Susana Vior*.
Símbolo de cambio
La reinstalación de la Carpa Blanca significaría
que los docentes estarían diciendo al país y al mundo
que otro país es necesario y posible. La instalación
de la Carpa Blanca marcó un momento de ruptura en la imposición
del modelo. Fue centro de referencia para el encuentro y la concertación
de las fuerzas opositoras al menem-cavallismo. Mostró a los
trabajadores de la educación como creadores y sostenedores
de una forma de lucha original, dura, difícil. Mostró
en el país y en el mundo la búsqueda de una herramienta
reivindicativa que no lesionara los intereses y necesidades educativos
de nuestros chicos y jóvenes. Recibió fuertes apoyos
nacionales e internacionales, incluidos los principales dirigentes
de la Alianza. Hoy sería la muestra de que los docentes no
ceden, no desertan del trabajo por una escuela mejor. Sería
un acto de dignidad ciudadana, expresión de trabajadores
sindicalizados que resisten a la continuidad de las políticas
económicas, sociales, laborales, educativas que obedientemente
aplicara Menem y ahora aplica De la Rúa. En 1999 los argentinos
votamos mayoritariamente una propuesta que ubicaba a la educación,
el trabajo y la justicia entre las áreas a las que debía
darse un tratamiento político diametralmente opuesto al que
se les diera durante la década de gobierno menemista. Había
que desandar el sendero neoliberalneoconservador y recuperar nuestras
mejores tradiciones democráticas. En el marco de esas propuestas
y del compromiso de pago del mal denominado incentivo por parte
del gobierno recién asumido, los docentes levantaron la Carpa
Blanca. Y digo mal denominado porque los docentes no
exigieron ni exigen incentivos, sino sueldos dignos
pagados en tiempo y forma, y cumplimiento de las leyes que regulan
su actividad. Justo es reconocer que, desde hace casi tres décadas
desde el nacimiento de la CTERA en 1973, los reclamos
no han sido corporativos, puesto que se han planteado siempre en
el marco de la exigencia del mejoramiento de las condiciones para
enseñar y aprender en la educación pública.
En este momento la repercusión que pueda tener la reimplantación
de la Carpa Blanca debe ser analizada en un contexto de inseguridad
jurídica y de deterioro inhumano de las condiciones de vida
que está dando lugar a un reagrupamiento de las fuerzas populares.
En estas condiciones, la Carpa Blanca puede constituirse en el espacio
para la recuperación de la capacidad de resistencia al modelo
y de la capacidad de construir un sistema educativo democrático
que contribuya a la democratización de la sociedad ¿Puede
un gobierno tan debilitado enfrentar este reclamo? ¿Se puede
permitir este nuevo deterioro de su imagen en el exterior, un gobierno
tan preocupado por esa imagen?
* Directora de la Maestría en Política y Gestión
de la Educación,
Universidad Nacional de Luján.
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Emilio Tenti Fanfani *.
La carpa blanca, bis
Otra vez Cavallo, otra vez la Carpa (¿otra vez Menem?).
¿Por qué la Argentina no camina hacia delante? ¿Será
el paso atrás que anticipa los dos adelante o
bien se trata del liso y llano progreso de la decadencia nacional?
En cualquier momento el deslizamiento por el tobogán puede
convertirse en caída libre y fatal. ¿Será que
la situación nacional (involución productiva, desempleo,
empobrecimiento, crisis de la política y las instituciones
públicas, violencia social, desesperanza, angustia, etc.)
alienta políticas regresivas, restauradoras y reaccionarias?
Si en la República había una institución sagrada,
esa era la escuela pública. Pero todo parece indicar que
nada ni nadie se salva de la destrucción de lo público.
Si han sido minadas instituciones básicas de la vida civilizada
como la división de poderes y los poderes mismos (legislativo,
judicial, ejecutivo), ¿por qué se iba salvar la educación
pública? Porque de eso se trata. La reinstalación
de la Carpa denuncia la precariedad de la escuela pública
(tanto de gestión privada como de gestión estatal),
porque las privadas-privadas, donde se forman los hijos de las capas
privilegiadas, están al abrigo de la crisis general de los
bienes públicos. Uno se pregunta dónde está
el límite de la decadencia argentina. ¿Cómo
podremos vivir juntos sin un proyecto de inclusión y sin
la reconstrucción de lo público? ¿Podremos
realizar una sociedad más rica, más justa y más
libre sin garantías de una distribución equitativa
de ese bien cada día más preciado que es el conocimiento?
