Por Luis Hidalgo
Desde
Barcelona
Llegó de la Toscana,
Italia, donde tiene fijada una de sus residencias, y camino de Londres
paró en Barcelona para participar en la grabación de un
programa de televisión. Todo en cuestión de horas, metido
en el vértigo de la edición de su último disco, la
recopilación, grabada en vivo, All this time. Es Sting, un gentleman
de la música que llegó a una conclusión, ahora que
tiene medio siglo de vida: ya no quiere ser considerado un rocker, sino
un músico. El rock ya no es una música revolucionaria,
sino por el contrario, se ha convertido en una música muy conservadora
que respeta en demasía las pautas y normas de funcionamiento de
la industria musical, explica. Lo verdaderamente radical hay
que buscarlo en Stravinski o en el jazz, dos ejemplos de persona y estilo
verdaderamente transgresores. El inglés Sting es una estrella
extraña: lideró el revolucionario grupo The Police durante
ocho años y a mitad de los 80 inició una carrera solista
que siempre ha mantenido contactos con el jazz, pese a lo cual casi siempre
es entrevistado o criticado por la prensa rockera.
¿Por qué prefiere elogiar al jazz y atacar el rock,
haciendo lo inverso de la mayoría de su colegas?
En principio, detesto la demagogia. Hice rock cuando era joven,
y ya no lo soy. La idea que tengo de mis canciones es que puedan evolucionar
y adaptarse a los tiempos y a las situaciones cambiantes. Me gustaría
que mis temas sobreviviesen como los estándares de los años
cuarenta o cincuenta, con esa capacidad para ser reinterpretados a tenor
de los tiempos y sin perder vigencia. Por eso colaboro con músicos
de jazz, ellos saben adaptarse a las interpretaciones, son capaces de
dar nuevas lecturas a canciones muchas veces antes tocadas.
¿Está diciendo que el rock no genera clásicos
perdurables?
La verdad es que no tengo respuesta a esta pregunta, aunque lógicamente
me gustaría responder de manera afirmativa, cosa que no puedo hacer.
Una respuesta afirmativa daría bastante sentido a lo que he venido
haciendo durante toda mi vida.
¿Para qué hacer canciones, entonces?
En mi caso lo que pretendo es mantenerme fiel a mí mismo,
una persona que se considera una estudiosa de la música y que se
esfuerza por aprender de día en día. La música es
para mí como un viaje, un viaje lleno de sentido que nunca acabará,
nunca llegará a puerto.
A sus 50 años recién cumplidos, Sting tiene un aspecto tan
envidiable que decir que se conserva muy bien resulta injusto. Sting no
se conserva, parece aún joven y fibroso. Vestido deportivamente,
meditando sus respuestas con la parsimonia de los que se saben escuchados
y regando la conversación con un espléndido vino, Sting
asegura que disfruta de un buen momento de su carrera. Parece por ello
obligado preguntarle qué lo impulsa a mantenerse en activo. Sting,
pausado pero firme, no tarda en responder: La curiosidad sobre el
conocimiento musical y la propia música. Es un viaje fascinante
que no quiero abandonar. Mucha gente de mi edad, o en mi posición
económica dice que ha alcanzado todos sus objetivos materiales,
y entonces se dedica a vivir. Yo no. Yo nunca, nunca, nunca tendré
suficiente. Siempre alimentaré mi curiosidad.
¿Y algo de lo que arrepentirse en tal viaje?
No, nada, no me arrepiento de nada de lo que he hecho profesionalmente.
La verdad es que mi carrera ha sido muy pensada y todos los pasos que
he dado respondían a algo.
¿Qué queda musicalmente de aquellos años del
pospunk en los que The Police inició una revolución en el
rock?
Nada o casi nada. Sólo Elvis Costello y yo. No creo recordar
a nadie más.
¿Y la rebeldía de entonces?
Ese lugar está en manos de la música electrónica,
que en cierto sentido es como el punk de hoy. Estos sonidos son los que
ahora están marcando rupturas generacionales entre padres e hijos.
Además, la electrónica está siendo impulsada por
artistas que no tienen cara, que son anónimos y que rompen así
con el culto a la personalidad del rock.
¿Está coqueteando con la electrónica?
Goldie, el rey del jungle, se interesó en hacer cosas conmigo,
pero no sé cómo acabará el asunto. Lo que me gustaría
es que, si se produjese alguna colaboración con algún artista
electrónico, ellos aprendiesen algo de mí como yo lo haría
de ellos. Puestos a pedir, me gustaría que aprendiesen armonía,
algo sustancial en la música que la electrónica parece desconocer,
o negar.
Sobre el disco doble en vivo, Sting explicó que se vio afectado
por los hechos del 11 de septiembre, día en el que se grabó
en su casa de la Toscana. Cuando al mediodía nos enteramos
de lo que había pasado, pensamos en suspender la grabación.
Aquello estaba planteado como una fiesta y era obvio que nuestro ánimo
no era alegre. Finalmente, decidimos continuar porque la música
nos ayudaría a expresar lo que sentíamos. Tocamos Fragile
para la conexión televisiva prevista y luego continuamos, ya sin
transmisión, con el resto de la grabación. Nuestro estado
de ánimo es perceptible en la forma en que tocamos el repertorio.
A ese estado de ánimo atribuye el tono reposado de All this time,
un disco tocado con una herida muy profunda: No lo podíamos
tocar de otra manera. Perdí un amigo en las Torres Gemelas.
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