Por Leonardo Moledo
La NASA no podía permitir
que Advanced Cell Technology, clonando embriones y compitiendo con el
mismísimo Bin Laden, robara titulares en el rubro ciencia, así
que ayer se despachó con la especialidad de la casa, y a la última
moda astronómica: Telescopio Espacial Hubble mediante cuándo
no brindó nada menos que la primera detección directa
y el análisis químico (precario, por cierto) de la atmósfera
de un planeta extrasolar, alrededor de una estrella situada a ciento cincuenta
años luz de la Tierra, en la constelación Pegaso.
La verdad es que aunque el planeta ya se conocía, se trata de un
descubrimiento inédito, que abre las puertas a estudios similares
en otros planetas que orbitan diferentes estrellas. Incluso como
se ocupa de avisar de inmediato la NASA, la chance de detectar los
elementos químicos necesarios para la vida. El planeta orbita alrededor
de una estrella con el poco excitante nombre HD 209458, que está
a 150 años luz de la Tierra, ubicada en la constelación
de Pegaso. Aunque no es visible a simple vista, sí se la puede
ver con binoculares (a falta de telescopio), y para ubicarla desde Buenos
Aires, sólo hace falta una carta celeste, apuntar en dirección
Norte, e investigar a poca altura sobre el horizonte.
El planeta que orbita a HD 209458, por su parte, había sido descubierto
en 1999 a través del ligerísimo tirón gravitacional
que ejerce sobre su estrella. Se calcula que tiene un 70 por ciento de
la masa de Júpiter, es decir, 220 veces la masa terrestre, es gaseoso
como Júpiter, orbita a sólo siete millones de kilómetros
(está ocho veces más cerca que Mercurio del Sol), y se mueve
a una velocidad asombrosa: tarda sólo tres días y medio
en dar una vuelta (Mercurio tarda tres meses). Como es de esperar en un
planeta tan cercano a su propio sol, su temperatura no es precisamente
agradable: 1100 grados centígrados; el triple que la de Mercurio.
Lo cual se infiere calculando radiación y distancias a una estrella
que es más o menos similar al Sol. De hecho, el planeta corresponde
al tipo Júpiter caliente, como 15 de los planetas extrasolares
en carpeta hasta el momento.
Pero esta vez, lo que hicieron los científicos responsables del
hallazgo David Charbonneau, del Instituto de Tecnología de
California, en Pasadena, y el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian,
en Cambridge, y Timothy Brown, del Centro Nacional de Investigación
Atmosférica, en Boulder, Colorado, junto a otros colegas
es muy impresionante: lograron ver la luz de la estrella o parte
de ella a través de la atmósfera del planeta.
En general, la detección de planetas extrasolares y éste
no fue la excepción se realiza de manera indirecta: midiendo
las perturbaciones gravitatorias que provocan en la estrella (recordar:
los planetas del sistema solar no sólo son atraídos gravitatoriamente
por el Sol, sino que además, atraen al Sol, y producen en él
pequeños movimientos. La atracción de los planetas, y especialmente
de planetas pequeños como el nuestro produce perturbaciones casi
nulas, pero la atracción de un gigante como Júpiter produce
movimientos en nuestra estrella, que, aunque pequeños, podrían
ser detectados por avezados astrónomos a 150 años luz).
Por eso, entre otras cosas, los planetas encontrados son enormes; y se
entiende, a semejantes distancias sería imposible, con los instrumentos
disponibles, medir las perturbaciones producidas por un planeta pequeño,
del tamaño, digamos, de la Tierra.
Pero hete aquí que poco después de haberlo detectado, los
astrónomos confirmaron que el plano orbital del planeta aún
sin nombre coincide con nuestra línea visual, y por lo tanto, desde
nuestro punto de vista, debería pasar delante de su estrella en
forma regular, originando pequeños eclipses, un caso único
entre los casi ochenta planetas extrasolaresdescubiertos. Así,
cada vez que el planeta pasa delante de la estrella, causa un pequeñísimo
oscurecimiento de la misma, porque su disco bloquea parte de su luz mientras
pasa por delante.
Y justamente, el hallazgo de la atmósfera se realizó durante
la observación de cuatro tránsitos separados. Durante cada
uno de estos pasajes del planeta por delante de la estrella, una pequeña
fracción de la luz de la estrella pasó a través de
la atmósfera del planeta. Y cuando se analizó el espectro
de la luz estelar (el espectro luminoso revela la composición química)
se detectó la huella del sodio. La estrella tiene sodio en sus
partes externas, pero el espectroscopio del Hubble detectó un pequeño
valor agregado de sodio: el de la atmósfera del planeta. La idea
de los investigadores es continuar las observaciones y analizar otras
partes del espectro de la estrella para ver si hay más filtrado
por parte de la atmósfera del planeta: esperan encontrar metano,
potasio e incluso vapor de agua.