Porque el colapso de la escuela pública pone en peligro lo
esencial: la construcción de una identidad y de una sociedad
nacional constituida por ciudadanos. Y que no se diga que dramatizamos:
la realidad misma es cada día más dramática.
No se trata de echar más leña al fuego. Todo lo contrario:
la conciencia de lo que está en juego debería provocar
un desarme de todos los dogmatismos y esquematismos que todavía
hoy caracterizan las posiciones y estrategias de la mayoría
de los actores colectivos que intervienen en el campo de la política
educativa: partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, intelectuales,
etc. Hay que poner un límite al poder ajustador: ciertas
cosas deben volver a ser sagradas: la vida, la salud
y la educación pública de los argentinos no se deben
ajustar, sino fortalecer y racionalizar. Esta debe ser la plataforma
mínima del necesario acuerdo social y político para
el renacimiento nacional. Si la tijera del poder ajustador sigue
cortando lo esencial, el sufrimiento social llegará a límites
intolerables, y entonces sí, el precio será exorbitante
y lo pagaremos todos.
* Sociólogo especialista en educación.
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SILVIA Y. LLOMOVATTE *.
La deuda del Estado,
las deserciones del Estado
La cuestión docente en Argentina, y en particular las condiciones
de trabajo docente, está empeorando, aunque algunas jurisdicciones
se hayan esforzado por implementar, en el mejor de los casos, innovaciones
parciales o simplemente paliativos a la crisis. El trabajo docente
sufrió por un lado los daños provocados por la deserción
del Estado respecto a las políticas públicas y por
la aplicación acrítica de medidas y programas transformadores
predicados, financiados y monitoreados por los bancos internacionales
y, por el otro, los embates del modelo económico que ha precarizado
las condiciones de vida y empleo de todos los trabajadores hasta
límites siempre factibles de empeorar.
Como esto es sabido por todos, en especial por los responsables
directos de esta situación en esta gestión del país
y en la anterior, sorprende la aparente y falaz sorpresa de quienes
desde el gobierno y otros sectores amonestaron a los docentes por
negarse a participar en el Censo 2001 como consecuencia del incumplimiento
contractual reiterado del Gobierno. En esa situación, hicieron
uso de su poder sindical, golpeado pero no abatido, diciendo NO
a la explotación de uno de los rasgos históricos más
potentes del sistema educativo: la presencia de la escuela pública
en todos los rincones del país. Conviene recordar en este
punto que la deuda del Estado con los docentes es solamente una
cara de la deuda con la educación de los sectores más
pobres, que crece y se agrava cuando las condiciones socioeconómicas
que nos llevaron a esta profunda crisis aumentan la marginación
estructural y producen cantidades crecientes de chicos y chicas
expulsados del sistema educativo o, en los casos de los que asisten
a escuelas en zonas pauperizadas, recibiendo educación en
circuitos de inferior calidad.
En este contexto resultan irónicos algunos discursos educativos
donde se pregonan lugares comunes como el analfabeto del siglo
XXI será el analfabeto tecnológico o educación
para entrar en la sociedad del conocimiento en los que o no
se recuerda, o se escamotea, parte del discurso pertinente. En efecto,
los países del sur de Europa como España y Portugal,
que han entrado más recientemenete a esta etapa (que no es
la panacea final para la desigualdad social, dicho sea de paso),
lo hicieron sobre la base de un incremento sustancial de sus presupuestos
educativos y, muy en especial, apelando al dispositivo de jerarquizar
el trabajo docente, tanto desde la capacitación continua
y seria como desde la mejora sustancial de las condiciones salariales
de los docentes. Frente a la inquietud creada en círculos
oficiales por la posibilidad de que los docentes decidan reinstalar
la Carpa Blanca u otras medidas de fuerza, sería bueno recordar
estas ramificaciones de la cuestión para las que no existe
una respuesta directa. A menos que se cambie el modelo desde donde
se mira lo educativo.
* Profesora e investigadora en Sociología de la Educación,
Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
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