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Escándalo
Por Rodrigo Fresán

UNO Mientras el terrorífico Raphael sigue cantando aquello de “Es-cándalo” “Es un escándalo” y –seguramente– todavía no se repone del acto de guerra de que la cadena de televisión oficial de televisión le haya levantado su especial “Raphael, Maldito Raphael” para emitir en su lugar un documental sobre el terrorista Osama bin Laden, dos auténticos escándalos recorren y hacen estremecer a la Madre Patria.
El primero de ellos es tema de políticos y periodistas y tiene que ver con la agencia de valores Gescartera (o “chiringuito financiero”) por cuyos desagües se esfumaron unos 18.000 millones de pesetas de ahorristas e inversores que incluyen tanto a sufridos anónimos como a varias de las más reputadas instituciones nacionales. La Iglesia, el Ejército, La ONCE (una organización-mutual de ciegos promotora de una importante lotería), entre otros, ponían allí su dinero para recibir intereses interesantes mientras –todo parece indicarlo– varios funcionarios del actual gobierno miraban para otro lado a la vez que la mierda iba subiendo y subiendo y, un día, ¡escándalo es un escándalo! Y en eso estamos: dimisiones de ésas modelo “hago este sacrificio personal para no dificultar la investigación y perjudicar a mi partido”, varias páginas en los diarios de cada día y una trama de culebrón financiero-político que pone nerviosos a todos menos a José Luis Aznar que siempre parece estar más allá de estas pequeñeces.
El segundo de los escándalos es tema de toda España.

DOS La cosa es así: el periodismo rosa o “del corazón” es una de las fuerzas sociológicas más poderosas dentro del ser nacional ibérico: muchas revistas, paparazzi a granel, mujeres de toreros, cambios de pareja, aristócratas decadentes, periodistas corruptos y corruptores y todo eso. Más negro que rosa y no es nada nuevo que algo –casi todo– huela a podrido ahí adentro. La novedad la constituyó la investigación periodística La gran mentira del corazón elaborada en forma de documental y emitida por el canal más “transgresor”, Tele 5, luego de que el más “oficialista” Antena 3 se negara a programar esta investigación encargada por ellos mismos al considerar “que se apartaba de la línea de sus especiales informativos”. La idea del programa en cuestión es sencilla, efectiva y efectista. La idea era demostrar lo fácil que es hacerse famoso en España y pasar a formar parte de la tribu de freaks del mondo rosa. La idea pasó por inventar a César Sicre, un ligero famoso con cámara oculta que aseguraba haber vivido noches ardientes con la mediocre chanteusse mexicana Paulina Rubio quien acaba de meter canción del verano por aquí y vive extraño romance con hijo dilecto y un tanto disipado de la burguesía catalana más rancia. Así, tirar el rumor y sentarse a esperar. Esperar apenas unos segundos para que el inefable Sicre (perfecto en su papel de chico un poco guapo y bastante tonto) recibiera todo tipo de ofertas de revistas, programas de televisión de aquí y de México, y propuestas de advenedizos periodistas que le proponen “inventar” nuevas historias –”montajes” se llaman aquí– sin saberse ni imaginarse parte de un “montaje” mediático. Así, ahí, aparecen todos los tiburones del asunto mostrando los dientes –cronistas ídolos de la prensa rosa, productoras de TV, pitonisas que no ven más allá de su propia soberbia, cortesanas de cuarta– y filmados a escondidas para placer de un espectador que los contempla caer por una vez en su propia trampa mientras el sonriente César Sicre los atrapa en las fauces de su lente escondida quién sabe dónde. Buena idea.

TRES Ahora, claro, la cosa está que arde y todos acuden al exitoso e inflamable talk-show de medianoche “Crónicas marcianas” a gritarse su propio horror en las caras. Todo el programa es un gran grito de acusaciones mutuas mientras el conductor sonríe mefistofélico y arquea ceja y –por una vez– se observa a los artistas del hacha arrastrarse camino de la guillotina mientras la heroína mediática y hembra catódica Ana Rosa Quintana –quien ya nadie recuerda que el año pasado fue acusada y condenada por plagiaria de Danniele Steele y Angeles Mastretta a la hora de editar con su nombre una novela que escribió otro– afirma en su programa de la tarde que está muy bien que estas cosas salgan a la luz. Lo que está claro es que todo esto no va a durar mucho, que el río volverá a su cauce, que César Sicre pronto será parte de un pasado irrecuperable y que esos pocos quince minutos de escándalo serán suplantados por una infinita sucesión de warholianos quince minutos de fama. Pero, mientras dure el escándalo, es una manera más divertida de esperar al fin del mundo que contemplando por CNN vez la boquita rara y los ojos brillantes de Bush prometiendo justicia infinita a todo un planeta que para él se llama y sólo puede llamarse Estados Unidos. Más escándalo o que pasen –por fin, por favor– el especial de Raphael. Antes del apocalipsis. Será justicia. Infinita.

 

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