Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


EL HUBBLE DETECTO EN FORMA DIRECTA LA ATMOSFERA DE UN PLANETA EXTRASOLAR
Cuando 150 años luz no es tan lejos

Por primera vez, la NASA detectó en forma directa la atmósfera de un planeta fuera del sistema solar. El inédito avance permite estudios similares de otros planetas. Y la posibilidad de encontrar los elementos químicos necesarios para la vida.

Un dibujo muestra la estrella HD 209458 y
el paso de su planeta frente a ella, creando un eclipse en relación con la Tierra.

Por Leonardo Moledo

La NASA no podía permitir que Advanced Cell Technology, clonando embriones y compitiendo con el mismísimo Bin Laden, robara titulares en el rubro ciencia, así que ayer se despachó con la especialidad de la casa, y a la última moda astronómica: Telescopio Espacial Hubble mediante –cuándo no– brindó nada menos que la primera detección directa y el análisis químico (precario, por cierto) de la atmósfera de un planeta extrasolar, alrededor de una estrella situada a ciento cincuenta años luz de la Tierra, en la constelación Pegaso.
La verdad es que aunque el planeta ya se conocía, se trata de un descubrimiento inédito, que abre las puertas a estudios similares en otros planetas que orbitan diferentes estrellas. Incluso –como se ocupa de avisar de inmediato la NASA–, la chance de detectar los elementos químicos necesarios para la vida. El planeta orbita alrededor de una estrella con el poco excitante nombre HD 209458, que está a 150 años luz de la Tierra, ubicada en la constelación de Pegaso. Aunque no es visible a simple vista, sí se la puede ver con binoculares (a falta de telescopio), y para ubicarla desde Buenos Aires, sólo hace falta una carta celeste, apuntar en dirección Norte, e investigar a poca altura sobre el horizonte.
El planeta que orbita a HD 209458, por su parte, había sido descubierto en 1999 a través del ligerísimo tirón gravitacional que ejerce sobre su estrella. Se calcula que tiene un 70 por ciento de la masa de Júpiter, es decir, 220 veces la masa terrestre, es gaseoso como Júpiter, orbita a sólo siete millones de kilómetros (está ocho veces más cerca que Mercurio del Sol), y se mueve a una velocidad asombrosa: tarda sólo tres días y medio en dar una vuelta (Mercurio tarda tres meses). Como es de esperar en un planeta tan cercano a su propio sol, su temperatura no es precisamente agradable: 1100 grados centígrados; el triple que la de Mercurio. Lo cual se infiere calculando radiación y distancias a una estrella que es más o menos similar al Sol. De hecho, el planeta corresponde al tipo “Júpiter caliente”, como 15 de los planetas extrasolares en carpeta hasta el momento.
Pero esta vez, lo que hicieron los científicos responsables del hallazgo –David Charbonneau, del Instituto de Tecnología de California, en Pasadena, y el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Cambridge, y Timothy Brown, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, en Boulder, Colorado, junto a otros colegas– es muy impresionante: lograron ver la luz de la estrella –o parte de ella– a través de la atmósfera del planeta.
En general, la detección de planetas extrasolares –y éste no fue la excepción– se realiza de manera indirecta: midiendo las perturbaciones gravitatorias que provocan en la estrella (recordar: los planetas del sistema solar no sólo son atraídos gravitatoriamente por el Sol, sino que además, atraen al Sol, y producen en él pequeños movimientos. La atracción de los planetas, y especialmente de planetas pequeños como el nuestro produce perturbaciones casi nulas, pero la atracción de un gigante como Júpiter produce movimientos en nuestra estrella, que, aunque pequeños, podrían ser detectados por avezados astrónomos a 150 años luz). Por eso, entre otras cosas, los planetas encontrados son enormes; y se entiende, a semejantes distancias sería imposible, con los instrumentos disponibles, medir las perturbaciones producidas por un planeta pequeño, del tamaño, digamos, de la Tierra.
Pero hete aquí que poco después de haberlo detectado, los astrónomos confirmaron que el plano orbital del planeta aún sin nombre coincide con nuestra línea visual, y por lo tanto, desde nuestro punto de vista, debería pasar delante de su estrella en forma regular, originando pequeños eclipses, un caso único entre los casi ochenta planetas extrasolaresdescubiertos. Así, cada vez que el planeta pasa delante de la estrella, causa un pequeñísimo oscurecimiento de la misma, porque su disco bloquea parte de su luz mientras pasa por delante.
Y justamente, el hallazgo de la atmósfera se realizó durante la observación de cuatro tránsitos separados. Durante cada uno de estos pasajes del planeta por delante de la estrella, una pequeña fracción de la luz de la estrella pasó a través de la atmósfera del planeta. Y cuando se analizó el espectro de la luz estelar (el espectro luminoso revela la composición química) se detectó la huella del sodio. La estrella tiene sodio en sus partes externas, pero el espectroscopio del Hubble detectó un pequeño valor agregado de sodio: el de la atmósfera del planeta. La idea de los investigadores es continuar las observaciones y analizar otras partes del espectro de la estrella para ver si hay más filtrado por parte de la atmósfera del planeta: esperan encontrar metano, potasio e incluso vapor de agua.
Naturalmente, al lógico y merecido triunfalismo por el descubrimiento, se agregaron las concebidas frases que prometen un futuro venturoso: “Esto abre una nueva y excitante etapa en la exploración de los planetas extrasolares, donde podremos empezar a comparar y contrastar las atmósferas de los planetas que giran alrededor de otras estrellas”, dice Charbonneau.
Y la ansiedad vitalista. “Tal vez en el futuro”, sostuvo el científico Alan Boss, del Instituto Carnegie, “se encuentren en otros planetas gas carbónico, vapor de agua, ozono y metano, y en ese caso, se podrá sostener que ese planeta es habitable, si es que no está habitado”. La verdad es que uno se pregunta el porqué de la insistencia en encontrar vida extrasolar: a la luz de los últimos acontecimientos, la experiencia terrestre no parece ser tan brillante.

