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Un puente de enemistad separa a
los viejos primos transatlánticos

Hay otra guerra de Afganistán en marcha: la de Gran Bretaña y Francia por entrar en el conflicto con fines que dicen ser humanitarios y el rechazo de Estados Unidos a permitírselo. En esta nota, las nuevas intrigas en el corazón de la OTAN.

Por Ewan MacAskill, Richard Norton Taylor, Julian Borger y James Meek
Desde Londres, Washington y Kabul

El irónicamente denominado “Puente de la Amistad” que une a Uzbekistán y Afganistán seguía cerrado ayer. Pilas de alambre de púa bloqueaban el camino para la ayuda alimentaria necesitada por los afganos. Trabajadores humanitarios que habían llegado en las últimas semanas con esperanzas de entrar finalmente a Afganistán y empezar sus tareas han abandonado Turmuz con disgusto en los últimos días.
El cierre del Puente de la Amistad –el único punto de cruce sobre el río Amu-Darya– es el signo más visible de las diferencias entre Estados Unidos y Europa en su abordaje del problema afgano. Gran Bretaña y otros países europeos quieren abrir y asegurar rutas dentro de Afganistán, como el cruce de Termez, para entregar ayuda humanitaria que prevenga que millones de afganos mueran de hambre durante el invierno. Estados Unidos, en cambio, ve la cacería en marcha de Bin Laden y su red al Qaeda como la prioridad dominante y no quiere ninguna interferencia que pueda desviar ese esfuerzo.
Esto ha dejado a Tony Blair en una posición incómoda, al haber hablado la semana pasada de la perspectiva de miles de tropas británicas desplegándose en Afganistán en misión humanitaria. Puso a 6000 de sus tropas en estado de aprestamiento de 48 horas. Los paracaidistas debían ir el fin de semana pasado. Este despliegue no ha ocurrido y la niebla de guerra en torno a los corredores del poder en Londres la semana pasada fue más densa que lo usual, con ministros dando diferentes versiones acerca del rol de las tropas británicas.
La secretaria de Desarrollo Internacional Clare Short permitió entrever un haz de luz el martes cuando se quejó en una sesión de un comité reducido de la Cámara de los Comunes acerca de la falta del despliegue. Short reforzó el tema en una entrevista a la radio BBC ayer: “Nosotros y los franceses estuvimos listos para ir... ha habido un retraso y esto es lamentable”. La decisión final del despliegue no descansa en Gran Bretaña o en cualquier lugar de Europa sino en el comandante norteamericano, el general Tommy Franks. A su vez, Franks estuvo en Uzbekistán ayer donde dijo: “Esperamos que en el corto plazo, tal vez en unos pocos días, tal vez en una semana, podamos abrir el ‘Puente de la Amistad’ lo que va a permitir un incremento de la ayuda humanitaria”. Para muchos ya ha pasado demasiado tiempo.
Varios funcionarios de organizaciones humanitarias norteamericanas dijeron que EE.UU. no ha tratado el tema de la entrega de encomiendas como una prioridad. Abby Spring, una vocera del Programa de Comida Mundial, dijo que el apoyo militar era esencial para permitir que los grupos de ayuda alcancen a tres millones de afganos aislados por luchas continuas, rutas peligrosas y un clima cada vez peor. “Mientras los talibanes están en la ruta, no puede haber seguridad”, dijo.
El Pentágono parece reluctante a permitir que las tropas aliadas avancen antes de que EE.UU. esté listo para declarar su victoria sobre los talibanes y al Qaeda, por temor a convertir una operación dominada por los norteamericanos en un esfuerzo internacional conjunto sobre el que Washington no tendría total control. EE.UU. quiere mantener a la victoriosa Alianza del Norte feliz, especialmente con las conversaciones que comienzan la semana próxima en Bonn entre varios grupos afganos que buscan crear un gobierno de amplia base. Con esto en mente, EE.UU. está ansioso por evitar herir las sensibilidades de la Alianza del Norte al hacer penetrar gran cantidad de tropas extranjeras desde Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia. El dilema es que se estableció que las conversaciones de Bonn duren hasta el 7 de diciembre y que si el despliegue se retrasa hasta entonces, ya va haber llegado el invierno y muchas de las rutas van a estar bloqueadas no por alambre de púa como en Termez, sino por nieve. Mientras tanto, la Alianza del Norte afirma que las áreas bajo su control están razonablemente seguras. Pero esta opinión no es compartida por Gran Bretaña. Una fuente de Defensa dijo ayer: “Un hombre en la ladera de una montaña puede bajar un helicóptero o destruir un vehículos artillados de movimiento de tropas”. La fuente dijo que las bases deberían ser establecidas y acordonadas mucho antes de que los soldados piensen en proteger las rutas. Fuentes de defensa también insistieron en que antes de que las tropas británicas fueran desplegadas, deben tener una misión específica, ya sea humanitaria o un rol de seguridad más directo. Las tensiones entre Londres y Washington se reflejaron en los comentarios hechos por el almirante norteamericano John Stufflebeem, vicedirector de las operaciones del Pentágono, alrededor de 100 tropas de Servicio Especial de Marina en la base aérea de Bagram, al norte de Kabul. Stufflebeem dijo que ha habido un “malentendido respecto a lo que fue su misión”. Agregó que “respecto a operaciones futuras, no estoy al tanto de qué pueda ser”.
El plan general de EE.UU. es atrapar a Bin Laden y luego, o quizás de ser necesario antes, desplegar tropas para ayudar con la ayuda humanitaria. De acuerdo a fuentes británicas, EE.UU. contribuiría con tropas terrestres junto con los europeos. Ellos estarían temporariamente hasta que una fuerza musulmana liderada por Turquía, con contribuciones de Indonesia, Malasia y Jordania, se encuentre en posición.

