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�Suelo pensar que no me merezco el Colón�

El platense Iñaki Urlezaga, primer bailarin del Royal Ballet de Londres, se presenta este fin de semana en el Luna Park en el corolario de una gira que incluyó sus funciones en el Teatro Colón.

Urlezaga es primer bailarín del
Royal Ballet de Londres desde 1995.
“Quiero seguir allá, pero también hacer
cosas en Argentina”, dice.

Por Silvina Szperling

“Bailar en el Colón es una bendición de Dios”, declara sin medias tintas Iñaki Urlezaga acerca de su reciente experiencia interpretando el Albrecht de Giselle. El primer bailarín del Royal Ballet de Londres, que este fin de semana culminará en el Luna Park una temporada de varios meses en su país, que incluyó una gira al interior y una presentación en las escalinatas de su ciudad natal (La Plata) el lunes pasado. Causa sorpresa la actitud humilde de este artista que describió un salto (tan inmenso como los que da en el escenario) cuando partió con un promedio de 10 desde el Instituto Superior del Teatro Colón y aterrizó en 1995 en el London Royal Ballet. “Siempre pienso que no me lo merezco”, continúa en relación a su experiencia en el escenario del Colón. “Para mí es un lugar sagrado, tan hermoso... Pienso que lo pisó gente como Rudolph Nureyev y no puedo no tomar conciencia de lo que eso significa.”
Siguiendo la sana costumbre de otras estrellas del ballet argentino que, luego de triunfar en el exterior, plantan una semilla en su tierra, Iñaki fundó en 1999 el Ballet Concierto, dirigido por las maestras Lilián Giovine y Esmeralda Agoglia. A partir de ello, Urlezaga abrió el rango de los estilos que interpreta en cada visita a Argentina, aprovechando cada semana y/o mes de vacaciones del Royal para despuntar el vicio aquí. Es así que este fin de semana, el programa será variado: la suite de Don Quijote, el Bolero de Ravel en versión de Miguel Elías, conocido bailarín del Ballet Contemporáneo del San Martín en sus primeras armas como coreógrafo, y Apolo y sus tías, con coreografía de Oscar Araiz. “Apolo es un sainete bailado, una obra de un humor total”, dice el bailarín. “Hay constantes cambios en la pieza y es como ver, de alguna manera, cine mudo. El Bolero es una versión totalmente atípica, nada parecida a la habitual. Tiene un lenguaje nuevo que creo que va a sorprender mucho, que va a revitalizar la obra.” A la pregunta de si piensa dedicarse cada vez más a la danza contemporánea, la respuesta de Urlezaga es contundente: “No. Yo creo que el clásico y el contemporáneo son dos cosas distintas y lo bueno es sumar una a la otra, no reemplazar. Si no, estás perdiendo en vez de ganar.”
–¿Cuáles son las diferencias entre el trabajo en ballet en Argentina y el que se desarrolla en Londres, más allá de las económicas?
–La mayor diferencia es la cantidad de funciones que los cuerpos de baile hacen por año. Es imposible que un bailarín se forme con la escasísima cantidad que se hace aquí. Así nunca se afirma su personalidad. Lo increíble es que aquí un actor se jubila en el escenario, en cambio un bailarín se jubila en el estudio de danza.
–¿Cuál es su evaluación del proyecto del Ballet Concierto hasta la fecha?
–Muy positivo. El Ballet es una fuente de trabajo para 30 bailarines, que bailan todo el año por todo el país. Hoy en día, se le nombra a un intérprete un proyecto de más de diez funciones seguidas y el artista renace.
–En la medida que la compañía crece, ¿lo tienta la idea de volver al país?
–No, hoy no deseo establecerme en Argentina. Estoy muy bien con mi contrato en Londres. Lo que sí quiero es seguir haciéndolo en forma paralela. Lo que aún no puedo creer es que un producto 100 por ciento argentino (coreógrafos, bailarines, maestros, todo) no pueda conseguir sponsors locales. No entiendo cómo un sponsor privado no puede ir a verlo y decidir apoyarlo. Esto se sostiene completamente sobre mi persona. Y, por supuesto, sobre el público, sin el cual no haríamos nada.
–¿Por qué eligió a la brasileña Roberta Marques como su partenaire en el Luna Park?
–Ella es muy talentosa y tiene mi misma edad. La conocí en septiembre en Río de Janeiro, cuando fui invitado por el Ballet Municipal. Creo que responde al modelo que yo tengo de bailarina: que tenga una sensibilidad hiperdesarrollada y que se sepa dejar llevar.

