|
Por
Xavier Moret Desde
que hace 20 años publicó El nombre de la rosa, Umberto Eco
(Alessandria, Italia, 1932) se convirtió en uno de esos pocos autores
capaces de contar por éxitos todas sus novelas. El péndulo de
Foucault (1988) y La isla del día de antes (1994) generaron
una gran expectativa y ahora, con su cuarta entrega, Baudolino, Eco
revalida el éxito. En ella, personaje mentiroso que parece escapado de
una novela picaresca narra al historiador bizantino Nicetas sus aventuras
junto al emperador Federico Barbarroja, realizadas a caballo entre los
siglos XII y XIII.
--Con "Baudolino" regresa al mundo de la Edad Media de
El nombre de la rosa, pero lo hace con un punto de vista muy
distinto.
--Es cierto, regreso a la Edad Media, pero en El nombre de la
rosa trataba del ambiente eclesiástico, mientras que aquí lo hago
desde el punto de vista laico. Entonces utilizaba un lenguaje docto y
ahora, un lenguaje popular. Entonces era el ambiente cerrado de una abadía
y aquí recorro casi todo el mundo conocido.
--¿Fue premeditado este regreso a la Edad Media después de dos
novelas?
--En absoluto. Al principio tenía previsto escribir una novela
titulada Número cero, que trataba de un grupo de periodistas que
intentaba fundar un nuevo diario e inventarse una falsa gran exclusiva.
Después me di cuenta de que la idea se parecía a la de El péndulo de
Foucault y me acordé de la falsa exclusiva más famosa de la
historia: la de Preste Juan, el rey cristiano de un reino fabuloso que en
la Edad Media se decía que estaba en algún lugar del Lejano Oriente. Al
revisar las fechas vi que la historia de Preste Juan apareció al mismo
tiempo que la fundación de mi ciudad, Alessandria. Así pues, pensé que
estaría bien hablar de Lombardía. Como puede verse, llegué a la Edad
Media después de un largo rodeo.
--Baudolino es un personaje picaresco, hijo adoptivo del
emperador Federico Barbarroja, que habla de la Edad Media en primera
persona e inventa mucho. ¿Le llevó mucho tiempo preparar la trama?
--Lo primero que escribí fueron las 10 páginas iniciales, ésas
que están escritas en una extraña mezcla de latín, alemán y dialectos
italianos. Fue, en cierto modo, como volver a mi infancia. El resto, es
decir, la psicología de Baudolino y todo lo que se narra nació de ese
lenguaje inicial. Es curioso, siempre he dicho que para escribir una
novela se debe inventar primero un mundo y que luego viene el lenguaje y
todo lo demás, pero en Baudolino ha sido al revés. --Quizá porque para
Baudolino es muy importante su manera de hablar. El es, en el fondo, un
mentiroso, un que inventa por medio de la palabra.
--Es un pícaro, sí. Al principio, yo también decía que es un
mentiroso, pero no. Los mentirosos mienten sobre el pasado y el presente,
mientras que Baudolino miente sobre el futuro. Es un utópico, ya que se
cree lo que dice. Va de verdad a buscar el reino de Preste Juan. Es un
mentiroso en el mismo sentido que lo son los grandes idealistas. Como Colón,
que descubrió América porque se equivocó en sus cálculos sobre la
Tierra. --En la primera parte de
la novela se dice que las ciudades italianas de la época odiaban más al
vecino que al extranjero.
--Al revisar la historia del emperador Federico me di cuenta de que
todo lo que nos enseñaron en la escuela sobre la Edad Media en Italia era
falso. No hubo ninguna alianza de ciudades italianas para defenderse ante
el invasor. Al contrario. Todos estaban divididos. Además, una ciudad podía
estar en enero con el emperador y en mayo ya no. Escribir Baudolino
ha sido, en cierto modo, una manera de entender los juegos de la política
italiana actual. El Olivo, en alguna medida, ha perdido por lo mismo.
--¿Ha buscado un paralelismo con los tiempos actuales?
--Quizá los italianos se diviertan viendo analogías con Umberto
Bossi y la Liga del Norte, pero no. --En el primer capítulo
de la novela sorprende ver Constantinopla destruida por "los bárbaros
latinos".
--En efecto. Incluso me permito un juego de cinco o seis páginas,
para que el lector piense que estoy hablando de los musulmanes. Pero al
final se ve que los que lo destruyen todo son los latinos. Durante las
Cruzadas se hicieron cosas terribles, que están documentadas. La historia
verdadera es siempre más novelesca que la ficción que uno pueda
inventar. Las descripciones del asedio de Constantinopla están en el
historiador Nicetas. Ningún novelista puede imaginar algo más terrible
que la verdad. Ningún director de Hollywood podía imaginar lo de las
Torres Gemelas. --Una de las conclusiones
del libro es que viajar rejuvenece.
--Viajo muchísimo y no estoy muerto. Entonces viajar es bueno.
--¿Incluso después del 11 de septiembre?
--El 14 de septiembre me subí a un avión para ir a Bruselas. Pensé:
si nos dejamos llevar por el miedo, habrán ganado los terroristas.
--¿Es optimista respecto al mundo que viene?
--Lo del 11 de septiembre nos ha enseñado que no es bueno hacer
previsiones sobre el futuro del mundo. Si se me hubiera preguntado sobre
el mundo el 10 de septiembre habría dado una respuesta falsa.
|
|