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Paracaidistas británicos
Por Claudio Uriarte


Hay dos guerras afganas en marcha: una, la más pública, de Estados Unidos contra los talibanes y principalmente contra la �Legión Extranjera� más cercana a la red terrorista al-Qaida de Osama bin Laden, que ayer probó sangrientamente su peligrosidad; otra, también pública pero bastante menos observada, la de Gran Bretaña �y, hasta cierto punto, Francia� contra un Estados Unidos que persiste firme en su negativa a permitir el ingreso de sus incómodos �aliados� al teatro de operaciones. A Tony Blair no le bastó el fiasco del envío de un destacamento de las fuerzas especiales navales SBS al aeródromo de Bagram, ni el hundimiento de su ambicioso anuncio de que 6000 tropas británicas estaban en alerta para su despliegue �humanitario� en Afganistán �que nunca se concretó, por la negativa de Washington�; anteayer hizo saber que miles de paracaidistas (en el sentido tanto literal como metafórico del término) y Royal Marines estaban listos para ir a combatir a las líneas del frente en Afganistán -posiblemente, en la fortaleza que resiste, la ciudad santa de los talibanes, Kandahar, en el sur�.
El sentido de estas movidas puede homologarse a la política dúplice de �dividir para reinar� que el Foreign Office practica a través de su virtual repetidora televisiva árabe �Al Jazeera�, cuya estación en Kabul Estados Unidos bombardeó �y a más de una semana no ha dado explicaciones de por qué� para luego anunciar que se propone lanzar su propia televisora multiárabe. Competencia desleal, realmente. Pero que no puede llegar a entenderse si no se ve la diferencia esencial que separa a una Gran Bretaña y un Estados Unidos cuyas políticas hacia el mundo árabe tienden a diverger. Para el arabista Foreign Office británico es importante desmarcar posiciones con la política proisraelí que está emergiendo como indirecta triunfadora en la interna norteamericana entre el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el secretario de Estado Colin Powell; por eso ha apoyado a éste último, y por eso la reciente gira de Blair por los países de Medio Oriente constituyó un fiasco. La llegada hoy de la enésima misión de mediación norteamericana encabezada por Stephen Burns y el general retirado Anthony Zinni no cambia el resultado; inserta en una situación de guerra y �movilización total�, donde la retaguardia palestino-israelí hace espejo de lo que está ocurriendo en las líneas del frente afganas, la misión sólo puede fallar (ver pág. 19).
Dentro de esta perspectiva, a Gran Bretaña le conviene tener qué decir en el futuro gobierno afgano. Por eso mismo, hace tiempo que Rumsfeld no contesta los llamados de Londres. 


 

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