Por Verónica
Abdala
Descreen, por sobre casi todas
las cosas, de la posibilidad de la creación individual. Dicen:
El mito del escritor que escribe aislado sólo es un mito
romántico que sobrevive en la literatura. Todas las demás
artes han aceptado que la creación es siempre colectiva, porque
los conceptos lo son y el genio no existe. Se definen como enemigos
de los poderes existentes en los medios de comunicación y
defienden el derecho al anonimato. No nos interesa hacer un espectáculo
de nosotros mismos -sostienen ni convertirnos en noticia periodística,
lo que sería lamentable. Somos colectivos que construyeron a un
solo autor. Detrás nuestro no hay un jefe ni un misterioso académico.
Creemos en la posibilidad de acción contracultural colectiva y
anónima, orientada, antes que detrás de un rostro o un nombre
real, detrás de una serie de ideas.
Son estos mismos anónimos (los maestros del engaño
como los calificó el diario italiano Il Messagero), quienes publicaron
en 1995 una novela, titulada simplemente Q, en la que narran treinta años
de violenta represión en la Europa de la Reforma y la Contrarreforma
y que tiene a Martín Lutero como uno de los personajes centrales.
El libro, que se publicó recientemente en la Argentina por Mondadori-Grijalbo,
y ya va por su segunda edición, llegó a vender ochenta mil
ejemplares solamente en Italia, el país de los autores, y escaló
en pocas semanas los rankings de venta en España, Londres y Francia.
Aunque los misteriosos autores del libro que, según el diario
italiano La Repubblica son cuatro jóvenes de entre 26 y 35 años
se hicieron relativamente famosos en su país, antes que por su
incursión literaria, por las travesuras informáticas
que se atribuyeron y por el bombardeo de noticias falaces que difunden
desde hace cinco años en los medios de comunicación europeos.
No se sabe con certeza cuántos son los que integran esta autodenominada
guerrilla mediática, pero se los conoce por el nombre
colectivo que utilizan desde 1994, y que han tomado prestado de un supuesto
fultbolista jamaiquino que habría integrado el equipo de Milan
a principios de los 80, con resultados desastrosos: Luther Blisset. Un
nombre, un colectivo que los engloba, y que, en palabras de los misteriosos
apropiadores, significa nadie y todo el mundo a la vez, porque cualquiera
que comparta alguna de nuestras ideas puede utilizarlo, en Europa y en
el resto del mundo. La primera vez que los medios italianos hablaron
de ellos fue en 1994: cuatro trabajadores italianos habían sido
arrestados por viajar en tren sin boletos. Cuando las fuerzas de seguridad
se interesaron en conocer sus nombres, los cuatro aseguraron llamarse
Luther Blisset, y se aferraron a ese nombre incluso ante los tribunales
italianos.
Nacido en la ciudad italiana de Bolonia capital de la izquierda
italiana, el grupo original privilegió desde los inicios
a los medios de comunicación. (En Internet, por ejemplo, publicaron
a comienzos de los 90 una serie de manifiestos en los que alentaban a
los navegantes a sumarse al proyecto para contribuir así a revelar
las numerosas y muchas veces intencionadas falacias que difunden
los medios. Y los oscuros fines que la mayor parte de las veces persiguen
quienes los manejan). En ese marco es que los Luther Blisset concretaron
una serie de acciones de protesta ciertamente inofensivas
en la mayoría de los casos, pero con las que llegaron causar revuelo.
A saber:
En sus inicios, denunciaron
en el programa televisivo ¿Quién sabe dónde?
la desaparición de un punk que, según dijeron, viajaba por
Europa en bicicleta. El conductor del ciclo se comprometió personalmente
con la búsqueda, sin saber que estaba basada en datos y pistas
falsas.
En otra oportunidad, denunciaron
la desaparición de otro supuesto e inexistente artista
balcánico, supuestamente apresado por razones políticas
por el gobierno de Milosevic. Parte de la prensa italiana difundió
datos falsos referentes al caso.
Tras la publicación
de Q se corrió el rumor de que, tras la escritura de este relato
se escondía la mano de Umberto Eco. El chisme que los verdaderos
autores ayudaron a difundir se diseminó al punto de que el
semiólogo italiano tuvo que salir a desmentirlo. (Un hecho que
podría haber evitado, seguramente, si los periodistas que difundieron
la versión le hubiese dedicado al menos una rápida lectura
al libro.)
Una de las acciones más
delirantes que se le atribuyen al grupo es el Secuestro de Cristo,
con pedido de rescate incluido, que anunciaron en páginas Luther
Blisset de Internet.
También anunciaron el
secuestro, a fines del año pasado, de una serie de valiosos esculturas
religiosas de un museo italiano. Con la diferencia de que el robo, en
este caso, era cierto. Antes de devolverlas pidieron a cambio de éstas
dinero para los pobres. Que no les dieron.
Los Luther Blisset rechazaron, además, el copyright del más
vendido de sus libros y consiguieron que, por primera vez, una editorial
importante (Mondadori Grijalbo) los apoyara en este sentido. En la primera
página de Q se anuncia: Está permitida la reproducción
parcial o total de esta obra y su difusión telemática, siempre
y cuando sea para uso personal de los lectores y no con fines comerciales.
Otro de los libros publicados por el grupo es Enemigos del Estado (Enemies
of the State: Criminals, Monsters, and Special Laws in the Society of
Control), que reconocen como una enunciación teórica de
sus máximas. Entre otras cosas, el libro plantea la hipótesis
de que el Estado redefine permanentemente a sus enemigos para salvaguardar
su poder, y viola con peligrosa frecuencia libertades y derechos formalmente
garantizados por la constitución de cada país y por la Declaración
de Derechos Humanos.
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