Naturalmente, al lógico y merecido triunfalismo por el descubrimiento,
se agregaron las concebidas frases que prometen un futuro venturoso: Esto
abre una nueva y excitante etapa en la exploración de los planetas
extrasolares, donde podremos empezar a comparar y contrastar las atmósferas
de los planetas que giran alrededor de otras estrellas, dice Charbonneau.
Y la ansiedad vitalista. Tal vez en el futuro, sostuvo el
científico Alan Boss, del Instituto Carnegie, se encuentren
en otros planetas gas carbónico, vapor de agua, ozono y metano,
y en ese caso, se podrá sostener que ese planeta es habitable,
si es que no está habitado. La verdad es que uno se pregunta
el porqué de la insistencia en encontrar vida extrasolar: a la
luz de los últimos acontecimientos, la experiencia terrestre no
parece ser tan brillante.
Soles que se bambolean
Los planetas extrasolares son una novedad para la astronomía
moderna: hasta hace apenas seis años, nadie había
observado uno. Sin embargo, y desde hace siglos, los astrónomos
venían olfateando su presencia: si el Sol estaba acompañado
por un fiel séquito de planetas, y era una estrella del montón,
por qué no pensar que todas, o buena parte de las demás
estrellas, también tuvieran sus familias planetarias. La
idea era razonable, pero había que demostrarla. En octubre
de 1995, los astrónomos suizos Michel Mayor y Didier Queloz
se robaron todas las cámaras cuando anunciaron lo que muchos
esperaban: al parecer, habían descubierto un enorme planeta
alrededor de la estrella 51 Pegasi, a 40 años luz de la Tierra.
Y lo bautizaron 51 Pegasi B. Mayor y Queloz nunca vieron al supuesto
planeta: en realidad, sólo infirieron su presencia a partir
del ligerísimo bamboleo que mostraba la estrella debido al
efecto gravitatorio del planeta presunto. Lo mismo ocurrió
desde entonces con los casi ochenta planetas extrasolares capturados
por las redes de los astrónomos.
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COMO
FUE DESCUBIERTO EL PLANETA DE LA HD 209458
En busca de mundos lejanos
Por Mariano Ribas
En noviembre de 1999, los astrónomos
norteamericanos Geoffrey Marcy y Paul Buttler notaron que algo raro pasaba
con lo ignota estrella HD 209458, ubicada a 153 años luz de la
Tierra. Cada tanto, y de modo bastante regular, HD 209458 mostraba sutiles
bamboleos, temblores apenas perceptibles para los ultrasofisticados instrumentos
del eficaz equipo. Poco más tarde, y después de algunos
cálculos de rutina, Marcy y Buttler se dieron cuenta de que, nuevamente,
estaban frente a frente con un posible planeta extrasolar.
Inmediatamente le pasaron los datos a su colega, Greg Henry, un astrónomo
de la Universidad de Tennessee: aparentemente, la estrella estaba acompañada
por un objeto un poco más grande que nuestro Júpiter, aunque
menos masivo, que daba una vuelta a su alrededor cada 3 días y
medio. Y como ya lo había hecho muchas otras veces, sin éxito,
Henry decidió probar suerte: tal vez, el plano orbital de este
supuesto planeta quedaba de perfil visto desde la Tierra. Entonces, un
par de días más tarde, apuntó uno de sus telescopios
hacia la estrella. Y una sonrisa le cambió la cara.
No era para menos. Según las estimaciones de Marcy y Buttler, el
período orbital del planeta fantasma era de 3 días y medio.
Por lo tanto, si el objeto efectivamente existía, y si además
su plano orbital estaba convenientemente orientado hacia la Tierra, cada
tres días y medio debería desfilar delante de la estrella,
tapándola ligeramente (el planeta podía ser enorme, pero
una estrella es algo mucho mayor aún). Y eso es exactamente lo
que vio Henry: en cierto momento, y durante un par de horas, el brillo
de HD 209458 cayó un 1,7 por ciento. No era mucho, pero era más
que suficiente como para apreciarlo. Además, era lo que se esperaba.
Todo parecía cerrar: la evidencia indirecta había aportado
un dato que luego fue confirmado por una observación bien directa.
De todos modos, no se podía descartar una coincidencia. O incluso,
hasta era posible que la estrella variara regularmente de brillo (tal
como lo hacen las conocidas variables). Pero para despejar
las dudas, Henry probó una y otra vez a lo largo de noviembre,
siempre teniendo en cuenta el período orbital derivado de los cálculos
de Marcy y Buttler. Y una y otra vez los mini-eclipses se produjeron en
el momento indicado. Más aún: otro equipo de astrónomos
encabezado por David Charbonneau, responsable del actual descubrimiento
de la atmósfera de este planeta, obtuvo resultados casi idénticos.
Ahora, a la luz del flamante hallazgo que acaba de anunciar la NASA, el
planeta fantasma de HD 209458 no sólo parece haberse ganado el
derecho a la existencia, sino que también podría convertirse
en un personaje emblemático en esta fascinante historia de la búsqueda
de mundos lejanos.
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