 


 

JUNTOS, INTI ILLIMANI, JOHN WILLIAMS Y PACO PEÑA
La resistencia y el romanticismo

Por Karina Micheletto

Hubo un tiempo en que la música andina estuvo de moda. Corrían los 70 y el mundo se enteraba de la riqueza de los ritmos latinoamericanos como un fenómeno revelado. Una de las formaciones que lideraban ese movimiento fue Inti Illimani, grupo chileno convertido en símbolo de la nueva canción, con obras esenciales como “Hacia la libertad” y “Chile resistencia”. “El pueblo unido jamás será vencido” rezaba el himno que sintetizaba diversas reivindicaciones. Hoy, con 33 años de historia, Inti Illimani supo sobrevivir a la época que lo hizo posible. En lugar de anclarse en la nostalgia, eligieron investigar y buscar nuevos lenguajes: “El amor por la música andina nos reveló el secreto de la música del mundo”, sintetiza a Página/12 Jorge Coulon, multiinstrumentista e integrante desde los orígenes. Hoy y mañana a las 21 el grupo se presenta junto al guitarrista flamenco Paco Peña y el músico clásico John Williams, en el teatro Avenida (Av. de Mayo 1222). Cada cual interpretará su propio repertorio, y también recrearán los discos que grabaron juntos, Fragmentos de un sueño y su continuación, Leyenda. Más allá de orígenes y estilos, los músicos aseguran que hay más afinidades que diferencias. La unión comenzó a principios de los 80, cuando Inti Illimani se presentó en Londres en un homenaje a Víctor Jara. Williams los escuchó y a la siguiente visita quiso compartir escenario con ellos. Más tarde se sumó Paco Peña, residente en Londres y amigo de Williams. Entonces, Horacio Salinas, fundador de Inti Illimani, compuso un repertorio que los incluía.
La vida del grupo, como la de todos los chilenos, cambió para siempre el 11 de septiembre de 1973. El asesinato de Allende y el golpe los sorprendió en Roma. Lo que hasta entonces era una gira artística se transformó en 15 años de exilio en Italia. Coulon recuerda la forma en que se enteró: “Habíamos llegado a Roma y fuimos a visitar el Vaticano. Estábamos en la cúpula de San Pedro, y hubo un amigo que corrió cientos de escalones para avisarnos lo que había sucedido. Cuando dijo que Pinochet encabezaba el golpe pensamos que era un error, porque él era leal a Allende. Inmediatamente supimos que no podríamos regresar”, recuerda.
–¿Qué cosas ganó el grupo junto a Williams y Peña y qué cosas tuvo que modificar?
–Logramos un encuentro en el que ninguno tuvo que hacer concesiones. Ellos dicen que este es un concierto de Inti Illimani con dos integrantes más. Para nosotros cambió la sonoridad, los conciertos son mucho más ricos porque tienen una amplitud sonora y una profundidad expresiva mayor. Creo que lo que se respira en nuestros conciertos, más que grandes palabras sobre la reunión, es una complicidad, un encuentro de amigos, un puente construido con la música.
–¿Por qué Inti Illimani sobrevivió al boom de la música andina?
–Supongo que nuestro acierto fue no quedarnos en lo formal. A través del descubrimiento de la música andina, que fue nuestro gran amor, descubrimos algo de lo esencial de la música toda. Aún hoy de alguna manera seguimos con ese descubrimiento, que ni nosotros mismos sabíamos que habíamos hecho. Desde ese punto de vista, sin perder el lugar del que venimos, pasamos por la música latina y la música popular europea. El amor por la música andina nos reveló el secreto de la música de todo el mundo.
–¿Tuvieron que salirse de un lugar en que los puso el público para evitar ser anacrónicos?
–Elegimos no quedarnos en el bronce y seguir construyendo caminos, cuidando de que no sea un camino torcido. Los pasos que dimos no fueron resultado de una reflexión teórica sino de la intuición, confiando en nuestros sentimientos. A pesar de que hemos sido un grupo muy político, nunca fuimos ideológicos, nunca fuimos cuadrados o prisioneros de un dogma. Sin querer sonar pretencioso, creo que fuimos siempre honestos con lo que pensábamos. No vivimos calculando hacer cosas para llegar a un lugar. Estamos donde el corazón nos dijo que debíamos estar.
–Su última producción, Amar de nuevo, incluye una temática más romántica que la habitual. ¿A qué se debe este giro?
–Es lo último que hicimos, pero de ninguna manera señala una tendencia. Creímos que nos faltaba echar una mirada a esa parte de la música latinoamericana, y lo hicimos por una cuestión de justicia, porque a nuestro mapa musical le faltaba una parte. Creo que todos los integrantes del movimiento fuimos algo aristocráticos, mirábamos la música romántica como una subcultura, quizás con una visión sesgada por nuestro origen universitario. Y sin embargo en ese filón hay cosas interesantes, y que también forman parte de nuestra identidad. De hecho, cuando los exiliados nos reuníamos no cantábamos “El pueblo unido...” sino boleros.

 

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