 


 

UN CASO DE ANTRAX PUEDE SEÑALAR OTRA OLA DE ATAQUES
Misterioso atentado en Connecticut

Por Gabriel A. Uriarte
Desde Washington D.C.

La caída de Kabul ya no parecía tan importante. Al menos no en el muy pequeño pueblo de Derby, en el estado norteamericano de Connecticut, donde ayer una anciana de 94 murió en el hospital local por ántrax pulmonar. Es la cuarta muerte desde el comienzo de la misteriosa ofensiva bioterrorista con cartas-ántrax, pero quizá sería más correcto verlo como la primera de la próxima ola. Es que Ottilie Lundgren no sólo no tenía absolutamente ningún contacto con los lugares o personas ya infectados (todos están en otros estados), sino que tampoco estaba en ningún grupo especialmente amenazado, tales como empleados postales. Que la víctima menos probable haya muerto no augura bien para el resto.
Ottilie Lundgren era una mujer aparentemente sin familia que vivía sola en una cabaña aislada en los bosques que rodean Derby. En realidad, lo más significativo de su persona es lo que no era. No era ni fue empleada postal ni conocía a nadie que lo fuera, no trabajaba en un centro postal o la oficina de correos en algún edificio (no trabajaba en ningún lado dada su edad), y, finalmente, no vivía en una ciudad como Nueva York donde era posible entrar en contacto con varios focos de riesgo en un solo día. Lo que sea que la mató tuvo que haber llegado a la pequeña cabaña donde estaba virtualmente recluida. Y cualquiera sea el vehículo que transportó el ántrax, hay varios lugares en el estado de Nueva Inglaterra por donde debió pasar antes de llegar a destino.
En lo que a estas alturas no es inusual, los intentos oficiales para minimizar el caso tenían un efecto exactamente opuesto. Primero, esa declaración a la que ya nadie presta demasiada atención, trátese de ántrax o de aviones que se estrellan en Queens, de que “no tenemos evidencia de que sea un ataque terrorista”, lo que quiere decir que no tienen evidencia en un sentido o el opuesto. Pero ayer se agregó que Lundgren, en común con la última víctima fatal de Antrax, era anciana. En el contexto de Nueva York, donde los casos de exposición al ántrax se contaban en decenas, decir que Kathy Nguyen (la penúltima víctima) tenía 64 años era tranqulizador porque significaba, como apuntó ayer un experto médico, “que sus defensas eran débiles”: es decir, que pudo haber caído por una cantidad pequeña de Antrax situada en alguna parte de una de las ciudades más atacadas. Pero el caso es inverso en Derby, una aldea en un estado donde jamás se encontró ni se consideró posible que hubiera ántrax. Que Lundgren haya sido una anciana solo podría reflejar que, al ser la más débil, fue la primera del grupo de personas expuestas allí en caer.
Por lo que se sabe ahora, la única forma en que esta mujer podría haber entrado en contacto con el fino polvo que se requiere para causar ántrax pulmonar parecería ser el correo, en sobres que no son lo suficientemente gruesos para impedir que se filtre antes. En Washington, cabe recordar, el hallazgo de ese tipo de ántrax en el Senado fue seguido por la clausura de la central de correo, y la muerte posterior de dos empleados postales.

 

Transcripción

Un error de transcripción en el testimonio de Eduardo Febbro sobre las condiciones de seguridad en la ruta entre Peshawar y Kabul induce a pensar que estaba cerca del convoy en que cuatro periodistas fueron asesinados por asaltantes. El relato de Eduardo Febbro, que se encontraba en otro lugar, da cuenta de cómo, desde el principio, los arrestos, robos y agresiones sufridas por la prensa en ese trayecto tornan difícil el trabajo de la prensa.

 

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