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La contracultura vuelve a la lucha

La prensa italiana los define como �Maestros del engaño�, pero ellos �un grupo anónimo anarquista� hablan de �guerrilla mediática�.

Declaración: �Somos colectivos que construyeron a un solo autor; detrás nuestro no hay un jefe ni un misterioso académico, sino una serie de ideas�.

La tapa del controvertido
libro “Q”, de un tal Luther Blisset.
El nombre del autor remite a unsupues-to jugador de fútbol jamaiquino.

Por Verónica Abdala

Descreen, por sobre casi todas las cosas, de la posibilidad de la creación individual. Dicen: “El mito del escritor que escribe aislado sólo es un mito romántico que sobrevive en la literatura. Todas las demás artes han aceptado que la creación es siempre colectiva, porque los conceptos lo son y el genio no existe”. Se definen como “enemigos de los poderes existentes en los medios de comunicación” y defienden el derecho al anonimato. “No nos interesa hacer un espectáculo de nosotros mismos -sostienen– ni convertirnos en noticia periodística, lo que sería lamentable. Somos colectivos que construyeron a un solo autor. Detrás nuestro no hay un jefe ni un misterioso académico. Creemos en la posibilidad de acción contracultural colectiva y anónima, orientada, antes que detrás de un rostro o un nombre real, detrás de una serie de ideas”.
Son estos mismos anónimos (“los maestros del engaño” como los calificó el diario italiano Il Messagero), quienes publicaron en 1995 una novela, titulada simplemente Q, en la que narran treinta años de violenta represión en la Europa de la Reforma y la Contrarreforma y que tiene a Martín Lutero como uno de los personajes centrales. El libro, que se publicó recientemente en la Argentina por Mondadori-Grijalbo, y ya va por su segunda edición, llegó a vender ochenta mil ejemplares solamente en Italia, el país de los autores, y escaló en pocas semanas los rankings de venta en España, Londres y Francia.
Aunque los misteriosos autores del libro –que, según el diario italiano La Repubblica son cuatro jóvenes de entre 26 y 35 años– se hicieron relativamente famosos en su país, antes que por su incursión literaria, por las “travesuras informáticas” que se atribuyeron y por el bombardeo de noticias falaces que difunden desde hace cinco años en los medios de comunicación europeos.
No se sabe con certeza cuántos son los que integran esta autodenominada “guerrilla mediática”, pero se los conoce por el nombre colectivo que utilizan desde 1994, y que han tomado prestado de un supuesto fultbolista jamaiquino que habría integrado el equipo de Milan a principios de los 80, con resultados desastrosos: Luther Blisset. Un nombre, un colectivo que los engloba, y que, en palabras de los misteriosos apropiadores, “significa nadie y todo el mundo a la vez, porque cualquiera que comparta alguna de nuestras ideas puede utilizarlo, en Europa y en el resto del mundo”. La primera vez que los medios italianos hablaron de ellos fue en 1994: cuatro trabajadores italianos habían sido arrestados por viajar en tren sin boletos. Cuando las fuerzas de seguridad se interesaron en conocer sus nombres, los cuatro aseguraron llamarse Luther Blisset, y se aferraron a ese nombre incluso ante los tribunales italianos.
Nacido en la ciudad italiana de Bolonia –capital de la izquierda italiana–, el grupo original privilegió desde los inicios a los medios de comunicación. (En Internet, por ejemplo, publicaron a comienzos de los 90 una serie de manifiestos en los que alentaban a los navegantes a sumarse al proyecto para contribuir así a revelar “las numerosas y muchas veces intencionadas falacias que difunden los medios. Y los oscuros fines que la mayor parte de las veces persiguen quienes los manejan”). En ese marco es que los Luther Blisset concretaron una serie de acciones “de protesta” ciertamente inofensivas en la mayoría de los casos, pero con las que llegaron causar revuelo.
A saber:
En sus inicios, denunciaron en el programa televisivo “¿Quién sabe dónde?” la desaparición de un punk que, según dijeron, viajaba por Europa en bicicleta. El conductor del ciclo se comprometió personalmente con la búsqueda, sin saber que estaba basada en datos y pistas falsas.
En otra oportunidad, denunciaron la desaparición de otro supuesto –e inexistente– artista balcánico, supuestamente apresado por razones políticas por el gobierno de Milosevic. Parte de la prensa italiana difundió datos falsos referentes al caso.
Tras la publicación de Q se corrió el rumor de que, tras la escritura de este relato se escondía la mano de Umberto Eco. El chisme –que los verdaderos autores ayudaron a difundir– se diseminó al punto de que el semiólogo italiano tuvo que salir a desmentirlo. (Un hecho que podría haber evitado, seguramente, si los periodistas que difundieron la versión le hubiese dedicado al menos una rápida lectura al libro.)
Una de las acciones más delirantes que se le atribuyen al grupo es el “Secuestro de Cristo”, con pedido de rescate incluido, que anunciaron en páginas Luther Blisset de Internet.
También anunciaron el secuestro, a fines del año pasado, de una serie de valiosos esculturas religiosas de un museo italiano. Con la diferencia de que el robo, en este caso, era cierto. Antes de devolverlas pidieron a cambio de éstas “dinero para los pobres”. Que no les dieron.
Los Luther Blisset rechazaron, además, el copyright del más vendido de sus libros y consiguieron que, por primera vez, una editorial importante (Mondadori Grijalbo) los apoyara en este sentido. En la primera página de Q se anuncia: “Está permitida la reproducción parcial o total de esta obra y su difusión telemática, siempre y cuando sea para uso personal de los lectores y no con fines comerciales”. Otro de los libros publicados por el grupo es Enemigos del Estado (Enemies of the State: Criminals, Monsters, and Special Laws in the Society of Control), que reconocen como una enunciación teórica de sus máximas. Entre otras cosas, el libro plantea la hipótesis de que el Estado redefine permanentemente a sus enemigos para salvaguardar su poder, y viola con peligrosa frecuencia libertades y derechos formalmente garantizados por la constitución de cada país y por la Declaración de Derechos Humanos.

 

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