SU TRABAJO CUENTA EL INFIERNO QUE VIVIO Entré sana y zme enfermaron
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Por Mariana Carbajal Mónica Plaut fue acosada
sexualmente por el jefe de seguridad del hotel Alvear, de quien ella dependía.
Denunció la situación ante las autoridades del hotel, convencida
de que echarían al agresor o, al menos, la cambiarían a
ella de sector. Pero no sólo el acosador siguió en su puesto
y Mónica a sus órdenes, sino que a ella le iniciaron una
persecución laboral que terminó perturbándola
psíquicamente y la obligó a iniciar un tratamiento psiquiátrico
que hoy continúa y a dejar de trabajar. Entré
sana y me enfermaron, dice, con los ojos llorosos. Sin salud y sin
empleo, decidió buscar un resarcimiento económico en la
Justicia. Después de una lucha de seis años y aunque todavía
no existe en el país una legislación que ampare a las víctimas
de acoso sexual en el ámbito privado, Mónica consiguió
un fallo sin precedentes: la Cámara Civil porteña condenó
a su jefe y al hotel Alvear a pagarle una indemnización de 18.600
pesos más intereses por el daño que sufrió. Ahora,
Mónica va por más: está batallando por la sanción
de una ley en el Congreso. Aquí, por primera vez cuenta a un diario
su odisea. Al sótano Romero comenzó a acosar a Mónica en julio de 1995, casi
un año después de que ella ingresara en el Alvear. Yo
tenía diez vigiladores a cargo y por encima mío estaba el
encargado de seguridad, que a su vez respondía a Romero. Durante
un año jamás tuve problemas con ellos. Pero un día
Romero empezó a venir al cuarto donde yo trabajaba para invitarme
a salir. Ni siquiera era su horario laboral, porque él entraba
a la mañana y se iba a la tarde temprano y yo estaba a la noche.
Pero igual se aparecía. Otras veces me llamaba por teléfono
y me decía que se estaba masturbando: Mirá lo que
tengo que hacer porque no querés salir conmigo, me decía.
Una vez, incluso, me llamó y se escuchaban risas de mujer y me
dijo que acababa de hacer el amor, que tenía que recurrir a otras
mujeres porque yo me negaba a sus invitaciones. Otro día me empezó
a acariciar el pelo y a presionarme la cabeza hacia abajo como para que
le hiciera sexo oral. Ese fue mi límite, recordó Mónica.
Esa misma madrugada, cuando terminó su turno, le dejó una
carta al gerente de Seguridad del hotel de apellido Domínguez,
de quien dependía Romero, en la que le pidió una entrevista. La necesidad En el marco de la persecución laboral, a Mónica le fueron
encomendando distintas tareas que nunca antes había desempeñado.
Tuvo que vigilar el lobby del hotel de pie durante siete horas con
zapatos de tacos altos, sin poder abandonar su puesto ni siquiera
para ir al baño, cuando el reglamento establece 15 minutos de descanso
cada dos horas y una hora para el refrigerio, según contó
a este diario. Para ese entonces, Domínguez, el gerente de
Seguridad, ya había regresado de su viaje y no hacía nada.
La impotencia de Mónica crecía a la par de sus nervios.
Un gerente de otro sector, confidencialmente, le advirtió: Mirá
que el hilo se corta por lo más delgado, y le reveló
que otra empleada del mismo sector que de un día para otro había
dejado de trabajar, había sufrido el mismo problema que ella. Esa
otra mujer, también víctima del acoso sexual, declaró
como testigo de Mónica en el juicio. El acoso me destruyó Mientras duró esa persecución, Mónica tuvo una crisis
de nervios y se desmayó en dos oportunidades. La enviaron a atenderse
a una clínica psiquiátrica de la obra social, donde le mandaron
diez días de licencia y le prescribieron medicación. Después
de esa licencia no volvió más a trabajar. Cada vez
que tenía que reincorporarme me descomponía y pedía
médico. Lloraba y no quería ir. El sentir que no tenía
el apoyo de las autoridades jerárquicas del hotel me destruyó.
Es terrible ir a trabajar y no saber cómo te van a amedrentar,
adónde te van a destinar. Es una situación intolerable,
continuó Mónica. Le diagnostican depresión. La
medicación que tomaba me tumbaba y me pasaba todo el día
tirada en la cama. Me agarró fobia y no podía salir a la
calle. Así pasaron varios meses hasta que pidió un
año de licencia sin goce de sueldo. Cuando se le terminó,
se encontró en la siguiente situación: No me daban
el alta. No me echaban. Yo no renunciaba y estaba enferma, con la impotencia
de que Romero seguía trabajando. El acosador recién
fue desvinculado del hotel hace pocos meses, después que salió
el fallo de la Cámara Civil, cuando Mónica fue a un programa
de TV y denunció que el hotel todavía no le había
pagado la indemnización y Romero seguía como jefe de Seguridad.
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