 

Soles que se bambolean

Los planetas extrasolares son una novedad para la astronomía moderna: hasta hace apenas seis años, nadie había observado uno. Sin embargo, y desde hace siglos, los astrónomos venían olfateando su presencia: si el Sol estaba acompañado por un fiel séquito de planetas, y era una estrella del montón, por qué no pensar que todas, o buena parte de las demás estrellas, también tuvieran sus familias planetarias. La idea era razonable, pero había que demostrarla. En octubre de 1995, los astrónomos suizos Michel Mayor y Didier Queloz se robaron todas las cámaras cuando anunciaron lo que muchos esperaban: al parecer, habían descubierto un enorme planeta alrededor de la estrella 51 Pegasi, a 40 años luz de la Tierra. Y lo bautizaron 51 Pegasi B. Mayor y Queloz nunca vieron al supuesto planeta: en realidad, sólo infirieron su presencia a partir del ligerísimo bamboleo que mostraba la estrella debido al efecto gravitatorio del planeta presunto. Lo mismo ocurrió desde entonces con los casi ochenta planetas extrasolares capturados por las redes de los astrónomos.

 

COMO FUE DESCUBIERTO EL PLANETA DE LA HD 209458
En busca de mundos lejanos

Por Mariano Ribas

En noviembre de 1999, los astrónomos norteamericanos Geoffrey Marcy y Paul Buttler notaron que algo raro pasaba con lo ignota estrella HD 209458, ubicada a 153 años luz de la Tierra. Cada tanto, y de modo bastante regular, HD 209458 mostraba sutiles bamboleos, temblores apenas perceptibles para los ultrasofisticados instrumentos del eficaz equipo. Poco más tarde, y después de algunos cálculos de rutina, Marcy y Buttler se dieron cuenta de que, nuevamente, estaban frente a frente con un posible planeta extrasolar.
Inmediatamente le pasaron los datos a su colega, Greg Henry, un astrónomo de la Universidad de Tennessee: aparentemente, la estrella estaba acompañada por un objeto un poco más grande que nuestro Júpiter, aunque menos masivo, que daba una vuelta a su alrededor cada 3 días y medio. Y como ya lo había hecho muchas otras veces, sin éxito, Henry decidió probar suerte: tal vez, el plano orbital de este supuesto planeta quedaba de perfil visto desde la Tierra. Entonces, un par de días más tarde, apuntó uno de sus telescopios hacia la estrella. Y una sonrisa le cambió la cara.
No era para menos. Según las estimaciones de Marcy y Buttler, el período orbital del planeta fantasma era de 3 días y medio. Por lo tanto, si el objeto efectivamente existía, y si además su plano orbital estaba convenientemente orientado hacia la Tierra, cada tres días y medio debería desfilar delante de la estrella, tapándola ligeramente (el planeta podía ser enorme, pero una estrella es algo mucho mayor aún). Y eso es exactamente lo que vio Henry: en cierto momento, y durante un par de horas, el brillo de HD 209458 cayó un 1,7 por ciento. No era mucho, pero era más que suficiente como para apreciarlo. Además, era lo que se esperaba. Todo parecía cerrar: la evidencia indirecta había aportado un dato que luego fue confirmado por una observación bien directa.
De todos modos, no se podía descartar una coincidencia. O incluso, hasta era posible que la estrella variara regularmente de brillo (tal como lo hacen las conocidas “variables”). Pero para despejar las dudas, Henry probó una y otra vez a lo largo de noviembre, siempre teniendo en cuenta el período orbital derivado de los cálculos de Marcy y Buttler. Y una y otra vez los mini-eclipses se produjeron en el momento indicado. Más aún: otro equipo de astrónomos encabezado por David Charbonneau, responsable del actual descubrimiento de la atmósfera de este planeta, obtuvo resultados casi idénticos.
Ahora, a la luz del flamante hallazgo que acaba de anunciar la NASA, el planeta fantasma de HD 209458 no sólo parece haberse ganado el derecho a la existencia, sino que también podría convertirse en un personaje emblemático en esta fascinante historia de la búsqueda de mundos lejanos.

 

PRINCIPAL