos fueron 20.600 y sólo 16.800 empezaron las distintas carreras. Con estos datos en la mano, desde la universidad se comparó el número de bajas promedio de los últimos años con los actuales. Allí aparecen los 4000 que habrían abandonado las aulas.
Esta caída se viene profundizando en los últimos años. De acuerdo a los datos del rectorado, la baja en las matrículas no deja de notarse desde el ’99. Los inscritos pasaron de 23.700 en el ’98 a 22.100 un año después. En el 2000 los alumnos anotados fueron 22.600, dos mil menos que este año. Desde el norte y oeste de la provincia de Buenos Aires llegan 15.500 alumnos, un 15 por ciento del total de los estudiantes de una universidad que cuenta con una matrícula integrada en un 70 por ciento por gente del interior del país.

 

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